ULITEO LA PAGINA DE "NADIE" (ULISES) Y DE "TODOS" (PROTEO)

Thursday, January 31, 2008

Dos ensayos y un comentario

BIENVENIDA A DOS ENSAYOS

Por Freddy Quezada

Doy la bienvenida a dos ensayos de autores simpatizantes de las corrientes decoloniales, sin ser totalmente ciegos a todos sus planteamientos, los que fueron tomados de dos libros: Mundos en disputa (Garzón y Mendoza, 2007) y Pensamiento crítico y matriz (de) colonial (Walsh, 2005). En el primero, Edicsson Quitián escribe El conflicto entre letra y voz y los límites de la representación; y en el segundo, Alexandra Astudillo reflexiona sobre Teoría Literaria Latinoamericana y el locus de enunciación desde América Latina.

Los dos ensayos tratan sobre el peso de los letrados en América Latina y el papel de sus intelectuales. Pese a coincidir ampliamente con los dos autores (no sé sin entre ellos se conocen), tengo mis reservas en algunos aspectos. Para el que lea a cabalidad los dos textos, identificará que el de Quitián sobrevalora la propuesta de John Beverley y retoma el esquema Asturias-Menchú (que Mario Roberto Morales en su tesis doctoral deplora) por la positiva, tratando de salvar algunos muebles de la casa en llamas; la misma objeción que le hago a Astudillo que, al final de su trabajo, se apoya en Fernando Coronil contra Spivak, para justificar oscuramente el papel emancipatorio de los intelectuales latinoamericanos.

Quitián comienza diciendo “si tenemos en cuenta que mientras en Europa la literatura está vinculada a largos procesos tecnológicos y culturales que terminarán sacralizando el libro y la lectura silenciosa, en el espacio latinoamericano la letra funciona como una estrategia de dominación sin precedentes”. Pero hay que agregar todavía que la visibilidad del dominio de la escritura sobre una población nacional es directamente proporcional al tamaño de su clase media. Entre ésta menor sea, es más intensivo el uso de otras formas de dominio y resistencia. El poder del número de desilustrados (que no saben descodificar la lengua dominante) y de los semi-ilustrados (híbrido entre los que mínimamente saben leer y escribir y el alto consumidor de narraciones audiovisuales) o la extrañeza de los otros (que saben sólo su propia lengua), corrompen al sector ilustrado y le imponen su ritmo y crueldades.

Más adelante continúa este autor: “La cuestión se plantea entonces en términos de relaciones, la cultura subalterna no podría definirse de modo independiente de la cultura de la élite, ya que precisamente ésta última le ha definido un lugar: las afueras del orden legítimo. Por lo tanto, lo subalterno se construye desde ese no-lugar, desde la imposibilidad”. Este secreto es mucho más profundo de lo que parece, porque en un alarde de temeridad, descodificándolo nos dice (y no se atreve Quitián) que los subalternos no existen, son imaginados por el amo, a su vez, otra ilusión del poder. Es un baile, sin objetivos, que sólo da para una estética del poder. Esto es lo que vieron siempre los hinduistas en el baile de Shiva y el Bagavad Gita con Krishna.

A su manera, dice Quitián: “En gran parte, afirmar la existencia del conflicto entre letrados e iletrados, élite y subalternos, es permitir la visibilidad de los sujetos en disputa, pero al mismo tiempo construirlos como contrincantes, lo que constituye el poder de representación en su significación retórica y política.”

Astudillo, por su parte, habla de la “borradura” de los intelectuales, a su manera: “Lo que Spivak desarrolla es una suerte de política de subalternidad; sostiene que el subalterno nunca va a hablar porque es una estrategia textual de los intelectuales para quedar transparentes en la operación de su propia escritura, una estrategia que utilizan para ocultarse…”. Y, Fernando Coronil (Walter Mignolo y al parecer la propia autora) se suman para salvar algunos muebles de la casa envuelta en llamas, diciendo que Spivak llama “mudos” a los subalternos y de esa manera, poder colocar ellos una fórmula para seguir justificándose. Dice Doña Alexandra: “La noción de una subalternidad relativa y relacional que introduce Coronil permitiría dar cuenta de la compleja constitución de agencia en los contextos latinoamericanos…La reescritura constante de la subalternidad necesita del intelectual para existir.”

Astudillo concluye: “…hablar ‘desde América Latina’ se constituye en un conflicto de representación. Las posiciones críticas analizadas oponen a una tradición de representación marcadamente colonialistas otras que, en el caso de Henríquez Ureña y Reyes, siguen influenciadas por una mirada eurocéntrica, que les impide examinar la política de su propia práctica. Estas propuestas confluyen en la consolidación de la misma relación de poder que desean desarticular… que no logra desprenderse de la colonialidad del poder y del saber (Quijano, 2001) eurocéntrico. En el caso de Mariátegui su esfuerzo se queda entrampado en el juego de la representación que el intelectual puede hacer del mundo indígena”. Exactamente como el discurso de hoy en los decoloniales: esencialmente eurocéntrico (lo que más odian es lo único que conocen), por la representación y la emancipación que usan.

¿No importa el lugar entonces sino el actor? ¿Se convierte en algo especial la cantidad de sufrimiento entre un actor y otro para hacer depender de ello la justicia, calidad, garantía y profundidad de las promesas? Si es el caso, son los judíos del Holocausto los que tienen la ventaja, sobre nuestros aborígenes y afrodescendientes. ¿Entre el ego conquiro heideggeriano y el subalter levinasiano, quien los pone en un digno centro “kantiano”? ¿Dussel, Maldonado Torres, Mignolo?

Concluyo, abrazando como mía la siguiente reflexión de la profesora Astudillo: “…la letra y la literatura son los espacios donde los marginados de siempre por la ‘cultura oficial’ podrían hacer oír su voz. No obstante, su mediación como intelectuales reproduce nuevamente, aunque de manera más velada, las mismas correlaciones de poder que se pretende superar. Así, la mediación del intelectual transforma la diferencia en jerarquía, construye como objeto natural de representación aquello que quiere representar y de esta manera idealiza la condición de hibridez de lo latinoamericano”. ¿Entonces? ¡Ya no nos necesitan¡

REFERENCIAS

Quitián, E. (2007) “El conflicto entre letra y voz y los límites de la representación” en Mundos en Disputa de Garzón, M y Mendoza, N (comp.) Ed. Pontificia Universidad Javeriana. Bogotá. Págs: 135-154.

Astudillo, A (2005) “Teoría Literaria Latinoamericana y el locus de enunciación desde América Latina” en Pensamiento crítico y matriz (de) colonial de Walsh, C. Universidad Andina Simón Bolívar. Quito. Págs: 191- 210

Wednesday, January 16, 2008

Bromas pesadas entre intelectuales

LAS BROMAS “PESADAS” ENTRE INTELECTUALES
(Cuatro casos)

Por Freddy Quezada

Viendo jugar "chibolas" a niños y niñas, felices y alegres, en un patio frente a mi casa, observé que aprenden riendo, más de lo que ellos mismos se enteran. Preguntarles en ese momento por qué tanta felicidad hubiese sido el modo científicamente estúpido de echárselas a perder, y con su propia contribución si se detuvieran, en un remoto caso, a responder. Supongo que observando cosas así es que se inspiran los artistas, se conmueven personas de buena voluntad, nacen las utopías, suspiran los enamorados, echan al mundo su lagrimita las almas sensibles frente a los atardeceres, se largan su lote sonoro y sin testigos los flatulentos y, de vez en cuando, se le ocurren bromas macabras a canallas como yo.

Las bromas usualmente efectuadas entre intelectuales, al menos las que yo conozco, se han realizado más bien con fines educativos. Es cierto que, a veces una de las partes, generalmente las víctimas de estas, no lo olvidan con facilidad.

Caso 1: Paul Feyerabend contra los tribunales académicos. Son célebres las bromas que Paul Feyerabend les gastó a un alto tribunal académico inglés, si mal no recuerdo presidido por Bertrand Russell. Les demostró a sus alumnos cómo un discurso pronunciado por una autoridad ante otras iguales a ella, era tomado más en consideración, que si fuera pronunciado por alguien sin peso ni prestigio. Los estudiantes (que sabían de antemano la broma por boca del propio Feyerabend) se rieron a mandíbula batiente ante la actuación de su profesor, cuya tesis doctoral sobre física de partículas totalmente inventada, pero “actuada” con excelencia, fue honrada con un Cum Laude”. Los miembros del magno tribunal, jamás le perdonaron esta broma a Feyerabend.

Demostración: la prueba también es un recurso de poder narrativo y dramático.

Caso 2: Alan Sokal contra los postmodernos. El “Caso Sokal” sacudió los cimientos entre los postmodernos, puestos en evidencia como charlatanes a través de un escrito ininteligible (fragmentos de física cuántica con filosofía del lenguaje y deconstrucción, puestos unos junto a otros de manera incoherente) enviado por Alan Sokal, a una revista de especialistas postmodernos. Los directores de la revista de marras, que dejaron pasar la broma, fueron el hazmerreír del mundo entero y jamás perdonaron al joven físico norteamericano.

Demostración: la jerga incomprensible y arrogante está por encima de la sencillez y el rigor de la prueba.

Caso 3: Freddy Quezada contra Walter Mignolo. La decolonialidad repite la fórmula de los postcoloniales que el locus de enunciación es la clave para leer relaciones de poder epistémicas, socioeconómicas y políticas, entre las metrópolis europeas y sus antiguas colonias, americanas para su caso. Al revés de Edward Said, quien estudió desde las matrices de poder de Occidente cómo concebía a “Oriente”, y que era parte del método de Said no decir cómo de “verdad” era, para no seguir alimentando el control de parte de aquel, los descoloniales regresaron de nuevo al viejo recurso de identificar actores centrales, como los pueblos originarios y los afrodescendientes (que ellos aseguran comprender mejor que nadie). Es cierto que no es lo mismo hablar desde Managua, por ejemplo, con nuevas teorías, que desde universidades norteamericanas con viejos argumentos (algo en lo que llevan razón). Sin embargo, el locus al que se refiere Mignolo y sus amigos/as, es el referido al mundo “real”, cartesiano, no al mundo virtual, donde para probar el asunto, decidí escribirle a su página web, doce veces, 5 para su artículo “El Eurocentrismo del siglo XXI”, donde incluso participo con mi nombre una vez y 7 para un segundo al que se obligó a responder (Sobre descolonización/descolonialidad, una vez más) donde intervengo a mi nombre dos veces. Todos los demás son nombres ficticios (a veces como mujer, a veces desde Europa, a veces desde América Latina) que asumí (usando el poder subversivo de los travestis del que habla Judith Butler) para demostrarle a Mignolo que los locus no son identificables y tienden más bien a invisibilizarse, al revés de los cartesianos. Ahora, pues, no sólo es importante el qué, el mensaje (separado del mensajero por la vieja lógica socrática) y el locus (destruido parcialmente por las nuevas tecnologías), sino también el destinador (el quién del que habla Nietszche) reactualizando los argumentos ad hominem.

Demostración: los lugares de enunciación no son definibles ni localizables en el espacio virtual, cada vez más dominante.

Caso 4: Freddy Quezada contra Fernando Mires. Para el caso de Latinoamérica, Quezada empleó lo que denominó “bastonazos zen” contra diez tesis sobre la democracia, una de las cuales recomendaba tolerancia a los intelectuales en América Latina, que escribió un sociólogo chileno, radicado en Alemania. Los “bastonazos” consistieron en frases rápidas y provocadoras para poner a prueba la tolerancia misma que recomendaba Mires a los demás. Algo parecido a lo que intentó hacer con Ramón Grossfoguel y que terminó en un fracaso acreedor de unas disculpas, por parte de Quezada. El episodio con Mires, al contrario, terminó con una gran amistad de los autores, después de aclararse el recurso polémico, a través de una copa de vino ofrecida desde Alemania de parte de Mires (quien tomó la broma con el humor debido) y una taza de café desde Nicaragua de parte de Quezada.

Demostración: la aplicación a uno mismo de lo que se recomienda a los demás.

Concluyo, pues, dos cosas que son las que más sirven para aprender en general: jugar y reír. Los niños y los jóvenes dicen disfrutar mucho con los juegos electrónicos, todos a base de lucha (perder y ganar como juego). Por otro lado, la risa a base de bromas pedagógicas como recurso demostrativo, puede servir a lo Patch Adams con los enfermos, ya no para curar, sino para educar y, de paso, divertirse.

Thursday, January 10, 2008

Tesis Cero del Paradigma Wu Wei

LA TESIS CERO DEL PARADIGMA WU WEI

Por Freddy Quezada

Toda persona moderna tiene esa sensación que hay un ojo dentro de nosotros que no tiene edad. Que mira y juzga todo desde un lugar sin tiempo ni espacio. Aunque sufrimos todos los días el desmentido de tal sensación, por ejemplo cuando nos encontramos con otra persona de nuestra edad y nos hace ver la verdad a través de su rostro, o cuando alguien simplemente nos corrige una información, sin embargo, la sensación vuelve neciamente una y otra vez. Este punto de observación “suspendido” es el mismo principio que gobierna a las
ciencias y a los discursos de poder que se nos imponen como sentido común.

Todo punto de vista tiene un por qué, para qué, dónde, desde, cómo y quién. Debemos a los modernos europeos las explicaciones causales del por qué, a los postmodernos haber descontruido el para qué y el cómo. Y a los postcoloniales, el dónde. A los nihilistas, el quién.

Los intelectuales son los que siempre han hablado desde la eternidad o desde la esencia de las cosas, no es casual, en consecuencia, que sean los sucedáneos de los sacerdotes (clerc, como se les conoce en francés a los intelectuales, es la raíz latina también de clérigo). El verdadero “punto cero” como le llama un autor nómada (Castro Gómez, 2006) que busca como anclarse en certezas que cree más firmes, no es Descartes ni la modernidad europea como él dice, sino los intelectuales de cualquier parte. Los intelectuales son lo que se borran a sí mismos cuando explican su afuera (erklaren) o comprenden su adentro (verstehen).

Los no intelectuales tienen otras percepciones de la vida, otros intereses y muchas veces unos sub objetivos que, es cierto, se amparan en los más grandes que los intelectuales se dedican a profundizar, pero que son asimilados de mil maneras diferentes de cómo se conciben por los tenedores del poder de diseñarlos y hacerlos circular en los circuitos formadores de habitus e imaginarios.

Hoy los sectores sociales contemporáneos pueden ser divididos entre ilustrados, semiilustrados (personas que saben leer y escribir formalmente pero cuyo consumo audiovisual es alto) o desilustrados totalmente.

Los discursos de poder hasta ahora siempre han hablado como Deus abscondito o desde una subespecie aeternitatis. Desde lo más profundo del adentro y desde lo más lejos del afuera; desde de la lógica y desde los fines; desde el hypokeimenon y la Ousía; desde Aristóteles y Platón (o sus sustitutos locales); desde los medios y los fines; la crítica y la utopía; desde el arché y el telos. En cualquiera de los casos de un tiempo fuera del tiempo, es decir, el no ahora, la eternidad. Por eso desde la religión o la lógica parece que hablaran no sólo fuera del tiempo, sino del espacio. Hablan no en las cosas, no entre los seres. Para hacerlo, paradójicamente, tendrían que callar. Tendrían que cortar ese plus que le agregan a las cosas y a los seres. Cuando el tiempo y el espacio entran en la lógica (como hicieron los marxistas con la Historia, donde la lógica fue corrida al final de los tiempos como tribunal último e irrevocable de la razón o los descoloniales con una geografía epistémica que según ellos terminará por hacernos coexistir a unos con otros) se va relativizando todo, menos los fines donde terminan de refugiarse. Vista esta aclaración, permítaseme ahora formular la tesis cero del paradigma Wu wei.

Tesis O: Lo mejor que podemos hacer los intelectuales es eliminarnos (como de todos modos sucede cuando otro de sus iguales nos pulveriza con su crítica), pero como somos unos cobardes que siempre tenemos excusas a la mano, entonces lo más difícil de hacer y, en virtud de ello lo más meritorio, es callarnos, para hacer coincidir nuestro silencio con el desprecio o la admiración, ya nadie lo sabrá, que nos dispensan los otros y pasar a ser, por fin, uno más.