ULITEO LA PAGINA DE "NADIE" (ULISES) Y DE "TODOS" (PROTEO)

Thursday, December 22, 2005

Deconstruyendo un anuncio


¿Pinturas Corona o American Paint?

Por Freddy Quezada



“Elegir es tan sencillo como poderoso. Nadie lo entiende mejor que nosotros. El poder de elegir”. Cuando descubrí este anuncio de Pinturas Corona en los periódicos, me dije que el sistema en que vivimos ya no necesita sacerdotes, filósofos, economistas y psiquiatras, porque a todos los reúne en una sola figura el publicista. Y no es que imponga sus creaciones a la fuerza como se pensaba antes, sino que ahora lo hace con nuestra complicidad para dejarnos seducir.

El Poder de elegir, es cierto, es tan sencillo como fascinante. Su magia le llega de un fortalecimiento del ego, para sabernos distintos del otro/a que exactamente es invitado/a a hacer lo mismo, sin que descubramos la paradoja de igualarnos al diferente. Está montado sobre un atomismo social kantiano muy popular en el siglo XIX (donde todos éramos como unidades autónomas e independientes), cuya gran virtud era alcanzar la felicidad y cumplir con un deber categórico. Ahora, sólo un poco diferente (se cambiaron deberes por derechos) la persona es una unidad sólida y con deseos propios, anticolectivos.

Tenemos, aparentemente, en nuestras manos un placer y un poder al mismo tiempo: decidir. Son dos los grandes poderes fundamentales hasta hoy: la riqueza y el mando. Un tercero es el que se nos ofrece, aparentemente, al decidir desde uno mismo en plena libertad y totalmente lúcido, consciente, maduro y responsable. Es decir, no necesitamos la riqueza ni hacernos obedecer por carisma o por deber, para tener el más sencillo de todos los poderes, ya descubierto por los existencialistas: decidir todos los días. ¿Pero si es sencillo como dicen, por qué sólo ellos lo pueden entender “mejor”? ¿Es el poder de uno o de ellos? Tú eliges, nos halagan en otro spot.

Siempre estamos eligiendo en medio de dualismos sesudos, como los que ellos mismos aluden hoy con respeto y cierta distancia (James Joyce, tal vez recordando a los filósofos cómo expulsaron a Homero de la sabiduría, una vez se preguntó cuál de los dos, si Aristóteles o Platón, lo expulsaría de su República), pero que desprecian por el color, más importante que todas las consideraciones profundas. En las viñetas de la radio, mientras se habla de razonar sobre asuntos graves de política internacional, filosofía y problemas sociales, el protagonista del jingle de Pinturas Corona, dice que más difícil que todo eso junto, es decidir junto a su esposa, un color para las paredes ¿mostaza o fucsia?

De hecho los que eligieron el socialismo fracasaron contra los que apostaban o se acomodaban, era lo mismo, al capitalismo y antes uno también elegía. Con cualquier concepto maestro la historia la podemos cambiar al gusto si la leemos con él. En paradigmas anteriores, elegir era una virtud marginal explorada sólo por los existencialistas y libertarios. Nadie elegía realmente, sino que uno abrazaba creencias, dogmas, fe y paradigmas redentores, mesiánicos y emancipatorios. A nadie se le andaba consultando sandeces y nadie andaba por ahí deshojando margaritas por cualquier pendejada. Lo que muchachos imbéciles, como yo, elegían, era la vida propia, para ofrecerla en nombre de los demás y de quienes (sólo lo sabríamos los sobrevivientes) vivieron de ellos, es decir, los dirigentes y no todos.

Viendo las cosas con serenidad, estamos tentados de decir que cuando la diferencia es proporcionada por el consumo es mala, pero si se trata de identidad es buena; en un caso es publicidad; en otro es antropología o cultura. Una sirve para seducirnos, la otra para luchar. Sin embargo, creo que ambas fortalecen al sistema. Que una lo sepa y la otra no, no tiene ninguna importancia.

El sistema ofrece elegir entre lo mismo, para favorecer la ilusión de la “diferencia” como le llaman los antropólogos hoy o la soberanía del consumidor, como le llaman los economistas de moda. El slogan de Corona puede perfectamente ser tema de una conferencia de teóricos del poder, de antropólogos filosóficos o de cientistas políticos. La publicidad ha llegado tan lejos que ya puede arrebatar agendas, temas y preocupaciones graves y serias. Y convertirlas en slogan. Algo que hacían hace poco las prensas partidarias para clases sociales específicas y la religión con sus mandamientos sencillos para los fieles.

¿Paraíso o Reencarnación? ¿Jazz o Reguetón? ¿Hamburguesa o Pizza? ¿Diesel o Gasolina? ¿Minifalda o Jeans? ¿Pepsi o Coca? ¿Batman o Superman? ¿Ortega o Alemán? ¿Barbie o Kent? ¿El sistema o yo?


“Hasta puedes elegir comprar otra marca de pintura”, dice, en el colmo del aplomo, segura de sí misma, Corona. Es decir, si le tomáramos la palabra, creyendo que la golpearíamos en el único lugar donde creemos que les duele, en el otro de sí mismo, en la competencia, y aceptáramos comprar “American Paint”, por ejemplo, (♪ Vamos a pintar la casita /y dejarla bonita/♪ con American Paint, Hoy es…/ ♪ ), no le importaría. Nos desafía, nos amenaza, nos desarma, nos paraliza con su suicidio como estrategia. Elige, nos ordena, entre una pintura y otra, pero pintura. Está dispuesta a pagar con su vida, su orden. Triunfa por medio del horror y la seducción de él. Eros y Thanatos se abrazan en un mismo momento de éxtasis y finitud. La vida y la muerte se juntan y desaparecen en el instante eterno del placer. ¿Es posible que la sabiduría que toda la vida buscó Occidente haya esperado ser encontrada en la publicidad? ¿Todo el oro amarillo del mundo resultaría ser una montaña de mierda?

Belleza del consumo que se ha tragado a la belleza de la provocación vanguardista, como las define Eco para el siglo XX. Pero este dualismo, vulgar cuando lo ofrecen como propio y refinado cuando lo citan a distancia, también se reproduce en racimos internos como en el caso de los canales de cable.

El cable en Nicaragua, tiene formalmente casi 70 canales y uno de verdad puede escoger las mismas películas entre los canales 6, 14, 15, 19, 21, 25, 23, 24, 26, 38, 34, 40, 46, 54, 55, 61 y 62; o entre las telenovelas 2, 4, 10, 12, 27, 30, 47, 49, 50 y 51. O las noticias del 29, 36, 49, 50, 58, 63. O los deportes del 16, 17, 18, 48, 50, 51. O la música del 8, 29, 42, 43, 56, 78 o las caricaturas con el 3, 5, 7, 9, 13 y 52. Se puede hacer un mapa con los colores que ofrecen las pinturas Coronas para cada tópico.
Combinar colores con la televisión y las cosmovisiones no es mala idea. Por ventura muchos horizontes emancipatorios llegados de la escritura no los vemos recreados, caricaturizados, humillados o exaltados en las películas? Las telenovelas no son el más grande testimonio de cómo el evento, la cotidianidad derrotó a la Historia? Y alguien puede respirar sin música hoy, el producto sólo inferior al aire en abundancia? Deportes para entretener a los romanos? La imaginación más pura y elitista convertida en caricaturas? Y esos simulacros de presentes puros editados, que son las noticias, no se pueden representar en gris?

Rojo para las películas, sustitutas de los metarrelatos
Naranja para las novelas, triunfadoras de eventos sobre la Filosofía de la Historia
Verde para la música, envolvente seductor mundial
Azul para los deportes, entretenimiento de masas
Amarillo para las caricaturas, conversión de la imaginación pura en arte de masas
Gris para las noticias, simulacros de presente puro.

Los colores son probablemente la parte presuntamente más libre de elección que hay, pero no es cierto. Umberto Eco, en su último libro Historia de la Belleza, dice de los colores: "Se ha observado que en los primeros siglos el azul, junto con el verde, es considerado un color de escaso valor, probablemente porque al principio no consiguen obtener azules vivos y brillantes, y por tanto los vestidos o las imágenes azules aparecen descoloridos y desvaídos. A partir del siglo XII, el azul se convierte en un color apreciado; pensemos en el valor místico y en el esplendor estético del azul de las vidrieras y de los rosetones de las catedrales: domina sobre los otros colores y contribuye a filtrar la luz de forma “celestial”. En determinados períodos y lugares, el negro es un color real, en otros es el color de los caballeros misteriosos que ocultan su identidad. En las novelas del ciclo del rey Arturo, los caballeros pelirrojos son viles, traidores y crueles, mientras que, unos siglos antes, Isidoro de Sevilla consideraba que entre los cabellos más hermosos estaban los rubios y pelirrojos. Igualmente, las casacas y las gualdrapas rojas expresan valor y nobleza, aunque el rojo sea también el color de los verdugos y de las prostitutas. El amarillo es el color de la cobardía y va asociado a las personas marginales y objeto de rechazo, los locos, los musulmanes, los judíos, pero también es celebrado como el color del oro, entendido como el más solar y el más precioso de los metales".

Somos una elección en medio de un cementerio de probabilidades (ver mi comentario). Todos estamos siendo una paleta de seis colores o siete (como el logo de Pinturas Protecto)Todo el globo esta bañado por ellos (como el logo de Sherwin Williams)
Es el triunfo del existencialismo sobre los hombros de la publicidad. La cultura de élite con la de masas se ha unido. La popular que se basa en la comunidad, en la gemeinschaft, es la que pierde su sentido, al perder sus valores (solidaridad, justicia, comunidad, transparencia, rectitud). Desaparece (¿otra vez?). El individualismo filosófico más puro se da la mano con la publicidad más cochambrosa y todos nos felicitamos a excepción de unos cuantos que se oponen, sin saber que también así lo fortalecen, como Robert Altman, el crítico más grande de Hollywood, que lo premiará con un Oscar; o los críticos duros de las empresas, que los contratan para oirlos con respeto y superarse a partir de lo que les señalan; o como todo el discurso de la izquierda de acabar con la pobreza, que ahora lo usan las Instituciones Financieras Internacionales (IFIS). El sistema ya no se defiende de su otro, porque se sabe sí mismo.

El verdadero poder de elegir es no hacerlo. Pero, peligro!!!, peligro!!!, como anunciaba el robot de la vieja serie Perdidos en el Espacio, agitando sus brazos de oruga… también esto es elegir. Ciertamente, como dice Krishnamurti, sólo elige quién está confundido.

Wednesday, December 14, 2005

Los secretos de un desempleado (o como vivir de los discursos que viven de ellos)




Por Freddy Quezada

Con mucho aprecio para Javier Cisneros

Tomo el periódico del día, echo un vistazo a su agenda de actividades, y me presento en esos foros de Organismos Gubernamentales o no, académicos o empresariales, donde uno se entera, a su vez, de otros similares en diferentes sitios, de tal manera que bien cartografiado y distribuido mi tiempo puedo perfectamente hacer de ello un oficio ejecutivo.
Con una corbata usada y un maletín conteniendo un celular viejo e inactivo y un tarjetero de plástico vacío, puedo pasar bien el día. Supongamos que leo el diario un día cualquiera a excepción de fin de semana (prestado a un vecino o leído a sus expensas) a las 7 a.m. Veamos mi agenda:
DIA 1
8 a.m: Conferencia sobre Pobreza y Desarrollo. Lugar: Hotel Princess. Receso con refrigerio a las 10:30 a.m. Almuerzo: 2 p.m. Invita: ONG 1
Después de servirme una taza de café, de esa variedad que se publicita para olfatos finos, con los granos a la vista debajo del grifo, lo acompaño de una hermosa dona (les recuerdo que es mi desayuno) y mientras la remojo, provoco la polémica (para hacerme invitar la siguiente vez) poniendo en duda el concepto de pobreza que, digo inflexionando la voz como le veo hacer a los asesores en otros foros, viene desde la Biblia y que ha hecho retroceder por imposiciones de los organismo financieros internacionales en sus estudios técnicos a nuestros más prestigiosos centro de investigaciones regionales desde la CEPAL hasta la FLACSO.
Veo miradas desencajadas y me reservo el efecto más espectacular, tan llamativo como un condón fosforescente, con el segundo concepto, el de “desarrollo”. Digo, buscando el escándalo para una entrevista de los periodistas dormilones del fondo del salón, que es una metáfora llegada desde el siglo XIX de parte de la biología y que ha sido difícil deshacerse de ella, a pesar de las denuncias del Club de Roma en 1972; que sólo los antropólogos supieron denunciar ese invento de los economistas que hoy nos tiene entre la globalización y la fragmentación; entre la economía y la cultura, es decir una lucha entre esas dos disciplinas.
Para hacerme el importante, y dejar que mi misterio los cubra, anuncio con pesar mi retiro, por el compromiso que tengo a las 10 a.m en el otro foro (llego perfectamente a pie desde donde estoy), pero dejo (mientras me sirvo a discreción los bocadillos del refrigerio que ya no podré disfrutar y empaco en mi maletín vacío) mi correo electrónico de los que regala Yahoo para que me escriban y revisar en los servicios gratuitos del Banco Central y de TELCOR.
10 a.m: Foro sobre Construcción de ciudadanía. Lugar: Hotel Intercontinental Metrocentro. Almuerzo: 2 p.m. Receso: 4 p.m. Brindis: 6 p.m.. Invita: ONG 2.
Me acicalo en los baños para hombres y enjugo el sudor por la caminata desde el otro hotel. Sé que empezarán tarde, como siempre. Elijo este otro foro sencillamente por el menú del almuerzo, más generoso (hay doble ración de carne, pollo y res, donde aquel sólo había una) y los refrescos incluyen té helado y flor de Jamaica, en vez de las colas y jugos muy dulces de lata, en el otro. Después de las presentaciones del caso, ataco el concepto de ciudadanía, por estrecho, clase mediero e ilustrado y que en ámbitos como el nuestro donde la cultura popular y de masas tiene el poder del número, hay sólo dos caminos: o se impone por la fuerza a una mayoría desilustrada y actúa así como lo que denuncia o se impone por la educación, vía larga, dolorosa y paciente, con el alto riesgo de que, en el camino, seamos nosotros los convertidos por los desilustrados (hablando, bailando, comiendo, oyendo y viendo la vida como ellos). Arde Troya entre los ilustrados asistentes y del mismo modo que en el anterior, anuncio mi retiro al siguiente foro (a pie también) dejando los efectos de la bomba en palacio y huyendo con mi segunda dotación de refrigerios en mi maletín en medio de la confusión y la polémica.
3 p.m: Mesa redonda sobre Código de la Niñez y la Adolescencia. Lugar: UCA. Cena: 6 p.m. Invita ONG 3
Saludo a un Decano que se le ha ocurrido proponer un Ombudsman (que al parecer quiere ser él mismo cuando lo jubilen sus jefes espirituales) para defender a los lectores en los medios escritos. Pregunto discretamente por el menú de la cena y me anuncian pasta a la bolognesa y fricasé de conejo (este plato lo oí una vez en Bugs Bunny), acompañado de vino tinto, a la salud de los niños de la calle. Digo con la impertinencia y confianza que me brindan la presencia de algunos cómplices, colegas, rivales y competidores de este oficio que veo estratégicamente repartido en esta universidad donde egresé, que la niñez y la adolescencia de las que hablan esos códigos importados nada tienen que ver con los niños reales y los adolescentes que andan en las calles. Que esos conceptos son hechuras de un deber ser que se halla en el campo de los sueños de la razón y en los discursos de abogados y políticos. Que nadie, que hable sandeces de esos monstruos, menos si son mujeres, se atrevería a caminar con ese discurso en su cabeza, voz y corazón, por un callejón de cualquier barrio de Managua a las 10 de la noche (donde a veces yo mismo ejerzo oficios ocasionales). Propongo que el siguiente foro se dedique más bien a los medios de comunicación y los nacionalismos, aprovechando la coyuntura con los ticos, para hacerme invitar como expositor, al recordarle al auditorio mi permanencia por varios años en Costa Rica, sin informar de mi condición laboral ociosa y cesante. Estallido de aplausos. Lluvia de tarjetas.
DIA 2
8 a.m: Seminario Taller sobre Plan Nacional de Desarrollo. Lugar: Ministerio de Relaciones Exteriores. Invita: Gobierno. Receso con refrigerio a las 10: 30 a.m. Almuerzo: 1 p.m. Receso con refrigerio a las 3 p.m. Clausura con brindis 6 p.m.
El vino de la noche anterior ha ocasionado estragos que me propongo resolver con mi segunda incursión a la selva de cemento. Paso antes, por lo cercano, revisando mi e-mail en TELCOR donde es gratuito. Mis víctimas serán los del gobierno, menos sensibles que las ONG lloronas que se dejaron impresionar el día anterior. Con ellos se trata de adularlos. Son el poder. Saludo al Plan Nacional de Desarrollo como una genialidad cuyo pivote, los "clusters" (me callo las objeciones y fuertes críticas de un boliviano y un alemán que he escuchado en foros de ONG' s) son el sistema vertebral del desarrollo de la nación por encima de gobiernos temporales y sin visión de largo aliento. Me largo un discurso servil con la técnica del “Che” Laínez, ese gran economista que dice cuatro verdades, a quien sea, sin usar una sola cifra, sólo que yo le pervierto el sentido. Calculo que la siguiente conferencia sobre Capital social, de la cual me hice expositor en virtud de las astucias que he mencionado para otras, empieza como a las 11 a.m. y después de manipular el celular viejo y desactivado que cargo en mi maletín, maldigo las baterías ante la audiencia y solicito el de la coordinadora del evento para llamar al otro foro y solicitar transporte que me traslade (si no hay, me voy a pie, basta recorrer toda la Avenida Bolívar) anunciando de nuevo el dolor de la partida con el compromiso de enviar observaciones más concretas a las personas que me faciliten sus tarjetas de presentación y sus correos electrónicos, que procedo a colocar como pequeños tesoros en mi tarjetero plástico, largo como un chorizo.
10 a.m: Conferencia sobre Capital Social y Nuevas Utopías Agrarias. Lugar: Hotel Crowne Plaza. Almuerzo: 2 p.m. Receso con Refrigerio: 4 p.m. Clausura: 6 p.m. Invita ONG 4.
Empiezo a exponer las nuevas utopías agrarias, esa corriente de la economía en crisis que al parecer está descubriendo hasta ahora la pertinencia de la sociología y el derecho, aplicando en las “nuevas ruralidades” (Clemens y Ruben, 2001), un nuevo paradigma europeo para sacar a los países “lentos” de la pobreza rural, cambiar su mentalidad con una ética del trabajo y una nueva cultura emprendedora, contractual y de pago, llamando “capital social” a todo lo que se mueve y “desarrollo sostenible”, a una vulgar y clásica reproducción ampliada. Cargo las tintas contra todo esto, diciendo que es una escuelita europea, donde van a aprender nuestros licenciaditos sus maestrías y doctorados, con el neoinstitucionalismo de North (1994), que además de admitir la necesidad de las leyes del mercado, considera contar con la confianza y el crédito comunitario en una red de instituciones como “capital social” (Putnam, 2003) siendo el eje fundamental, una legitimidad sólida y fuertes tradiciones legales. Digo que todo es un chiste para enseñarles a pagar a los "pobres" sus cuentas, descubriendo sus solidaridades (que vayan los bancos que alimentan esta escuelas a cobrarle a las "mafias" y a los "narcos" que también las tienen) para cubrir las fianzas de eventuales quiebras e insolvencias. Avalancha contra mí. Alguien cita a un agrarista amigo mío con su propuesta de cooperativismo autogestionario y respondo que es un buen test las cooperativas de los ochenta para probar los indicadores de los defensores del "capital social". Dejo que las discusiones se acaloren, alguien habla de "regular" el dinero plástico y obligar a brindar los créditos a la producción de pequeños y medianos empresarios. Bostezo mientras me sirvo con majestad e indolencia un gran bocadillo que me abra el apetito para el plato fuerte del mediodía. Oigo apellidos raros en las referencias, Dumazert, Pommier, Grigsby, Merlet, Baumeister, Levard, etc. Descubro entre los presentes, a un amigo del investido en la noche por la Academia de la Lengua. Me presento, diciéndole que compartimos destino y ofrece llevarme.

6 p.m: Investidura a miembro de la Academia de la Lengua y Lectura de ingreso. Lugar: Academia de la Lengua. 8 p.m: Fiesta del Embajador de la Madre Patria. Invita. ONG 5

Día pesado que está por cerrarse. Es una fortuna que esta actividad sea pasiva y uno se limite a escuchar erudiciones de todo tipo, tal como lo demanda la cultura, la filología y la semiótica, campos cubiertos generalmente muy bien por la mayoría de los académicos de número de nuestra institución. La fiesta se advierte estupenda y el embajador recuerda las glorias pasadas del Imperio, citando a nuestro poeta nacional y enalteciendo las bondades de una nación decadente ( y que se cree del primer mundo) y más fea que una mujer con culo de hombre. Definitivamente la ONG número 5, ha sido la más generosa de todas, las viandas divinas y los vinos de muerte lenta.

DIA 3
8 a.m: Ponencia Crisis de los Partidos Políticos y la Representación. Lugar: UNAN (Auditorio Roberto González). Receso con refrigerio a la 11 a.m. Almuerzo 2 p.m. Invita ONG 6

Informes de mis redes me hacen saber de un almuerzo magro y frugal y la rabia natural que ya siento por los partidos políticos, el tema remanido de la mañana, se multiplica exponencialmente por la tacañería de esta ONG de marras. Exigen identificación y registro en una lista que al parecer servirá de control para la rendición de cuentas. Los expositores son analistas y líderes políticos de segunda fila que se ve a las claras su torpeza y vulgaridad en el manejo de los términos académicos que, por su parte, los analistas se deleitan citando a Sartori, Habermas, Almond y Verba, Gramsci, O’ Donnel, Lechner, Laclau, etc.

Husmeo en el refrigerio para prisioneros y descubro con horror panecillos de molde cortados en trozos diagonales con una mano de margarina y un pedazo de mortadela de desperdicio.

Disparo, en mi intervención única, un bazukazo para sembrar el terror entre los panelistas que, a su vez, se ponga al servicio de mi retirada honrosa para ser reclamado cuando me ausente. Digo que se necesitan dos cosas: uno, la penalización de las promesas políticas; el candidato triunfador que no cumpla va a la cárcel y, dos, para el caso de la representación, El Estado nación, debemos terminar de desintegrarlo y tomar las decisiones políticas mayoritarias de manera inmediata a través de lo que piensa la gente, por medio de encuestas y muestreos científicos procesables en minutos que ya se pueden efectuar con la tecnología de punta (organismos, por supuesto, compuesto, además de técnicos, por personas notables, solventes e independientes) que se traducirían en actos y resoluciones rápidas. Si la mayoría de la gente tiene intenciones de votar por alguien en especial, o la mayoría de la gente expresa un favor o un repudio por algo o hacia alguien, pues tendría una traducción inmediata. George Soros, esa mala conciencia del capitalismo, decía que “el mercado vota todos los días” y sus decisiones se acatan automáticamente. Es lo mismo que estamos diciendo, pero desde el otro lado de la calle. Alzo mis manos para despedirme, más que de la audiencia, de los triangulitos indigeribles del refrigerio.

10 a.m Coloquio Género en Disputa. Lugar: Fundación Alemana. Almuerzo 2 p.m. Receso con refrigerio 3 p.m. Clausura: 6 p.m. Invita ONG 7
Con una taza de café en las manos, en medio de un conjunto de personas a los que ya no sé cómo llamar, si señoras, compañeras, mujeres, damas, señoritas, militantes… decido provocarlas expresando que todo el problema de género se debate con el problema de los travestís. ¿Son o no son? La identidad de todo se juega ahí. Somos narraciones en los discursos de los demás, como ellos lo son en los nuestros. Suelto una palabrita, descubierta en un diccionario alemán-español ofrecido a la entrada del salón de los anfitriones y del que alcanzo a hojear sólo la letra “A”. Defino lo que acabo de manifestar: auseinandersetzung. El sexo es un invento tan grande o más que el género y si es así, no hay género ni hay sexo. Todos somos ellos y ellas y las invito -- digo con desparpajo -- a todas y todos a que nos tomemos del dedo meñique y salgamos en medio de la calle a bailar una conga erótica. Me caen a palos. Y en medio de un bosque de manos solicitando intervención, me escudo para vengarme, en términos de refrigerio, del foro de donde vengo.

En el almuerzo, plato de bufete compuesto de varias salsas, arroz chino, ensalada italiana, carne a la vinagreta (solicito doble ración) y vino chileno, fraternizo con mis críticas y me hago el simpático doblando una mano y colocándome el cabello detrás de la oreja con la otra, mientras digo “niñas, en estos foros alguien tiene que hacer de abogada de las diablesas”.
6 p.m. Cine Debate Vamos, Sam, tócala otra vez. Lugar: Cinemateca Nacional. Convivio: 8 p.m. Invita ONG 8.

El que jamás ha visto Casa Blanca y me conoce, creerá que la expresión de este cine debate Sam, tócala otra vez, se refiere a la Chica de Ipanema. En todo caso, sería “Tránsito, tócala de nuevo”. El maestro Tránsito Gutiérrez, que no podía verme entrar en los bares donde trabajaba porque recibía al borracho alegre que era yo entonces, con mi himno eterno y obligaba a ponerse de pie a los parroquianos para que se presentaran ante el Rey del bossa nova. Cansado del duro día tres, sólo asisto por el convivio y echo de menos a Ramiro Argüello, Franklin Caldera y todos los viejos monstruos con los que aprendí cine crítico del bueno, en los suplementos literarios de los periódicos de mi juventud.

Han sido tres días de comida abundante, balanceada, exquisita y, sobre todo, gratuita. El precio: escandalizar a ONG' s, adular al gobierno y, la cosa más fácil del mundo, criticar partidos políticos. Los otros dos días que restan de la semana ordinaria, los ocuparé para calendarizar visitas, llamadas y correos a los que me facilitaron sus tarjetas. Producto de la fatiga de este oficio, estoy claro que me debo el descanso, sagrado, del fin de semana.

A fin de cuentas, lo que tienen de común todos estos foros, es una pregunta que se hacen al final, pero que soy yo quien la digo siempre de primero, cuando quiero que el refrigerio se sirva de inmediato o calculando la hora del almuerzo: Muy bien todo, pero entonces ¿qué hacer para salir de esta situación? Sé que la acción es la preocupación de toda esta fauna. Y terminan siempre por donde ellos mismos empiezan sin darse cuenta: por las recomendaciones que después hacemos.
Ahora debo una confesión. No soy Freddy Quezada, sino que solicité permiso al verdadero, enemigo y denunciador de estas actividades que ha definido como "invento de vividores" para, en su nombre, revelarlo todo y convencerlo de que son buenos consejos para que nuestros mutuos compañeros desempleados, que son muchos, puedan al menos sobrevivir. Pudo más en este rudo, con un gran corazón oculto como todos ellos, el amor por sus amigos en desgracia que su odio a todo tipo de discurso. El servicio que me ha prestado lo demuestra. Gracias, Freddy. Por la positiva, es de agradecerse, te damos la razón.
– Hay refrigerio para estas bellas palabras?

Thursday, December 01, 2005

El Güegüense y las identidades en Nicaragua


Por Freddy Quezada

De Francia, sólo recuerdo a una señora de edad, parecida a esa figura que usaba en sus filminas la Alianza Francesa hace años, para representar a la dueña de los apartamentos donde vivían Pierre Bertin y Michelle Deschamps, los dos jóvenes con los que uno aprende a decir las expresiones más comunes: bon jour, au revoir, j´ te aime, etc. La señora, regaba agua sucia en una calle de París, exactamente como en los barrios pobres de Managua. Creo que fue Julio Cortázar el que definió al realismo mágico como si al doblar la esquina de una ciudad, sin sobresaltos, uno se encontrara en otra.

Ahora que la UNESCO declaró como patrimonio universal oral al baile sainete El Macho Ratón, en Nicaragua se ha producido algo muy curioso cuya dinámica también es advertible en otras ramas de saberes. Nos sentimos más nicaragüenses porque nos reconoce una entidad internacional. ¿Tenemos que sentirnos más nicaragüenses porque la UNESCO lo diga? Si lo sentimos es porque las identidades tienen un componente de poder en manos de los "otros" que lo pueden construir, determinar o influir. Supongo que es algo parecido a lo que cuentan los escritores del boom cuando dicen que fue en Francia donde maduraron su lucidez y conciencia latinoamericana, como yo encontré la mía por medio del agua sucia de una madame.

A veces necesitamos perder algo para recuperarlo. Lógica algo absurda cuando se intenta pasarla a otros campos.

La identidad de los nicaragüenses no es la del güegüense (con "c" o con "s", qué diablos importa!!!). Es un símbolo instituyente que sirve para muchas cosas. Su aspiración a canon identitario nacional es fruto de otras épocas. Erick Blandón en su estupendo estudio (El Barroco Descalzo) lo descontruye (mi comentario), pero el reconocimiento de la UNESCO es la típica rivalidad entre la academia y el poder. Si ya lo mencionan poco, menos que mencionarán el trabajo de Blandón de aquí en lo sucesivo. Será marginado y sepultado por miles de otros estudios (los ingenieros de canon, me ahorro nombres, ya están preparando sus consultorías y frotándose las manos para el negocio) que ayudarán hacernos creer lo que insinúa la UNESCO, que nosotros nos parecemos al símbolo, como las películas, las telenovelas y las noticias ya no son el reflejo de la realidad, sino nosotros el de ellas.

Como el concepto "pobre" (un categoría bíblica) que el BM, el FMI, la ONU, el PNUD y otros, le impusieron a nuestros centros más prestigiosos de investigación que antes usaban otros más finos y aproximados (CEPAL, FLACSO, en menor medida y con resistencias débiles la CLACSO, etc) y por extensión a nuestras universidades y a nuestros intelectuales. Así funcionan las cosas hoy. Así han funcionado siempre realmente. Sólo que hasta ahora nos enteramos.
El nicaragüense es una composición múltiple, pero también todas la nacionalidades del mundo lo son. No sólo "nosotros" (estas comillas ya son lazos débiles que reclaman no sólo delimitación de territorios, parentesco, habla y valores) somos los hipócritas y malhablados. Los hay en cualquier sitio. Entonces no hay diferencias porque está en todos lados. (Sabiduría taoista: si lo negro y lo blanco, en el yin yan, está en ambos lados, quiere decir que no hay dos lados, sino uno solo, cuya diferencia es de cantidad, que no lo vemos). En realidad, el derecho de la diferencia es el consumo.

Probablemente yo como nicaragüense comparta muchos más valores con los costarricenses que con algunas comunidades originarias de mi propio pais como los miskitos (sobre todo con aquella corriente que ya tiene hasta una constitución con sus preceptos y ley orgánica para el día que se separen). O que los afrocaribeños "nuestros" se sientan más solidarios con los afroamericanos de EEUU y con los criollos de Puerto Limón, en Costa Rica, que con mestizos como yo.

"Lo que llamamos 'mestizo' -- nos dice un antropólogo latinoamericanono -- no es a menudo más que un indio que se niega o no se asume como tal, en virtud del estigma que pesa sobre su identidad y la discriminación que él mismo conlleva. Darcy Ribeiro afirma... que nosotros surgimos de una negación, de la desindianización del indígena, de la desafricanización del negro y hasta de la deseuropeización del europeo..." A lo mejor, por esto último, agregaría yo, es que "sentimos" (básicamente la clase media) que nos falta algo, que carecemos de algo, que debemos buscar hacia arriba y hacia afuera algo que precisamente es lo que ya tenemos.

La situación recuerda esa expresión de Fredrick Jameson sobre el "candor y la inocencia" que él cree mirar en las obras de García Márquez que le recuerdan al pasado de su propio país, el mismo, para regresarle el cumplido a este caballero revolucionario, que nosotros advertimos en las de Noam Chomsky, en las que miramos el "candor y la inocencia" que recuerdan al Lenin duro del "Imperialismo fase superior del capitalismo".

El mismo "indio" que los europeos y los norteamericanos ocupan para borrar las diferencias internas entre ellos, es la ocupamos también nosotros al llamarlos "euronorteamericanos", sin advertir que hay varias Europas y que la cultura estadounidense también son múltiples y entre ellas, a veces, se detestan. Definitivamente el dolor (la narración que busca liberarse de su propia caída) no es más que el placer (el instante eterno) cuando se hace historia a la manera occidental.

Ciertamente hay conflicto de valores identitarios. ¿Son rígidos o flexibles? ¿Cuál de ellos es el dominante? ¿Cuál de ellos me informa, determina y condiciona? ¿O cuál es el que derrota con más facilidad a los demás? Hay travestis que son "mujeres". La comilla aquí significa el misterio del ser, porque no tienen ninguna diferencia a excepción del sexo, que no tiene la menor importancia para estos casos. Es curioso que en los casos “normales”, el género está condicionado culturalmente por el sexo, pero cuando es al revés, en el caso de los travestís, nos damos cuenta que no cuenta. Es muy posible que el sexo, también, sea un invento.

Hay culturas donde es má importante diferenciar a las personas por la edad que por el género (donde hay hasta cinco tipos). Hubo razones de poder en nuestra cultura para que fuera el sexo y no el tipo de sangre (biológicamente más diferenciador; hoy seríamos algo así como seis tipos de personas), por ejemplo, lo más distinguidor, por decirlo así.
La identidad es una máscara de la nada, ese crimen perfecto sobre la realidad de la que todos somos cómplices, porque no nos decimos que el más perfecto de los crímenes es el que no se comete. Cuando decimos que no hay identidades, no somos verdugos, ni desenmascaradores, sencillamente nos asumimos como la nada de la nada. Los hindúes le llaman a toda esa danza de la identidad una "maya", una ilusión.

La pregunta sobre la identidad es la pregunta sobre el "yo" o los "yoes". Y su vinculación con el deseo (a través de la publicidad) hace converger la temática "occidental" con la "oriental". Hace poco me sorprendió la expresión de un estrella de cine, deprimida por el tedio de sus triunfos, que confesaba tenerlo todo, pero le hacía falta, ahora, no tenerlo, para conseguirlo de nuevo. Del mismo modo, el que no tiene nada, ignora que lo tiene todo; al empezar a buscarlo, lo pierde, el cretino. El precio de toda conciencia es la escisión del sí mismo, que produce la ilusión. Esta operación es lo que separa al uno del uno; al sí mismo del sí mismo. A Shiva de Brahman. Como pueden ver, donde empieza su historia (el relato de una caída) "Occidente", termina "Oriente" la suya. Aquel abre lo que este ha cerrado para siempre.

Entre comillas, occidental y oriental, porque están en ambos lados. Y si una se ha impuesto a la otra es por puras razones de poder. No hay sabiduría "oriental", como nos ha hecho creer Occidente con su complejo de culpa de haber colonizado sus tierras de origen y su arrepentimiento de haber rebajado a "sabiduría" lo que nunca quiso llamarle ciencia como a la suya. Ni el "Oriente", es lo que imaginamos de él. Son tan occidentales como el que más. Krishnamurti supo ver tan bien esto, y no hay que confundirlo con el universalismo eurocéntrico de la Ilustración cuando decía que la identidad es separadora, que aún no entiendo cómo nadie ha recogido sus lecciones. “Trazamos un círculo alrededor de nosotros: un círculo alrededor de uno mismo y un círculo alrededor de los demás. Habiendo trazado el círculo -- sea el círculo del `mí´ y del `tú´, o el de la familia, o el de la nación, o el de la fórmula de dogmas y creencias religiosas, o el círculo del conocimiento que uno teje a su alrededor -- estos círculos nos dividen”.
El güegüense puede ser entendido como Don Quijote, por lo viejo, no por lo "nica", como ahora nos distinguen los "ticos" (ya llegará el día a que estos últimos también los distingamos de los costaricenses por sus niveles culturales). Más por su astucia que por su hipocresía; por sus estrategias de venta que por sus ofensas; por su humor que por sus trampas; por su rebeldía que por su veneno; por su sabiduría que por su nacionalidad. Detrás de la máscara del güegüense, por supuesto, hay un anciano que, a su vez, está detrás otro (sus ancestros concretos). Pero hoy su rostro ya no lo podemos ver como es, porque “otros” precisamente nos han dicho que es un mestizo o un indio que reniega de sí mismo. El verdadero ha desaparecido y ha ido a reunirse con el que no existe, y como ironía al cerrar un trabajo como este, para cubrir un rostro que ya no tiene.

Tuesday, November 29, 2005

Un día en la oficina


Por Freddy Quezada

Como en el "Dia de la Marmota", esa joya del cine con Bill Murray y Andie Mc Dowell, me levanto todos los días a hacer lo mismo. Me desperezo, sintonizo La Joya FM, arreglo mi cama, pongo en orden mi ropa del día sobre ella de menor a mayor: calcetines, reloj, desodorante, talco para los pies y pañuelo, para ir a la ducha y, al regresar, ponerme todo lo ordenado. (En este paréntesis no puedo contar tantas cosas que ellas en sí mismas son grandes relatos, no porque hay algo de espectacular, sino porque no les doy importancia, por ejemplo, guiñarle los bigotes al gato). Bebo mi café con pan untado de margarina, mientras leo el periódico del día y mi libro de turno (confesión para pasto de las feministas, mi mamá me lo pone). Cepillo mis dientes (los dos delanteros están apunto de caerse), me rocío colonia (una granada de pedos, les digo a mis sobrinos para evitar que la usen) y salgo a tomar el autobus que dura exactamente una hora para llevarme a mi destino.

En el trayecto, viaje que otro día relataré, pues tiene también su propio universo, (otro paréntesis digno de un Ulyses como el de Joyce; recuerdan aquella frase de Dedalus --el artista-- a Bloom --el científico--, ¿cuál de los dos, Aristóteles o Platón, me expulsará de su República?) usualmente dispongo de asiento para pensar y reflexionar durante toda una hora. Al llegar a la Universidad donde está mi centro de trabajo, reviso mi correo electrónico, generalmente novedades de libros electrónicos, preguntas de profesores e intelectuales sobre algunos de mis ensayos, busco rabiosamente una taza de café, escribo algunas notas sobre la investigación que efectúo en el momento y también emborrono algunas cuartillas con mis artículos para los periódicos universitarios y nacionales. Leo mis carpetas favoritas y visito las bibliotecas virtuales más variadas.

Saludo a mis compañeros y compañeras de oficina. Cada quien en su sitio, leyendo, escribiendo e investigando, el director en su oficina, alguien que aún no logra distinguir cuándo una persona teme y cuando desprecia, del mismo modo que no diferencia al griego del miskito, formula proyectos y coordina; la secretaria nuestra lo auxilia. Las dos investigadoras, una senior, cuyo oficio más célebre es hablar de los demás, siempre aconsejando todo lo contario de lo que hace, sin aprender de las consecuencias negativas que se le devuelven y que le incapacitan de reconocerse como víctima de las mismas; (en este momento vuela una cucaracha que no aplasto con el zapato sólo porque amo a los animales) y otra junior, mujer inteligente, desgarrada entre la sociología y el derecho, trabajan en sus respectivos temas, consultando hipótesis, intercambiando ideas y bibliografías. (Parezco una niña recitando su lección aprendida de maestra de primaria o uno de esos ventríloquos en rodillas de artista pobre, narrando lugares comunes para descargar un chiste barato). Todos, a su vez, viéndome a mí como un cínico y un canalla. Ofensa que, orgullosamente, siempre tomo como un cumplido.
Después de 300 tazas de café, y algunas sandeces que he escrito, así como notas insípidas de mis investigaciones, me preparo para almorzar solo en el comedor de los trabajadores, donde me llevo al parquecito, como un tesoro nacional robado, el postre, generalmente un dulce para disfrutarlo debajo de las acacias, donde le doy vuelta a mis pulgares, mientras oigo las conversaciones de los jóvenes universitarios (otro paréntesis digno de varias historias).
De regreso, continúo encadenado a la misma rutina, sólo interrumpida por "Panchita" que llega a ofrecer el pan simple y delicioso de las tardes. Al terminar la faena, inicio el viajo de regreso (no hay Marion Bloom que me espere ya) en este túnel de 24 horas y no sé porque recuerdo a Leopoldo Bloom (según lo narra Joyce) cuando viaja por barberías, prostíbulos, callejuelas, templos, teatros, antes de llegar al sitio preciso de donde partió. Mientras tanto yo escribo toda esta paja con el único propósito de probar cómo se mira una caricatura de Condorito, que lo dice todo de mí, en esta página de mierda, que me distrae un rato. Plop !!!!

Sunday, November 20, 2005

EL INFIERNO DE LOS EXCLUIDOS



Por Freddy Quezada
Releyendo a Fernando Mires (Discurso de la miseria), del que he tomado algunas de las ideas abajo detalladas, he pensado cuánto de audaces tenían los pensadores entre la caída del Muro de Berlín y la de las Torres Gemelas. Se puso en duda todo. Incluso lo más intocable en nuestra cultura: la ciencia. Por algún lado a esto le llamé interregno postimperialista. Verdaderamente atrevidos, visto desde hoy donde hay más reposo, más calma, más ilusión de firmeza y en que vuelven a cobrar, otra vez como manía de la memoria, las costumbres o el vicio, los mismos despotismos y autoritarismo de siempre.

Mi buen amigo Mires, critica y desconstruye toda las miserias de nuestra sociología del desarrollo. Dice algo que es muy cierto: las propuestas, elecciones y construcciones de los actores sociales como eje de una esquema responde, más que a racionalidades científicas, a factores de poder, cultura e imposiciones por la vía seductora y demostrativa de las ciencias. Algo parecido digo en mi obra El Pensamiento contemporáneo cuando pongo en duda que América Latina exista y que los “pobres” sean un concepto útil.

Así, la economía de cierto modo es la que origina al resto de las ciencias sociales que empieza a dominar el horizonte cuando se nos impone, y la hacemos nuestra, la modernización, el progreso, el desarrollo, la industrialización y ahora el desarrollo sostenible.

A un esquema especifico responde la colocación de los distintos actores que van desde la integración cultural en los recién nacidos estados latinoamericanos (donde lo fundamental es “civilizar” a los bárbaros que son los indígenas y otros sectores diferentes) hasta los modelos en que el Estado nación es el eje, incorporando a la masas campesinas (con el modelo hacia afuera) y después a los sectores urbanos por medio de lo esquemas de la industrialización sustitutiva (obreros y pobres urbanos).

Después del derrumbe del socialismo y la crisis del Estado, vendrían los "otros", los diferentes, incluyendo a los sectores por donde comenzó todo: las etnias. El círculo se cierra.

Cada esquema produjo por medio de intelectuales, universidades, iglesias, institutos de investigación, partidos, Estado, ONG`s y medios de comunicación, sus propios excluidos, marginados, informalizados, desintegrados y diferenciados. Es clave identificar la centralidad del esquema defendido o censurado para ver el lugar que ocupan los marginados de turno.
Por ejemplo, los grupos autóctonos fueron eliminados primero, mestizados luego o “integrados” después, presentando un discurso civilizador francófilo o anglófilo deseable, soportado por una oligarquía criolla desde un Estado patrimonialista, vertical y excluyente.
A continuación, los modelos desarrollistas crearán como entorpecedores de la modernización, siempre con la colaboración de poderes y saberes ilustrados, al campesinado (en el tiempo) y a los pobres urbanos (en el espacio) como los marginados típicos que, otros esquemas, sin perjuicio de compartir con ellos los mismos valores desarrollistas, les atribuirían características prometeicas y redentoras.
Luego, con el derrumbe del socialismo, la marginalización se trasladará, producto de los esquema neoliberales, “dentro” del sistema, hasta determinar al sector informal que, de nuevo, otras corrientes le encontrarían virtudes empresariales y mesiánicas, como fruto de la desintegración de un Estado populista, el arrojo de miles al desempleo (estos serán los nuevos “pobres”) y la búsqueda de estrategias de sobre vivencia.
Simultáneamente, dos corrientes opuestas rivalizarán al determinar, la escéptica, que dominan el escenario una desintegración de todos los sectores sociales, en una especie de ley de la selva, buscando de nuevo en el Estado a un salvador y, otra, la optimista, que buscará las luces de nuevos movimientos sociales que la mantendrán esperanzada en una lógica de cambios. Ambas, a pesar de su oposición, coincidirán en la autonomía de los actores sociales.
Por último, una corriente que acepta un orden globalizante y neoliberal, pero que lo desafía desde actores “diferentes” (explotados, invisibilizados, oprimidos, excluidos, marginados e informalizados) que reclamarán derechos dentro de lógicas de consensos y diálogos articuladores de diferencias.
Todos estos paradigmas están fuertemente condicionados por modelos económicos (la tradición la inicia la
CEPAL), de aquí que los economistas se conviertan en los directores de las políticas públicas que las demás ciencias sociales y jurídicas (antropología, sociología, política, historia, psicología social, derecho, ciencias de la comunicación, etc.) se limitarán a auxiliar y en muchos casos a construir, con el permiso o no de ellos, a los personajes centrales y marginales de los esquemas.
Los cuatro modelos
A excepción del último, de los abajo detallados, debilitado porque lleva un apellido que se cree correctivo, todos están profundamente condicionados por un sentido último, evolucionista y ascendente de desarrollo. Hay una línea que se abre con los “indígenas y pobres” y se cierra con ellos, pasando por los campesinos, obreros, pobres urbanos, las mujeres y, hasta donde vamos, la ecología, la niñez, el trabajador informal y, otra vez, los grupos étnicos y los “pobres”.
Prácticamente el viaje de los “marginados” (esas construcciones redentoras y salvíficas de los ilustrados) va de una cultura integradora y homogenizante (desde un Estado centralista y autoritario) a una cultura diferenciadora y negociadora (desde una sociedad civil y un mercado fuertes).
Antes, en el siglo XIX, era el “deber” de “indígenas y pobres” ser modernos y ciudadanos; ahora el de los mismo actores (“étnicos y pobres”) es el de exigir, en virtud de sus derechos, ser ciudadanos plenos y respetados en su diferencia e identidad asumidas.
Los “pobres”, ese viejo concepto premoderno, que han puesto a circular de nuevo los grandes centros de investigaciones mundiales y regionales, por no contradecir a las IFIS que los financian, vuelven a tener peso y efecto de verdad. Más todavía, colaboran para aplicar y evaluar sus estrategias, con siglas (ERPP) que les deben recordar las siglas de las viejas organizaciones guerrilleras de donde proceden algunos o con las que simpatizaron antes.
a) la cultural con la integración de los “indios”. Va desde la independencia de nuestros países hasta mediados del siglo XIX. Centralidad: “civilización” oligarca-moderna. México es el modelo. Estado vs. Comunidades indígenas. Marginado clave: las “comunidades originarias”.
b) la desarrollista hacia fuera. Va desde inicios del siglo XX hasta después de la Primera Guerra Mundial. Centralidad: la integración de los campesinos. Los países grandes de Sudamérica son los ejemplos de relieve. Estado vs. Campo. Marginado Clave: sectores agrarios bajos.
c) la desarrollista hacia adentro. Va desde la década los 30 hasta los setenta. Centralidad: industrialización, asimilando a obreros y pobres urbanos. Estado vs. Ciudad. Marginado clave: los trabajadores y pobres urbanos.
d) la desarrollista sostenible. Después de la década perdida, época del cobro de la factura de los Estados desarrollistas. Centralidad: Leyes del mercado y respeto a las diferencias. Estado vs. Sociedad civil vs. Mercado. Marginados claves: los/as “otros/as” diferentes.

Todos los modelos han pendulado entre una rivalidad y una complementariedad que es la que ocasiona sus propios excluidos y marginados.

Cuando nació el Estado moderno lo que hubo fue una rivalidad inter -- oligárquica que expulsó o instrumentalizó a comunidades originarias, campesinos, afroamericanos y mestizos. Le siguió un Estado sustitutivo de importaciones pretendido por una burguesía nacional débil, una clase media pequeña o unos militares reformistas o no, generando fuera del esquema, a campesinos, trabajadores y pobres urbanos que a veces los desafiaban.

Por último, el actual Estado, pequeño y débil, busca un desarrollo sostenible, y se apoya en un empresariado competitivo sin grandes rivales. El pleno empleo, columna lumbar de una sociedad ideal con una mayoría trabajadora formal percibiendo ingresos periódicos y regulares, protegida por una legislación laboral justa en ciudades más o menos planificadas, se admitió, con la flexiblización del trabajo, como imposible. Las exclusiones llegan desde una economía neoliberal que expulsa a grandes sectores sin ingresos, presionando por servicios básicos (agua, luz y viviendas en ciudades caóticas) y públicos (salud y educación privatizadas), pero que los mantiene como ejército de reserva de consumo a través de la televisión y la publicidad y muchos de estos mantienen la acción en movimientos sociales y exigencia de derechos como actores múltiples. Así, pues, entre la economía, el derecho y la publicidad, se tejen las estrategias de poder y sobrevivencia de todos los sectores sociales (donde los marginados al menos pueden decir que tienen derechos) y está claro también que los poderes llegan de afuera (IFIS) y de arriba (Estado).

Thursday, November 17, 2005

Apostillas al mayo "negro" francés




APOSTILLAS AL MAYO “NEGRO” FRANCÉS

Por Freddy Quezada


Leopoldo Zea
J.C. Mariátegui

He recibido varias reacciones en este blog, de parte de estudiantes, profesores universitarios e intelectuales latinoamericanos, a propósito de mis apreciaciones sobre los disturbios en Francia. Las reacciones giran alrededor de si hay o no cabida para los latinoamericanos en los paradigmas clásicos que mencionaba para leer, y combinar a placer, la situación en Francia, en particular, y en Europa en general.

En efecto, debo un suplemento a los lectores sobre el mayo "negro" francés. Cuando hablé de los tres dúos (Sartre/Fanon, Williams/Hall y Foucault/Said) vacilé si incluir un cuarto por dos razones: una, que tenía a la vista dos juegos (Hegel/Zea y Sorel/Mariátegui); dos, que por ser latinoamericanos los términos subordinados de la ecuación, me pregunté si no era mejor trabajarlo de manera independiente, visto que soy y trabajo en un centro latinoamericanista (CIELAC/UPOLI). A como sea, estas notas, por la importancia de los autores y la procedencia de quien los cita, debían convertirse en un artículo aparte.

Puesto a elegir, por preferencias personales, opto por el dúo George Sorel y José Carlos Mariátegui. Quizás porque es más radical que las concepciones del maestro Leopoldo Zea, tributarias de un hegelianismo debilitado por su traducción ortegagassetiana y de José Gaos. Sin duda, el mérito del filósofo mexicano fue alertar siempre y deconstruir, como se dice ahora, el eurocentrismo por medio de la diferencia cultural y la relación con los tiempos de la cultura americana que debía ser asuntiva de su pasado.

El peruano, en cambio, quiso combinar la fuerza del mito soreliano con el peso y el poder de los indígenas reales en la América profunda. No hay otro autor latinoamericano que haya puesto más empeño en esta tarea que Mariátegui.

El discurso maestro de Zea se puede resumir así: asumir nuestro pasado para enfrentar el futuro, resolviendo nuestros propios problemas y, de ese modo, encontrar la autenticidad como la clave de una filosofía que se hará universal.

Mariátegui, por su parte, extrae su poesía de nuestro pasado (las comunas incaicas) y lo hace desear como nuestro futuro con la fuerza de los mitos, en los términos que los concibió Sorel. Parece ser que la clave de ambos pensadores está en la memoria de nuestros países, del peso de la cultura popular por encima de la clase ilustrada (a pesar de pertenecer a ella). Cómo recordamos nuestro pasado, cómo construimos nuestras heridas y humillaciones.

Pero el sentido en verdad es que, nos resistamos o no, seguimos dándole vueltas al mismo asunto de siempre: la identidad. Originales o no, auténticos o no, híbridos o no, seguimos poniéndonos de acuerdo o no, como ilustrados. Desde el marxismo fácil y “religioso” (ese que con cuatro claves simples nos bastaba no sólo para comprender el mundo sino para salvarlo), el único que pudo admitir la intelectualidad de izquierda latinoamericana, fue por el que nos partimos el alma para redimir a los pobres del mundo. Ya tarde, sabríamos que era una de las peores copias que hemos hecho. Luego vendrían otros, cuya novedad sería ocultar sus autores fuentes (Barbero con Weber; Laclau con los postmodernos; García Canclini con Bahba; Mignolo con Said; Richards con Spivak, etc). Y no es ningún pecado hacerlo, desde el punto de vista gadameriano, incluso es inevitable y necesario. Nadie de los autores contemporáneos que conozco, a excepción de Krishanmurti, Wittgenstein y Cioran, deja de citar a otros autores, a favor o en contra, para apoyar lo que dice.

Pero detrás de la máscara que usa la clase ilustrada latinoamericana (esa que Angel Rama denunció en sus afanes de control), seguimos girando en el vacío, evitándolo, sin dejarnos fascinar por él. Sabemos escribir en la lengua de los que responsabilizamos de nuestro dolor; pensamos, aún en contra de sus sistemas y valores, como nos enseñaron ellos. Nos enseñaron hasta cómo deberíamos maldecirlos, criticarlos y superarlos (probablemente el secreto de su éxito). Aún hoy, los latinoamericanistas europeos, gozan leyendo a los pensadores latinoamericanos criticando al eurocentrismo y se aburren cuando empiezan a repetir lo que ellos creen saber mejor. Hans Schelkshorn, por ejemplo, a propósito de Crítica de la razón Latinoamericana del postoccidental Santiago Castro-Gómez, dice: “Un punto fuerte de la filosofía latinoamericana, que yo como europeo siempre he admirado, ha sido la relectura crítica y distanciada de la filosofía europea desde la perspectiva de los mundos de la experiencia (Erfahrungswelten) latinoamericana. Esto extraño yo en la recepción que sin ninguna mediación hace Castro-Gómez del postmodernismo europeo”.

Pasa que es la clase media, culta, ilustrada, pequeña y esquizofrénica, la que como el perro, quiere morderse la cola. Es ella la que lucha consigo misma. Los otros actores sociales, los reales, fuera de ella, no los que la ilustración se hace a su medida, no se pueden conocer. Porque lo que conocemos es lo que nos imaginamos de ellos. Sólo sabemos nuestra equivocación cuando nos desobedecen o nos sorprenden, exactamente como los chicos de Francia.

A nuestra clase media tal vez les falte un sentido de responsabilidad ("cada cosa que hagamos tendrá consecuencias para los demás y para uno mismo"), pero no en el sentido de Weber, que la rebaja a una ética por el temor del mañana, sino como actitud, como la aconseja el Buda. También le falta el riesgo, pero no el del capitalismo cimarrón, y que parece contradecir a la responsabilidad, pero que en verdad la complementa. Hay que derrotar a los imaginarios que se nos imponen, y que nosotros mismos asumimos como verdad performativa, con el riesgo. No dejarnos llevar por la superficie, la imagen, el concepto, la memoria, el pasado, lo conocido. No conocemos quiénes son realmente los representados por los imaginarios. Con el riesgo (puede ser o no ser) asumimos las consecuencias de lo que sea. Pero si ya es imposible convencer a la sociedad que su camino no es la acción, pues vayamos hasta las últimas consecuencias con ella y decidamos de una vez por todas arriesgarnos a equivocarnos, también, en grande. ¿De todas maneras, no es lo mismo que venimos haciendo desde siempre?

Monday, November 14, 2005

¿Un "Mayo negro" o un "Octubre rojo" en Francia?


¿El "Mayo negro" o el “Octubre rojo” francés?

Por Freddy Quezada (http://freddyquezada.blogspot.com)

Francia, es de las pocas naciones occidentales que no puede darse el lujo, desde la esfera pública, de ser impune con las palabras. Por algo fue en un tiempo la patria de los artistas. Balzac advirtió que en Francia una mala palabra puede desencadenar una revolución. El sans culotte de ayer es el racaille de hoy. Ya los sociólogos empiezan a decir sandeces y probablemente, con este artículo, yo los siga en ellas. Goff dice que "esta rebelión no es tan bella como la del 68", como si los fenómenos sociales fuesen pinturas; Wieviorka sale con lugares comunes, como "el sistema ha fracasado", (sí y también todos tenemos un culo); Touraine nos dice sorprendido con ese tono de bodeville, como el empleado por los payasitos en los buses de Managua, que “no tienen voz”; Baudrillard, al menos, espero que salga con otros de sus disparates creativos. Y los demás, antropólogos, cultorólogos y subalternistas, están callados (no los he leído en los grandes diarios aún), pero ya nos van a inundar con sus libros y charlatanerías de especialistas.

Este "mayo negro" francés -- especie de mayo del 68 “patas arriba”-- (aunque en verdad estamos en un callejón sin salida, al no poderle decir tampoco “octubre rojo” porque también ese llegó antes), me sorprendió mientras exploro en una investigación, el separatismo (otra mala palabra) en nuestra Costa Caribe.

El asunto tiene mucho que ver con la discusión entre la multiculturalidad y la interculturalidad, tal como hoy se establece entre círculos muy especializados de estudiosos de la cultura. La multiculturalidad es una categoría, tanto antropológica como operativa, proveniente de la sociedad estadounidense y que se ha convertido con lo políticamente correcto en un respeto de las culturas subalternas, pero mantenidos dentro de sí mismas y haciendo de sus diferencias una virtud. En cambio, la interculturalidad es más retroalimentaria y más flexible en las definiciones de sus identidades. Así, estas investigaciones además de vérselas con la identidad y la cultura tienen que ver también con las migraciones.

Como lo dije en otro lado (http://www.geocities.com/Athens/Pantheon/4255/lafea.html) la migración es lo verdaderamente otro de la globalización. La diferencia en el sentido derridiano, la cultura de los antropólogos norteamericanos de la última hora, los estudiosos de la cultura, subalterna o no, tienen que encontrarse en su expresión práctica con la migración de los países postcoloniales en las metrópolis. Y por supuesto en sus consecuencias para la estabilidad política de los sistemas huéspedes. Pero todos estos estudios ¿no es un contrasentido que se ocupen para apagar el fuego? ¿Han terminado por servir a quienes vienen de odiar y de no permitirles que los usen?

He sido testigo de todo esta conmoción en esa Francia que todo latinoamericano admira, envidia, ama y odia, sin mayores desgarramientos. En el mismo momento, la opinión pública nicaragüense miraba impávida y horrorizada como dos perros destrozaban a vista y paciencia de la policía costarricense a un emigrante originario de nuestro país. Verdaderas bombas molotov en manos de los medios de comunicación. Con todos estos elementos encima, uno parece sentirse como aquellos nihilistas rusos de finales del siglo XIX o los terroristas islámicos de hoy: cargado de dinamita que en cualquier momento puede explotar y levantar por los aires a quienes se encuentren cerca.

Lo primero que se me vino a la memoria (ya lo ven, es inevitable este veneno) son tres paradigmas que se pueden usar para leer la situación y combinarse al gusto: 1. El del dúo Jean Paul Sartre y Franz Fanon. 2. El de Raymond Williams y Stuart Hall y 3. El de Michel Foucault y Edward Said. Todos son parecidos, porque combinan a un intelectual metropolitano, maestro y solidario con las concepciones de los otros, provenientes de las excolonias. Pero al mismo tiempo, todos son diferentes.

El uno es la protesta del colonizado, pero en los términos y valores de los colonizadores. Son fundamentalmente emancipadores dentro de las categorías universales impuesta por la cultura occidental. Exigen los mismos derechos que les enseñaron los metropolitanos (a los que reconocen con justicia como hipócritas y elitistas) pero desde su condición de subalternos, claros de la asimetría y la violencia de la marginación. ¿Recuerdan el bello prólogo de Sartre a la obra “Los condenados de la Tierra”?

El segundo dúo, más académico, pero igual de emancipador que el primero, prestó mucha atención, desde una perspectiva gramsciana muy rica, precisamente, a la cultura de los grupos subalternos (obreros y mujeres) y en especial a aquellos de países que fueron colonias de las metrópolis. Todavía hoy, Stuart Hall (de origen jamaiquino) es un icono vivo de esta corriente.

Y el último, se decanta por el lado del silencio, la resistencia sin rostro, la "rediatización" (hay que recordar que los chicos usaron celulares para coordinarse) y no hay dirigencia que se atribuya los hechos. No desear ser representados ha pasado a ser una virtud; no tener voz, un arma y no proponer discursos ni utopías, un mérito. Algo que se imaginó Michel Foucault con sus resistencias en forma de redes frente al poder y Edward Said, como el silencio de los subalternos como instrumento de lucha. Esta lectura presenta estas violencias como quiebres profundos de los valores modernos, occidentales y técnicos. No se persiguen utopías, ni estos autores la proponen, y se hace creer que es una estética de la violencia generada por el mismo sistema que no reconoce sus miserias.

Hace cerca de 5 años, a propósito de los jóvenes apáticos de mi país, escribí en (http://www.geocities.com/Athens/Pantheon/4255/aquiles.html) "Esta época es especial porque ahora los jóvenes no son creyentes, son poco solidarios, individuos que buscan agotarse en los viajes y la diversión continua. No saben lo que quieren ni lo que buscan. O lo saben muy bien, pero no quieren decirlo a los adultos. Quizás porque quieran sorprendernos una buena mañana, como en mayo de 1968 en París, con una locura para asombrar al mundo e inaugurar una nueva época rica en sentido y espiritualidad… ¿Son ellos los que corren de un lado para otro, como conejitos, preparándonos la sorpresa? ¿Tendremos suficientes cejas para asombrarnos?".

No hay, desde luego, espiritualidades en las llamas que ardieron en París y en las otras ciudades, pero hay calor para ellas. Sólo que, esta vez, no hay que volver a confundir las refulgencias de las hogueras con los resplandores de la aurora.

[1] Investigador de CIELAC/UPOLI

Saturday, November 12, 2005

El ULITEO (el espacio de nadie "Ulises" y de todos "Proteo")

La Chica de Ipanema

EL ULITEO

ULITEO LA PAGINA DE NADIE (ULISES) Y DE TODOS (PROTEO)

Todos sabemos que, alguna vez, Ulises, el héroe homérico, para salvar su vida se denominó "nadie" y que Proteo era un dios menor cuya facultad consistía en convertirse en cualquier cosa, animal o persona. Una unión de ambos nos generó un nuevo sujeto que hemos llamado ULITEO para bautizar así esta página. Es decir, una página de nadie y de todos.

Esta página aborda temas de actualidad sobre postmodernismos, las teorías del caos, la globalización y las distintas lecturas nihilistas que se están efectuando desde distintas tradiciones occidentales y orientales. Pero también incluimos una sección miscelánea, que esperamos les agrade.

El Sistema y yo



EL SISTEMA Y YO

Por Freddy Quezada

En una fiesta de disfraces, el sistema -- sabiendo todos que no tiene rostro -- es aquel que llega vestido de espejo. Tal atuendo nos hace sentir, al platicar con él, que estamos con nosotros mismos, incluso cuando le enseñamos el puño y le escondemos nuestros sueños. En este sentido, Matrix (el simulacro) es una vulgar máscara de Sphere (la seducción) ese pésimo film (con Dustin Hoffman, Sharon Stone y Samuel Jackson) que no se quiso maestro, acaso a propósito.


Sé que este título, recuerda a dos españoles que nada tuvieron que ver el uno con el otro, aunque ambos vivieron más o menos por la misma época. El autor de “Platero y yo” y el filósofo del “Yo y mis circunstancias”. El creador de un burrito dulce que acompaña siempre al protagonista en sus aventuras y el pensador preocupado por la conciencia y libertades del individuo frente a un marco correlativo que lo condiciona y desafía. Pero si les debo algo, fuera de la parentela del nombre, está en mi memoria y no sé si estas reflexiones los reencuentren en la pesadilla viscosa de las que les hablaré hoy.

Las circunstancias no pueden cambiar y uno quedar permanente. O cambian ambas o no cambia ninguna. O, paradojas de moda, al cambiar ambas no cambia ninguna, porque la conciencia, para existir, necesita que solo una no cambie para que la otra la mire, mida, explique, comprenda y controle. Pero esta es la ilusión que mueve todo. Es el burrito que se deja engañar por la zanahoria en la noria. Es como si Juan Ramón Jiménez se dejara engañar siempre por José Ortega y Gasset.

He perdido la nobleza inconsciente que tenía – inicio la pesadilla. Energía prisionera de otros fines, acaso más perversos. Ahora me poseen la furia de todos los sentimientos que apaciguaba, anulaba o desviaba, mi antigua ilusión. El sistema me traspasa porque es su modo de hacerse empujar; soy transparente, sin duda, porque así me desaparece. Saberlo es el precio que le rindo a un remordimiento infeliz y a una pequeña melancolía que no puedo tocar con el músculo.

La lucidez me cobra un tributo que no permite apartar mi rostro hacia otro lado. Verme en mí mismo, conjugado en una miseria que me supera, me recorta al lado de los otros y me prepara para condenarme con recursos antiguos. Tirado hacia todos lados, calculo y consumo.

Un cielo estomacal revuelve la mirada en la escoria donde se levanta un placer para masacrar mis refinamientos del período ilusorio. Me cercan redondeces y cavidades por todos lados, hasta los límites del tabú clásico. Me hago invisible en medio de la libertad de todos con mi maldito peinado a lo David Cassidy. Y tiranizan mis sentidos, las ambiciones más pequeñas y una desazón nueva que me abrasa en una mendicidad de “no” nocturnos que me temen o estiman mis cuentas para arrasarme.

Salgo de un circuito de protección a un sistema que se alimentaba despóticamente de mis combates. Una pureza rebajada a hacerse elegir siempre de lo peor, claudica. Ahora que ha elegido vivir dentro de él, lo alimenta más todavía. Se premia a sí misma sus nuevos vicios que empieza a sentirlos como aventuras en sus sienes.

Mentira de reos penitenciarios, no hay sistema que tenga la culpa. Es un recurso de gordas (“la belleza se lleva por dentro”) y de la cochina clase media que todo lo esconde debajo de la escritura, como hacen los gatos con la mierda. El sistema es un invento mío, recurso de poeta (“la paz más importante es la de un solo salvaje”) que no puedo remontarlo. Es el oasis para descansar un momento y deshacerme de las bajezas que deliciosamente descargo en los rostros más desagradables que me ha enseñado a desear Sade, el primer publicista del sistema.

¿Quién dice que una dignidad inventada por un lamento se recupera? Que nadie se haga el inocente en este escenario y que no nos haga equivaler con los imbéciles. Hay que eliminar a los rivales que hay en uno, sin asco. Si codicias su lugar con piedad, apártate miserable, que otros bárbaros esperan con el hacha sonriente.

El Saber se sirve por detrás del Placer que, a su vez, tira cadenciosamente del Poder; tres escarabajos empujan en conga (examen de conciencia -- dolor de los pecados -- propósito de enmienda, pasito a la derecha; tesis -- antítesis -- síntesis, pasito a la izquierda; crítica, autocrítica y superación, brinquito) --, la ecuación de un montoncito de estiércol llamado deseo, y recorren todo el sistema separando imperceptiblemente un punto de otro de la esfera, intersticios donde nace la pequeñez, como cabello, que lo derrota para hacerlo de nuevo. Fragmentos triádicos indeseables que se reflejan unos a otros en el vacío como pedazos de una cadena circular que se cierra en uno, privándonos de un punto de vista.

Este trabajo, traidor de una causa inconfesable a la que no pudo servir, y de la que se hace acreedor de una venganza exquisita, cobrada con olvido, vivirá de la impresión y de la seducción de los demás. No pueden decirse los muy gazmoños que no necesitamos empuñar con firmeza grandes mentiras nobles (como hace la Filosofía), estupendas calumnias sin culpas (como hace la Historia), colosales matanzas honorables (como hacen las Guerras), poderosas envidias limpias (como hacen las rivalidades nacionales), trampas llenas de grandezas (como las Democracias), traiciones memorables (como las Elecciones) y monumentales ingratitudes públicas (como las Biografías). Bien visto, el tamaño de nuestros vicios es el mismo en todas las escalas, incluso la virtud, ese vicio travestido que se engaña a sí mismo.

Lo que el sistema ha hecho de mí es sistema. Lo mismo que ha hecho con los demás. Cuando creo expulsar con esta idiotez a cobardes y débiles, no entiendo que están dentro. Cuando digo ¡Pereced bajo mi mano!, como Platero bajo los desahogos de Jiménez, no reconozco que los eliminados son los de afuera. Sólo saltaremos nuestra propia sombra esperando un sol meridiano que, sin opacidades, ilumine la más bella de nuestras miserias: el éxito.

Su anverso, la identidad, avanza enmascarada al abandono de sus resistencias. Sola, colgada de sus esencias inventadas sobre un vacío que la anima, nos recuerda la sabiduría de la cultura de masas que nos ha enseñado a escuchar la música de los clásicos desde las caricaturas y que nos humilla ahora al invitarnos a comentarlas.

Silvestre: -- ¿Y vos quién sois? ¿Acaso D`Artagnan?
Pato Lucas: (disfrazado de Conde) -- ¿me creeríais, si te dijera que soy el enmascarado peligroso?
Silvestre y Porky (riendo): El enmascarado pe, pe, peligroso, que buen chiste.

Lucas, dice la verdad de su identidad, pero la dice desde un disfraz a otro. Un tercer disfraz más y lo hubiésemos averiguado todo. Pero no es tan fácil. No se dejan, las muy cretinas, sin duda, pero no se escapan. Daffy es el vacío que nadie puede reconocer. Nadie sabe realmente quién es. El más escéptico creerá que es un fruto de la Warner Brothers. Es el sistema que ha elegido una máscara, como pudo haber sido otra cualquiera. Lo que hace reír a Silvestre y a Porky, es que el sistema, el peligro, no necesita máscaras, para presentarse. El precio a pagar es no verlo, no temerle, diluirnos en él. Un hombre o mujer, da lo mismo, puede saberse malo hoy porque fue bueno ayer. Envidioso, egoísta y morboso (quiere todo lo que no puede tener) porque se lo debe a haber sido generoso, desprendido y respetuoso (tuvo todo lo que no pudo saber). El sistema nos disuelve circularmente y nos presta máscaras, roles, pasiones, tiempo, comparaciones entre un punto y otro que nos miden, entristecen o alegran, para que actores con poder nos identifiquen en un espacio determinado. Aquí es donde salta el enmascarado peligroso para defendernos del mismo sistema que lo crea.

“El sistema y yo” (en gard, nos dice Lucas, flexibilizando su florete), vivimos de hablarnos continuamente, de preguntarnos y respondernos, de amarnos y odiarnos, de eliminarnos y sustituirnos, de desafiarnos y acomodarnos, de negarnos y reconocernos, en una ilusión que nos hace ver dos agentes, donde sólo hay uno, que no se detiene en un carrusel de acción perpetua que ahoga los intersticios de silencio.

Pero, como el niño que ha crecido junto a uno en el vecindario y que jamás le hemos dirigido la palabra, aunque cada vez que coincidimos, ya viejos, siempre nos miramos directamente a los ojos, sin saludarnos, sabemos que algo se romperá el día que nos hablemos, es decir, al revés, para el caso que nos ocupa, el día que callemos. Mientras tanto, ese día, me prepararé para combatir al sistema aunque, como el alumno al antiguo maestro, llorando por el dolor de la ruptura, por la nostalgia de lo aprendido, por las heridas de la herencia ("Vamos Sam, tócala otra vez"), no me entere que ya habrá muerto y que yo agonizo.

Thursday, November 10, 2005

El Placer y el Dolor en nuestra Cultura




REFLEXIONES A PARTIR DE LA OBRA

DEL REV. JOSÉ MIGUEL TORREZ

“HISTORIA DEL ECUMENISMO PROTESTANTE

NICARAGÜENSE EN EL SIGLO XX”

(El placer y el dolor en nuestra cultura)


Por Freddy Quezada



A la memoria del maestro Jacques Derrida



“Saben -- dice ese tonto gato bigotón, levantando una copa de vino por todo lo alto --, estoy feliz porque voy a casarme con la bella Melissa. Pero estoy furioso, porque no he podido atrapar al enmascarado pe, pe, peligroso” y, acto seguido, Silvestre, estrella la copa contra el suelo, agitando su pequeña capa de mosquetero y mostrando en close up sus divertidos bigotes, orlando su adorable narizota roja.



No sé porqué razón esa es la imagen que se precipita en mí cuando pienso en la muerte. Una caricatura que llenó mi corazón de niño durante mucho tiempo, hasta el grado de tener en aprecio a todos los felinos del mundo y sorprenderme con ellos cada vez que los miro, gritando con asombro infantil, como si siempre los viera por primera vez: un gatuno!!! Es como si aferrarse a lo más dulce que uno tiene, nos defendiera frente a la muerte. Ese punto en que todos, a excepción del que muere de forma instantánea y ni se entera, nos ancla en la filosofía y en la sacralidad, cuando la vemos venir. Pero las razones pueden ser otras.



Un poco antes de morir Jacques Derrida, sabido de su cáncer pancreático, me sorprendió que en una entrevista, pocos meses antes de su deceso, se interesara por la muerte, tema fuera de sus preocupaciones filosóficas, más bien centrado en la escritura, la descontrucción y la diferencia. Si alguno de sus escritos abordaba estos temas eran aquellos del duelo y de los espectros. Pero había algo en ellos fuera de sí, disyuntado, como él mismo diría.



Me pregunté lo mismo de Heidegger, el autor favorito junto a Platón, de Derrida. El filosofo alemán siempre abordó el tema de nuestra finitud y de aquí derivó sus reflexiones sobre el tiempo, pero realmente no sé qué pensó en sus últimos días, para saber que uno puede pasar hablando tonterías toda su vida, pero cuando se acerca el final, es inevitable situarse frente a él, creyentes o no.



Yo, militante cobarde y cansado de estos últimos, no dejo de hacerme las preguntas claves cuando me abandona el consuelo de Silvestre y sus amigos, frente al gran proceso solitario, frente al huerto de Getsemaní y frente al cáliz de la amargura, como lo definen correctamente los cristianos.



La impresión de la obra del Reverendo Torres que aún dura, me ha puesto a pensar en aquella idea de Albert Camus sobre la única pregunta seria de la filosofía: si vale la pena o no vivir. Es otro modo de preguntarse por la muerte. Esa, junto al placer, que responde que sí la vale, y cuya única preocupación es saber cómo aumentarlo o mantenerlo, si ya se lo ha conseguido, siguen dominando nuestra cultura. Ambas, que según algunas tradiciones orientales están basadas sobre el deseo y cuya salida es renunciar a él, nuestra cultura sigue dándole vueltas y vueltas. ¿Saber vivir o saber morir?



Una de ellas ha servido para revitalizar a la religión que, cada vez y cuando, exige nuestra cultura para oxigenarse, pero siempre basada en esas dos premisas de hierro: entre la felicidad y la muerte, la esperanza y el temor, el placer y el dolor, la vida y la muerte, Eros y Thanatos.



He dicho que las tradiciones “orientales” (hasta cierto punto superespiritualizadas por nuestro desconocimiento, arrogancia y complejo de culpa con ellas) tienen arreglado este aspecto de su cosmovisión porque ellos no separan una cosa de la otra. Y es hasta hace poco que la cultura occidental las está descubriendo. Dentro de una cosa está la otra, dice el yin yan taoísta (las teorías dinámicas no lineales acaban de enterarse); una es la otra y ambas el deseo, dice el Buda (observaciones sabias que pueden servir para comprender el caso de la globalización) adelantándose siglos a Freud y a Lacan; sin una cosa no hay la otra, dice el Zen (centralidad siempre despreciada del estructuralismo que no se las heredó a nadie o nadie las quiso recibir).



El libro de José Miguel Torres “Historia del Ecumenismo Protestante Nicaragüense en el siglo XX” (obra fecunda que comprende en su seno un conjunto de géneros que van desde el autobiográfico hasta el ensayístico reflexivo, pasando por el histórico, documental, testimonial y fotográfico), señala diez aspectos o giros, en su capítulo VI, que me han llamado la atención y que, según el momento, ha hecho de algunas corrientes del cristianismo, una opción por la vida.



Los diez momentos son nudos que arman un tejido en la ética del reverendo Torres, y conciben a la “fe como riesgo y obediencia a las promesas de Dios”, como “esperanza y compromiso con la justicia y la igualdad del prójimo”.



El recorrido que señala va desde las enseñanzas de Karl Barth cuando dice que la “Biblia es un libro cualquiera, pero es palabra de Dios en el Acto en el cual a Él le place revelarse a nosotros”, pasando por “el no del hombre como imposibilidad ontológica porque ha sido precedido por el sí de Dios”; o en el pensamiento de Bonhoeffer donde “la teología vale la pena vivirla porque Jesucristo la había vivido”; en la búsqueda de Mauricio López que ve existencialmente a la “fe como una paradoja”; en la obediencia de Abraham que “sale de lo conocido hacia un lugar que sólo es promesa de futuro”; en el Cristo de la Consumación que “triunfa sobre el mal y la muerte”; en la crítica bíblica donde “la revelación del amor y del perdón de Dios puede despertar en el hombre descristianizado el sentido del pecado y del arrepentimiento”; en la Teología de la Revolución, desde Richard Shaull que condena a “quienes están en una posición de poder” tanto en el capitalismo como en el socialismo; en el cautiverio babilónico donde “había que ver en la cruz el éxito de Dios, había que levantarse de las cenizas, de la nada, la destrucción y el caos”; en la teología del desarrollo donde todo se ve “dentro del gran plan del Reino de Dios, pero más allá de la evolución social y/o natural”; y, por último, la Teología Ecuménica como “Dios señor de la Historia”.



En todos los nudos se advierte una elección por la vida y la defensa de los oprimidos. Sin embargo, es la muerte, como lo “otro” de la apuesta, la que he me ha fascinado. La muerte es uno de los temas más cercano de todas las religiones. Es curioso que este viaje me ha llevado, sin saber cómo, a presentar este trabajo empezando con una cosa opuesta a la que ahora comentaré.



Como le sucedió a Derrida en la entrevista aludida, dos meses antes de su muerte: explica cómo saber vivir y termina en lucha contra él mismo y su cáncer, aconsejando cómo saber morir. Es decir, termina con él mismo, en el sentido literal del término.



Me pregunto si la tan ansiada presencia (ousía) del maestro, no ha sido siempre la muerte. La muerte que esconde en su seno, todo el sencillo misterio de nuestros dioses, que aguardan dentro de cada discontinuidad de la línea continua que creemos la vida, y desde donde un día nos sorprenden con sus signos en medio del más sereno de nuestros pensamientos, el más triste de nuestros actos o la resignación más profunda que terminamos por confundirla con nuestro fin.



La opción por la vida es una apuesta también por la muerte. Así se entendería desde la perspectiva “oriental”. Para que todos vivamos necesitamos que alguien muera todos los días, pero también “ellos”, no pueden imaginarse sino están pesando en el cerebro de los vivos, “como una pesadilla”, decía Marx.



Somos un paréntesis en las tumbas de los cementerios, antes del cual no éramos nada y después, tampoco lo seremos. Cada cosa que miramos ya la hemos visto o ha sido vista por otro u otra que nos dice, informa e impone de grado o por fuerza, matando la luz propia de la cosa que está en su siempre novedad. La cultura, así, es un inmenso monumento a la muerte. La memoria es la muerte que nos acompaña siempre no como sombra, sino como “luz”. El gatuno que siempre miro y me fascina en su majestad novedosa, no puede ser él mismo, ni igual a él cada vez. Es la vida sin nombrarla, pero la matamos cada vez que la deseamos y la queremos atrapar aunque sea por la vía de definir a su opuesto. Quizás por eso inconscientemente pienso en los gatos, cuando se acerca la muerte, porque no será diferente el grito que celebre su llegada. Será tan nuevo como todas las cosas lo son. Será nada, “ya pasó…” dirá Derrida en su última entrevista, preanunciando su propia muerte y recordándonos el eco trágico griego del “todo está bien”, mientras Edipo busca la mano fresca de muchacha que lo guía en su ceguera.



Yo conscientemente prefiero verme como Bakunin, cuando al final de su vida, ignorado, enfermo, viejo y apagado, dijo algo que me hizo llorar y espero que detrás de esa declaración, que hoy hago mía, se encuentre ese señor que todos invocan, como si lo conocieran, y deje caer su juicio sobre mi nuca:



Me rindo!!!