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Thursday, September 28, 2006

Lo políticamente correcto

PRESENTACIÓN

Por Freddy Quezada

El empleo de los términos políticamente correctos para no ofender a nadie, se llevaron bien recientemente, hasta que los interpelados empezaron a decir, no sin cierta razón, que su empleo por parte de los destinadores, eran poco menos que hipocresías. Muchos de los destinatarios al asumir los viejos epítetos ofensivos, pasaron a usarlos con orgullo, así los gay, los negros, los chicanos, los latinos, etc. Aquí empezó el problema (Véase mi artículo “La Venganza de la Política” ). Hasta las caricaturas, como Speddy González, fueron prohibidas en EEUU (para no ofender a los inmigrantes mexicanos), los comics de Memín Pinguín en México, subieron su demanda al retirar de circulación las estampillas de correo con su imagen (para no ofender a los "negros") y la prohibición de llamar “indios” a los americanos de las comunidades originarias de Abya Yala, se ha vuelto un imperativo entre los académicos.


Pareciese que el lenguaje se emplea, ahora, para sentirse bien con sólo el hecho de no ofender a nadie, o reparar injusticias, teniendo la conciencia tranquila y la satisfacción del deber cumplido. La doble moral en estos nuevos terrenos (y no en los viejos donde lo fundamental era la práctica, los contenidos y los ejemplos de los actores) es ahora con y en el lenguaje. El malestar debe provenir de no decir correctamente las cosas (como no llamar a un doctor por su título, por ejemplo) y no necesariamente de no hacerlas bien (aunque el doctor sólo sepa como debe llamársele). La acción ha sido sustituida por la dicción; la promesa por la regla; el fin por el medio. Hay que sentirse mal si uno no cumple las reglas, y bien si las observa. Es el equivalente a dar limosnas a mendigos a la salida de los templos, para tranquilizar las conciencias y responder al dolor y reclamo ajeno. No importa si mejoran o no realmente los destinatarios. No es la promesa, sino la observancia de la ley. Con el tiempo, terminarán todas estas cosas como formalidades y cumplidos.

Eco lo dice así: “Ello explica por qué una categoría pide cambiar de nombre y, al cabo de cierto tiempo, dejando intactas ciertas condiciones iniciales, exige una nueva denominación, en una huida hacia adelante que pudiera no tener fin si, además del nombre, la cosa en sí misma no cambia”.

El lenguaje ha pasado a ser, pues, el nuevo campo de batalla. Los artistas, sus mejores conocedores, empezaron a inquietarse, como Mario Vargas Llosa (quien acaba de rendirse a la cultura de masas con la serie televisiva de acción “24 horas” ), que se preguntaba si había que correr para hacerse perdonar el empleo políticamente incorrecto de llamar de manera onerosa a ciertos personajes arquetípicos del arte mundial (como El Cíclope, El Jorobado de Notre Dame, Yago, Mefistófeles, los ciegos de Sábato, los monstruos de Goya, etc.). Hoy presentamos este artículo de Umberto Eco sobre este tema candente y contemporáneo.


SOBRE LO POLITICAMENTE CORRECTO
Por Umberto Eco
Considero que la expresión «políticamente correcto» se utiliza ahora en un sentido políticamente incorrecto. En otros términos, un movimiento de reforma lingüística que ha engendrado usos lingüísticos desviados. Si leemos el artículo que la Wikipedia (una enciclopedia en línea) consagra a la expresión «políticamente correcto», uno encuentra también su historia.

Parece ser, entonces, que en 1793, la Corte Suprema de los Estados Unidos (en el affaire «Chisholm contra Georgia ») estimó que se citaba con demasiada frecuencia un Estado en lugar del Pueblo, para cuyo bien existe el Estado, y que, por tanto, no era «políticamente correcto», cuando se hace un brindis, hablar de los Estados Unidos en lugar del «Pueblo de los Estados Unidos».

Posteriormente, el movimiento tomó cuerpo en los medios universitarios estadounidenses al comienzo de los años 80 del siglo pasado en tanto que (continúo citando a la Wikipedia) alteración del lenguaje tendiente a subsanar discriminaciones injustas (reales o imaginarias) y a evitar ofender, encontrando eufemismos para usos lingüísticos que conciernen las diferencias de raza, de género, de opción sexual, impedimentos físicos, religión u opiniones políticas.

Todos sabemos que la primera batalla de lo «políticamente correcto» tuvo lugar para eliminar los epítetos ofensivos hacia las personas de color, no solamente el infame nigger sino también negro, palabra que en inglés se pronuncia «nigro», y que tiene resonancias de préstamo a la lengua española y recuerda los tiempos de la esclavitud. De allí el empleo, primero, de black y después, gracias a una nueva corrección, de african-american.

Esta historia de la corrección es decisiva porque ella subraya un elemento importante de lo «políticamente correcto». El problema no es que « nosotros », los que hablamos aquí, decidamos cómo llamar a los «otros», sino que dejemos decidir a los otros la forma en que quieren ser llamados y que, si la nueva terminología, de una manera u otra, continúa molestándolos, aceptemos la proposición de una tercera denominación.

Si uno no se encuentra en una determinada situación uno no puede saber cuál es el término que molesta u ofende a aquellos que se encuentran en ella; hay que aceptar, por tanto, sus propuestas. El caso típico es el de la decisión de utilizar la expresión «invidente» en lugar de «ciego». Se puede considerar legítimamente que no hay nada de ofensivo en la palabra «ciego» y que utilizarla no aminora, al contrario refuerza, el sentimiento de respeto y solidaridad que se debe a aquellos que pertenecen a esta categoría: hay aún cierta nobleza en hablar de Homero como el gran visionario ciego, pero si aquellos que pertenecen a esta categoría se siente más cómodos como «invidentes», estamos obligados a respetar su deseo.

¿Era insoportable la palabra «barrendero» para aquellos que desempeñaban este honesto oficio? Bueno, si la categoría en cuestión lo desea, emplearemos el término de « técnicos de superficie ». Por amor a las paradojas, el día en que los abogados se sientan incómodos por este apelativo (quizá porque despierta el eco de términos peyorativos como «abogaducho», abogado de causas perdidas o poco talentoso) y pidan ser designados como « operadores jurídicos», sería correcto atenerse a este uso.

¿Por qué no habrían de soñar nunca los abogados con cambiar de denominación? La respuesta es evidente: porque los abogados gozan de consideración social y disfrutan de excelentes condiciones económicas. La cuestión es, por tanto, que con frecuencia la decisión políticamente correcta puede representar una manera de eludir los problemas sociales aún no resueltos, camuflándolos con un uso más cortés del lenguaje. Si decidimos llamar a las personas en sillas de ruedas minusválidos y no paralíticos, y que, a continuación, no construimos rampas de acceso a los lugares públicos, habremos dejado de lado la palabra de manera hipócrita, pero no el problema. Vale lo mismo para el bonito reemplazo de « desempleado » por « buscador de empleo »

Ello explica por qué una categoría pide cambiar de nombre y, al cabo de cierto tiempo, dejando intactas ciertas condiciones iniciales, exige una nueva denominación, en una huida hacia adelante que pudiera no tener fin si, además del nombre, la cosa en sí misma no cambia.

Hay incluso retrocesos, cuando una categoría pide cambiar de nombre, pero, en su propio lenguaje, mantiene el antiguo, al que regresa como un desafío: la Wikipedia menciona que, en ciertas pandillas de jóvenes afroamericanos, se utiliza con arrogancia la palabra nigger pero, naturalmente, cuidado si no es uno de ellos mismos el que la utiliza, un poco como los chistes sobre los judíos, los escoceses o los habitantes de Cuneo que solamente pueden contarlos los judíos, los escoceses o los habitantes de Cuneo.

Traducido del francés por Antonio Ward a partir del artículo «Digressions sur le politiquement correct», traducido del original italiano por Pierre Laroche

LE MONDE, jeudi 10 août 2006

(c) 2006 RCS libri S.p.A., Bompiani, Milano.
(c) 2006, éditions Grasset et Fasquelle pour la version française.

Tuesday, September 12, 2006

El sabio, el jugador y el héroe

EL DEBATE PRESIDENCIAL
(EL SABIO, EL JUGADOR Y EL HÉROE)
Por Freddy Quezada

I. EL EDITORIAL DE LA PRENSA DEL 8 DE SEPTIEMBRE

Vengo de ver tres películas, casi de modo sucesivo y de las que me serviré para ilustrar algunas situaciones políticas en Nicaragua; ninguna es de Hollywood.

Una, narra la leyenda de cómo se formó China (Héroe); la segunda, cómo los indios se burlan, compiten y ganan a los ingleses en sus propios deportes (Lagaan) y la última, presenta esa sabiduría japonesa zen, con el humor fino y popular de sus narraciones épicas (Zatoichi). Al verlas estaba escapando a otro mundo que es, para mi sorpresa, el mismo o, al menos, muy parecido al mío. Huyendo, pues, de la sordidez me la encuentro, de nuevo, al final del camino, con la lectura de un editorial de La Prensa, el 8 de Septiembre del 2006: ¿Reconciliación o manipulación?

El editorial acusa una bancarrota total de la política de La Prensa. Este periódico ha pasado toda su vida hablando de reconciliación, moderación, tolerancia, inclusión y cuando se las topa, al final, como el ciego (que en verdad no lo es) sabio y diestro de Zatoichi,

se tropieza con una piedra que no mira, ya con los ojos abiertos, y cae. La reconciliación es una bandera que la izquierda ya está empezando a arrebatar a la derecha, tal como ella le arrebató las de democracia y libertad,ganando la batalla en su propio terreno y con las armas del adversario, como los indios a los ingleses con el críquet, en Lagaan. Uno a uno.

Al margen que la reconciliación sandinista sea un “llamado abstracto e irresponsable”, como dice La Prensa, o un cálculo electoral, como en efecto lo es (en campaña ninguna palabra es inocente, como sabe todo ideólogo, esos sacerdotes laicos), no se ataca diciendo que no lo diga, o que es una manipulación, porque se acusan ellos mismos al censurar al otro, y dividir vulgarmente la reconciliación en una mala (la sandinista) y una buena (la de ellos, por supuesto).

Están desarmados y no encuentran cómo neutralizarlo. Ellos mismos lo reconocen: “Y hay que admitir que la idea es buena, atractiva y, hasta cierto punto, convincente”. La única salida para La Prensa, entonces, es hacer la reconciliación difícil, escabrosa y complejizarla, hasta el grado de hacerla imposible y matarla:

“Cuando alguien plantea la necesidad del perdón, hay que preguntarle de inmediato a quién hay que perdonar (uno no puede perdonar a ciegas); quién debe perdonar a quién (son los victimarios y no las víctimas las que deben solicitar el perdón), por qué ofensas o daños específicos (lo cual evidencia la necesidad de hurgar el pasado) y, además, si es posible, cómo piensa compensar el daño cometido. Una vez definidos estos términos, se puede hablar de reconciliación”.

Pero los sandinistas no las tienen todas consigo. Si uno, en serio, quiere atacarlos desde el punto de vista estrictamente cristiano, sus verdaderos prójimos (significa el que está más cerca, como Zoila América, los Mejía Godoy, Pastora mismo, Herty Lewites) están a diez pasos, igual que el Rey ante su asesino en Héroe, y sólo hay una manera de detenerlo: unirlo a la grandeza de su proyecto y hacerlo pasar de asesino a héroe. Así nació China, según la leyenda.


II. EL FORO EN CANAL 2 Y CNN

Hay que tomar en cuenta la idea de filtro, de Lucien Goldman, para saber hasta donde puede llegar el impacto del debate promovido por la CNN y el canal 2 en las audiencias. Filtro es un concepto que todos tenemos, para determinar hasta dónde nos dejamos seducir. Si el FSLN tiene una buena estrategia con la reconciliación, tenía que ponerla a prueba en este Foro. Daniel Ortega perdía por todos lados, aunque hubiese llegado.

Al decidir no llegar, en función de creer que era una trampa, como en efecto lo era, le puede suceder algo parecido a Andrés López Obrador, en México, que se confió por su lugar en las encuesta y renunció a un debate televisivo, semanas antes de las votaciones, perdiendo por una nariz. Ahora, quien visitará Nicaragua como presidente de México, para apoyar a su candidato, no será él, sino Felipe Calderón.

Daniel Ortega, con todo, hubiera perdido menos, si hubiese llegado, aunque lo azotasen de esquina a esquina, polemistas “rudos” como Edén Pastora o “técnicos” como Jarquín (el mejor en el Foro), Rizo (el peor) y Montealegre (insípido). El público, agradecido, lo hubiera apreciado, como a La Roca cuando lo están castigando en la lucha libre. No importa qué respondieron los candidatos, eso será pasto para especialistas que emborronarán cuartillas aburridas sobre el asunto, sino la actitud, gestos, elegancia, humor, ironía, vulgaridad y hasta desplantes de los candidatos. La televisión es un gran juez político (y esa es la esencia de su poder). Y no perdona. Lo mismo que la radio de baterías, que pasará ahora a ser la reina, con los apagones.

José Rizo, por su parte, al llegar al Foro, después de vacilar en el último minuto, alimentó a los mal pensados sobre el pacto. Cómo es posible que alegara su carácter de gran fuerza para ausentarse, sabiendo, como todos, que no son tal fuerza. ¿Y qué lo hizo asistir? Nadie se puede dar el lujo de vacilar ante estas cosas.

No se boxea así. Si sumamos esto a las declaraciones derrotistas de René Herrera y el apoyo del Dr. Alemán a las obras de Dionisio Marenco, en plena campaña (equivalentes en una guerra feroz a invitar a los soldados de la otra trinchera a un té con galletitas por las tardes) o están cumpliendo un acuerdo que sólo ellos conocen con el FSLN, o los liberales no saben pelear en política. En las batallas no se pelea así (ni Pastora se pone en ese plan de perdedor) a menos que estén --como se decía en mi niñez--“haciéndose la chancha”.

Todos los candidatos a presidentes de Nicaragua, por el sólo hecho de postularse, ya han ganado, lo que me hace definirlos como un póquer de tres Ases sandinistas y dos KK liberales, una de corazón y otra de oro. ¿Pero ganaremos nosotros algo con estos tahúres?

¿Quiere mi consejo cualquiera de ellos? En el próximo debate oigan todos los insultos (de esos que molestan a los delicados) y fumen (aunque en la vida real no lo hagan) frente a las cámaras con la tranquilidad de los asesinos y la indiferecnia del vaquero de Marlboro. Así probablemente impresionarán a los jóvenes y conquistarán sus votos. ¡El palacio mamón de Managua bien vale un cigarrillo!


Sunday, September 03, 2006

Liderazgos y cultura popular (II Parte)

LIDERAZGOS Y CULTURA POPULAR

(II PARTE)

EL LIBERALISMO MODERNO

Por Freddy Quezada

Las elecciones son la confirmación alegre que, definitivamente, pesan más las soluciones que los problemas, aunque estos no se diagnostiquen primero, o se inventen absurdamente después, para justificar la novedad e ineditud de las salidas ofrecidas. Al más pintado de los escépticos y cínicos, se le doblarían las piernas, ante las ilusiones que saturan el ambiente electoral en Nicaragua. Uno deseara que fueran realidad tantas promesas pero, como dijo Lenin, después de oír la “Apassionata” de Beethoven: “...no me conviene oír música demasiado a menudo. Influye sobre el sistema nervioso y uno quisiera decir tonterías y acariciar la cabeza de unas personas que viven en un infierno y son capaces, sin embargo, de crear tal hermosura” -- y terminar manifestando, sin los modales políticamente correctos de las almas delicadas -- “Pero hoy en día no se puede acariciar a nadie la cabeza – le arrancarían a uno la mano a bocados. Hay que golpear las cabezas, golpearlas sin piedad...”.


El neoliberalismo mundial, como escuela, le permitió a los liberales en Nicaragua, recuperarse a partir del desencanto con el sandinismo y con la derrota del socialismo en general. Su repunte con el Dr. Arnoldo Alemán, un líder nato, conocido por su tozudez y campechanería, sobre los escombros de una alianza variopinta (UNO), logró estructurar, junto a varios profesionales, una red de militantes barriales, simpatizantes y colaboradores impresionante, que terminó por hacerse con el poder a través de las elecciones de 1996. Su continuidad con el Ing. Bolaños y posterior ruptura, lo hizo entrar en crisis y terminar en un enfrentamiento de líderes contra líderes.

José Rizo y Arnoldo Alemán (uno de corte académico y el otro de corte populista) son líderes de un partido formal, de masas, en efecto, que cuenta con una buena estructura partidaria, cadena de mandos y estructuras superiores sólidas. Tiene apoyo en barrios y municipios y cuenta con sectores orgánicos medios, bajos y muy bajos.

A diferencia de los sandinistas, entre los liberales no hay héroes ni artistas. Defienden un programa simple basado, en lo económico, en un mercado demasiado perfecto para ser cierto y, en lo político, una democracia vegetariana demasiado buena para ser real. Los liberales son líderes, caudillos o no, que compiten entre ellos con las mismas astucias, trampas y habilidades con las que compiten contra sus adversarios ideológicos. Según las encuestas, José Rizo está muy por debajo de Eduardo Montealegre.

En términos políticos, la pregunta que gravita sobre todos, es: ¿Eduardo Montealegre se unirá al PLC o a la inversa? Quizás todo dependa de la fuerza en la negociación que muestre la Embajada de EEUU y las debilidades acusadas por Alemán frente al sandinismo con el pacto, así como las señales de rendición que pueda enviar por el acoso desde Panamá, para determinar quien doblará el brazo a quién, entre los liberales. Los gringos saben hacer estas cosas con rapidez. Todo debe resolverse para la primera vuelta, porque las apuestas están a favor de Daniel Ortega. “No hay mañana”, como dicen en béisbol.

Además, en la medida que nos acercamos a la hora cero, estamos observando desprendimientos tránsfugas horizontales entre partidos afines ideológicamente (dentro de liberales y dentro de sandinistas, pasándose de un subgrupo de familia a otro, espectacularizando las deserciones), y amagos verticales entre los partidos antipactistas de canibalizarse entre sí.


¿Quién hace más daño, el MRS al FSLN o ALN al PLC? Desde el punto de vista absoluto el ALN, sin duda, al PLC. Pero desde el punto de vista de las oportunidades, el MRS al FSLN, sobre todo si el FSLN no alcanza a ganar en primera vuelta, por los votos que le rehusará el MRS.

I. MEDIOS DE COMUNICACIÓN Y LIBERALES

Eduardo Montealegre, el otro liberal, es el hombre de los medios de comunicación. Y tiene oportunidad de ganar por estrecho margen en la primera vuelta, sin el complemento del PLC, si y solo si, logra manejarse entre todos los medios de comunicación con una pequeña y sólida base real militante e inteligente.

Los medios de comunicación en cualquier parte del mundo, y hoy más que nunca por su esencia globalizadora, son deliberantes y beligerantes y, como el dinero que nació siendo un medio de pago, y ahora no lo es, los medios ya no son medios en ningún sentido de la palabra. Son jueces y consejeros frente a los desilustrados y, frente a los ilustrados como ellos (a veces expertos), son interrogadores y más para juzgar, controlar y seducir, que realmente para saber.

En este sentido, Carlos Fernando Chamorro y Laura de América, por ejemplo, no se distinguen entre ellos, más que por el tipo de audiencias, arrasando Laura de lejos a Carlos Fernando, por supuesto. El poder del número (Laura) obviamente se impone, pero es la cultura del experto (Carlos Fernando), el comentario del sabio, la recomendación del profesional, el diálogo amable de adversarios nobles, lo que respetamos, los pocos que lo vemos.

Con todo, la actitud de ambos y la relación de poder que guardan con las audiencias es la misma. Los medios son los continuadores y rompedores, al mismo tiempo, de los partidos políticos y las iglesias. Ellos se sienten, y lo están de verdad, por encima de todos. Con sus imaginarios de acción todo lo simplifican, mientras la complejidad, para ellos, los paraliza.

No son el segundo poder, como dice Ignacio Ramonet, sino el primero. Son como aquellos seres cabezones, pero débiles, de El Planeta de los Simios, que los engañaban, y hacían matarse entre sí, con las poderosas ilusiones mentales que creaban.

II. PUBLICIDAD Y POLÍTICA

Hablamos, como ya deben sospechar, de la publicidad en política. Desde este punto de vista, hay tres cosas que un equipo debe conjugar y ofrecer como deseable a las audiencias u opinión pública sobre sus candidatos: a) las encuestas, b) la televisión y c) el “gusto” de las masas. Las tres guardan una relación estrecha entre sí y quien sepa tenerlas a su favor, ganará, no importa si no encabeza las encuestas, pero es fotogénico, tiene buena voz, amigo de las cámaras y le cae simpático o neutral a la gente común y corriente.


a) Las encuestas, fuera de que son fotos que no duran más de 48 horas, anulan su efecto o reimpulsan otra tendencia, apenas son recién publicitadas, porque el tiempo empleado en procesarlas, es el que cambia todo de nuevo, como el mapa de Jorge Luis Borges que, mientras se terminaba el censo, ya había nacido otro niño y muerto otra persona, alterando todo y haciendo imposible ni siquiera empezar. Las encuestas sólo sirven para construir un imaginario entre todos los contendientes que, por el sólo hecho de abrazarlas, modifican todo, como una especie de profecías auto cumplidas que se impulsan a sí mismas, describiendo una trayectoria que le parece extraña a todos, porque no se reconocen en ella.

b) La televisión es el otro recurso poderoso. Desde el debate entre Richard Nixon y John Kennedy, sabemos que las batallas electorales se ganan en la televisión y no en las calles. La ventaja la llevan aquí las estaciones abiertas y gratuitas de mayor cobertura, el canal 2 y el canal 8, favorables a Eduardo Montealegre; en segundo orden, el canal 10 y el canal 4, favorables al FSLN y, por último, el canal 12 al PLC. La prensa escrita es para ilustrados muy pequeños, que no pesan en términos numéricos, aunque en algunos casos justifiquen agendas y cultiven
profundizaciones en las páginas de opinión. La radio es para sectores agrarios muy desconectados entre sí y lejos de fuentes de energía eléctrica, para gente en movimiento continuo como conductores, amas de casa y aficionados.

c) El “gusto” de las masas. Es una cosa construida de modo rápido, superficial y ligero, amalgamada sobre residuos de tradiciones agrarias, rutinas de seminanalfabetos suburbanos, preferencias musicales callejeras y populares, religiosidad pagana y deportiva, deslumbramiento de sectores plebeyos por los medios audiovisuales, exceso de energía de jóvenes barriales desempleados, etc; todo retenido, procesado, editado y proyectado por los medios de comunicación a través de nuevos géneros musicales eróticos y agresivos, prensa del corazón, telenovelas, talk y reality Show, nota roja, cine de acción barato y universal, técnicas MTV, deportes, etc. También se ha construido a contraluz de la cultura de élite o alta cultura. La cultura de masas no es más que cultura popular
+ medios de comunicación.

Para integrar estas tres cosas, el que quiera ganar deberá saber si por televisión, un guiño, un gesto, una musiquita pegajosa, una vulgaridad, halaga el gusto de las masas, construido por los medios mismos, y si “pega”, después, hay que medirlo con las encuestas hasta el último minuto, al pie de las urnas, si es permitido.

Mientras la Televisión, en términos generales, la tiene Eduardo Montealegre, las encuestas las encabeza Daniel Ortega y el gusto popular lo dominan los Mejía Godoy, sabiendo que no es ninguna ganga resolver los graves problemas sociales para el ganador, nos interrogamos, como Claudio (Leghorn), ese gallón de las caricaturas, orgulloso de su soltería que, para derrotar al perro, su eterno rival, que finge cortejar a la señorita Patsy, se casa con ella y, entre arrumacos y suspiros de la gallinita, en medio de la iglesia, se dice eufórico: ¡Gané!, para después serenamente expresar, gané y, terminar viendo a las cámaras con su cresta triste y paperas contritas, preguntándose: ¿Gané?