ULITEO LA PAGINA DE "NADIE" (ULISES) Y DE "TODOS" (PROTEO)

Wednesday, January 24, 2007

Un ex izquierdista sobre un izquierdista

Guía para ser izquierdista de hoy

Por Freddy Quezada

1. Llámele con confianza Fidel, y no Castro, como si usted hubiese estado con él en la Sierra Maestra cubana. “Castrismo”, definición correcta de corriente política, déjeselos a los troskystas mandelianos, lambertistas y morenistas (si aún existen) en sus pleitos eternos sobre la esencia del socialismo burocrático.

2. Trabajar discursos superficiales, ideológicos y rápidos. Nada hay más reaccionario y conservador que el marxismo de nuestros tiempos. Recuerde que la eficacia del discurso depende ahora no de las armas, de la ética y de la solidez de la argumentación, sino del precio del barril de petróleo. Un millón de dólares no necesitan de mucha persuasión ni profundidad demostrativa. Se toman o se dejan.

3. Ni se le ocurra comparar a Castro con Pinochet. Elija mejor a Stalin contra Hitler. Y deje bien claro que son diferentes y que uno es menos asesino que el otro.

4. Aférrese a esas innovaciones teóricas de Slavoj Zizek, regresando a Lenin, o a las de Zygmunt Bauman, invitando a una ética parecida al guevarismo con el dolor de los pobres que no podemos ver. Cuídese de no imitar sí, la originalidad de Zizek recreando a Lacan y la de Bauman a Jaspers. Tenemos que ser fieles a la tradición de no producir nada novedoso y no causar mala impresión a los europeos diciendo locuritas.

5.Por el contrario, en los discursos, instituciones e informes internacionales usar mucho a Weber y a Aron, pero entre amigos y en los salones de palacio preferir a Marx y a Lenin. Pero sin bajar de la circulación de las mercancías a su producción, con esa aburrida teoría de la plusvalía que usted nunca entendió. Manténgase dentro de la teoría de la circulación y siga diciendo que la riqueza la produce no el Estado, sino la empresa privada; cuídese de decir que son los trabajadores los que la crean y jamás se le ocurra hablar de internacionalismo proletario. Ocupe al Sartre prosoviético de relleno para llenarse la boca con frases existencialistas que usted no entiende.

6. Ocultar que llamar “Dictador” a dirigentes de izquierdas, nunca ha sido privativo de la derecha. Los trotskystas y los anarquistas siempre lo dijeron sin tapujos. Por esos los stalinistas masacraron a aquellos en la España de finales de los treinta y los marxistas, en general, calumniaron a estos en todos los países.

7. Callar que así como regresó el neoliberalismo con una mala conciencia “neocons”; así está regresando el marxismo con una mala conciencia “anarca”. Son sus respectivas sombras; donde se muevan los perseguirán.

8. Límpiese a los ojos de los caudillos del socialismo siglo xxi los pecadillos de la vejez y regrese a dar consejos a los Petras, Saramago, Galeano, etc. En especial recomiéndele a Emir Sader hacer un artículo que se llame “Guía para ser ex izquierdista”.

9. Siga creyendo y haciendo creer a los demás que América Latina existe. Hable en nombre de los indígenas, de los afroamericanos y comunidades asiáticas, de los países anglosajones pobres como Jamaica, Belice, así como de los amplísimos sectores desilustrados que no comprenden su vocabulario de clase media y diccionario de lengua española/lusitana; ignore que a ninguno de ellos le importa lo que usted o yo, ilustrados, digamos. Oculte la polémica sobre este asunto incómodo entre Raúl Fornet Betancourt, Dussel, Villoro y Scannone. Disimule ese hallazgo de Bauman de cómo los intelectuales de izquierda pasaron de ser legisladores soberbios de la Humanidad a intérpretes humildes de los distintos lenguajes. Les duele reconocer que ya nadie les obedece y les cree como antes.

10. Ría ante esa estrategia de cooptación de los sandinistas de incorporar a sus críticos al aparato de Estado. Como Evert Cárcamo que, desde su pésimo programa de humor, se burlaba de los diputados del mismo modo que ellos se burlaban de nosotros, pero ahora que es uno de ellos, está calladito. O de Ruth Herrera, luchadora beligerante de redes populares que, ahora en el gobierno, le quedan dos caminos: o le da curso a las reinvindaciones que ella misma dirigía en contra de ENACAL y destruye la lógica de esa institución; o reprime, evade, diluye y le da larga a las exigencias de la población y se vuelve una burócrata más. Llore con Silvio Rodríguez y Pablo Milanés, pero no con Carlos Mejía Godoy.

Tuesday, January 23, 2007

Un izquiedista sobre un ex izquierdista

Guía para ser ex izquierdista

Por Emir Sader
Fecha: enero 22, 2007

Sirve para aquellos que aceptaron las famosas «propuestas irrecusables» y asumieron cargos de jefe en grandes publicaciones de un medio monopolista o en alguna gran empresa privada, que exigen silencio o declaraciones adaptadas a los intereses de los «patrones» (olvidándose de que no existen «propuestas irrecusables» sino espinazos excesivamente flexibles).

No serían casos aislados, finalmente las redacciones de esos órganos de medios privados están llenas de ex comunistas, ex trotskistas y ex izquierdistas en general, «arrepentidos» o sencillamente «convertidos» y que se pasan toda la vida - como ciertos «intelectuales» de las universidades, que ganan a cambio amplios espacios en las grandes empresas - diciendo que ya no somos lo que éramos, «limpiándose» a ojos de la burguesía de sus «pecadillos de juventud».

Es indispensable la referencia a que «se es imbécil a los 20 si no se es radical, se es imbécil a los 40 si sigues siéndolo», o alguna alusión a lo de pasar «de incendiario a los 20 a bombero a los 40», dejando en el aire la afirmación de que se tuvo una juventud agitada antes de llegar a la edad de la razón.

Un buen comienzo puede ser decir que «el socialismo fracasó», que «está decepcionado con la izquierda», «que son todos iguales». Ya estará en condiciones de decir que «ya no hay ni derechas ni izquierdas», que algunos que se dicen de izquierdas en realidad son una «nueva derecha», son peores que la derecha y que por lo tanto es mejor ser equidistante. Del escepticismo se pasa fácilmente al cinismo de «votar a la derecha asumida» para derrotar a la «derecha disfrazada».

Otra modo es criticar vehementemente a Stalin, después de decir que fue igual que Hitler -«los dos totalitarismos»-, afirmar que apenas aplicó las ideas de Lenin, para decir finalmente que los orígenes del «totalitarismo» ya estaban en la obra de Marx. Decir que Weber tiene mayor capacidad explicativa que Marx, que Raymond Aron tenía razón frente a Sartre. Que el marxismo es reductor, que sólo tiene en contra la economía, que su reduccionismo es la base del «totalitarismo» soviético. Que no ha lugar para «subjetividad», que redujo todo a una contradicción capital-trabajo sin tener en cuenta las «nuevas subjetividades», advenidas de las contradicciones del género, de la etnia, del medio ambiente, etc.

No hablar de Fidel sin utilizar previamente «dictador» y llamarlo Castro en lugar de Fidel. Descalificar a Hugo Chávez como «populista» y a su vez como «nacionalista», dándole a todo esto una connotación de «fanatismo», «fundamentalismo». Concentrar la atención en América Latina sobre Bolivia y Venezuela como países «problemáticos», «inestables», sin mencionar siquiera a Colombia. Siempre que se hable de la ampliación de la democracia en el continente, añádase «excepto Cuba». No hablar nunca del bloqueo usamericano a Cuba, sino siempre de la «transición» -dejando siempre suponer que en algún momento transitará! ;n hacia las «democracias» que andan por aquí.

Decir que América Latina «no existe», son países sin unidad interna -pronunciar 'cucarachos' [1] de forma bien despectiva. Que nuestra política externa ha de tener miras más altas, relacionarse con las grandes potencias y tratar de ser una de ellas, en lugar de seguir conviviendo con países de la región y los del sur del mundo - Sudáfrica, India, China, etc.

Pronunciarse en contra de las cuotas en las universidades, diciendo que introducen el racismo en una sociedad organizada en torno a una «democracia social» -será bienvenida una citación de Gilberto Freire y el silencio sobre Florestan Fernandes-, que lo más importante es la igualdad ante la ley y la mejora gradual de la enseñanza básica y media para que todos tengan finalmente -a saber cuándo, pero es preciso ser paciente- acceso a las universidades públicas. Decir, siempre, que el principal problema de Brasil y del mundo es la educación. Que hay trabajo, que existen posibilidades, pero que falta cualificación de la mano de obra. Que lo fundamental no son los derechos, sino las oportunidades -hablar de la sociedad usamericana como la más «abierta».

Descalificar siempre al Estado, como ineficaz, burocrático, corrupto y corruptor, en contraposición a la «economía privada», al «mercado», con su dinamismo, su capacidad de innovación tecnológica. Exaltar las privatizaciones de la telefonía -«antes nadie tenía teléfono, ahora cualquier pobre diablo en la calle va con un celular»- y la de la compañía Vale do Rio Doce, callar sobre el éxito de la Petrobras o afirmar que «imagina si se hubiera convertido en Petrobrax, ¡sería mucho mejor!».

Así pues, existen numerosos motivos para el que haya decidido dejar de ser de izquierdas -bastaría lo de «la caridad bien entendida empieza por uno mismo»- e intentar ganarse la vida de espaldas al mundo y para beneficio propio. El «mercado» retribuye generosamente a los que reniegan de los principios en los que un día creyeron.

Pero es mucho más fácil ser de izquierda.

No son necesarios pretextos, bastan las razones sobre lo que es este mundo y lo que puede ser otro mundo posible.

(***) El autor, Emir Sader, es profesor de la Universidad de São Paulo (USP) y de la Universidad del Estado de Rio de Janeiro (Uerj), y coordinador de Laboratorio de Políticas Públicas de Uerj.

Fuente: Rebelión. Traducido por José Luis Díes Lerma.

Saturday, January 20, 2007

Debate Contemporáneo

TABLA MAESTRA DE LOS DEBATES DE HOY
Por Freddy Quezada

A Israel Lara y Bayardo Castañeda, mis amigos de infancia.

Aprendí a polemizar al estilo, digamos, Scorsese. Chico débil, flacucho y cagón, pero buen estudiante, siempre me protegieron de los más grandulones en las luchas callejeras de mi barrio y escuela, dos amigos míos que se imponían a mis perseguidores, con el concurso de mis muecas en medio de ellos, cuando me sabía ganador y a salvo. A uno lo asesinó la guardia somocista un poco antes del triunfo de la revolución sandinista y, al otro, la contrarrevolución, un poco después.

Aprendí de ellos, al contrario de lo que pasó con mi padre, que jamás logré heredarle sus manualidades, ya adulto, a espiritualizar las astucias de las luchas callejeras de mis pequeños compañeros, como la de esos grandes boxeadores (casi todos de origen humilde) que han hecho de los golpes al otro, un arte, más por la creatividad de ellos mismos (como el ballet de Mohamed Alí, la poesía defensiva de Nicolino Locche, el remate armonioso de Alexis Argüello y la velocidad musical de Ray "Sugar" Leonard), que por la reglas que el boxeo ha hecho de esas crueldades para transformarlo en deporte.

Luego, asimilé más aburridamente las leyes de la polémica del Organon de Aristóteles, el método de Descartes y, con los marxistas de todo signo, empecé a disfrutar de los combates ideológicos sin refinamientos ni exquisiteces que se generaba entre ellos.

Sólo más tarde, al descubrir la fascinación que ejercían sobre mí, pensadores de la talla de Feyerabend (que polemizaba humorísticamente contra los mejores), Cioran (que escupía al mundo entero), Krishnamurti (que no entraba en conflictos con nadie como recurso polémico) y Wittgenstein (que polemizaba violentamente consigo mismo adelantándose así al peor de sus críticos), reconocí que por mucho que me esforzara en imitarlos, jamás me desprendería de esa impronta que decidí incorporar en mí de mis amiguitos. Decidí, entonces, dejarme ganar por mis orígenes. Por eso, cada vez que veo las películas de Martín Scorsese, siento que a ese director de cine le pasó algo semejante. Cuando Daniel Ortega llamó una vez a Arnoldo Alemán "bujoncito de barrio", se refería también al mismo fenómeno.

Hoy, los debates en una sociedad bastante desapasionada por ellos, donde las seguridades son superficiales, las argumentaciones frívolas, la profundidad rápida y los horizontes cambiantes, es casi arbitrario plantear que podemos hacer despegar el debate contemporáneo con la polémica modernidad/postmodernidad.

Digo esto porque hoy se huye de la palabra polémica y debate como de la peste y es sustituida hipócritamente por mediación, integración, equilibrio, intercambio dialógico, complementación, facilitación, etc. bajo el supuesto aristotélico que el punto medio nos pone por encima y por fuera de una discusión que le hacemos creer a los demás que no la empezamos nosotros, pero que podemos terminarla del mejor de los modos.

En lo personal pienso que se aprende más peleando que oyendo o viendo. Y creo que las nuevas generaciones que les encantan los juegos mediáticos pueden ser seducidas con este recurso.

Creemos que el inicio del debate en nuestra época, lo marca un sólo hombre, reaccionando ante las nuevas propuestas, como el guardián de la modernidad, a la defensiva ante las duras críticas de la que ha sido objeto: Jurgen Habermas. Este gran pensador alemán (heredero de la teoría crítica frankfurtiana y del pragmatismo anglosajón) ha polemizado con varios hombres que han significado distintos niveles de crítica y pensamiento: Ratzinger, Luhman, Castoriadis, Gadamer, Appel, Dussel, Foucault, Lyotard y Sloterdijk. Cada uno de ellos representó la doctrina de la fe cristiana, la legitimidad del sistema, la praxis social, la hermeneutica, la ética universal, la filosofía liberacionista, el sentido del poder, la decadencia de los metarrelatos y el cinismo de la razón ilustrada. A partir de estos debates (puede verse parte de ellos en su obra El Discurso Filosófico de la Modernidad), se han desencadenado muchos más que se enlazan y a veces pierden sus orígenes, pero que están condicionados por estas batallas.

Para los que leen este blog, les informo que estamos trabajando un texto próximo sobre debate contemporáneo a cargo de Aurora Suárez, y este servidor.

Presentamos una tabla maestra donde están tentativamente los debates (activar vínculos) a nuestro juicio más claves de la época. Sin duda, faltan muchos más (los de las ciencias duras brillan por su ausencia); ni siquiera los de Nicaragua figuran y pensamos incluirlos, pero creemos que son pistas orientadoras. Creemos que es un buen esfuerzode síntesis. Cuando la obra esté terminada se podrá apreciar mejor.

MATRIZ

RAMAL

DEBATE REPRESENTATIVO

I.

P

O

S

T

M

O

D

E

R

N

I

S

M

O

S

Clásica





Deconstrucción









Neoliberales



Genero


Imperio


Habermas vs. Foucault

Habermas vs. Lyotard

Habermas vs. Sloterdijk

Derrida vs. marxistas

Zizek vs. postmodernos

Groys vs. educadores

Rorty vs. Lyotard

Vattimo vs. Habermas

Vs. Lyotard

Rawls vs. Walzer y Taylor

Crítica al Capital Social

Butler vs. Feministas

Polémica Queer

Negri y Hardt vs. Petras

Stiglitz vs. BM y FMI

Mires vs. Neomarxistas

Mires vs. Quezada

II

P

O

S

C

O

L

O

N

I

A

L

Clásica








Postoccidentales





Debate

Intercultural

Dirlik vs. Prakash

Ahmad vs. Postcoloniales

Guha, Chatterjee vs.

Postcoloniales

Europeos vs. Filosofía latinoamericana

Latinos post vs. latinos

Poscolonialidad a los niños

Pensamiento descolonial

Debate sobre Pensamiento descolonial


Fornet vs. Dussell et al

III.

C

A

O

S

Positivismo



Posmoderno

Bunge vs. Lacanianos

Quezada vs. Sokal

Quezada vs. Membreño

IV.

HO

LIS

TI

CA

Intercambio

Quezada vs. Gracio Das Neves

Tuesday, January 09, 2007

Comentario a la obra de Bonifacio Miranda

EL PARLAMENTARISMO SUI GENERIS
(Comentario a la obra de Bonifacio Miranda)

Por Freddy Quezada
Con una pregunta clave que se hace el segundo prologuista de esta obra, Antonio Esgueva (“¿Quién controla a quién, la Constitución al poder o el poder a la Constitución?” ) y la respuesta que brinda el primero, Alejandro Serrano (“La historia constitucional y del Estado nicaragüense ha sido más que nada la historia del poder” ) me parece que se aborda de manera clara y directa, aunque insuficiente, el asunto crucial sobre el Estado nicaragüense en la obra del Dr. Bonifacio Miranda “El Parlamentarismo sui generis”.

Muy jurídica en varios aspectos (hay un análisis comparado minucioso de la Constitución de 1987, las Reformas de 1995, del 2000 y del 2005) útil sin duda para el estudioso y el apasionado, no está exenta, sin embargo, de una interpretación política (los últimos capítulos pueden confundirse con una defensa abierta del gobierno de Bolaños) e histórica que le confieren un valor más que académico y que la pueden llevar a una polémica sana y productiva.

El Bonifacio político que conozco es sacrificado por el constitucionalista bajo el que se nos presenta. Esgueva le llama “madurez”. Y la impresión que proyecta es que toda la historia política de Nicaragua ha sucedido entre los ejecutivos y las asambleas, condicionado seguramente por el presente que actualmente vivimos.

El Bonifacio político hubiera preferido hablar de los actores extraparlamentarios que están invisibilizados en esas luchas legales entre poderes del Estado. Porque las luchas eran la consecuencia y no la causa, muchas veces, de batallas fuera de ellos y no solo dentro del país, sino afuera. Por arriba (de la presión del imperialismo norteamericano, de las democracias latinoamericanas y, en su tiempo, de la burocracia stalinista y el castrismo); por debajo (de la acción directa de las masas, de los movimientos sociales juveniles, étnicos y agrarios y de los partidos extraparlamentarios que, muchas veces, constituyeron verdaderas dualidades de poderes); por fuera (de la iglesia, los medios de comunicación, los intelectuales orgánicos de la oligarquía); por dentro (del papel del ejército, de la Costa Atlántica, de los conflictos con las naciones vecinas, de la judicialización de la política, de los cálculos maquiavélicos del partido mayoritario, etc).

Se podría incorporar, incluso, esa nueva perspectiva de las comunidades imaginadas de Benedict Anderson, o de Doris Sommer para el caso de las ficciones fundacionales, a través de las novelas románticas nacionales que se hacían por entrega en los periódicos, la poesía en nuestro caso, y que después pasaron a ser obligatorias en el sistema educativo formal; o el heroísmo nacionalista tardío para nuestro país, en medio de una masa agraria, étnica y desilustrada, que contó con características que dificultaron terriblemente la construcción de consensos y la comunidad de valores por parte de una clase ilustrada dramáticamente pequeña e insegura, con la cabeza en Europa y los pies en América.

Tales dispositivos ayudaron a promover el consenso y la hegemonía dentro de las clases populares para legitimar el Estado nación, tanto desde abajo (clases populares) como desde arriba (Estado). Esta lógica, sin embargo, no se cumplió del todo, como en Europa, y terminó siendo elitista y minoritaria (reuniendo en sí mismas las soberanías nacionales y popular, a través de la representación política) o fue interrumpida constantemente, condenando a la inmensa mayoría de las poblaciones nacionales a ser representada según los imaginarios de las clases medias y confinada a ser objeto de estudio de disciplinas especializadas que la mantuvieron separadas de la representacionalidad nacional. Eso es lo que después sectores ilustrados más agudos llamarán, aunque sea por contar con un opuesto para reafirmarse, el “país real”, por oposición al legal, que es el que siempre han deseado y del que habla Bonifacio en su obra. Concluye, al igual que Serrano, en casi lo mismo: "En Nicaragua la relación entre poder político y derecho está invertida , patas para arriba. Predominan las necesidades del poder político por encima de la Constitución... en los hechos, prevalece el acuerdo político por encima de la voluntad popular." (Miranda, 2006: 404)

Porque pese a que se reconozca que hay una diferencia entre el país real y el país legal, se sigue hipnotizado por este último. Incluso Octavio Paz, cuyos antecedentes de este reconocimiento le llegan del anarquismo estético, después de señalarlo vuelve a deleitarse en los paradigmas representacionales. Y del mismo modo los demás que participamos de una patria escrituraria (donde las leyes y la gramática nos gobiernan). Se conoce muy poco a las clases desilustradas, y cuando la llegamos a ver como son, no como deben ser, nos escandalizamos, las repudiamos y las censuramos.

Miranda Bengoechea, aplica a la historia de Nicaragua, las líneas maestras de un discurso claramente emancipador al considerar que, cada vez que se hunden los estados nacionales (según él en tres ocasiones, con la invasión de William Walker en 1856, con el derrocamiento de Zelaya en 1909 y con el derrocamiento de Somoza en 1979) son "las clases medias" (Miranda, 2006:311) las que lo reconstruyen otra vez con discursos incluso opuestos, pero cuyo sentido es partir de cero, como toda cosmovisión revolucionaria cuyos orígenes generalmente se sacralizan con sangre enemiga, para terminar pareciéndose a ellos. Revolución en su sentido original significa eso: regresar. Todavía hoy los ideólogos están construyendo fantasías sobre la burguesía nacional, como el mismo Miranda (2006:312) le objeta a Orlando Núñez en su obra La Oligarquía en Nicaragua.

Todavía hoy los ideólogos están construyendo fantasías regresivas sobre la burguesía “nacional”, como el mismo Miranda (2006:312) le objeta a Orlando Núñez en su obra La Oligarquía en Nicaragua. Para un autor venido de tradiciones internacionalistas, como Miranda, este tirón de un grado a la derecha de todo el espectro teórico (donde el "ultra" es hoy la izquierda, este el sociademócrata, a su vez, el derechista, a quién por último le llamamos "demócrata") debe sonarle a herejía, visto que para sus paradigmas, las fronteras de los estados nacionales siempre han sido el obstáculo principal para el desarrollo de las fuerzas productivas.

La idea del Dr. Miranda, que venimos de un parlamentarismo sui generis y estamos hoy en otro, pasando durante un buen tiempo por un presidencialismo fuerte, necesita de un complemento que le llegue de otras disciplinas para profundizar más la forma en que se construyó nuestro Estado nacional cada vez que se derrumbó. Ayudan mejor las deconstrucciones de nuevo tipo como las últimas obras de Erick Aguirre (Máscaras del texto), Erick Blandón (El Barroco Descalzo) y Carlos Midence (con una obra sobre esta temática en edición) para cruzar las narrativas fundacionales (sentido de nación desde abajo) con esta historia constitucionalista (desde arriba).

Esta bisagra entre la cultura letrada expresada en nuestro periodismo, y cuyo enlace con las clases populares se hizo a través de los relatos por entregas o novelas folletín, las verdaderas precursoras en el área escrita de las radio y telenovelas, más tarde prescindirán de la exigencia de leer y escribir, lo que producirá una ruptura clave entre las tareas que se impusieron a sí mismos los medios, tales como educar (cultivar el espíritu de las masas como extensión de la Ilustración), informar (espectacularizar los sucesos) y distraer (construir placeres) y la feroz batalla de imponerse unas a otras para ser, hasta donde vamos: un poder de alta calidad basado en regímenes figurales. Tal es el nudo de la discusión en la escuela de Frankfurt. Jesús Martín Barbero, una especie de Bartolomé de las Casas del Siglo XX, quien cree que el mejor modo de salvar las almas de los “indios” no es representarlos, como hacen los ilustrados, sino comprenderlos, toma toda su cosmovisión de estas fuentes.

Antonio Esgueva, dice en su ameno prólogo, que conoció a Bonifacio manejando una vieja moto roja desde la que saludaba con su puño alzado. A mi me tocó conocerlo en una situación más dura, pero cómica, cuando el FSLN empezó a reprimir todo lo que se moviera a su izquierda. Dura, porque el compromiso revolucionario, ante la incertidumbre de una represión segura y un exilio forzoso, de hacerle frente a la persecución sandinista redoblando los votos, nos obligaba a continuar las actividades revolucionarias en Nicaragua. Cómica, porque el Dr. Miranda, haciendo sonar su pasaporte en la mano, con ese chasquido típico con que los gigolós hacen sonar sus guantes, nos decía a todos “camaradas, nadie puede salir del país”.