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Tuesday, May 24, 2011

6 Tesis sobre el pensamiento como problema

6 TESIS SOBRE EL PENSAMIENTO

COMO PROBLEMA Y NO COMO SOLUCIÓN

Por Freddy Quezada

Introducción

No estoy seguro de lo que voy a decir. Porque voy a decirlo contra los que, creo, sí están muy seguros de lo que dicen y, sobre todo, de lo que piensan, que es lo mismo, para el efecto.

Voy a lanzar, con mucha duda y vacilación, consideraciones contra lo que más estima un pensador, como cualquiera de nosotros, como es el pensamiento separado de los cuerpos. De hecho el pensamiento en general es lo que sostiene a instituciones como las universidades, campamentos militares de intelectuales y expertos, que nos hace creer, con honrosas excepciones, sentirnos superiores a cuerpos de todo tipo, expresable muchas veces en la naturaleza, las ex -- colonias, las mujeres y los iletrados.

Con respecto a estos últimos, lo primero que enseña toda Universidad, y nunca dice, es aprender a diferenciarnos, en nombre de superarlos, de ellos (los sectores semi o iletrados) que son, precisamente, en el caso de los estudiantes más humildes, de donde provienen. La situación se vuelve una fuente de tensiones y recriminaciones mutuas en los hogares, donde nadie duda que la superioridad corra a cuenta del letrado. La idea es muy reciente, casi podría decir “geoepistémicamente” alemana.

Voy a presentar estas tesis con el formato de Twitter (no más de 140 caracteres) de donde proceden muchas de ellas, seguidas de inmediato por una caja de comentarios, que empezará con preguntas, dentro de la filosofía de Nicarao (¿acaso invento de cronistas?) a los conquistadores españoles, con el formato de Facebook, de donde proceden, también, muchos de ellos.

El pensamiento ha dicho de sí mismo tres cosas a) está en la cabeza; b) está antes de toda acción y c) es superior a cualquier cosa. El pensamiento resolvió todos los enigmas, por medio de dualismos platónicos, menos el mismo. Y no podría hacerlo sin trampa, porque no se puede ser juez de la propia causa. El pensamiento es el único medio que, para resolver problemas, necesita no presentarse nunca como uno. Que el pensamiento esté por encima de lo demás, no importa de donde sea, es hacer de los intelectuales el centro de todo. El dualismo, pues, pensador/pensamiento sólo se borra entre sí, cuando toca separarse de los cuerpos que los soportan.

Desde los griegos hasta los alemanes, el pensamiento ha sido lo fundamental en la historia eurocéntrica: Platón (ideas perfectas), Aristóteles (sustancia), San Agustín (alma), Descartes (conciencia), Kant (crítica), Hegel (espíritu), Husserl (sentido), Heidegger (pensar). Toda la ruta ha sido despreciar “cuerpos que no piensan” (mujer, naturaleza, colonizados, iletrados) y situar al pensamiento, corona de la cadena, por encima de todo.

En un sentido epistémico, todos somos alemanes, incluso y sobre todo, oponiéndonos a ellos. Astucia hegeliana que le cerró el paso a cualquier crítica de un “afuera” que sólo ellos se permitían fundar. Uno de los “afuera” que hizo entrar en crisis al eurocentrismo, el espacio post y decolonial, precisamente, es el que hasta hoy tiene la “dignidad de ser pensado” por ellos, en particular por el último pensador alemán, Peter Sloterdijk (2004, Vol. I: 312),1 que gira alrededor del espacio, llamándole “Esferas” pero que, paradójicamente, sigue invisibilizando el espacio, en su propio nombre, de las colonias epistémicas. El caso se parece a lo que Zizek (2006: 44), siguiendo a Lacan, dice de la cosa como su propia y mejor máscara, como la realidad transformándose en su propia apariencia, contando la anécdota de aquel ministro argentino que, ante una multitud furiosa, “escapó usando una máscara con su propia cara (que se vendía en casas de disfraces para que la gente pudiera burlarse de él poniéndose su máscara)”.

La verdadera batalla de todos los tiempos ha sido, pues, entre el pensamiento y los cuerpos. Hasta hoy, ha triunfado aquel sobre estos. El pensar separado, por fuera y encima de los cuerpos, es un invento de las religiones, refinado por la filosofía, la ciencia y la tecnología. El gran truco del pensamiento es perseguirse a sí mismo a través de una cadena de oposiciones. Por eso no se le resuelve oponiéndosele, que es la ilusión sobre la que se funda. La separación puede ser experimentada todos los días en nosotros mismos, a través del principio: “para ser lo que no somos basta pensar”.

Para que la reflexión nazca, el todo, el espíritu o como se llame, al verse a sí mismo, se tiene que dividir en observador y observado. Y es en ese vuelo, que el observador se borra ofreciendo un efecto de totalidad, como aún hacen los filósofos europeos en general, y alemanes en particular.

El pensamiento, como el ojo, no puede verse a sí mismo. Nishitani (1999:211), ese discípulo zen de Heidegger, decía: “Si el ojo pudiera verse a sí mismo no sería capaz de ver nada más. El ojo dejaría de ser un ojo. El ojo es ojo a causa de ese no ver esencial y, a través suyo, ver es posible (…) Por esta razón, el ser del ojo…sólo puede ser formulado en términos como estos: el ojo es un ojo, luego no es un ojo”. Bien puede llamársele a este efecto “punto ciego”, de un pensamiento del que se han beneficiado en exclusiva los pensadores. Tal paradoja no está lejos de la de su maestro (Heidegger, 2006: 97 y passim) cuando dice que el ser cubre lo que "es" como efectivo y lo que "no es" como posibilidad. Los dos. Como en la esfera blanca del Tao, que no es el Tao, antes de convertirse en el yin yan, la popular figura que conocemos: "el ser es lo más vacío y lo exhuberante; lo más común y la unicidad; lo más comprensible y lo más oculto; lo más dicho y lo más callado; lo más originario y lo más desgastado".

Cuando el pensamiento emplea un espejo, es la memoria, el pasado, su observador. Por eso, el “es”, también no puede verse, es un suceso que se despliega reconciliado y cuya desembocadura es la muerte de tal suceso de un instante discontinuo a otro. El propio Heidegger (2006: 59) se preguntaba: "¿cuántas veces a lo largo del día utilizamos esa modesta palabra `es´?". Pero "es", es la nuez que quiere romper el maestro de Selva Negra, a sabiendas que no es diferente de ella; y la cebolla, de la que quiere despojar todas sus capas, a sabiendas que, al final, como el observador mismo que él fue, no haya nada o se encuentre él mismo esperándose.

1. “El proyecto Esfera puede entenderse también como un intento de desenterrar –al menos en un aspecto esencial- el proyecto Ser y Espacio, subtemáticamente implícito en la obra temprana de Heidegger”. Sabiendo que Heidegger siempre concibió al Dasein como lo más “próximo y cercano”, uno se pregunta si el “ser allá” (las colonias) no posibilitó el “ser ahí” de la metrópolis.

Tal vez así pueda comprenderse mejor esa frase que hizo célebre Krishnamurti: “morir para todos los ayeres”. Si nuestros desechos (heces, sudor, orina y mucus) son pequeños cadáveres de nuestro cuerpo, arrojados a diario desde nuestros orificios, quiere decir que morir sería como una descarga mayúscula.

El pensamiento siempre ha odiado los cuerpos simplemente porque lo arrastra consigo cuando mueren. Pensar, en ese sentido, es evitar lo que "es" y está vuelto hacia la muerte. El pensador será entonces el evitador por excelencia. El cerebro nació para servir y afinar las sensaciones, no para dividirlas en placer y dolor, archivarlas y buscar su repetición, lo que ha terminado por llamarse “pensamiento”.

Pensar en términos modernos es atribuirle sentido al dolor produciendo tres figuras, inseparables unas de otras: salvadores, víctimas y verdugos. Y sólo se reconcilia con el cuerpo cuando no lo hace, es decir, cuando no le atribuye sentido a nada. Cuando sólo es.

La única libertad, en consecuencia, como dice Jiddu Krishnamurti, es la de librarse del pensamiento, es decir, hacer lo que ya, de todos modos, como le dicen los intelectuales a lo que no son ellos, hacemos. Sería como abrir una puerta abierta que nos lo aconsejen, ahora, los mismos que se disolverían con el consejo. Mignolo (1998:30), un cruzado decolonial, lo reconoce con cierta melancolía: “si los intelectuales de hoy pueden desaparecer, como lo sugiere Del Barco, pueden hacerlo por dos razones: porque, por un lado, los intelectuales mismos nos vamos convirtiendo en un movimiento social más, y, por el otro, porque podemos pertenecer a otros movimientos sociales (de carácter étnico, sexual, ambiental, etc.) en donde, o bien nuestro rol intelectual desaparece, o bien se minimiza en la medida en que, como bien lo dice del Barco, los movimientos sociales que trabajan contra las formas de opresión y a favor de condiciones satisfactorias de vida, teorizan a partir de su misma práctica sin necesidad ya de teorías desde arriba que guíen esa práctica”.

No cambia de naturaleza el pensar si se le pone arriba o abajo, si está dentro de una cárcel o es carcelero. Cambia cuando se le disuelve. El cristianismo cree que el cuerpo encierra al alma, Foucault cree que es al revés. Ambos coinciden en que el pensamiento es lo importante. Si el pensamiento es igual, según Platón, Cristo o Foucault, sea el reo o el carcelero, lo verdaderamente importante es cortarle la cabeza, como Cornelius Castoriadis recomendó una vez que se hiciese con la dialéctica. El pensamiento, que los intelectuales han creído antídoto, lleva dentro su propio veneno, que es oponerse a sí mismo.

En realidad, no se trata de poner de pie al pensamiento o de sustituirlo por otro distinto, sino de cortarle la cabeza, ya que nunca en verdad ha estado ahí, ni nunca ha precedido a la acción. Es acción y está en todo el cuerpo y todos los cuerpos. Osho relata cómo, una vez, un sabio hindú se rió de Alejandro Magno, cuando amenazó con cortarle la cabeza: “!Córtala, no esperes! La cabeza que vas a cortar ya la he cortado yo hace mucho. No es nada nuevo, en realidad no tengo cabeza. Córtala. Y te digo que cuando la cabeza ruede la verás caer y yo también la veré caer, porque yo no soy la cabeza.”(Osho, 2011: 142).

Desde griegos hasta postmodernos, pasando por cristianos y modernos, se ha creído que el pensamiento está por encima de todo. Lo primero que enseña la geoepisteme europea (que es lo último que termina por defenderla y continuarla) es criticarse a sí misma. La paradoja eurofóbica, en la cual me incluyo, “te ordeno desobedecerme”, produce en cualquiera de los sentidos, efectos negativos, para proteger el centro hegemónico, pero también para romperlo: si acato la orden, soy un adocenado euro; si la desobedezco, soy malagradecido con los euros que me lo enseñaron. Desde Gorgias y Protágoras hasta Gödel y Wittgenstein, la paradoja no ha sido muy amiga del pensamiento occidental.

Preguntar, sabiendo que la respuesta proviene del mismo lugar de la pregunta, el pensamiento, es como ver la materia con aparatos de materia. Heidegger (2006:59) dijo una vez que "no hay instrumento para fijar y asir el `es´... no hay ningún `es´metro, ningún instrumento que mida el `es´ mismo y que pueda aprehenderlo". El maestro de Selva Negra, situado en el "punto ciego", no mira ese aparato, porque lo está usando en el momento (lo que me está sucediendo a mí también) en que se le esconde: es el pensamiento separado de lo pensado. Spencer Brown, un teórico del caos, lo expone así: "…el mundo es indudablemente sí mismo (esto es, indistinto de sí mismo) pero, en cualquier intento de verse a sí mismo como objeto, debe, igual de indudablemente, actuar de modo que se haga a sí mismo distinto de, y por lo tanto falso a, sí mismo. En esta condición siempre se eludirá parcialmente a sí mismo (…) Esto es llamado a veces el misterio original”. Nada hay, pues, más elusivo que el pensamiento, mientras el cuerpo envejece, madura y se pudre, al navegar con el tiempo, el pensar se ve a sí mismo en eternidad.

TESIS

1. El pensamiento no es abstracto, siempre tiene un lugar, un pensador y cuerpo que lo sostiene y del que no se puede separar.

Comentario:

¿Es correcto decir que el pensamiento eurocéntrico, toda su vida, se ha visto a sí mismo, y hecho creer a los demás (sus subalternos internos y sus excolonias), que es la solución de todo tipo de problemas, pero que él nunca se ha visto como problema mismo?

El pensamiento, como memoria y lenguaje (especie de Google en pequeño) sólo puede reproducir lo archivado y construir orígenes, sentidos primeros y últimos, desde el pasado. “¿Puede la mente que ha creado estos problemas resolver lo que ella misma ha creado” (Krishnamurti, 2011: 38).

El pensamiento moderno ha viajado desde Francia, donde surgió para suceder a Dios en el gobierno de los nuevos regímenes de verdad, a Alemania, potencia sin colonias, quien lo profundizó hasta volverlo insuperable desde dentro por medio de recursos dialécticos tales como el “aún oponiéndose al pensamiento, se lo fortalece”. Serán los postcoloniales quiénes descentrarán la astucia hegeliana por la vía de una dialéctica negativa, apofática, centrada en las excolonias árabes del Norte de África y la India. Los decoloniales contarán con el mérito, pese a su recaída emancipatoria, de mantener el dedo en el renglón del pensamiento como episteme de poder eurocentrado, pero este techo anunciará la entrada de otra corriente que tomará al pensamiento, aún el más alternativo, como el problema y no ya como la solución.

Así, pues, el viaje ha partido de Francia, donde la razón empezó a gobernar los nuevos regímenes de verdad, hasta Alemania que la hizo insuperable por la vía dialéctica y que fue descentrada, hasta donde vamos, por postcoloniales y decoloniales. En toda la curva, el pensamiento, sea el mismo u otro, ha dominado el escenario.

La curva del pensamiento contemporáneo, pues, tiene tres etapas.

a) El dominio del pensamiento eurocéntrico que pasa de Descartes/Spinoza a Kant/ Hegel, de estos a Heidegger/Nietzsche. Todo lo demás (en cualquier campo imaginable) que producen los europeos modernos se derivará de estas matrices. La primera patria del pensamiento moderno, Francia, perdió la batalla por concentrarse en la política interna y de sus colonias (la revolución francesa y la haitiana) para dejarse arrebatar la iniciativa por los alemanes quienes terminaran siendo hasta hoy el referente del pensamiento puro. En especial Kant, Hegel, Nietzsche y Heidegger, influyentes, incluso, en sus otros opuestos y rivales como Arendt, Lévinas, Foucault y Fanon.

El asunto no es que el pensar sea alemán, mestizo, "negro" o "indio", sino que esté por encima de todo. Eso es lo alemán. La racialización del pensamiento significa que sólo los europeos en general, y los alemanes en particular, pueden pensar; los demás, no. Para ellos, los gringos traducen a técnicas su pensamiento "euro"; los demás, sólo ofrecen cultura (cocina, poesía, narrativa y mover bien el culo al bailar).

b) Etapa de descentramiento del eurocentrismo de Edward Said a Walter Mignolo. Los decoloniales, siguiendo a los postcoloniales, usarán la episteme de Foucault como base para denunciar el eurocentrismo, pero seguirán señalando al pensamiento (colocando la episteme por encima del locus que ellos mismos defienden) como solución, aunque para los postcoloniales sea apofático y para los decoloniales, "otro".

c) El pensamiento será señalado como problema y los pensadores, como separaciones del mismo fenómeno, serán el objeto de examen, según Osho, J. Krishnamurti y U.G. Krishnamurti. Entre estos últimos, lo que hay es lo mismo que entre Internet y los cuerpos. Para uno sólo hay archivos/memoria (Jiddu) y, para el otro, (U.G), cuerpos que piensan.

Al separar el pensamiento de los cuerpos y el espacio, el observador separa también el tiempo, transformándolo en lógica, es decir, en algo sin tiempo, eterno, sobre el que luego se apoyará para hacerse obedecer a través de sus reglas. Tal idea es la que ha llevado a muchos pensadores en nuestra cultura a hablar en nombre de la especie, de algo, o alguien, superior y por encima de los mortales. Y no sólo es la separación del espacio, los cuerpos y ellos, sino sobre todo la borradura epistémica de los pensadores. Tal asunto implica directamente a los intelectuales, como objetos observados (aplicando sus propias reglas), y al mensajero con el mensaje, uniéndolos, como hasta ahora lo intentó la biografía histórica y el psicoanálisis, a cubierto del viejo cargo de ad hominen, por efectuarlo. Al hablar, los intelectuales lo hacen desde un “punto ciego”, como en la narrativa contemporánea descubrió Mario Vargas Llosa al decir que, desde Flaubert, el autor inventa al fabulador. Así, el pensador inventa al narrador.

“Flaubert fue el primer novelista en plantearse como problema central de la estructura novelística la presencia del narrador, el primero en advertir que este no era el autor sino el más ambiguo de los personajes que crea el autor de la novela. El volvió impersonal –invisible—al narrador, algo que, desde entonces, han hecho la mayoría de los novelistas. Volver invisible no quiere decir suprimirlo sino tornarlo astuto, calculador, tramposo: diseminarlo en lo narrado”. (Vargas de Llosa, 2004: 44-5).

La invisibilización del narrador es igualmente lo que permite separarlo del contenido, del mensaje, no haciéndolo responsable de sus consecuencias. Tal abandono responde a la idea que la verdad puede ser verificada por cualquier observador independientemente de su subjetividad y diferencias. La ética, sin embargo, siempre ha estado, al menos desde la sabiduría, indisolublemente atada a la verdad: el mensaje al mensajero. En la cultura occidental, sólo dos disciplinas han tratado de desocultar esta conexión que es un continuum: el psicoanálisis y la biografía histórica. Son las únicas que han intentando explicar por qué alguien termina siendo científico, artista, líder o sabio y dijo lo que dijo e hizo lo que hizo.

Hay que corregir, pues, a Píndaro: No se trata de "llegar a ser lo que se es", desde un narrador que nos empuja y otro, que es él mismo, que nos espera; sino de "ser lo que se es". "Llegar a ser" es aún tiempo, memoria, pensamiento. "Ser lo que se es" (lo que somos sin que nadie nos lo diga) no es separador y es instantáneo. No se puede reconciliar (cuerpo con mente, por ejemplo) lo que nunca se ha separado. Somos lo que ya somos.

2. El dominio del pensamiento eurocéntrico (historia cuyo arranque va de Grecia a Alemania, pasando por Roma, El Renacimiento, Francia e Inglaterra) continúa dominando, aún en sus rivales, no por eurocentrado sino por pensamiento.

Comentario:

¿Puede combatirse un pensamiento con otro, aunque sea muy “otro”?

Tal cosa no ha podido ser percibida ni aún por las escuelas más radicales en la crítica al eurocentrismo. Los postmodernos empezaron a desmantelar el núcleo del eurocentrismo moderno al cuestionar las narrativas emancipatorias que lo han caracterizado. Los postcoloniales, sus herederos escépticos de las colonias, sólo expusieron cómo ven los europeos e intelectuales a sus objetos (colonias y sufrientes), que los reparten en un dualismo, siempre renovable, para presentarse los intelectuales mismos como salvadores. Los decoloniales, por último, no pudieron ver, como se esperaba, que el pensamiento es la fuente de los campos de fuerza que él mismo genera y terminaron abrazando, por medio de la vieja filosofía de la sospecha, otra vez, la emancipación aborigen y afrodescendiente decolonial “liberadora”, como la definen ellos. Llaman a una segunda emancipación, no política y económica, como la primera, sino epistémica. Así, necesitan crear unos grupos “puros” (afros y originarios), para justificar su alternativa, sin reparar en la contradicción a la que se llaman al recomendar el pensamiento supermestizo de fronteras.

3. El mejor truco del pensamiento es hacernos creer que se nos adelanta cuando se sabe que siempre va detrás de los hechos al reflexionarlos. Otro de sus mejores actos de magia es ocultarnos que, por cada cosa que resuelve, no puede pronosticar que genera el doble de los problemas que promete resolver.

Comentario:

¿Saber una cosa es igual a resolverla?

Todos sabemos que el saber moderno eurocéntrico nos llega de resolver problemas en contra de las especulaciones bizantinas. La mitad de una cosa que desconocemos, como algunas enfermedades que nos atacan por sorpresa, encuentra nuestra calma en, al menos, conocer sus causas.

Las premisas, fundamentos, procedimientos, fines y, en general, toda la lógica del conocimiento moderno, reside en resolver problemas. Pensador que no resuelve problemas, pensador que no sirve. Pensamiento que empieza a dar más problemas de los que remedia, pensamiento que no sirve. La circularidad que se esconde detrás de este principio nos produce la ilusión que el pensamiento es más veloz que las cosas que lo despiertan. La novedad sólo se puede capturar con el pensamiento como memoria, quien luego de absorberla, la define, la jerarquiza y la distribuye con arreglo a su archivo. Entre más grande su capacidad de almacenamiento, más reflexiva se presenta y más prometedora se nos hace. Los motores de búsquedas electrónicos lo han demostrado.

Antes los intelectuales se presentaban como vanguardias porque lo nuevo entre la gente era fascinante y era la fuente de la ilusión óptica que marchaban por delante. Con el desencanto y las nuevas tecnologías, desaparecieron la hipnosis y lo nuevo pasó a ser rutina, terminando los intelectuales (o sus sucedáneos, los expertos) recomendando lo que la gente ya hace, colocándose delante, cuando no hay marchas detrás de ellos.

Pero la velocidad y el pronóstico que emplean, es la del tamaño de lo que almacenan y recombinan, como diferencia, consigo mismo. Lo que adelantan, como futuro, es lo que almacenan como archivo. Y la alta variedad de resultados que ofrecen, en el menor tiempo posible, le llega del bucle de sus circuitos alimentados por una exterioridad (lo nuevo) reconvertible. Uno termina siendo lo que prefiere buscar y le es devuelto por el archivo, reforzando todo el sistema (Cohen, 2011:2). El principio existencialista “uno es lo que elige”, puede ser ahora el arma (“uno es lo que busca”) que usen los archivos para mantenernos bajo control y vigilancia. El que muda todos los días, a una velocidad siempre inalcanzable, es el acontecimiento, en el sentido de Badiou, el que se despliega en cualquier dirección que nos imposibilita adelantarnos a él.

Desde la linealidad de la ciencia newtoniana de la primera hora, no hemos podido desprendernos de la idea, religiosa por lo demás, que saber una cosa es la mitad de su solución y que la otra mitad, correrá a cargo de aplicar la ciencia pura a una técnica, o a una práctica que deberá ajustarse al canon causal. El principio es un centauro cuya parte más importante es la superior, asiento del pensamiento complejo, siendo la inferior, compuesta de patas y ancas, sino prescindible, al menos animada por un esfuerzo simple. Cuando este paradigma empezó a resolver cada vez menos problemas o, resolviendo algunos, generó muchos más, es que algunos pensadores sospecharon que todo podía estar respondiendo al concepto de paradigma mismo, que es la manera científica con que se le conoce al pensamiento más legítimo en nuestra cultura. Entonces, estos pocos pensadores empezaron a verse directamente conectados, y arrastrados en la perspectiva horrorosa, de considerar el pensamiento como problema y ya no como solución.

4. Son los pensadores los que separan el pensamiento de los cuerpos para reflexionar sobre él y luego hacer de ello su oficio que, en muchos casos, sin desearlo ni buscarlo, terminan viviendo de él y para él.

Comentario:

¿Si podemos hacer del pensamiento un problema y no una solución, es decir interrogarlo a fondo, no haríamos del pensador lo pensado? ¿Por qué los intelectuales modernos odian lo que "es" y siempre tratan de escapar de ello por medio de la representación, la crítica, la emancipación y la acción?

Si el pensamiento es el problema (Krishnamurti), entonces los nuevos enemigos de nuestra era son los intelectuales. Ciertamente es provocador decirlo.

Para el propósito de este trabajo, he dividido los grupos de intelectuales contemporáneos en tres familias: a) los gramscianos; b) los foucaultianos y c) la experticia. Los dos primeros son discursivos y al tercero se le tiene por científico, técnico y pericial. Ninguno de los tres, cree que haya un "afuera" que pueda desafiarlos. Los primeros y los terceros son emancipatorios, aunque los gramscianos de todo pelambre lo hagan con algún grupo social de su preferencia, mientras los expertos fundan sus apreciaciones en la tecnología y en la profundidad de sus disciplinas que, en la operación, terminan siendo los fundamentos, casi siempre, de otra, yéndose de bruces con el tejido interdisciplinario que vienen de evitar. Son los segundos, los que se mueven en unas coordenadas de juegos estratégicos, ricos y dinámicos muchas veces, pero escépticos y desencantados que, en su girar y girar, a través de poderes y resistencias, acarician los límites del pensador poniendo a prueba su sentido y, por extensión, el del pensamiento mismo.

La escritura empezó a ser el vehículo favorito de la intelectualidad moderna por la pasividad, aislamiento y complejidad en grados superiores que supuso. Ciega y sorda, carencia que le harán sentir sus competidores audiovisuales después, será la verdadera patria de todo intelectual; las demás, ellos la ocupan para traicionarlas, o defenderlas, enviando a morir a otros. La escritura tuvo que ejercer una violencia epistémica sobre otros saberes, iguales o superiores a este medio, que condenó a un segundo plano y que, de vez en cuando, estallan y se recentran, como la música y el tacto fácil en los hippies, la cocina, el silencio y la mímica en los subalternos, el baile (a lo Zorba el griego) y la más popular de todas, que terminó subalternizando y asediando a la escritura, la audiovisual.

Pensar no es una actividad de alguna profesión, sino un interrumpirse a sí mismo, como memoria o archivo, y crear lo nuevo “inarchivable” sobre la marcha, sin salirse de la correspondencia con uno mismo. Es hacer lo que uno hace, cuando no está pensando que lo hará. Cuando el pensador reconoce que los demás piensan tanto como él, se reconcilia con la gente y desaparece.

En Heideggger (2006: 60) cuando se hace la pregunta: "dónde y qué ‘es’ el ‘es’?", alude a personas, con propuestas como la que este servidor ofrece: "Basta con que el ente sea. Nos atenemos al ente mismo; querer pararse a pensar el `es', `es' palabrería". En efecto, separar al ente del ser, es separar al observador de lo observado. El observador, que teóricamente ya es el ser del ente, como el propio Heidegger parece haberlo sido, absurdamente empieza a buscarse, cuando no lo necesita hacer al estar en lo pensado. Esa reconciliación de lo nunca separado está siendo la sepultura de los intelectuales.

Una exploración todavía errática, debilitó, pero no eliminó, la hegemonía eurocentrada, sobre el asunto, al empezarla Carlos Fuentes (1990:252) “Hemos matado ‘lo que hemos sido’ para llegar a ser ‘lo que no éramos’ ”. Pero donde mejor se mira es en las pensadoras chicanas (Anzaldúa, Alarcón, Pérez, Saldívar et al) de fronteras, cuyos supermestizajes empiezan a no necesitar pensadores fuera de las complejísimas mezclas que se producen.

En mis clases, a veces lanzo un borrador sorpresivamente a mis alumnos y, todas las veces, lo atrapan. Pensar y actuar es una sola cosa en ellos. Así hacemos en la vida casi todo. Pensar en términos reales se parece mucho a lo que hace Shiva, la diosa hindú: crear y destruir a la vez. Si alguna diferencia hay entre filosofía y sabiduría, es que aquella separa el mensaje del mensajero, y ésta lo une. Kant, claro del asunto, dijo una vez que la razón organiza el conocimiento y la sabiduría, la vida. "La ciencia es conocimiento organizado. La sabiduría es vida organizada".

En verdad, las cosas sólo son. Los intelectuales son los que pelean entre sí para ver si se crean, se destruyen o se transforman. Osho dice al respecto: Toda la metodología oriental puede ser reducida a una palabra: atestiguar. Toda la metodología occidental puede ser reducida a una cosa: analizar. Al analizar, das vueltas y vueltas. Al atestiguar, simplemente te sales del círculo”.

El "punto ciego" de todo intelectual consiste en borrarse a sí mismo y hablar sub specie aeternitatis, es decir, como dioses, desde el ángulo de los fines. Y sin embargo, no pueden colocarse en los puntos de vista de los vencidos, por mucho que lo deseen. Nunca sabremos que ocurrió entre los derrotados porque siempre usamos recursos del vencedor para explicarlo. Y este sólo hecho los coloca del lado de los vencedores, aunque no les guste. Walter Mignolo (2007) en uno de sus últimos libros, afiebrado por defender a los grupos originarios, imagina qué pensaban los precolombinos cuando miraron llegar las carabelas. La especulación, para un lector escéptico, tiene que llevarlo irremisiblemente a asociarlo con la imaginería conquistadora, que va desde los Cronistas de Indias hasta Mel Gibson en “Apocalypto”. No puede saber ni él, ni nadie, qué pensaban en realidad.

La borradura de los intelectuales no es la misma que la borradura de los narradores eurocéntricos, aunque procedan de la misma fuente. Lo que he bautizado como “punto ciego”, Santiago Castro Gómez (2005), un decolonial colombiano, le llama “punto cero” en su tesis doctoral, al narrador eurocentrado que al borrar su espacio (locus enuntiationis) y situarse fuera del tiempo (“punto cero”) convierte su discurso en teoría. A mayor escala, el intelectual en general, Castro Gómez y este servidor incluido, se borran a sí mismos (“punto ciego”) y producimos un narrador (Logos, Dios, Leyes, Espíritu, Historia) como un Deus absconditus.

Ya hemos visto cómo Mario Vargas Llosa dice que el autor moderno, desde Flaubert, inventa de primero al narrador. Que nunca coinciden autor y narrador, por mucho que se parezcan. Incluso en un género aparentemente tan directo como el testimonio, según Joaquín Maldonado Class (2008), siempre hay huellas de un autor oculto. Los intelectuales siempre lo han hecho (es su punto ciego) y sólo pueden verse a sí mismos al precio de disolverse. Este es el puente abierto por los postcoloniales, sobre todo por Spivak (1998), y que conduce a sabios no occidentales y a asumir sus juegos paradójicos.

Permitidme, por favor, detenerme en esta autora que constituye, para mí, la bisagra entre la crítica más radical a los pensadores en general y su voluntad de no servirse de las tradiciones del “oriente” profundo (hinduismo y budismo), es decir, de la sabiduría de su propia cultura que figura muy poco en sus discursos. Si algún mérito alcanzo a tener sobre la exploración de este nuevo campo, es la de destrabar y recomunicar una tradición postcolonial con sus raíces epistémicas más profundas (de ahí los anclajes en Osho y los Krishnamurtis), algo de lo que los latinoamericanos carecemos, empujado desde el supermestizaje que este servidor ha decidido abrazar.

Los postcoloniales (Said, Bahbha y Spivak) desgajan sus lecturas en efecto de tres jinetes eurocentrados como son Foucault, Derrida y Lacan. Cada uno ha elegido un motor para resituarlo desde las colonias. Para Said, con una técnica foucaultiana, presentar el desfile de cómo los europeos han construido al objeto “oriental” desde las ciencias y el discurso académico; Bhabha, prefirió romper el dualismo colonizador /colonizado y abrazar la “mimecresis” lacaniana y refundirlo en una hibridez que hace circular “entre” (in-between) ellos; Spivak, por último, usando, a lo mejor sin saberlo ella misma, la deconstrucción derrideana aplicada a los intelectuales cuando construyen a los subalternos, llegó casi a la conclusión que todo es un invento de ellos.

Este límite con el que se topa Spivak, se mira claro en un trabajo de Alexandra Astudillo (2005:204) en el que, sin embargo, esta autora trata de ablandar, para los intelectuales de América Latina, por medio de una respuesta de Fernando Coronil a la dureza de Spivak: “…la letra y la literatura son los espacios donde los marginados de siempre por la ‘cultura oficial’ podrían hacer oír su voz. No obstante, su mediación como intelectuales reproduce nuevamente, aunque de manera más velada, las mismas correlaciones de poder que se pretende superar. Así, la mediación del intelectual transforma la diferencia en jerarquía, construye como objeto natural de representación aquello que quiere representar y de esta manera idealiza la condición de hibridez de lo latinoamericano”.

Pero de ahí en adelante, sólo se necesitará un paso para desafiar, no ya a los intelectuales, sino al pensamiento mismo!!! Desde otro ángulo, los decoloniales empezaron a reclamar un pensamiento “otro” que legitimaba todavía más al pensamiento, aunque desde otros “locus enuntiationis” deseurocentrados.

El paso, con todo, ya había sido dado por otras culturas y otros modos de mirarnos. Este paso, de regreso ahora, es que el que iría de la episteme a la sabiduría; de la unión del mensaje al mensajero; del reintegro de la razón a los cuerpos. Un grupo representativo de este nuevo orden, y que podemos llamarle “82” (compuesto por Osho y los dos Krishnamurti, de ahí el “8” y de ahí el “2”) tienen que ser referencias en lo que ellos coinciden, a pesar de sus diferencias, en llamar el pensamiento como problema (advaita), como enemigo (chakra ajna) y como vacío (wu nien).

A partir de estas claves, pues, los intelectuales desaparecen dos veces, como si dijéramos. La primera, es la "borradura epistémica" del pensador que es necesaria para el oficio; y la segunda, es una dirección en contra de ellos mismos y de la borradura primera, que los llama a disolverse por el efecto de la hibridez y de las combinaciones que ocasiona el supermestizaje que ya no los necesita y tiende a sepultarlos. Es la disolución dentro de la borradura, por eso nadie se enterará, o escuchará sus gritos, cuando de verdad mueran. A lo mejor ya lo hicieron y nadie los ha oído. No es Dios el que ha muerto, sino sus sucesores y rivales, los intelectuales. Debo, pues, a Mario Vargas Llosa y a Carlos Fuentes, adversarios en otras cosas y amigos en muchas más, reunir en un solo lienzo, al hermanarlos en lo peor que pudieran imaginar, en un cuadro de horror: la desaparición epistémica y la disolución supermestiza de sus colegas.

Un intelectual separa donde otro, como él, une. Del mismo modo que Hegel unió lo que Kant separó, Krishnamurti junta (“una cosa sólo es real hasta que se une”) lo que Hegel escinde (“una cosa sólo es real hasta que se divide”). Construyen sujetos sufrientes para ser liberados y en nombre de los cuales hablan. En realidad, las ideas terminan siendo coartadas para deshacerse de cuerpos por medio de su control, disciplinamiento o eliminación masiva por políticas públicas que van desde las guerras hasta las medidas de salubridad internacionales, pasando por el registro y la distribución de saberes. Los intelectuales, colaborando u oponiéndose entre ellos, son los únicos grupos que se inventan a sí mismos y desde luego que a los demás. Tal hecho hace paradójico y se corre el riesgo de parecer ridículo, al hacerlos objetos de estudio para que los examinen otros como ellos. Conclusión inevitable de analizar a los intelectuales desde un segundo piso epistémico, es decir, donde son los objetos, es su desaparición. Pero, habrá un tercer piso, un cuarto y así sucesivamente que los hundirá en una regresión infinita, que sólo terminará como todo empezó, con un principio, una verdad, una certeza que sólo ellos pueden fundar.

Los pensadores, pues, no pueden resolver todos los problemas simplemente porque viven de ellos. Por eso es que por cada uno que solucionan, crean dos y más.

5. Un supermestizo, al contrario del mestizo epidérmico (que sin embargo continúa siendo epistémicamente eurocentrado), provincializa en su cabeza a Europa y deja entrar en condiciones estratégicas a todos los demás saberes, sean de donde sean, por razones defensivas.

Comentario:

¿Por qué es asimétrica la relación entre el nirvana (Buda), el satori (Zen) y el wu nien (Tao) con respecto al aufhebung (Hegel), al bedeutung (Husserl) y al denkwürdig (Heidegger)? ¿Qué hace que una se imponga a las otras?

Toda filosofía occidental moderna ha terminado por convertirse en una acción que, articulando la representación que hace sobre los demás, imaginados generalmente como sufrientes, los estimula a emanciparse para siempre de un dolor atribuido por élites letradas.

Los postcoloniales y decoloniales giran todavía alrededor del pensamiento, fortaleciéndolo aún más por la vía de la oposición (“otra” para los decoloniales) y la crítica (apofática para los postcoloniales). Tales esquemas reducen el antiguo todo hegeliano, basado en la contradicción, a una de las partes de una nueva totalidad cruzada por la diferencia entre las metrópolis y las colonias. De una totalidad a otra, los autores nuevos, o diferentes, no advierten que se trata de lo mismo y que, en el fondo, le dan la razón a quien vienen, según ellos, de “superar” o decolonizar. Porque no se trata de las diferentes epistemes, “otras” o la misma, sino de la episteme misma, del pensamiento.

Las corrientes supermestizas, sin saberlo, lo cuestionan a fondo. No hay algo "fuera" del eurocentrismo, puro e inocente, sino algo debilitado por las mezclas que no quieren, o no les interesa, dejarse dominar.

Somos mestizos epidérmicamente, es cierto, pero no epistémicamente. Las pieles se han combinado de grado o por fuerza, nuestro pensamiento euro, no. La cabeza de los intelectuales latinoamericanos siempre ha estado en Europa aunque sus cuerpos estén en América.

Racismo epistémico no sólo es el eurocentrismo sobre otros pensamientos, sino el de la episteme misma contra la doxa y los cuerpos. El supermestizaje de las pensadoras chicanas de frontera es "epistémico", y no "epidérmico" con dominancia "euro", como el nuestro. Esa es la diferencia entre un mestizo y un supermestizo.

Los colonizadores aman que los imitemos, pero temen verse ridiculizados con sus mismas ideas por gente que no son ellos. El mestizo imita tanto como amenaza. Los "euros" gozan viéndonos halagarlos, pero se desquician al ver una caricatura que se ríe de ellos desde otros saberes o desde ninguno. El euro odia en los supermestizos que no separan la parte que llevamos de ellos de la que suponen inferior, no conocen y con la que los atacamos.

El supermestizaje consiste en saber que una de las partes domina a las demás del carroussel de identidades que lo componen y no se desgarra ni sufre por eso. Si la mayoría no le da al pensamiento más importancia del que tiene y merece, como lo hacen los supermestizos, aconsejarle que lo siga haciendo es como abrir una puerta abierta. Que los cuerpos derroten al pensamiento no significa que lo eliminen sino darle la importancia del dedo meñique. La mayoría ya lo hace.

La mezcla de la vida consigo misma es lo que hace prescindible a los pensadores separados de ella. El modo en que la práctica sepulta cualquier tipo de teorías es a través de sus mezclas. No está lejos esta lectura de la autopoiesis en el sentido de Maturana y Varela o el de Castoriadis, incluso, más propio por su perfil social. Los intelectuales al hablar de hibridez, supermestizajes y pensamiento de fronteras, están reconociendo el mundo tal como es, es decir, preparándose para desaparecer.

6. Los cuerpos piensan.

Comentario:

¿Si los cuerpos piensan, quiénes son los que los separan en cuerpo y pensamiento? ¿Los intelectuales?

Separar los pensamientos de un cuerpo y de la realidad, sólo es posible cuando los pensadores empiezan a vivir de ellos.

Ningún cuerpo necesita salvadores. Ellos sólo saben vivir, alimentarse, reproducirse, cagar, podrirse y morir. Los cuerpos se desarrollan como ellos quieren. El pensamiento es el que los disciplina, los iguala y los distingue, según le convenga a sus regímenes de verdades disciplinarias y de control. La educación, arma de todo Estado, es el invento más salvaje del pensamiento para disciplinar nuestros cuerpos.

U.G. Krishnamurti (2010), en una entrevista, expresó lo siguiente sobre los cuerpos

I: Pero el cuerpo se termina, y todo nosotros aspiramos a alguna clase de inmortalidad. Naturalmente nos volvemos hacia la filosofía, la religión, lo espiritual. Seguramente, si nosotros...

U. G: Es el cuerpo el que es inmortal. Él solo cambia de forma luego de la muerte clínica, permaneciendo dentro de la corriente de la vida en nuevas formas. Al cuerpo no le concierne "el después de la vida" ni ninguna clase de permanencia. Lucha por sobrevivir y multiplicarse AHORA. El ficticio "más allá", creado por el pensamiento debido al miedo, es en realidad la demanda por más de lo mismo, en una forma modificada. Esta demanda por repetir lo mismo una y otra vez es la demanda de permanencia. Tal permanencia es extraña al cuerpo. La demanda del pensamiento por permanencia está asfixiando al cuerpo y distorsionando la percepción. El pensamiento se ve a sí mismo no solamente como el protector de su propia continuidad, sino también como el protector de la continuidad del cuerpo. Ambos son totalmente falsos.”

El pensar explica cómo son las cosas, cómo deben ser y cómo gustarnos. Para decirnos qué son, no lo necesitamos, los cuerpos ya lo saben. Lo que más nos hiede es lo que más nos gusta porque los cuerpos no distinguen entre uno y otro. Es el pensar el que los divide y archiva. La carne es la medida del presente, como dijo una vez Octavio Paz. Sufrimos cuando deseamos repetirla y, al gozarla al máximo, perdemos la conciencia.

El pensar es archivo que separa la memoria de los cuerpos, como hoy hace Google y como se aprecia en Matrix, film tanto de culto como de masas. El archivo para pensar y los cuerpos para gozar. Tal nuevo dualismo, del que se aprovecha la publicidad y, sin saberlo, continúa el drama y el privilegio inaugurado desde Platón por nuestra cultura. Incluso, Judith Butler (2002) no hace más que colocarlo “patas arriba”, en su obra “Cuerpos que importan”, cuando dice que no hay sujeto más que el creado por la performatividad del lenguaje y que su lugar lo ocupa la acción. Los cuerpos, aún los “abyectos”, terminan siendo un pretexto más del pensamiento.

Toda la visión cambia, si le agregamos que los cuerpos solos, también piensan y que la gente no los separa, como sí hacen los pensadores. Todo se reduce a una persecución de sí mismo del pensamiento y, entre un giro y otro, empeñarse en no reconocer que está disuelto en cuerpos. Pero, la pregunta emerge con fuerza, ¿podemos decir que los cuerpos, también, están separados? En casos excepcionales, literalmente, sabemos que sólo en el vientre y mutuamente enamorados no somos cuerpos separados. ¿Será, entonces, una ilusión que somos individuos, en los demás casos? Entra aquí a jugar otra tradición, holística, digamos, de varias culturas, incluyendo la occidental, pero que no abordaremos aquí por falta de espacio.

Viendo a Natalie Portman en el film "Cisne Negro" descubro que el baile es el pensamiento de los cuerpos, como lo demostró Zorba El griego y, el ballet, digamos, su sabiduría.

¿Cuáles son las consecuencias de decir que el pensamiento es el origen de todos nuestros problemas y no el de todas las soluciones? Un cuerpo no necesita memoria para vivir. La idea que debe tener un sentido le llega del pensamiento que lo aprisiona. Para ser lo que somos basta serlo.

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