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Friday, October 15, 2010

Trece tesis polémicas sobre la cultura nacional

Nota del editor: presentamos este trabajo de Douglas Salamanca y otros más que irán figurando alternadamente con los de este servidor y todos aquellos y aquellas que deseen expresarse en EL ULITEO.

Trece tesis polémicas sobre la Cultura Nacional

Douglas Salamanca

1. La cultura nacional, o lo que se conoce como tal, ha caído actualmente en una profunda bancarrota. Aunque nadie lo ha dicho, esta es una conclusión a la que puede llegar cualquier observador imparcial y atento. Si nadie se ha atrevido a señalar hasta ahora este hecho, se debe probablemente a las siguientes razones: 1) Hay una especie de conspiración de los sectores más poderosos e influyentes para mantener oculta esta situación ya que les favorece, y es la única que resulta compatible con la conservación de sus privilegios. 2) Los medios de prensa, que fungen en buena medida como “administradores del sentido”, y participan activamente en la “construcción social de la realidad”, han contribuido al ocultamiento de ese fenómeno, en parte por ignorancia, al mantener una actitud acrítica frente a la realidad, y en parte por conveniencia, al ser algunos de ellos parte de los sectores privilegiados, en connivencia con los cuales se empeñan en difundir una visión complaciente de la cultura nacional, enmascarando por esa vía la cruda realidad subyacente, la cual está ligada a la hegemonía de unos pocos y a la miseria material y espiritual y moral de la mayoría. 3) Existen grandes intereses creados, a los cuales no les conviene subvertir valores tradicionales, que equivalen a una especie de argamasa en la construcción del espejismo oscurantista en el que vive sumida la mayor parte de la población. Esta se conjuga con un falso concepto que se intenta vender a los marginados del sistema, haciéndoles creer que deben sentirse orgullosos por el mero hecho de ser nicaragüenses, aún viviendo en condiciones infrahumanas, y ejerciendo un sentido de falso patriotismo que no los beneficia en nada. Y en esa tarea la llamada “cultura nacional” funciona como un elemento muy efectivo de alienación, de aglutinación borreguizante, de desmovilización y de sometimiento ideológico. Básicamente, se intenta presentarla como un factor de unidad y de consenso entre los privilegiados y los desposeídos, ocultando la existencia de la lucha de clases, o al menos la existencia de intereses discrepantes u opuestos entre diferentes sectores sociales. 4) Incluso algunos intelectuales esclarecidos que perciben la anomalía optan por el silencio, o por una actitud ambigua, por temor a ser objeto de críticas, de represalias y de ostracismo, por parte de sectores influyentes, que resultan en potencia capaces de perjudicarlos. Estos inconformes silenciados pertenecen por regla general a sectores de la intelligentzia, a los que antaño se designaba como intelectuales desclasados de origen pequeño burgués.

2. La cultura nacional se ha venido arrastrando por inercia desde hace ya muchas décadas, sin someterse nunca a una revisión crítica. En gran medida, es un trasunto de la cultura que trajeron los conquistadores y que se cristalizó durante el largo proceso de la Colonia, la cual se ha ido sedimentando y a la vez asimilando nuevas influencias, dentro de un crisol que es en esencia eminentemente reaccionario. Una sola persona, Pablo Antonio Cuadra, teniendo como tribuna al diario La Prensa, logró, en la segunda mitad del siglo anterior, single-handedly,blueprint y una jerarquización e interpretación de la cultura nacional, acompañada de una especie de cuadro de honor o de plana mayor de sus exponentes más destacados, que en esencia se ha mantenido invariable, incluso tras el fallecimiento de su creador. conformar una especie de Al interior de la misma existen muchas tergiversaciones y manipulaciones históricas, sociológicas y filosóficas que buscan embellecer y sanitizar aspectos de nuestro pasado y de nuestra idiosincrasia que no resulten compatibles con una visión optimista de nuestra identidad. Por ejemplo: se omite hablar de aspectos indeseables de personajes célebres (el racismo y el machismo de Darío, así como sus caídas en la adulación o el servilismo, su hedonismo, dandismo, ingenuidad filosófica o la parcial obsolescencia de su obra, el esoterismo extremo de Sandino, su controversial proyecto de secesión disimulada del país, su anuencia a aplicar el salvajismo contra sus enemigos capturados, etc.), o se alteran episodios de la vida nacional. (Ejemplos: la población de Granada no se rebeló contra William Walker, sino que colaboró e incluso fraternizó con él y sus filibusteros, según las investigaciones más recientes al respecto. Otro: Squier no era ningún filántropo, sino que era una especie de espía, y saqueó los tesoros arqueológicos del país. Otro: los archivos de la Nación fueron entregados irresponsablemente por un presidente de Nicaragua a un historiador estadounidense para que escribiera sus libros sobre la historia del Pacífico americano y no fueron devueltos). Todos esos temas, y muchos otros más, de naturaleza eminentemente controversial, han sido edulcorados y simplificados maniqueamente para crear una visión potable y fácilmente asimilable para consumo de las masas ignorantes y sumisas.

3. La bancarrota de la cultura nacional se manifiesta, entre otras cosas, en la dificultad de dicha cultura para renovarse y también en su espantosa pobreza, la cual tiende a incrementarse. Cada día resulta más insatisfactoria, más desfasada, y menos capaz de reflejar la vida intelectual y espiritual, así como las inquietudes existenciales de una persona educada. Esto significa que, en una proporción cada vez mayor, la cultura nacional juega un rol menos importante dentro de la cosmovisión de los inconformes y de los ilustrados y de los cognoscenti. Esta deviene un sustrato que tiene carácter marginal y eminentemente folklórico, que, si bien de una manera inevitable interviene en la conformación de nuestra identidad social e individual, no representa de hecho un factor determinante ni mucho menos, dentro de nuestro sistema de prioridades intelectivas, ni tiene influencia apreciable sobre nuestras jerarquizaciones axiológicas. Cada vez más adquiere un carácter residual y pasivo. De ella sobreviven con mayor fuerza los aspectos lúdicos, gastronómicos y pintorescos. En el lenguaje, las expresiones vernáculas contribuyen a darle a nuestras expresiones mayor vivacidad.

4. Una de las principales características de nuestra cultura es su carácter acrítico. Por eso ha sobrevivido tanto el error en su interior. También es autocomplaciente, inconsistente y auto-celebratoria. Para preservar su carácter hermético e inexpugnable se han creado mecanismos represivos para castigar o excomulgar a aquellos librepensadores que, temerariamente, se atreven a descorrer el velo de Isis, cuestionando sus cimientos.


5. Una prueba de que las cosas andan pésimamente en Nicaragua y en nuestra cultura es que la mayor parte de la población quisiera emigrar al extranjero. Pese a que los medios de prensa y los políticos demagogos se empeñan en ponderar las “innumerables bellezas” de nuestro país, la población se resiste a creer en esa patraña y esa utopía, que contradice su experiencia cotidiana, la cual está llena de frustraciones, de desesperanza y de penuria económica. Y dentro de ese contexto no son ajenos la ineficacia de los politicastros que ejercen y negocian con el poder, ni la obsolescencia de la cultura que los engendra, y en la cual ellos logran medrar de manera tan absoluta. Dicho de otra manera, la cultura en que vivimos es inaceptable porque sus frutos son contraproducentes.

6. Nuestra cultura confunde el subdesarrollo con la tradición, lo cual es una fórmula segura para perpetuar el atraso.

7.Nuestra cultura no sólo es arcaica, sino también arcaizante. Está basada en mitos y leyendas, sobre los cuales pesa en gran medida el legado colonial. A esto se agrega un alto grado de prejuicio y de superstición, al cual se le añade y superpone la poderosa influencia de la iglesia, tanto católica como protestante, con su visión resignada y mistificada de la realidad. En el caso del catolicismo, se añade la celebración de diversas fiestas religiosas patronales que contribuyen enormemente a fomentar una visión mágica y milagrosa de la realidad, lo cual condena al pueblo al sopor, y fomenta su arraigada tendencia a suplantar el pensamiento por la fe en lo sobrenatural y por las creencias fatalistas y la esperanza en la intervención de la Providencia en la solución de los problemas que lo agobian.

8. La cultura nacional responde básicamente al proyecto cultural de la burguesía, el cual está basado en fomentar el tabú, el prejuicio y el oscurantismo, en beneficio de unos pocos privilegiados. El gobierno orteguista, pese a su declarada vocación revolucionaria, opta por mantener una actitud acrítica ante el modelo cultural vigente, para no provocar, según ellos, fricciones innecesarias con el establishment cultural, basado en la tradición. Esto se hace con el objeto de evitar abrir un “nuevo frente” de debate o confrontación intelectual que se añada a los ya existentes, que por sí mismos son más que suficientes o abundantes para la capacidad que tiene el gobierno de enfrentarlos ventajosamente. Eso representa, obviamente una debilidad, pero sólo en el momento en que alguien denuncia la existencia de esa actitud complaciente (esa connivencia con lo caduco y lo retrógrado) y surgen otras personas que lo secunden. Es decir, que la connivencia con lo arcaizante resulta inocua mientras no aparezca nadie que sea capaz de señalar su existencia. Una vez denunciada esa situación, defenderla resulta bastante problemático para aquellos sectores involucrados en su preservación, por vía activa o pasiva.

9. El sector arquetípico que ha sido el beneficiario por excelencia del concepto de Cultura nacional que se ha impuesto son los banqueros. Son ellos quienes más han sabido lucrarse y al mismo tiempo lucirse como benefactores del arte y promotores de la cultura, logrando por esa vía generar un goodwill engañoso entre la población y maximizar la rentabilidad de sus negocios sin que nadie manifieste ninguna objeción a sus manejos financieros y económicos en general, los cuales han resultado sumamente lesivos para nuestra sociedad.

10. Hay figuras que se han impuesto en la cultura nacional, en las diversas áreas, a quienes beneficia la preservación del statu quo, debido a las ventajas materiales que ellos derivan de su preservación. Son figuras (personajes) respetadas y admiradas en sus diversos campos, los cuales son frecuente objeto de homenajes, premios, condecoraciones y reconocimientos. Ellos se han convertido en una especie de “oráculos”, de “vacas sagradas” o de “cabezas parlantes” que ejercen una indebida e injustificada (por excesiva) influencia dentro de los diversos campos del saber. De hecho, sus opiniones se consideran ley y a ellos se les reconoce como autoridades en los diversos campos del conocimiento. Casi todos pertenecen a una generación que, usando una terminología de moda, habría que clasificar como la de los adultos mayores, ya que en su mayoría son septuagenarios u octogenarios. Sus ideas, huelga decirlo, son anticuadas y están desfasadas, y deben ser sometidas a una rigurosa revaloración.

11. Esta cultura es refractaria a la influencia modernizante procedente del exterior. Ella se basa, en gran medida, en su encapsulamiento y en su aislamiento deliberado de toda influencia exógena o externa. Las influencias exógenas contienen ideas, innovaciones , descubrimientos y planteamientos que, por su esencia, resultan irreconciliables con la conservación de muchos prejuicios que se encuentran localmente entronados. Ejemplo: las valoraciones sobre la obra dariana que se hacen en el exterior chocan con las valoraciones que hacen los dariólatras al interior de Nicaragua. Como consecuencia de ello, los dariólatras locales optan sencillamente por ignorar esas opiniones impugnadoras. Desde esta perspectiva, la cultura nacional es una rémora y un obstáculo para la modernización del país y para nuestra inserción ventajosa dentro del contexto de la globalización. Los exponentes oficiales y adalides de la cultura nacional cuentan con muchos acólitos y epígonos oficiosos, que se convierten en cajas de resonancia que ayudan a perpetuar la influencia de los primeros, a cambio de algunas prebendas y ventajas secundarias. Profesores y periodistas son elementos clave dentro de este contexto, como propagadores a ultranza de valores o pseudo-valores que ellos defienden acríticamente, sin haberlos estudiado a fondo, y sin comprender muy bien su verdadera naturaleza.

12. Otro rasgo curioso de la cultura nacional es su inconsistencia. Esta es inevitable debido a su carácter sincrético. Es así que conviven al interior de la misma concepciones irreconciliables, las cuales son percibidas erróneamente como complementarias. Ejemplo: En un libro de Carlos Midence sobre Rubén Darío, este nos presenta acríticamente ciertas tesis postmodernas que intenta aplicar a Darío, a la vez que se apoya para hacerlo en los planteamientos de Carlos Tunnermann, quien debería ser considerado por principio un representante de una visión pre-moderna de la obra del Panida. Es decir, que se intenta conciliar dos cosas incongruentes, en lugar de señalar, con sentido crítico, la existencia de la incongruencia misma, lo cual sería más importante y más útil. Esto puede atribuirse en parte a desconocimiento y en parte a un afán de evitar una pugna y conflicto de carácter personal, que pueda tener efectos perjudiciales para el autor. Un ejemplo más: la profesora Nidia Castellón elogia la crítica dariana del nicaragüense expatriado Nicasio Urbina, y este desautoriza la crítica dariana que se da en Nicaragua, entre cuyos cultivadores figura la propia Nidia Castellón. Otro ejemplo relevante serían las heterodoxas tesis sociológicas de mi amigo Freddy Quezada, cuyo carácter corrosivo para el sistema vigente pasa generalmente inadvertido, por no haber entre el público quien sepa aplicarlas a nuestra propia situación, o hacerlas aterrizar creativamente en nuestro medio. De ser así, Quezada habría sido ya hace mucho tiempo anatemizado como un iconoclasta irredento.

13. La modernización de la cultura nacional y su adecuación a las exigencias de nuestro tiempo debe ser vista como una tarea que exige un trabajo previo de demolición. Esta labor exige la colaboración de aquellos que comparten una visión apocalíptica, o al menos impugnadora, de la cultura nacional en su estado actual. Ellos deben secundar sus dispersos vigores y aportar sus diversos insights para lograr conformar una visión de conjunto y un movimiento que, con un poco de suerte, pueda tener incidencia sobre la opinión pública y provocar un debate al respecto. Un debate que, dicho sea de paso, se ha postergado ya más de lo suficiente.

3 comments:

Dago said...

más que nada el problema es la mediocridad y la falta de recursos que padecemos los que tenemos la voluntad de hacer algo significativo

Dago said...

más que nada el problema es la mediocridad y la falta de recursos que padecemos los que tenemos la voluntad de hacer algo significativo

Anonymous said...

Callo. Que siga hablando la mentira...¿Qué dijistes?