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Friday, October 08, 2010

El periodismo pseudoespecializado

Periodismo pseudo-especializado en Nicaragua


Douglas Salamanca


Uno de los rasgos que caracterizan al periodismo nicaragüense es su renuencia o aversión a la autocrítica. Los medios tienden a criticarlo todo, menos la calidad del periodismo que ellos mismos ejercen. Y tampoco, dicho sea de paso, la forma en que tratan a sus trabajadores.


Previsiblemente, esto ha conducido a un grave empobrecimiento en la calidad del periodismo nacional.


Dentro de las mayores debilidades que pueden observarse en este particular está la ausencia de un periodismo especializado.


Lo que se llama usualmente entre nosotros “periodismo especializado” no es más que un periodismo pseudo-especializado. Es decir, que se considera que un periodista está “especializado” cuando tiene ya cierto tiempo de cubrir una determinada “fuente”. Un periodista “especializado” en economía sería aquel que cubre habitualmente noticias económicas, pero no necesariamente uno que haya hecho estudios particulares sobre esa materia.


Sin embargo, sabemos que esa continua relación con un campo determinado del saber o un área determinada de actividad no basta, de ninguna manera, para suplir los conocimientos técnicos y teóricos que se requieren para abordar de una manera adecuada y esclarecedora los temas relacionados con esa disciplina.


Para colmo de males, estos periodistas pseudo-especializados se niegan rotundamente a leer libros, manuales o folletos sobre los temas que cubren dentro de su labor. Por regla general, ellos esperan que la empresa donde trabajan les pague por hacerlo, y se niegan a hacerlo, si no reciben una retribución adicional. O bien, estaría dispuestos a recibir una capacitación en cualquier especialidad, siempre que las clases se impartieran en horas de trabajo y, de ser posible, en un hotel de lujo.


Una de las razones que los disuaden de estudiar formalmente una disciplina o materia a la que dan continuamente seguimiento a través de su labor informativa es la convicción de que, en cualquier momento, pueden ser removidos de esa área para dar cobertura a otra, en dependencia de las necesidades del medio. O bien, que pueden ser incluso despedidos sin ningún miramiento , y tener luego que engrosar las filas de los desempleados o, en el mejor de los casos, tener que empezar de nuevo en un medio en el cual los conocimientos adquiridos no les van a servir de nada.


En los países más avanzados sí existe, desde hace mucho tiempo, un periodismo realmente especializado, ejercido por profesionales que, además de ser periodistas, cuentan con una formación universitaria dentro de las disciplinas que habitualmente abordan. Y la sólida formación de esos periodistas se refleja de muchas maneras en los textos que escriben, los cuales sobresalen por el aplomo y la audacia que despliegan en sus análisis e interpretaciones de las realidades que ellos abordan e investigan.


La falta de especialización, dentro del periodismo, conduce a una visión errada y superficial de los fenómenos que se presentan. En muchos casos, esa visión podría calificarse incluso de ingenua. Esto se vuelve especialmente relevante y perjudicial en todos aquellos ámbitos que resultan vitales para el desarrollo del país, como lo son, por ejemplo, la agricultura, la ganadería, la administración pública, el transporte, la industria la economía, la tecnología, el Derecho, el comercio internacional, la cultura y la ecología. En realidad, en todos los campos, salvo aquellos reportajes de carácter menos ambicioso, que aspiran ante todo a brindar algunas estampas de carácter costumbrista.


Pero hay algo incluso más grave y es que los periodistas pseudo-especializados de hecho asumen una temeraria “impostura” al pretender presentarse ante los lectores, de una manera implícita, como unos entendidos en la materia.


Este periodismo entraña, en el fondo, una “estafa intelectual”, en la cual el lector no obtiene realmente aquello que cree estar obteniendo, y recibe gato por liebre.


Esto se da porque el lector, oyente o televidente, cree erróneamente que el informador conoce el trasfondo, sustancia y alcance de las materias que aborda, cuando en realidad este tiene tan sólo un conocimiento superficial, y pretende dar una falsa apariencia de dominio sobre el tema.


Debido a este conocimiento insuficiente del tema a tratar, el periodista no logra muchas veces captar los aspectos más trascendentales (la esencia o el meollo) del asunto sobre el cual informa, los cuales se le escapan de una manera realmente inverosímil. A falta de un conocimiento propio, el informador debe confiar cien por ciento en la “fuente”, a la que busca siempre citar textualmente, por miedo a equivocarse. A veces se citan incluso palabras cuyo significado no se conoce. Eso lo expone, sin embargo, a ser fácilmente engañado, en caso de que la “fuente” tenga interés en presentar las cosas de una manera sesgada o tergiversada. Lo cual, como, se sabe, es lo que ocurre todo el tiempo.


También, por falta de familiaridad con el tema, el periodista se ve incapacitado para ejercer su sentido crítico. El se convierte en un crédulo receptor y re-transmisor de las declaraciones de aquellos que se presentan como expertos, o bien revestidos de poder y de autoridad. Debido a ello, este periodista pseudo-especializado no puede ser un buen fiscalizador de la función pública. Es decir, está por principio descalificado para ejercer una tarea que, en las actuales circunstancias, reviste un carácter prioritario para Nicaragua. Pensemos por un momento en lo siguiente: ¿Cómo puede, sin auxiliarse en conocimientos especializados de hidrología, ecología, e ingeniería evaluar por sí mismo un periodista no especializado la idoneidad de la construcción de una represa hidroeléctrica?


No queremos negar sin embargo valor al trabajo del periodista pseudo-especializado. Sabemos que muchos de ellos hacen grandes esfuerzos para cubrir los temas que se les encargan, aún careciendo de la base teórica requerida, y lo hacen de manera abnegada y persistente, de tal forma que han logrado permanecer en sus cargos durante muchos años. En ese período ellos han logrado adquirir quizás valiosos conocimientos empíricos, que complementan con un poco o un mucho de intuición, a la hora de escribir sus reportajes. Es posible que, en algunos casos, o en algunos aspectos, ellos conozcan incluso, de manera superficial, ciertos aspectos prácticos que desconocen los profesionales recién graduados en la disciplina correspondiente.


Pero, sin subestimar la labor de esos colegas, debemos reiterar que, en el fondo, se trata de un procedimiento no idóneo, que no está a la altura de las circunstancias que nos imponen los nuevos tiempos. No existe un sucedáneo del conocimiento científico de un tema.


El periodista pseudo-especializado no puede captar, por principio, una anomalía, una inconsistencia, una contradicción, o incluso un soberano disparate. Es así como hemos leído a veces sobre la “selva masónica” en lugar de la “selva amazónica”, y otras lindezas parecidas.


Es cierto que, en la mayoría de los medios, el editor ejerce un trabajo de supervisión, para evitar los errores más garrafales, pero aún así, esto logra sólo paliar el daño, pero no logra extirparlo de raíz.


Por otra parte, el periodismo pseudo-especializado no puede contribuir debidamente para combatir el grave flagelo del subdesarrollo, al no poder interpretar debidamente las razones que lo provocan, ni detectar las opciones y oportunidades que, en las diversas esferas de actividad, se presentan para superarlo.


Es de hacer notar que los “observatorios de medios” existentes en el país, tanto el del organismo llamado CINCO, como el de la Universidad Centroamericana, no se han pronunciado aún sobre este importante fenómeno. Dicho más explícitamente, ellos no están en capacidad de valorarlo, y ni siquiera de captarlo o de comprenderlo.


La pseudo-especialización es uno de los rasgos más característicos del periodismo nacional. Podría decirse que es también su esencia. Esa característica determina su perfil y su dinámica, dando como resultado la implantación de estándares de calidad bastante mediocres y autocomplacientes.


Por otro lado, la impostura en que se incurre al pretender que se hace un periodismo realmente especializado entraña para el medio de prensa un costo, en términos de credibilidad. Este debe ser, por lo tanto, minimizado o disimulado por el medio, con el consiguiente agravamiento de la situación. Se produce lo que podría considerarse como una virtual “conspiración” del medio contra sus lectores, de modo que eso abre una profunda e insalvable brecha entre los comunicadores y los receptores de noticias.


Aunque se han dado algunos pasos para llevar a algunos expertos y especialistas a las redacciones de algunos periódicos, estos llevan un ritmo demasiado lento. Aún falta mucho por hacer dentro de este campo. Es comprensible que los propietarios de medios se muestren reticentes ante la contratación de expertos especialistas en las diversas áreas del conocimiento. Esto incrementa sus costos en recursos humanos, con la consiguiente merma en las utilidades de la empresa. Pero este es un imperativo que debe ser enfrentado de una manera u otra, y mientras más pronto se haga será mejor.


Tres factores que pueden ser determinantes en lograr la meta aquí propuesta son los siguientes:


1) La buena disposición de los editores y propietarios de medios para efectuar los cambios y las erogaciones correspondientes.


2) La crítica de organismos especializados en la comunicación, que hagan los señalamientos oportunos, al margen de todo afán de encubrimiento.


3) La presión decidida y permanente del público, exigiendo coberturas cada vez más profundas y rigurosas, que respondan verdaderamente a las necesidades del lector u oyente.


Sólo mediante la conjugación de estos tres elementos existe una posibilidad de lograr el ansiado objetivo de perfeccionar el periodismo nicaragüense y por esa vía alcanzar niveles más altos de calidad a través de una verdadera especialización. Esa es una meta que nuestras actuales circunstancias políticas y socio-económicas están pidiendo a gritos.


Periodismo pseudo-independiente


Otra situación que debe denunciarse sin pelos en la lengua, y otra llaga en la cual poner el dedo, dentro del panorama del periodismo nacional, es la vigencia de un periodismo pseudo-independiente, en el cual pesan exageradamente los compromisos adquiridos por los medios con sus anunciantes.


El problema, en gran parte, es inherente a toda la industria del periodismo, y es extensivo por tanto a todos los paìses del mundo, donde rige el sistema capitalista.


Sin embargo, consideramos que, en Nicaragua, el caso reviste un carácter extremo, ya que la sujeción de los medios a los intereses de los anunciantes es absoluta.


Es decir, que los medios colocan los intereses de los anunciantes por encima de los intereses de los lectores y de la sociedad en general, en aras de conservar a las empresas que les brindan anuncios como sus clientes.


Esto se puede observar en el hecho de que los periódicos suelen concentrarse exclusivamente en denunciar maltratos o abusos cometidos en la Zona Franca antes que en cualquier otra entidad comercial o industrial.


Esto se debe a que las empresas de la Zona Franca están dedicadas fundamentalmente a fabricar productos para la exportación y raramente se anuncian en los medios de prensa local. Otro sector que es objeto de crítica en los medios es el pequeño comercio y la micro y mediana empresa.


Pero existe un virtual embargo para publicar noticias que afecten directamente a empresas o consorcios que sean anunciantes habituales del medio en cuestión.

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