ULITEO LA PAGINA DE "NADIE" (ULISES) Y DE "TODOS" (PROTEO)

Monday, June 30, 2008

Dios, el Ser y la Nada

DIOS, EL SER Y LA NADA

Por Freddy Quezada

Hace años confundí, en un ensayo, la primera frase de La Ciudad y Los Perros de Vargas Llosa, citando “Tres, -- dijo el Jaguar”, cuando, en realidad, dijo “Cuatro”. Me dejé llevar, sin saberlo, por la cábala del tres. Y ahí me puse a especular, no recuerdo ya sobre qué cosas, acerca del “tres” en varias culturas. Es curioso que me haya dispuesto a escribir tonterías sobre una premisa de arranque falso. Espero, sobre la corrección y disculpa debida, aunque tardía, no cometer ahora la equivocación inversa, sobre una premisa verdadera, derivar conclusiones falsas.


Seré sencillo y breve con este tema que, con sólo leer el título, sé que espantaría a más de algún lector. Pero es casi hablar de otra cadena más clara: teología, humanismo y nihilismo; o, presencia, representación y ausencia; o, premodernidad, modernidad y postmodernidad; o, tardomodernidad, decolonialidad y postcolonialismo. Y de lo que todas ellas rompen y guardan sin solución de continuidad, ni síntesis, al mismo tiempo, en una suerte de paradoja profunda.


Cada eslabón, para empezar por donde concluiré, contiene a los demás, siendo más poderoso el último que contiene siempre a los anteriores, sin eliminarlos (para mantener la diferencia y articularse con ella) pero absorbiendo sus potencias y subordinando a los derrotados, que lucharán contra su hegemonía de mil formas. Así, la cadena entera no se destruye ni se crea, sólo se transforma por medio de ilusiones o juegos de poder, tal como lo dijeron hace más de cinco mil años los hinduistas.


Sartre con su
Ser y la Nada, eliminando a Dios, el primer eslabón, no pudo, con todo, evitar la gravitación del fundamento, recubierto en los otros dos, alrededor de una libertad proyectiva y decisional, que él la supuso como condena, y reconocer, por otro lado, desde la nada, el absurdo de la vida y al mismo ser, como una pasión inútil.


Cada eslabón se cree en su momento, la certeza fundamental que construye mundos donde ejerce hegemonía sobre los eslabones rivales y subalternos. Pero al final, si es que hay alguno, encontramos no la reconciliación ni la coexistencia pacífica, sino el retorno de lo reprimido.


Creímos expulsar a Dios y regresó en el “Hombre”, y éste al ser denunciado en su carácter representacional, ha terminado por abrazar sucesivamente a la razón, el poder y la tecnología, bajo la crítica, la diferencia y la emancipación. Ahora, el vacío de la mente empezará a ser necesario para justificar los bancos de datos afuera y los motores de búsqueda como
Google; el sentido se pluralizará en el comercio para estar siempre vacíos de espíritu y elegir cualquiera; el consumo tratará de convertir la nada en algo, y la virginidad de los cuerpos, al tatuarlos, nos diferenciarán unos de otros como huellas digitales. La Nada ocupará el lugar desfondado de los eslabones anteriores y abrirá sus brazos para recibirnos o ahogarnos. O las dos cosas al mismo tiempo.


Es viejamente sabido que Dios es un fundamento y garantía de sentidos de todo tipo. Origen (
Arché) y destino (Telos) de todo ente. Sin él nada existiría y nada se explicaría. Se puede contar con él al comienzo o al final, no importa, porque en los procesos circulares limpios (como los no modernos) o entorchados como el hegeliano, siempre se reencuentra consigo mismo, en cualquier punto de la circunferencia. Cuando muere este Dios, o lo matan, da lo mismo, es el vacío, que sus herederos suponen le antecedió al propio Creador, quien se encargará de construir su sucedáneo: el Ser.


El Ser, heredero secular de los atributos divinos, puede ser visto desde dos puntos de vista: el epistemológico/metafísico que inaugura Descartes y el óntico que señala Heidegger. Mientras Descartes anuncia el ascenso de una conciencia que se tendrá a sí misma por universal, cuyos coronamientos lo harán Kant para los liberales y Hegel para los marxistas, esconderá detrás suyo un “punto cero”, una borradura, como sus antecesores paganos y cristianos, invisibilizando no solamente a un observador europeo para justificar su dominio epistémico frente a los colonizados, como creen los decoloniales, sino a alguien más amplio y más grave aún, que me incluye y me hace responsable en su denuncia: los intelectuales, que siempre han hablado por los demás, a través de promesas y amenazas, sin garantías ni controles de parte de los que no son como ellos.

El principio básico de los intelectuales es el pensamiento como virtud y nobleza y ni uno sólo ha sabido ver en ello, porque viven de él, la madre de todos los problemas. Pensar es recordar y la memoria es lo más preciado que tienen; no en balde, creen que la Historia es la madre de todas las ciencias. El pensamiento, la cabeza, es lo más preciado que tenemos, según la mitología occidental. Recuerdo lo que dijo una vez Osho, a propósito de Alejandro Magno cuando llegó a la India y se encontró con un sabio hindú que le recordó a Diógenes: si no contestas mis preguntas, le dijo, te cortaré la cabeza. Y este le dijo, que no iba a encontrar nada ahí, porque él desde hacía mucho la había cortado ya. Alan Watts dice algo parecido cuando advierte que a los occidentales les gusta esconder la cocina y los baños porque prefieren engañar a la gente con la sala.


Sobre el dominio de los colonizadores, hay que seguir reflexionando sobre la reveladora importancia que han tenido los
intersticios interimperialistas. Se sabe que tales intersticios, mientras se hacían la guerra, generaron las dos revoluciones más grandes en los países semicoloniales (la Primera Guerra Mundial desencadenó la revolución Rusa y la Segunda, la revolución China) y al final de esas guerras, por su decadencia, cansancio y subordinación ante EEUU por medio del Plan Marshall, permitieron de algún modo la descolonización afroasiática. Puede ser que, a partir de aquí, Europa haya empezado a resentir su condición subalterna diciendo, por parte de muchos de sus pensadores, en contra de EEUU, cosas que ya fueron dichas en contra de ellos mismos por sus excolonias.


Sin embargo, es en el terreno epistémico donde poco se sabe que Alemania, la potencia sin colonias, dos veces derrotada, es a la que le debemos la denuncia y desenmascaramiento (primero con el Romanticismo frente a la Ilustración, seguido luego de un marxismo dogmático frente al liberalismo clásico, continuado a su vez por el escepticismo de la Escuela de Frankfurt, combinado débilmente con el nihilismo precedente que legitimó al nazismo), por su misma ambición de obtener ventajas de sus rivales, de toda la miseria eurocéntrica, representada por Francia e Inglaterra. Heidegger llegó a decir, una vez, que los franceses, pese a Descartes, no podían pensar, sino era a través de los alemanes y Nietzsche siempre despreció a la “pérfida Albión”.


Los pensadores postcoloniales todavía no terminan de explotar estas revelaciones alemanas (que, no por denunciar a sus gemelas rivales, dejaba de compartir con ellas sus valores, incluso superiores para justificar la colonización que no pudo hacer afuera, efectuándola adentro con ellas, e inventar sus propias cartografías que iban desde Grecia hasta ella misma), aunque se sirvan de muchos de sus principios para sembrar la desconfianza en todo tipo de utopías entre los colonizados.


Desde los cínicos hasta Heidegger, pasando por Bakunin (punto de fuga en esta colonia de autores), pero también desde el
Baghavad Gita hasta Lao Tsé, esta corriente nos dejó la sospecha sobre el asunto con “la representación de lo ausente” (Vorstellung), con la fuga e inasibilidad de la presencia plena. Y nos sembrará la duda hasta el corazón de la Representación de ninguna esencia y fundada sobre un abismo (Ab grund). Abismo, parecido pero no igual al de las corrientes “orientales”, que no han podido saltar los occidentales porque en vez de eliminar la “acción”, le multiplicaron con placer, más bien, su velocidad.


Habrá seres y no Ser; habrán incertidumbres y no certezas; habrá suspensión del juicio y no crítica; habrá empoderados y desempoderados; habrá lo que
no es y no lo que será; habrá siempre desconfianza y no utopía.


Reconoceremos, entonces, que la máscara sólo venía cubriendo un vacío, llamado
deseo de encontrar algo sólido. Esa nada creadora en otras culturas, nos desesperará en la “nuestra”, es decir, en la de los occidentales. Mientras a las culturas que mejor la conocen las calma, las serena, a la nuestra la excita, la droga y la destruye. Consumo sobre consumo, deseo sobre deseo, velocidad sobre velocidad, la nada nos está cobrando el precio para llegar a conocerla como el nuevo Dios que un día expulsamos: nuestra propia ejecución en nombre del centro de una cebolla, tras la caída de todas sus capas, que no encontraremos jamás.


Es curioso que sólo sepan ver las cosas así, los filósofos conservadores contemporáneos (especie de sucesores de la Contrarreforma) del tipo de De Maistre, Bossuet y Bonald, que imaginan al Dios de todos los tiempos, cambiar frente a sus enemigos, dejándose derribar, y al mismo tiempo colocarse en lo más profundo de los nuevos principios victoriosos y, así sucesivamente, llegar a declararse por fin vencedor en su desaparición completa, que es nuestro nihilismo de hoy.
“La trampa de la divinidad articulada en torno al nihilismo consiste precisamente en subsumir a la razón (con minúscula), en el interior de sí misma, y hacerse a la vez invisible: eso es nihilismo consumado. La trampa del nihilismo consiste pues en que finalmente se hace desvariar a la propia razón, y en la medida en que la divinidad es invisible, se convierte a la razón en víctima de sí misma, en ejecutora de lo que en realidad ejecuta esa divinidad ausente” (Serrano, 2006: 236).


Para concluir, en la cadena que he presentado, Dios, como fundamento, está siempre en todos los eslabones, pero en los dos últimos se invisibiliza como certeza, primero, y como abismo, después. Pero siempre vence, aunque sea al precio de su suicidio.


Harto de escribir sobre estos temas, imagino cómo deben sentirse aquellos de ustedes que soportaron el sufrimiento de llegar hasta aquí. Como les ordeno a mis alumnos, recordando los tiempos goliárdicos de las universidades renacentistas, cuando se aburren con mis charlas: cierren sus putos cuadernos, salgan a secuestrar un bus, llénenlo de cervezas y meretrices, y vayámonos todos al mar !!!

REFERENCIA

Serrano, Vicente (2006). Nihilismo y Modernidad (Dialéctica de la antiilustración). Madrid. Plaza y Valdés.

Wednesday, June 18, 2008

Cadenas mundiales de TV y sus paradigmas

LOS PARADIGMAS Y LAS CADENAS DE
TELEVISIÓN MUNDIALES


Por Freddy Quezada

Cuando uno cree analizar sociedades o coyunturas específicas, en realidad lo que está haciendo es analizar lo que los medios de comunicación de masas nos dicen de esos fenómenos, dada la imposibilidad de estar in situ en todos los lugares o en aquellos que no tenemos más remedio que confiar en quien nos lo comunica y hacer de ellos, con nuestro crédito, un monopolio. Entonces, siempre estamos analizando medios, no fenómenos. Y lo sorprendente de esta operación es que al invisibilizarlos, ganan en credibilidad por su mediación y es el precio que cobran cuando después, al independizarse, hablan en nombre de unas audiencias y opinión pública que han co-creado (y que luego se miden a sí mismas con técnicas estadísticas) para imponernos su agenda política en nombre de una credibilidad artificiosa.

Todas las cadenas de televisión mundial y regional, al menos las aquí consideradas (CNN, Al Jazeera y TELESUR) son profesionales, con sus secciones variadas y en orden, buena dicción, presentación sobria y equilibrada sea desde Atlanta, Qatar o Caracas. Sin embargo, cada una de ellas está soportada por un paradigma que simplificaré por razones pedagógicas, porque en la realidad se combinan pero donde uno de sus aspectos es el que domina en mayor medida a los demás.

Tales son el paradigma Clasista, en una variedad muy simple que, con respecto al marxista clásico e incluso heterodoxo, ha efectuado varios pasos atrás, presentando una estratificación ligera y fácil de las sociedades al dividirlas en imperialismo, oligarquías, pobres y dirigentes revolucionarios. TELESUR se presta a este esquema para vehicular intereses de países comprometidos en proyectos emancipadores de carácter subcontinental.
El “Democrático”, es el que supone, fruto aún de su borrachera de vencedor ante un adversario que se derrumbó solo, que todo el mundo está dirigiéndose inexorablemente a un esquema simple basado en un mercado autorregulador y una democracia formal que le acompaña como su sombra. Creen en la ONU, los Derechos Humanos, las organizaciones financieras, comerciales, migratorias y laborales internacionales y, por supuesto, sus favoritos, los expertos (esos vividores de temas). Parte que la mayoría son países democráticos, pero que lo son más las potencias occidentales, todos iguales en dignidad y respeto, invisibilizando las relaciones de poder no sólo económicas y políticas, sino también como dicen los postcoloniales, epistémicas (de metrópolis a ex colonias) que se guarda entre todos ellos. Consideran las manifestaciones de las otras culturas en el ámbito político como amenazadoras. Ven el mundo desde las reglas internacionales y a veces optan abiertamente y con complicidad por bandos políticos, como cuando colocan sus cámaras, con la anuencia de los mandos superiores, en las orugas de los tanques invasores, hasta hacernos sentir el polvo del desierto o, en la cubierta de los portaaviones, desde donde observamos hasta los destellos de los misiles teledirigidos. Como supongo se habrá adivinado ya, hablamos de la CNN.


El paradigma Cultural nacido para rivalizar y erosionar el monopolio de la CNN, por su papel en la invasión de Irak, ha incorporado en su seno la diferencia cultural, pero al copiar el formato, no el contenido, ha arrastrado el mal consigo y puede perfectamente creerse que son la CNN árabe. Hay que recordar que el medio es el mensaje. Puede ser visto, también, como narración alternativa y en ese sentido podrían aparecer otras, desde China o la India, las futuras naciones que desafiarán al poderío norteamericano, y que se presentarán de seguro como si fueran puras (que en verdad no lo son) por razones estratégicas de subalterno frente al hegemónico. A como sea, la cosa es que estos paradigmas culturales en las cadenas televisivas de cobertura mundial ya están despertando una suerte de resistencia frente al dominio sistémico (y pueden con ello aliarse al clasista) con la objeción, a mi juicio, de reencarnar otra vez, a través de la representación mediática, sucedánea de la eclesial y partidaria, la redención social desprestigiada y en retirada, propia del eurocentrismo, aunque esta vez de “otros” actores o culturas.


Los intelectuales, en este contexto, que antes se borraban detrás de todo tipo de mesianismo, ahora han tenido que salir a defender lo que según ellos es el máximo tesoro, el conocimiento, el eje de sus vidas; de aquí que estén en el centro de la discusión, la episteme, los intelectuales, la representación y la emancipación: todos conceptos altamente eurocéntricos elaborados por ellos mismos. Y ellos mismos son ahora, precisamente, los que se sugieren como los nuevos salvadores, pero ya sin máscaras. Un poco como aquellos viejos managers de baseball, que en los partidos más emocionantes salían ellos mismos a jugar al terreno. “El intelectual puede concebirse así como un coyote epistémico tanto en el sentido de que transporta teoría ilícita a través de los desiertos de la colonialidad, como en el sentido de tener muchas mañas, máscaras, o trucos para transportar y comunicar el conocimiento que se trafica”, nos dice Maldonado Torres, un teórico decolonial, sin advertir que también lo ha hecho, y lo ha pasado haciendo toda la vida, al revés, traficando teorías para los “otros” señores colonizadores, regresando, así, precisamente al punto de donde se busca huir.

Nada hay mejor que callar, lo exactamente “otro” de los medios de comunicación y de los intelectuales, para que no se enteren los adversarios, quiénes, desde dónde, cómo y cuándo les llegará el golpe sorpresivo. ¿No fue un sabio de las culturas “orientales” (comillas de nuevo porfa, editora), quien se cree ya nació viejo, el que enseñó eso desde hace miles de años, cuando dijo que las cosas llegan siempre cuando uno está viendo hacia otro lado?

Thursday, June 12, 2008

Intelectuales, eurocentrismo y poder

Geopolíticas del Conocimiento y la Intelectualidad en el Capitalismo Tardío:
Anotaciones sobre la obra de Arturo Escobar


Por Jorge Uribe
Tomado del blog de Jorge Uribe

Conclusiones

El intelectual fue inventado en la modernidad como una herramienta de poder enunciativa que clasificó el mundo y justificó los procesos de la misma modernidad, pasando por alto algunos procesos históricos locales particulares gestados en zonas que fueron colonizadas algunas y conquistadas otras por la metrópoli europea.

Aquella idea romántica del intelectual aislado de toda forma política ha sido desplazada por una idea en la cual se ha puesto en duda la misma existencia del intelectual como forma funcional de la sociedad.

Considero que la nueva intelectualidad es más colectiva y democratizada gracias a los medios de comunicación y a las nuevas tecnologías que han empezado a imperar y a penetrar aquellos lugares y cerebros expertos. Las masas modernas en los últimos años han privilegiado las ideas y no la autoría de éstas.

Las ideas no han sido pensadas aislada sino colectivamente, aunque en algunas oportunidades afloran diferentes fanatismos que con el transcurrir del tiempo se vuelven estáticos y rígidos. Tal es el caso del eurocentrismo y el capitalocentrismo criticado por Arturo Escobar. La fisura de las ideas y del intelectual mismo surge por donde menos se piensa y en el lugar menos pensado.

El intelectual es el resultado,-además de los dispositivos de poder, aparatos en los que está inmerso- de la institucionalidad académica en donde se desenvuelve. Tal es caso del intelectual metropolitano en el cual se evidencia la fisura de la hegemonía naturalizada y del periférico que evidencia la relación entre desigualdad/hibridación.

Esta forma de evidenciar las fisuras sociales no es exclusiva del intelectual; inclusive el intelectual en muchos casos no lo hace. Las instituciones y los medios de comunicación lo han hecho. Creo que los intelectuales y sus ideas han sido cooptadas por las instituciones. Es decir, que entre el intelectual y la institución hay una dialéctica discursiva del poder.

Wednesday, June 04, 2008

No hay teorías universales

¿PERO NO ES UNIVERSAL DECIRLO?

Por Freddy Quezada

(Con cariño, para mis amigos detractores)

Hemos creído siempre que los Derechos Humanos son para todos; que el socialismo no tenía fronteras y el proletariado jamás tuvo patria; que la igualdad y la libertad nos llega como un derecho natural por el simple expediente de nacer en cualquier lado; que la diferencia, es un derecho que debe respetarse en todo el mundo. Y que la lógica, la razón y la ciencia, siempre han cubierto como un manto al planeta, por encima de diferencias nacionales e historias colectivas. Pocos sospechan que todos esos conceptos y doctrinas esconden dos cosas: la nación que las fecundó y los intelectuales que las construyeron.

Así, pues, siempre hemos sabido, pero no desprendemos todas las consecuencias del dato, que los Derechos humanos han sido franceses, promovidos por unos ilustrados refinados y ejecutados por unos revolucionarios asesinos, sobre todo entre ellos mismos; que el socialismo hegeliano fue generado por unos alemanes autoritarios y racistas, aplicado por unos políticos, sucesores de ellos, convertidos en diosecillos de la Historia; que la libertad frente a todo poder, creado por unos ingleses calculadores y pérfidos, sólo podía ser para ellos y no para sus colonias; que la diferencia postmoderna europea y multicultural estadounidense, sólo puede ser gozada por los que ya están dentro como ciudadanos, pero no por los inmigrantes de sus viejas ex -- colonias territoriales y financieras, que no dejan entrar; que la lógica (Hegel), la razón (Rousseau), la ciencia (Newton) y la técnica (Gates) euro-norteamericanas, se nos presentan como estructuras sin tiempo, ni lugar, sostenida por sus demostraciones, éxitos y pruebas por parte de cualquier observador, ocultando las características individuales de quienes las impusieron a todo el mundo. Tales son los casos del eurocentrismo racial de Hegel, el elogio de la fuerza convertida en derecho de Rousseau, la profunda religiosidad colonizadora de Newton y la caridad protagónica y clientelista de Gates.

Ninguna teoría es universal; todas tienen un indiscutible sello local. De tal manera, se puede decir que son culturas en batallas abiertas entre sí, imponiéndose algunas a las demás, de grado o por fuerza. Es decir, una teoría se convierte en universal, porque ha triunfado en virtud de su poder, y no por su capacidad de argumentación, frente a otra que ha competido con ella.

Cuando triunfan, sus creyentes no pueden oponerse a sus generalidades. Uno se ve condenado a aplicar, ajustar o adecuarlas a las condiciones específicas, pero el corazón de un paradigma no se puede cambiar o, elegimos a otro rival, y repetimos la operación, por ejemplo, los intelectuales latinoamericanos, no vivieron de eso toda la vida con el marxismo y las distintas teorías de la modernización y la postmodernidad?

La cadena metateoría – teoría – práctica, entra en lucha, después, con otras que rivalizan con ella para imponerse a la comunidad de científicos o intelectuales que, a su vez, la imponen a la sociedad entera, con el auxilio de instituciones educativas y ahora, los medios de comunicación.

La práctica es lo que menos importa y está destinada a probarse por creyentes, ciudadanos, militantes, audiencias o cualesquiera observadores.

Detrás de todas las cadenas están los intelectuales, ingenieros de discursos y demostraciones, quienes se “borran” a sí mismos en el proceso. Alcanzaron su mayor cumbre con el positivismo y la representación prometeica. Su invisibilización les suelta las manos para diluirse en la gente “común y corriente”, y no afectar sus mensajes. A cubierto de cualquier “bajón” lógico de sus argumentos, la separación kantiana entre la razón pura y la práctica, los protege de vincular éticas individuales a discursos universales. Sólo el psicoanálisis y después la postcolonialidad, vino a dar una salida diferente al vincular la historia y geografía individual con las producciones teóricas, artísticas y científicas.

Con la postcolonialidad hemos aprendido que la teoría se despoja de atributos específicos y se convierte en abstracción, en virtud de la magnitud de los imperios territoriales, financieros y mediáticos que la soportan.

“El déspota turco de Montesquieu, el Japón de Barthes, la China de Kristeva, los indios nambikwara de Derrida, los paganos cashinahua de Lyotard son parte de esa estrategia de contención por la cual el Otro texto es para siempre el horizonte exegético de la diferencia, nunca el agente activo de la articulación”, como decía Bahba.

Así, las fábricas inglesas de la primera hora del capitalismo, como han demostrado algunos historiadores, son copias de sus haciendas de las colonias de Ultramar; el cercenamiento del politeismo a la lógica aristotélica fue necesaria para la modernidad; el silenciamiento de la profunda religiosidad del álgebra árabe tienen que hacerla sin ni siquiera enterarse, los matemáticos y científicos; la razón cartesiana, el propio Descartes tuvo que convertirla en geometría analítica; las polvaredas de Cantor, regresan a la Tortuga y Aquiles de Zenón; la indecidibilidad e incompletitud de Gödel, repite la regresión infinita de Sexto Empírico. En fin, la razón (Atenea) vinculada a Dioses vivos en el imaginario filosófico griego, se vio doblemente despojada, convirtiéndola en “sustantiva”, como sucedánea del dios judío, e instrumental, como expresión descarada de poder.

Poco importa, por ejemplo, que Europa no haya inventado la rueda, la escritura, la imprenta, la pólvora, sino cómo la pusieron a su servicio los imperios para sí mismos y para una fracción muy pequeña de subalternos dentro de sus colonias, que posteriormente “universalizaron”.

Con la ayuda de los intelectuales (por medio de una violencia gramatológica que les llegó del auge de la imprenta) despojaron de sus atributos culturales específicos a todo aquello que podía servir a sus propósitos de dominio, disciplinamiento y control e incorporaron a sus matrices racionales, para el caso moderno, la espina instrumental de las otras culturas. Racionalizaron las culturas desde el tiempo eterno de ellos (lógica), arrancando el corazón vivo de las culturas que venían de vencer. El último, siempre destruía y absorbía al anterior, colocándose de espaldas al que le seguía. Tal hacen e hicieron decoloniales con postcoloniales; ellos, con postmodernos; estos con modernos; a su vez, modernos con cristianos; estos, junto a los bárbaros, con romanos; ellos con los griegos y estos últimos con mesopotámicos. Terminando, todo, en ser una mezcla que domina a otras.

Las mezclas son lo predominante. No hay casticismo (ni blancos o negros como quieren hacernos creer los científicos sociales norteamericanos con sus paradigmas raciales), ni actores con epistemologías puras u “otras”, con la que no cuentan, ni tienen ya en estos tiempos, como lo que nos quieren hacer creer los decoloniales.

Todas las abstracciones impuestas, son descargables desde mezclas para mezclas. De aquí que la diferencia (de tamaño), entre una mezcla y otra, sea sólo una relación de poder. Las hibrideces no son sólo procesos culturales, sino, sobre todo, tejidos de poder.

El asunto se puede demostrar, hoy, con los coloniajes mediáticos y financieros, donde un inglés elástico, rápido y superficial (casi Esperanto) es la lengua dominante. Y, más todavía, en que el mercado moderno (nacido en Venecia como un negocio judío) y la democracia griega (incierta siempre entre la virtud y el exceso demagogo) serán, dentro de pocos años, recombinadas por el socialismo chino y la democracia india, ya de suyo combinaciones del marxismo y el parlamentarismo europeos, con las China e India “profundas”, confucianas, taoístas, budistas, hinduistas y mahometanas.

La abstracción no existe o, mejor, se enmascara con estrategias para imponerse a los demás halagando o amenazando. Y cuando agrada, lo hace con la complicidad de actores internos (de tal modo que no podríamos llamar al fenómeno “violencia epistémica” sino “seducción” y no episteme, sino juego) que hacen apetecible ser como ellos y que valga la pena hacer sacrificios de cualquier tipo, para conseguirlo.

Ahora bien, todo se reduce pues al poder, los intelectuales y los desempoderados en grados diferentes. Aquí la representación, la emancipación y la diferencia juegan el papel más importante. Cuando uno de los eslabones falla, se abre un abismo. Si, por ejemplo, nos enteramos que sólo debe haber aquel tipo de representación que nos consulta y nos brinda el derecho de callar, cambiar de opinión o equivocarnos, sabremos que no hay certezas ni garantías de ninguna promesa. De igual modo, si asumimos que no hay salvación y, por tanto, salvadores de ningún tipo, y que la diferencia, junto con la identidad, no son más que juegos de poder, estaremos en la contingencia, la incertidumbre y el escepticismo sano, que se debe guardar frente a todo tipo de promesas y castigos.

El intelectual siempre ha sido un estratega del pensamiento: convierte la teoría a favor o en contra del poder, y la práctica para ser ejecutada por los desempoderados. Y debemos a todos los intelectuales, la idea que el pensamiento es el solucionador de todos los problemas y no, como descubrió Krishnamurti, el problema más grande de todos.

Con el pensamiento persiguiéndose a sí mismo, los intelectuales todo lo hacen posible. Pueden jugar también al revés y llamar cicatrices a las heridas, mezclas a las purezas, seducción a la violencia, juego a la episteme, como lo he hecho, hasta aquí.

En síntesis: no hay teorías universales ¿pero decirlo desde cualquier lado, autorreferenciando la expresión para anular todo lo que he dicho, y reírme de ustedes, no es ya en sí mismo, universal?