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Tuesday, June 10, 2014

Estrategias de activismo en Facebook

ESTRATEGIAS DEL ACTIVISMO EN FACEBOOK

Freddy Quezada

  1. EL DIAGRAMA CLÁSICO

Recibí gentilmente la invitación a este Foro por parte de la Red de Jóvenes Comunicadores. Les agradecí el gesto y empeñé mi palabra en asistir, bajo la condición que no podía presentar algo definitivo. Les dije, a los dos muchachos que se presentaron a mi despacho, para oír un adelanto de lo que hoy me atreveré a decir aquí, con carácter provisional y, quizás sin ser esa mi intención, provocador, que no podría entregar a la audiencia algo acabado y destinado a algún medio público.

A veces creo que me dejo llevar por una suerte de alucinación y que muchas cosas que pienso, pueden ser extravíos y verdaderos desatinos que, al más educado de los auditorios, no los movería a reír a carcajada batiente, y sería de recibo agradecerlo, pero sí, es seguro, a desplegar una sonrisita piadosa, como esas que uno destina a los privados de cordura o, a los morosos haciendo fila en un banco.

Con la venia, pues, de una audiencia comprensiva, procedo a presentar algunas ideas sobre la agonística en las redes sociales, en especial en Facebook.

Es ya un sentido común, patrimonio de todas las ciencias y de la opinión pública en general, el esquema básico de la comunicación que se compone, de modo relevante, sin ser los únicos componentes, aunque si los más importantes de: emisor, mensaje y receptor.

La historia de la comunicación y sus paradigmas han seguido un orden que empezó con el autor/emisor y está cerrándose, al parecer en un círculo hermenéutico, con el lector/receptor. Creo que tal paradigma sigue o es modelo, a su vez, para que lo sigan otros, de la carga que han llevado a su turno, en la economía y en la política, con el productor, la mercancía y los consumidores, aquella; y el Estado, la constitución y los ciudadanos, esta.

La soberanía del consumidor (economía), el poder de la sociedad civil (política) y las teoría de la recepción (semiótica) han gozado, desde sus campos propios, de los que los teóricos del caos llaman un “enganchamiento de fases”, algo que ellos explican de modo sencillo, y brutal para algunos espíritus delicados, como cuando se descuartiza un pollo y, todas sus partes, vivas aún, palpitan de un modo caótico, hasta sincronizarse poco a poco y acompañarse entre ellas, a un mismo ritmo conjunto.

Hubo una época, de la cual aún hay indicios fuertes en muchas áreas, del despotismo del autor o del emisor. Su palabra, sobre todo si era escrita, era casi emitida como una orden, cuya vigilancia corría a cargo de un cuerpo de intérpretes autorizados. La Biblia, la Ilíada, El Capital, etc. eran los modelos. Autor era casi lo mismo que decir autoridad, de donde, por cierto, derivan ambas de la misma raíz latina. Las vanguardias en política y economía y el intérprete autorizado en semiótica, dominaron el escenario por mucho tiempo, contando con la colaboración pasiva, a veces construidos por ellos mismos, de consumidores, masas y receptores, como cadenas cuantitativas obedientes a regímenes fuertes de verdades. En algunos de los casos, sobre todo los emancipadores, participativos, es cierto, pero no decisionales, ni  controladores desde abajo. Podemos resumir diciendo lo siguiente del emisor:

  • Emisor: despotismo de autor, vanguardias profesionales, regímenes de verdades fuertes, certezas imperativas, liderazgos infalibles, violencia de fundamentos, etc.

A continuación, y todavía hoy son dominantes, surgió la necesidad de descodificar los mensajes a través de su coherencia interna y al margen de la intentio auctoris, de la intención de los autores. Le debemos lo más sofisticado de estos análisis, a los estructuralistas y postestructuralistas franceses, y más tarde, a los estadounidenses. De alguna manera, la obsesión por descubrir lo encerrado como un tesoro en las obras literarias primero y en los mensajes prosaicos después, les llegó de la filosofía de la sospecha y/o del hermetismo, como sugiere Umberto Eco. La idea que detrás de una cosa hay algo oculto que obliga a la experticia a desocultarlo y que, a su vez, esa cosa no es definitiva sino que remite a otra y otra y otra, en un  rehusarse perpetuo, en una metafísica de la presencia, ad infinitum. En manos de los deconstruccionistas, quienes irán muy lejos, esto significará una deriva y diseminación del mensaje, hasta el grado de abrirse a cualquier interpretación.

Quizás el reino del mensaje sea el que se abre, con más flexibilidad que el del autor, a la diferencia. Pero será una diferencia y una polémica entre expertos. Y los códigos que llevarán la agonística, es decir el arte de los combatientes, serán los de emancipación o de mantenimiento del status quo. Es el reino de las obras sagradas en sus mensajes ocultos, sólo publicitables y popularizables por expertos que batallan entre sí por algunas interpretaciones que significarán estrategias de vida o muerte para las causas defendidas a conveniencia y solicitud de los poderes. Los periódicos, las obras canónicas, las constituciones, los programas de los partidos políticos, las obras de arte, las revistas especializadas, los análisis de gran densidad, serán los ejes de este momento en el que los receptores siguen siendo excluidos y tenidos como telón de fondo pasivo y colaborador. Resumamos:

  • Mensaje: códigos emancipadores,  programas de desarrollo, textos liberadores, regímenes de verdades totalizantes,  mensajes esenciales autorizados

Llamamos postmoderno a la entrada de las masas no a la Historia, como creían los marxistas, sino a los medios de comunicación de masas, en especial la televisión que concentró su fuerza en el entretenimiento (films, deportes y música) y en la información, que se la arrebató a la radio. Estos dos territorios (ver y oír) prescindían de saber leer y escribir desde ellos, para situarse en el nivel de esperar ser educado y educar a su vez. El número y el peso de las audiencias, empezaron a inquietar el escenario de los intérpretes autorizados y sus textos sacros. Volvía abrirse un viejo dilema no resuelto: ¿la verdad es un régimen de proposiciones a discreción de una experticia o la mayoría, como siempre se le ha dicho, lleva siempre la razón? Sólo en un escenario donde el número de los usuarios empezó a hablar por sí mismo, o al menos desobedeciendo las voces autorizadas (pensadores e intelectuales), como es el de la INTERNET 3.0, las cosas se abrieron a otros modos de mirarlas. Asistimos así al reino de los receptores, usuarios, consumidores, movimientos sociales, amalgamados unos sobre otros con agendas cultas, búsqueda de relajamientos en cine, deportes, música y archivos gigantescos, seguros, para echar mano de ellos en cualquier momento y para cualquier cosa. Se debilitaron en toda la línea, los dos momentos anteriores que aún continúan, pero ya conjugados y como subalternos, arrastrados y subsumidos por la ley de los grandes números. 

En los jóvenes cohabitan y se mezclan Gokú con El Quijote; Coelho con Condorito; El Ché Guevara con "My Littel Ponys", Godzilla con Messi. Los usuarios jóvenes de las redes mezclan todo. Para ellos sería algo natural que un jugador metiere un jonrón en una cancha. Lo que pareciera aberración, para escándalo de espíritus delicados y exquisitos, hay que informarles que muchos pensadores y artistas no están lejos de haber efectuado algo parecido.

Tenemos pues, ahora, a unos receptores:

  • Receptor: desobedientes, activos, participativos, muchas veces decisionales y con grandes potencialidades horizontales de controlar desde abajo todas las iniciativa estratégicas, sin necesidad de hacer sentir liderazgos visibles ni permanentes.

  1. FUNCIONES DE LOS MEDIOS EDUCAR, DIVERTIR INFORMAR

Antes de entrar a las estrategias en Facebook, unas pocas palabras sobre las tres funciones de los medios de masas.

Educar, informar y entretener fueron funciones jerarquizadas epistémicamente por el mundo de Gutemberg para los medios de comunicación masivos. Los medios, a partir de la Ilustración europea, debían educar a las masas desde los registros de la alta cultura que siempre ha supuesto energías, sacrifico, disciplina y trabajos pacientes y de frutos no siempre visibles de modo inmediato. Es la prensa escrita, y más tarde la radio, las que al introducir secciones en sus cuerpos y programas, irán separando la información y la diversión, del papel de universidades de bolsillo asignados a los periódicos. El cine, la TV y las redes sociales (el mundo de Mac Luhan) unirán a todas, a veces en desorden y amalgama, bajo el imperio del entretenimiento (convertido en industria), dotándole de ese aire frívolo y superficial que ha servido a sus críticos para descalificarlo. La pelota, incluida como aspecto teórico (desde las interpretaciones finitas de Eco hasta las diseminaciones de Derrida, pasando por el uso en Rorty), está ahora en la cancha de los receptores. Pero es desde ahí, en unión con el dominio que le ha impuesto a autores y textos, donde se ejercen poderes, a veces inconscientes de sí mismos, que nos permiten entrar a una dimensión insospechada de las luchas políticas y el activismo en las redes sociales, en virtud del poder del número, para bien o para mal.

  1. ESTRATEGIAS

Las redes sociales, al menos las dos más populares en Nicaragua, Facebook y Twitter, tienen sus diferencias, para lo que tiene que ver con estrategias de activismo social.  Veamos brevemente. Facebook es un anillo de amigos, con candados cada ciertos tramos de la cadena, que hace rápido, multiplicador y eficaz, entre conocidos, un mensaje. Es apta para construir convocatorias y conspiraciones (permite grupos cerrados de discusión), más o menos seguras, entre amigos muy cercanos.  Es la televisión interactiva de nuestros tiempos.  En cambio, Twitter, es la radio, más rápida y sin candados por conglomerados. Es menos interactiva y más abierta. Sirve, entre otras cosas, para sincronizaciones de campañas mundiales, a través de temáticas presididas por el signo de numeral, llamadas hashtags.

Para nadie es un secreto que las luchas más representativas de los últimos años (Primavera Árabe, Indignados, Ocuppy Wall Street, el caso de los estudiantes en Venezuela, Chile, el de la clase media en Brasil, el #BringBackOurGirls, la abdicación del Rey en España, etc), han sido desplegadas en las redes sociales, reflejando de un modo co-participativo el fenómeno en el mundo euclidiano, real,  sea como información instantánea, a través usualmente de Twitter, o a través de foros ásperos y rudos, muchas veces, y estrategias de convocatorias para conspirar directamente en marchas y contramarchas, apoyos o censuras, como en Facebook.

Probablemente las redes sociales sean los nidos más activos de militancia social blanda de nuestra era. Pero lo que en ellas domina no es solamente los regímenes de discursos clásicos, sino también el número de seguidores de personalidades de reconocimiento internacional, como artistas, atletas y presentadores de televisión, cuyas expresiones, por muy frívolas o desaliñadas que sean, muchas veces hacen tambalear las hipótesis más fatigosas y las explicaciones más doctorales que, por lo común, presentan también en las redes, intelectuales y expertos.

La cuestión abre la relación que guardan el poder del número y los regímenes de verdad. El peso de las opiniones por su muchedumbre, o doxas,  contra las virtudes demostrativas de un grupo pequeño de ilustrados. Los muchos contra los pocos. Por ejemplo, qué relación podría guardar la demostración del poder de los medios en el asunto venezolano, por parte de Ignacio Ramonet en contra de lo que opina otro de sus iguales, pero de signo opuesto como, pongamos por caso, Ibsen Martínez y ambos intelectulaes, frente a lo que dice Rihana, Paris Hilton, las Kardashians, Madonna o Jared Letto. El número de seguidores ya habla por sí mismo, a través de dirigencias indolentes y permisivas. Y si bien, en términos de número de seguidores, los Ramonet o los Borón, por muchos libros que escriban, no pueden derrotar a las estrellas y sus boutades, sus excentricidades, sí, al menos, le ofrecen resistencia otros de sus iguales, aunque de signos opuestos, con tanto peso como los adversarios, pongamos por caso, los Oliver Stone, Michael Moore, Sean Penn, Danny Glover y Antonio Banderas.

Y este es el nudo gordiano que nos tiene reunidos hoy alrededor de estas ideas igual de explosivas y caóticas que su objeto. Hoy más que nunca la política es una ciencia porque calcula, un arte, porque crea oportunidades que se deben aprovechar a fondo y un juego, sobre todo un juego, porque nos procura un placer que nos hace olvidar la bondad de los fines a los que nos obligamos, muchas veces con crueldad y ceguera. ¿Qué estrategias pueden derivarse de tales escenarios? ¿Cómo pueden pequeños grupos de activistas en Facebook triunfar, neutralizar o reducir los costos de una derrota ante quienes se basan a su vez en el poder del número y en un comportamiento de oleadas sucesivas de opiniones, o de apoyo en millones de “like”, a lo que dicen con indolencia y muchas veces sin conocimiento de causas, líderes superficiales de opinión? ¿Pueden ayudar en estos nuevos escenarios regímenes de verdades basadas en densidades y códigos difíciles? Los fines ya no se refinan y complejizan, sino que basta publicitarlos un par de veces para asegurar su certeza y proceder a diseñar estrategias agonísticas que oscilan entre el baile y la guerra. A ratos nos permite creer que su hechizo responde al juego por el juego mismo. Al número contra el número; a Antonio Banderas contra Madonna, curiosamente quiénes representaron, esa vez como aliados, juntos, en una película reciente, a Evita Perón y al Ché Guevara.

A manera de cierre:

1. Hemos pasado sucesivamente de la tiranía del emisor, al hermetismo de los mensajes y a la muchedumbre de los usuarios, reunidos a través del infoentretenimiento. Este es el gran paso adelante, que parece retroceso, de Internet, que rebajó la educación a una información más, al alcance de cualquiera y tal cosa no la pueden perdonar los intelectuales y es la que tiene desesperadas a las Universidades. El infoentretenimiento es el formato que se nos ha impuesto a todos, anudando los 3 momentos del diagrama comunicacional de un modo no lineal. Algo que terminará por devorar hasta los modos clásicos de citar fuentes bibliográficas.

2. El entretenimiento, el dominio que subsumió a los demás, como formato, condiciona todo despliegue de activismo social y político en las redes, al grado que hace cargar a las estrategias de un aire de juego que lo une al baile, en colaboración con el propio fondo que domina a las redes, en particular Facebook, y hace olvidar por momentos sus fines cohabitables con frivolidades, intrascendencias e insignificancias.

3. Las nuevas estrategias se están basando sobre el poder del número y cómo arrastrar literalmente a millones de personas detrás de un proyecto sin líderes carismáticos, un poco como V, personaje que precisamente se usa para enmascarar el anonimato. Para ello, se debe enviar a retaguardia o a logística, a los intelectuales y dar paso a los creativos, a los activistas anónimos que saltan de un lado a otro por el puro placer de desaparecer, a los que se hundan en el gozo de los juegos, a los que amen apostar y hacer de las derrotas un desafío.

4.  Para combatir y fabricar consenso, siempre frágiles, cambiantes y volátiles sobre masas de opiniones favorables, siempre hay que oponerle a una persona seguida por muchos, otra persona con parecido número, pero de signo contrario y, detrás de ella, fabricar oportunidades para aprovecharlas a fondo, como suele ser parte del registro político de todos los tiempos. ¿Para qué fines? Para el que elijan los jugadores.

Muchas gracias, muchachos y muchachas.

Wednesday, April 02, 2014

Tres nudos tensivos de la Decolonialidad

Nudos tensivos de la decolonialidad
(con los decoloniales contra ellos)

Freddy Quezada

Digo, en el subtítulo, "con ellos contra ellos", como Derrida decía de Heidegger, para justifcarse por su empleo: "con Heidegger contra Heidegger". Antes que nada, quiero saludar a la decolonialidad, un movimiento descentrador del pensamiento eurocéntrico en  Nuestra América, que ha encontrado en los representantes decoloniales, y su nuevo (u “otro”, como ellos prefieren llamarlo) programa emancipador,  a sus más grandes deconstructores. Animo, y que se cuente conmigo en cualquier momento y lugar para publicitar este paradigma "otro", sobre la realidad de las excolonias.

Pero, como en las fórmulas rituales de los tribunales académicos examinadores  de tesis, después de los elogios protocolarios, es de recibo presentar, a mi juicio, lo que considero tres nudos tensivos de esta nueva propuesta emancipadora en tierras americanas. “Nudos”, en el buen término. Como un encuentro y desencuentro, a la vez, de los múltiples hilos que cruzan un enjambre hasta alzarlo para abrirse en distintos sentidos, incluso opuestos, en contra de la voluntad e intención, muchas veces,  de sus emisores.



1      1. El papel del pensamiento.  Sin duda, la crítica al eurocentrismo por parte de los decoloniales, es del todo pertinente, haciéndonos ver que toda la historia europea se presenta como modelo para sociedades que no son ellas, de donde derivan un poder epistémico que sigue colonizando nuestras cabezas, aunque ya no nuestras naciones,  a partir de seis lenguas --tres renancentistas (italiano, castellano y portugués) y tres modernas (francés, alemán e inglés) y una ruta que va de Atenas hasta Alemania, pasando por Francia e Inglaterra, en un tejido complejo de rivalidades y colaboraciones alternas entre ellas. Fuera y debajo de tal tejido, todo es inferior, hasta el grado que la denuncia por parte de los decoloniales, los autoriza a presentar un programa que emancipe a los "otros" (en especial originarios y afrodescendientes), cuya diferencia se emplea para jerarquizarlos. Hasta aquí, todo bien.  Pero la solución desde la que los decoloniales brindan sus recomendaciones, el pensamiento “otro”  es, precisamente, el problema. Y aquí, si vamos a romper el candado eurocéntrico, que sea por todo lo alto,  incluyendo el salto por los aires del cerrojo, del pensamiento mismo, sin apellidos.  No se trata de dividir al pensamiento en dos: uno bueno (”Besinnliche Denken”) y otro malo (Rechnende Denken), como hizo en su momento Heidegger, (guardando para sí, la reflexión y, para los demás, la metafísica, la tecnología y el cálculo) probablemente el mejor explorador del pensamiento en occidente. Se trata de verlo en su unidad y de cuestionarlo con la colaboración de otras tradiciones, “orientales” por más señas, que desde siglos lo han examinado. “¿Puede el pensamiento que crea los problemas, resolverlos? “.  Krishnamurti.
   

      2. El papel de la esencialización de los sufrientes No resolvemos nada, si de resolver cosas trata la tradición occidental, si sustituimos unos sufrientes por otros en el recibimiento, por parte de intelectuales, de un programa que los emancipe del Mal. Hay una crítica de Javier Franzé a la teoría decolonial que le recomienda dar un paso atrás para no desembocar en un llamado salvífico, lo que termina haciendo todo programa emancipador; les aconseja también, mantener así una suerte de pureza teórica que no la envenene. Es como aquellos pequeñoburgueses que censuraba Marx al proponer regresar a la comunidad agraria frente a la destrucción ocasionada por la revolución industrial, cuando de lo que se trataba, según Marx, era de empujar con más fuerza hacia delante. Y empujar hacia adelante, para el caso que nos ocupa, significaría arrastrar al empujador y deshacerse en las mezclas que lo reciben. Puede reconocerse que haya cierto avance (en el campo de las preposiciones) de cómo la representacionalidad de lo sufrientes ha pasado de “hablar por” o “para” a hablar “con” los sufrientes. Se admite ya, en este último escenario, el bajo peso de las vanguardias y sus arquitectos, los intelectuales, pero aún se hacen necesitar de un papel coadyuvante (como Simón Cirineo que ayuda al Señor en su calvario) que más bien pareciera resistencia ante la voluntad soberana de los propios sufrientes a decidir por sí mismos, como siempre lo recomendaron los anarquistas clásicos. La liberación aunque sea epistémica, creída como la más alta, puede ser una ilusión óptica que nos deslice una vez más por la pendiente de las utopías, tal como parece demostrar la alianza entre la decolonialidad y el socialismo del siglo XXI. Siempre, como decía Octavio Paz, tendemos a confundir el resplandor de la aurora con los destellos de una pira sangrienta.





3      3. El papel de los mestizajes epistémicos  Vivimos un mundo de impurezas, (algunos autores dicen que siempre ha sido así), cuya base es combinar más impurezas aún, sobre todo por la aceleración de las nuevas tecnologías, hasta el grado de adquirir una autopropulsión creadora, a base de dejarse interrumpir por otras tradiciones que se le imbrican, cuyos resultados ya no se pueden prever ni calcular. Los decoloniales no han sabido ver esto, pese a incorporar a su oferta, a las pensadoras de fronteras, que hacen mezclas no sólo culturales, sino epistémicas, sin desgarramientos intelectuales, agentes estos, a quienes les interesa mantener unas purezas conceptuales (tentaciones de las que no se libran los decoloniales mismos) de las que viven para justificar su oficio e impedir una segura sepultura por las mezclas que efectúa la gente común y corriente todos los días. Pero, los supermestizajes no son más que dejar entrar en uno, o hacer explícito, el todo mismo que ya portamos. Es una concepción hologramática, viejamente explorada por las tradiciones hinduistas del pensamiento y recuperada incluso por algunas corrientes científicas desde las dinámicas no lineales. Si en las partes ya está el todo, hay que reconocer, como daba a entender Nagarjuna, en consecuencia, que no hay partes ni hay todo.  




Sunday, January 26, 2014

El tetralema de Nagarjuna

Una crítica filosófica al método científico de conocimiento

Por César Bacale



Doy fe que no me queda absolutamente ninguna razón racional para creer que mi situación (y la de millones de personas como yo) tenga arreglo. Es decir, doy fe de que sólo me queda la fe, y de que si aún me muevo, en lo que me muevo,  me muevo por fe. Me muevo en un lugar de misterio, donde la fe no tiene absolutamente más objeto que sí misma. La fe es creer sin objeto, y desde aquí nada tiene que ver con ningún tipo de creencia. Ni tampoco con ningún tipo de esperanza concreta. La esperanza tampoco tiene objeto. Uno espera, no sabe a qué, pero espera.

Queda cada vez  más clara la imposibilidad de que  la solución a esta crisis individual y colectiva pueda hacerse desde el mismo lugar que la originó, es decir, una consciencia racional que funciona con un método exclusivo o excluyente de no- contradicción. Esto es válido tanto para las crisis internas como externas.

Cuando ni A ni no A tienen la clave del problema, es necesario pasar a la siguiente fase del tetralema: A y no A. Solo por la inclusión sincrónica, no alternada y cíclica,  de A y no A, es posible llegar a soluciones integradoras de situaciones paradójicas imposibles de solucionar excluyendo cualquiera de sus términos.

Es decir, que o avanzamos a un territorio nuevo de inclusión, después de más de 2000 años de pensamiento filosófico y científico basado en el criterio de verdades axiomáticas  que se dan por sentado porque siguen un criterio de no-contradicción, y de silogismo, o nos van a dar candela.

Fue el tremendo pensador francés Jaques Derrida,  el que más claramente puso en jaque el criterio de identidad como algo que ha de ser siempre y en todo punto idéntico a sí mismo. Y el que demostró la lacra de un pensamiento que durante más de 2000 años ha seguido  un criterio aristotélico en el que nada  puede ser y no ser al mismo tiempo. Esta verdad lógica,  que ha dado lugar a casi todas las ciencias que conocemos,  hace aguas cuando la llevamos o la ponemos a prueba en la  contradicción a la que continuamente nos arroja la existencia, y que ya quisieron rescatar las primeras corrientes existencialistas.

Conceptualmente, el principio de la no-contradicción fue superado y completado por los escépticos, que ya predicaban que era imposible afirmar ninguna verdad sin afirmar al mismo tiempo su contrario. Esto, llevado  a sus últimas consecuencias, lleva a una suspensión de todo juicio (ataraxia), que es la última verdad filosófica.

Es decir, el tetralema, que es la máxima expresión de un sistema lógico que sí es capaz de incluir no solo la contradicción, sino superarla en un criterio inclusivo y trascendente, ya se perfilaba en los escritos de Pirrón y Sexto Empírico, para encontrarlo ya desarrollado en toda su profundidad y extensión filosófica en el filósofo indio Nagarjuna, que lo utilizó para echar por tierra sin dejar en ningún momento de utilizar la lógica, las teorías idealistas y nihilistas que empezaban a contaminar el espíritu inicial y científico (es decir, experimental) del primer budismo. Nagarjuna expone magistralmente con este fin todo el desarrollo lógico del tetralema en el Mūlamadhyamaka-kārikā, (versos o fundamentos de la vía media, o del camino de en medio). Tetralema: 1) Es; 2) no es; 3) es y no es; 4) ni es ni no es.

Sin embargo, a pesar de nuestra sólida herencia escéptica, la filosofía occidental desterró sus propias formas de incluir y superar la contradicción lógica, escindiendo su vocación metafísica (lo cual incluye la vocación ontológica)  de su vocación epistemológica. Todo porque en algún momento el nivel  del logos naciente o emergente dio por sentado que nada podía ser y no ser al mismo tiempo. De esta lógica se concluye algo que,  a los que estamos acostumbrados a la terminología junguiana,  no se nos puede pasar por alto: que la sombra de lo que llamamos ser (el no-ser, o lo que necesariamente no es lo anterior o es otra cosa) pasa a un lugar inconsciente al no poder ser reconocido. 

Es decir, que si la metafísica hablaba del ser, el no ser pasaba a ser una fenomenología de la ilusión y de lo aparente manifestado en las formas cambiantes del mundo sensible, y que si,  por el contrario, el ser pasa a ser  solo lo demostrable y experimentable a través de la estructura y los programas de nuestros órganos perceptivos y cognitivos, el no ser necesariamente pasa a ser algo indeterminado que no puede conocerse, y que no nos atañe. Una difusa metafísica desterrada de todo  método científico riguroso. Así, es fácil darse cuenta de hasta qué punto el divorcio entre metafísica y ciencia es producto directo de la lógica de la no contradicción. Y  cualquier aproximación que excluya la otra,  es por sí misma una reducción de las posibilidades del ser, que implican,  lógicamente,   sus posibilidades de no ser.

Los escépticos lo sabían, pero su mensaje es tan devastador para el impulso egoico de hallar una verdad superior a las otras, o una visión que explique mejor que otra el mundo, que fueron olvidados. Desde entonces, todo en la filosofía ha sido una alternancia de estas aproximaciones en las que el ser y el no ser de las cosas han ido alternativamente cambiando de bando. Sin embargo, hasta más o menos Heidegger, y su tarea de pensar el ser, no se perfiló una posibilidad real de incluir el ser y el no ser de las cosas de una forma sincrónica y no excluyente. 

Heidegger no lo dice explícitamente, pero el ser al que se refiere es un ser no sólo que acepta y soporta la contradicción, sino que se manifiesta y avanza a través de ella. La dialéctica hegeliana, y después, los revisionismos de la izquierda posthegeliana,  apuntan todas  a un lugar parecido, pero no llegan a comprender que esta síntesis ha de llegar a un punto en el que suceda de una forma sincrónica, y no diacrónica o alternante.

Después de Heidegger, y de la compulsión analítica y estructuralista por destriparlo todo, y reducir el conocimiento del ser humano a las condiciones estructurales o sistémicas que condicionan nuestra capacidad de percibir y construir el mundo a través de determinados programas, no hay una verdadera inclusión de estas posibilidades hasta el post-estructuralismo. Los analistas se hacen, por voluntad propia, con su obsesión de analizar uno por uno todos y cada uno de los predicados de la lengua como si realizaran operaciones matemáticas, con el fin de comprobar su veracidad (veracidad según su propio sistema, claro, del que no se duda porque es un sistema de conocimiento universalizado) prisioneros y carceleros de su propio sistema y programa conceptual, que se sigue basando en la lógica de la no- contradicción que fundamenta los axiomas matemáticos. 

Y los teóricos o los prácticos estructuralistas, independientemente de sus ámbito o especialidad de actuación, se siguen basando en las estructuras relacionales  del lenguaje  preconizadas por F. Saussure,  que sencillamente desplazan la función de identidad del sujeto/objeto al sistema o la estructura que les conforma. Es decir, siguen siendo, de algún modo, analistas, y prisioneros de la misma forma de los axiomas lógicos del sistema o estructura que emplean para conocer. 

El ser pasa en el estructuralismo del sujeto ideal o el objeto material a la relación que les estructura. Por la misma razón, su no ser depende también de esta estructura. Así que lo que pasa a ser indudable, o la identidad que siempre es idéntica a sí misma, es, en el caso del estructuralismo,  la estructura como condicionadora y dadora de la identidad. No una estructura contextual dada, sino el mismo concepto  de estructura como marco universal de relación y conocimiento. Así pues, el estructuralismo se topa con la misma lacra  de siempre, la imposibilidad de aceptar una identidad más allá del marco de la estructura, e independiente de ella.

Los mismo podríamos inducir de la filosofía analítica, de la fenomenología (exceptuando el trabajo de Heidegger, y de todos los movimientos dialécticos, pero alternantes del ser y el no ser sincrónico y simultáneo de una cosa) y de casi todas las filosofías existencialistas, que acaban prisioneras en su propia noción o idea de existencia, dejando de ser una filosofía práctica del devenir (que es ser y no ser simultáneamente)  para convertirse en otro tipo de ideología.  

La noción de identidad como diferencia, como algo que no es siempre necesariamente idéntico a sí mismo solo lo encontramos en Derrida. Por supuesto, hay antecedentes, pero solo están perfilados: Heráclito, Nietzsche, Kierkegaard, Levinas, desde distintos enfoques, rechazan un concepto unívoco y no contradictorio de identidad.

La deconstrucción filosófica debe contemplarse en este sentido, en la necesidad que tiene la filosofía de deconstruir todos sus conceptos excluyentes y axiomáticos sobre la identidad, ya sea una identidad metafísica, ontológica, epistemológica, axiomática, analítica, o estructural, para aceptar la identidad, la vida  compleja e inclasificable del alma.

La necesidad de reconocer no sólo la alteridad y la complejidad del ser, sino de todo ser, o todo ente,  y de mi propia alteridad y complejidad irreductible, no conlleva necesariamente un principio nihilista de auto- destrucción del yo, sino de apertura y de inclusión, y por lo tanto, de comprensión, de niveles hasta ahora excluidos desde un nivel de percepción más amplio.

En los albores de este siglo, la tarea de la filosofía debería, aunque cada vez está más perdida en visiones cada vez más excluyentes, separadas y divididas del mundo,  enfocarse más  hacia un trabajo inclusivo o de inclusión de la tercera parte del tetralema. A y no A, Ser  y no Ser en todos los ámbitos de conocimiento. También, aunque para esto falten aun muchos más años, hacia un territorio en el que las cosas no son ni A ni no A, y se muestran ni siendo ni no siendo, ni uno ni lo otro.

En un neti-neti, que es la vieja  fórmula india para expresar la epojé o suspensión de juicio que tanto nos cuesta, pero que llevaba a la ataraxia o felicidad, que es (aunque ha dejado de ser) el alma misma de la filosofía.