ULITEO LA PAGINA DE "NADIE" (ULISES) Y DE "TODOS" (PROTEO)

Thursday, July 24, 2008

Los "otros" de la ciudad letrada

Comentario a “La invención de Nicaragua
de Carlos Midence

Por Freddy Quezada

El texto La Invención de Nicaragua” (Edit. Amerrisque, 2008) de Carlos Midence, es parte de una “tradición nueva”, valga la paradoja, que deconstruye el origen de los nombres de continentes y países, decididos por colonizadores como descubrió Edmundo O´ Gorman para América, Valentín Mudimbe para África y Walter Mignolo para América Latina, el mismo que prologa la obra y saluda la integración del autor en la escuela modernidad/decolonialidad que representa.

Dentro de Nicaragua, se une a la tradición inaugurada por Ileana Rodríguez, Leonel Delgado, Erick Aguirre, Erick Blandón, y Miguel Ayerdis con los textos “Primer inventario del invasor”, “Márgenes Recorridos”, “Máscaras del Texto”, “Barroco Descalzo” y “Publicación Periódica, formas de sociabilidad y procesos culturales en la Nicaragua de 1886 a 1924 ”, respectivamente. Todos tributarios del paradigma de los Estudios Culturales, esa nueva disciplina que combina teorías antropológicas, crítica literaria, estudios comunicacionales y distintas filosofías “post”. Probablemente estos estudios, y otros más que les seguirán, sean los nuevos cánones del futuro que ya rivalizan y desafían las explicaciones que brindan los anteriores, alrededor de los cuales siguen girando la mayor parte de nuestros intelectuales. No sería exagerado decir que ese “aire de familia” que guarda este racimo de textos seminales, ya constituyen en sí mismos una ruptura epistemológica con la tradición anterior.

La Invención de Nicaragua”, es un libro para especialistas y, aún siendo para ellos, se enfrentarán a una prosa áspera, densa y a ratos impenetrable. Me pregunto si no había otra manera de decir el par de cosas sencillas que alude el texto. Peter Sloterdijk, el filósofo irreverente alemán, siempre ha sospechado de la obra de Heidegger Ser y Tiempo, como una broma gigantesca que puso en códigos crípticos las preguntas sencillas que se hacían los campesinos de Selva Negra, en Alemania. Pero nadie sabe cuando uno pasa de lo sublime a lo ridículo.

El eje de La Invención de Nicaragua”, gira alrededor de demostrar que Nicaragua, sobre todo su nombre, es una imposición colonizadora que se ejerce desde la letra y la polis, como expresa correctamente el subtítulo de la obra.

El autor reproduce una cita de Sandino de una entrevista brindada a José Román, autor de la novela Cosmapa: “Porque fue tan generoso o cobarde, por eso le llamaron Nicaragua a nuestro país. ¿Por qué no le llamaron Diriangén?... sino ha sido por la ayuda traidora de Nicarao, Diriangén les hubiera echado al lago y acabado con ellos. Nicaragua se debería llamar Diriangén o Diriamba.” (Midence, 2008: 206). La correa de trasmisión del nombre y su carga simbólica es y ha sido empujada por un grupo muy pequeño de intelectuales que ejercitan su poder desde una ciudad letrada. “... la intelectualidad nicaragüense ha establecido una hegemonía en la ciudad letrada en la cual se ha manejado sus propios proyectos políticos (colonial, vanguardia conservadora..., liberal, imperialista y neocolonial) que al final se ha impuesto a esos sujetos que habitan los márgenes de esa ciudad.” (Midence, íbid: 141). Hay que incorporar también, en la serie, al socialismo.

En América Latina, dice el autor, “... la Historia, la literatura y más adelante el periodismo constituyeron los pilares de las formas letradas de circulación de ideas y el espacio por excelencia de mediación entre la letra y la experiencia.” (Midence, íbid: 171). La diferencia de nuestro país, con respecto a otros de América Latina, donde sus ficciones fundacionales giraron alrededor de la novela romántica (como en efecto demuestra Doris Sommer), será la poesía.

Combinada con el periodismo, la historia, y muy adentro del siglo XX, con el testimonio y la novela, la poesía será la piedra fundamental que anudará nuestra identidad como tradición inventada o imaginada desde una ciudad letrada, tal como señala Ángel Rama, en manos de criollos y mestizos que seducirán al pueblo con sus cantos y explicaciones sobre nuestra diferencia con los demás.

“Álvaro Urtecho, al igual que José Coronel Urtecho, Zepeda Henríquez y Tomás Ayón, quieren mostrar algo, y ese algo es que la única tradición presente y perenne en Nicaragua es nuestra poesía, la única que puede fundar un lazo de unión, una línea de sentido, una común visión del mundo. Para estos autores hay una continuidad de tradición excepcional de poetas que fundamenta toda la creación poética en el poder del encantamiento en lo que respecta al lenguaje (Álvaro Urtecho), lo mítico (Zepeda) lo hispánico abolengo (Coronel) y el mediador entre dos mundos (Ayón). Lo cierto es que en los cuatro se ofrece una raíz monumental al discurso poético.” (íbid: 140-141)

El eje anterior refuerza esa idea que los decoloniales señalan con pertinencia para los antiguamente llamados tres mundos y la forma cómo ejercía su hegemonía el primero: la ciencia exacta, objetiva y universal sería privativa del primer mundo 1; la ideología, subjetiva, parcial y contaminada, para el segundo; y la cultura, rica, colorida y original, para el tercero. Por la fuerza de las cosas sucedió que, dentro de cada uno, operarían los demás, sin renunciar a una diferencia entre uno y otro que se convirtió en jerarquía y en dominio epistémico.

Sin embargo, la poesía, creo que no logra todavía explicarse a fondo para nuestro caso, pese a lo llamativo de la presentación de Midence. ¿Por qué ella y no otra rama de la literatura o del arte, por qué no el teatro, la música, la pintura o la estatuaria? La poesía (de origen religioso, musical y oral) tiene algo fuera de la prosa que la hace encantadora para sectores desilustrados, de donde le llega su recitabilidad y hechizo, y que pudiese explicar acaso el efecto abrasador que produjo en sectores fuera de la ciudad letrada. A riesgo de parecer eurocéntrico, me gustaría recordar que los alemanes descubrieron o inventaron estas propiedades de la poesía desde el romanticismo, de la mano de Herder y Hölderlin, hasta llegar incluso a ser reelaboradas por Heidegger y el arte como el depósito de la verdad.

Es curioso que lo expresado por los decoloniales contra la modernidad (que reclama que las culturas “otras” suban desde todos sus lugares y se parezcan a ella), pueda ser aplicado a ellos mismos, en verdad, a todo letrado: que los “otros/as” busquen cómo “subir” y parecerse a los “ilustrados”, bajo las normas constitucionales y gramaticales de su ciudad, que ejerce una violencia gramatológica contra sus habitantes, ya entregados, la mayoría de ellos, al embrujo de los medios de comunicación, en especial la televisión.

Por otro lado, hay que hacer una tipología de los letrados en todas sus gradaciones, algo que nos adeuda el autor. Tipología que tiene que ir desde el que produce ideas hasta el iletrado completo, pasando por los escribanos burócratas (en los que parece que estuvo siempre pensando Ángel Rama) y semianalfabetos. La escritura en América Latina, como la explicita Rama, no fue para crear mundos sino para registrarlos, administrarlos y controlarlos. Empezó por donde terminó el papel de la escritura en Europa que, en su despegue, se puso al servicio de las rupturas con el orden medioeval y, sólo al final, ejerció los disciplinamientos y controles que la pondrían en evidencia.

La cultura nacional, similar a la de “un jardín de invernadero”, según Midence, “sólo fue posible tras la alfabetización y, a través, en principio, de la prensa de circulación nacional, ulteriormente de la radio y de la televisión.” (íbid: 139). Al respecto, hay que hacer una consideración.

En Nicaragua, así como en toda América Latina, Ángel Rama brinda consideraciones sobre la época colonial: las clases letradas eran una minoría en todos los sentidos. Sin embargo, el efecto que siempre produjeron fue el de representar una mayoría significativa por el consenso (más parecido a un colonialismo interno) que obtuvieron de los amplios sectores mestizos medio letrados y ambiguos. Estos fueron capturados literalmente, mucho después, por la radio y hasta hace poco por la televisión, donde se convirtieron a unas identidades móviles, frágiles y negociables.

Algunos sectores semi-rurales, a mediados del siglo XX, aprendieron a imitar el modo de hablar urbano a través de presentaciones de películas mexicanas en cines ambulantes, y la radio (fundamentalmente con las radionovelas, la música y los deportes) para los sectores semiletrados y desilustrados, jugó el mismo papel de los folletines por entregas en los periódicos de Europa y EEUU que construyeron los imaginarios populares. La Televisión los reuniría después a todos.

Pero, en el fondo, la diferencia entre letrados y no, habría de revelarse por encima de las propias diferencias entre letrados mismos que terminarían por solidarizarse ante las amenazas de desbordes, como frutos de procesos anárquicos y de revueltas (convertidas en revoluciones o rebeliones, como decía Octavio Paz, por la sola presencia de intelectuales), de tiempo en tiempo, en nuestras sociedades. Sólo entonces, acaso, podamos decir que se manifiestan ante sí mismos como los “otros” de la ciudad letrada, sobre los que se ha ejercido una hegemonía despótica.

Otra deuda del autor es el papel del Estado nación, cuyo uso de un autor canónico en sociología, como Edelberto Torres Rivas, ya no cubre las nuevas explicaciones, y que exige más profundidad y debe vincularse, para la época que analiza Midence, al área centroamericana donde el concepto de Estado nación, además de no coincidir en términos reales con los cánones euro-norteamericanos, fuera de los precisamente letrados y formales, puso en juego una serie de dispositivos, desde archivos hasta normativas jurídicas, desde etiquetas hasta educación cívica, desde gramáticas hasta recitación de poesía culta, para disciplinar a los “otros” de la ciudad letrada que, para la época, coincidían en gran medida con aborígenes y afrodescendientes en algunas áreas.

Paradójicamente, este disciplinamiento desde aparatos y dispositivos fue separándolos a medias de sus matrices culturales, arrojándolos a un universo de remedos, simulacros, mímicas y dobleces, propias de las estrategias de débiles y subalternos. La llegada de la radio y la televisión potenciarían su peso, por razones de mercado que haría de la necesidad virtud con la cultura de masas, y los términos se invertirían coincidiendo de modo espectacular la semiletralidad, o la desilustración completa, de todos estos sectores con medios no escriturarios, como hechos para ellos. Entonces la alta cultura empezará a retroceder y será ella ahora la que empleará estrategias de subalterno para hacer oír sus regaños, malhumor y desprecio a través de los mismos medios que condena.

Los “otros” no sólo son, pues, los afrodescendientes y los pueblos originarios que, por cierto no guardan esa pureza que se imaginan los decoloniales que, al menos en Nicaragua, están altamente mezclados entre unos y otros 2, sino también los desilustrados, dentro y fuera al mismo tiempo de la ciudad letrada. Son los que juegan (y bailan como la danza de Shiva) en la centralidad del poder, como los “otros” de la ciudad letrada, siendo que los afros y aborígenes, ejercen sus presiones como los “otros” de los “otros”, desde la reflotadura de una segunda línea de invisibilización.

¿Pero, a todo esto, quiénes son “ellos”? Si se ha venido precisamente hablando por ellos, desde esa ciudad letrada a la cual suponemos, en otra pirueta, que se le oponen, no corremos el riesgo de repetir el error al imaginarnos que hay otra manera de definirlos, que no sea callando y protegiéndolos con nuestro silencio?

1 Sin embargo, aún dentro de Europa existían, y siguen existiendo, rivalidades muy fuertes. Es conocidísima la frase de Heidegger, ofensiva no sólo para todo el mundo colonial sino, sobre todo, para sus hermanas europeas, que sólo se podía pensar en dos lenguas, la griega clásica y el alemán, cuento germanocéntrico que se tragó hasta el francés argelino Jacques Derrida, al creer que sólo dos pensadores en el mundo eran los verdaderamente complejos y fecundos: Platón y Heidegger.

2 No podemos hablar de pureza absoluta, incluso de nuestros grupos originarios y étnicos. Los miskitos son un grupo altamente mezclado con otros grupos nacionales e internacionales; los mayagnas, que pudieran ser los más endogámicos (hay tres variedades: twakas, panakas y ulwas), la dominante se abre cada vez más para sobrevivir, del mismo modo que, al revés, las más cerradas tienden a disminuir en número y hasta desaparecer como los Garífunas y Ramas). En nuestra Costa Atlántica hay una cosa curiosa y digna de ser pensada. La Ley de Autonomía y su respectivo Reglamento, fue concebida para responder a los derechos de los grupos étnicos y originarios que, en términos estadísticos, son minoría, frente a los mestizos caribeños, en las dos regiones Autónomas. Esta situación, no prevista por nadie, está siendo aprovechada ahora por los mestizos caribeños alegando su peso en número y no renunciando a las prerrogativas autonómicas como grupo étnico. Ahora los mestizos del Caribe, algunos de los cuales exigen una tercer Región Autónoma, quieren retener lo mejor de los dos mundos, su hegemonía por el peso de su número (expresada en términos de representación en los órganos del gobierno autonómico) y las ventajas que les confiere la Ley de Autonomía. ¿Qué podemos decir? Si nos oponemos a las aspiraciones mestizas somos antidemocráticos, violando las propias reglas del sistema autonómico; si aceptamos tales aspiraciones, nos convertiremos en cómplices de un probable hegemonismo del Pacifico sobre el Caribe, a través de una parte de los mestizos mismos que comparten valores con ellos.


Monday, July 21, 2008

Tipos de Globalización

TIPOS DE GLOBALIZACIÓN

Por Freddy Quezada

La globalización es inevitable. Nadie está fuera de ella. La globalización hay que aceptarla como un fait accompli. Este es el principio básico de la globalización. Hay varias sub—escuelas, a veces adversarias entre sí que, sin romper sus límites categoriales, las podemos enumerar así:

I. LA GLOBALIZACIÓN CONSUMADA EURONORTEAMERICANA

1.1 La globalización neoliberal, tipo Francis Fukuyama, quien dice que el fin perseguible de todo el mundo será el mercado, la democracia, la tecnología y la defensa del medio ambiente. De Samuel Huntington, quien asegura que el eje del futuro será la superioridad del euronorteamericanismo contra las demás culturas, todas adversarias de la cultura blanca y anglosajona; y de la globalización económica de la escuela monetarista de Chicago, base del “Consenso de Washington”, incluyendo críticos, tipo Joseph Stiglitz y George Soros. Lema: Las cosas son, ahora, como deben ser.

1.2 La globalización neomoderna, tipo Anthony Giddens, Alain Touraine, Jürgen Habermas. Parten que la globalización es inevitable y cabe considerarla como en constante renovación por medio de sus agencias, la incorporación y beligerancia de los nuevos actores sociales, o el mantenimiento de una modernidad abierta e inconclusa. Hablan desde Europa, como si al hablar desde ahí, todo el planeta tuviera la obligación de obedecerles y agradecer sus lecciones. Lema: Las cosas, pese a todo, pueden todavía ser mejores.

1.3 La globalización postmoderna desencantada, tipo Jean Francois Lyotard, Jacques Derrida, Jean Baudrillard. Juzgan la globalización como escéptica, dionisíaca y cínica. Incrédula en las grandes promesas emancipadoras, al revés del procedimiento de pensar por conceptos universales que eliminaban las diferencias, optan, como Funes el Memorioso, personaje de Jorge Luis Borges, por ver el mundo a través de la diferencia y el presente. Brindan una pequeña apuesta por los movimientos sociales y lo que sus pequeños relatos locales y limitados encierran. Apologistas de la fragmentación y la incertidumbre, son eurocéntricos contra el eurocentrismo. Lema: Las cosas son como son.

1.4 La globalización postmoderna optimista, tipo Hal Foster, David Harvey, Fredrick Jameson. Hablan, sobre todo desde EEUU, de un postmodernismo de resistencia y a pesar de reconocer que la globalización expresa el dominio cultural del capitalismo tardío (concepto marxista copiado de Ernest Mandel), todavía creen que puede combatírsele, desde las diferencias en sus metrópolis (mujeres, afrodescendientes, chicanas, latinos, pueblos originarios, asioamericanos, travestis, gays, bolleras, queers, etc), con proyectos de resistencia emancipadores. Lema: Las cosas pueden ser mejores de “otro” modo.

II. LA GLOBALIZACIÓN EMANCIPADORA

2.1 Globalización postmoderna emancipadora, tipo Boaventura de Souza Santos, Toni Negri y Michael Hardt. Dicen también que la globalización es inevitable, pero que puede ser transformada desde adentro, sea por más democracia, por la vía de incorporar más y más diferencias, o por revoluciones de las multitudes queer. Lema: Las cosas sólo pueden mejorar con el cambio.

2.2 Globalización neomoderna emancipadora, tipo Inmanuel Wallerstein, Samir Amin, Giovanni Arrighi. Plantean que al sistema -- mundo actual sólo se le puede combatir con otro sistema-- mundo tan poderoso como él. El nuevo sistema – mundo rival estaría compuesto por los movimientos sociales del mundo hegemónico, semiperiférico y periférico. Lema: Las cosas serán mejores de un modo radical, nuevo y mundial.

2.3 Globalización regional emancipadora latinoamericana, tipo Heinz Stefan Dietrich, Enrique Dussel, familia CLACSO. Regreso al socialismo del siglo XX, más cristianismo de liberación, más mercado controlado, más latinoamericanismo fácil, más vanguardismo repetido, más antiimperialismo de moderada intensidad, igual a socialismo del siglo XXI. Lema: Las cosas, esta segunda vez, si serán mejores.

III. LA GLOBALIZACIÓN ALTERNATIVA

3.1 Globalizaciones “otras”, tipo Escuela Decolonial. Rompen con todos las variedades anteriores, al señalar, desde paradigmas antropológicos, que fuera de la Globalización hay culturas “otras” que, aunque han sido subalternizadas epistémicamente, al entrar en contacto con ellas, es posible ofrecer “modernidades alternativas” y “alternativas a la modernidad” (conceptos copiados de A. Ong aplicados a China). Creen que todavía hay grupos “puros” en proporciones significativas (como los afrodescendientes y los aborígenes) y comprenden también, sin mayor contradicción, a los híbridos (como los “latinos” en EEUU). Al revés de los museos, de los que habla Boris Groys, que convierten lo nuevo en diferente, estos convirtieron la diferencia en novedad. Lema: Las cosas pueden mejorar, para los subalternos, desde“otro” modo.

3.2 Globalización postcolonial, tipo Edward Said, Homi Bahba y Gayatri Spivak. Denuncian el eurocentrismo colonizador pero, en contra partida, no señalan quienes son los nuevos agentes centrales de las colonias, en los procesos de confrontación y para nada aluden a procesos emancipatorios. Said, dice cómo son los “orientales” para los occidentales, pero jamás dice “cómo son” en realidad; Spivak, niega que alguien pueda hablar por los subalternos, menos los intelectuales, quienes son sus constructores; y Bahba, dice que los colonizados por su mímica, ambivalencia e hibridez, son todas las cosas a la vez y ninguna. Un poco como dice Krishnamurti, lo nuevo (y todo siempre lo es) [1] no puede decirse por comparación, porque si no deja de serlo. Estos convirtieron la diferencia en silencio, única manera de expresar el respeto a lo nuevo. Lema: Las cosas son como no deben ser.

1 Básicamente en la relación entre lo conocido y lo nuevo, Krishnamurti dice que las personas no le temen a la muerte, porque no se puede temer lo que no se conoce, sino, más bien, que el terror es a perder lo conocido, la certeza, la casa, el lenguaje, la identidad, la seguridad del vientre, todo lo que preocupa a Peter Sloterdijk en sus tres volúmenes de Esferas (Burbujas, Globos y Espuma).

Friday, July 04, 2008

Decolonialidad y postcolonialismo

DIFERENCIAS Y SEMEJANZAS ENTRE
EL POSTCOLONIALISMO Y LA DECOLONIALIDAD

Por Freddy Quezada

INTRODUCCION

Mucha gente me ha preguntado por qué no presento de manera sencilla las diferencias y las semejanzas entre esas escuelas que menciono insistentemente en mis escritos. En verdad, tienen razón. Ambas corrientes son hijas periféricas del postmodernismo; es decir son contemporáneas y ex--céntricas. Una, aplicó sus enseñanzas a excolonias europeas del “Oriente” y la otra, está intentando hacer lo propio en y con “América Latina”. Una llegó hasta el escepticismo y la otra volvió grupas, de nuevo, a la emancipación. Ambas nacieron y maduraron sus reflexiones en las universidades de EEUU y Europa, irónicamente a quienes tanto atacan.

Los postcoloniales, al menos en mi escala, están epistemológicamente de primero, por su escepticismo y suspensión de alternativas, que los decoloniales, cronológicamente más adelantados, pero recalando en la liberación, otra vez, aunque esta vez mental, desde sectores tenidos por ellos como sufrientes y dignos de ser acompañados en sus luchas “otras”.

Presentaré un cuadro breve de las principales obras, citas y autores de las dos corrientes, planteando, lo más desapasionado que pude, cinco características de cada una de ellas. Al final, elijan ustedes la de su preferencia. Consulten, eso sí, sus trabajos seriamente. Tengo electrónicamente varias obras de ellos (que puedo enviar por e-mail a quienes me las soliciten) y, físicamente también, dos de las referidas.

POSTCOLONIALISMO




Los postcoloniales se basan en cinco cosas:

1. Dicen que los europeos construyeron una imagen de los otros “orientales” que respondió a su idea de controlarlos, administrarlos y estudiarlos. Edward Said, quien trabajó seminalmente esta idea, se basó mucho en las teorías del poder de Foucault, aplicado a las colonias y excolonias europeas del Medio Oriente, África, y en menor medida, Asia y América Latina.

2. Homi Bahba, critica y complementa a Said, viendo las cosas desde el punto de vista del colonizado. Alega que Said, sólo vio cómo el colonizador impuso sus estrategias desde el poder y la ciencia. Bahba, en cambio, descubre en los colonizados, un comportamiento mimético, híbrido y ambivalente, donde el colonizador participa junto con ellos, en una operación mimicrética (donde el colonizado remeda e imita), de camuflaje. Bahbha deriva de este término lacaniano, un comportamiento ambivalente del colonizado (entre el remedo y la esperanza de ser como ellos) y la del colonizador (entre el miedo de perder autoridad ante la imitación y el deseo de ver su “grandeza” desde los ojos del vencido).

3. Gayatri Spivak, se enfoca, por su parte, sobre los intelectuales y la incapacidad que tienen de representar a los subalternos, incluso en las excolonias. Y cómo sucumben a esta tentación, incluso emancipadores anticolonialistas como Fanon y Cesaire, en quienes, de paso, se apoyan pero de un modo muy crítico, sobre todo en contra de sus valores libertarios, que siguen siendo eurocéntricos.

4. Ninguno apuesta por ninguna utopía, ni emancipación dura o blanda. Y se echa de menos, su indiferencia epistémica ante las grandes sabidurías de sus propias culturas (hinduistas, búdicas, mahometanas y taoístas). Se detienen ante un escepticismo occidental tributario de la Escuela de Frankfurt, sin aprovecharse del propio que poseen las espiritualidades de los países de donde proceden.

5. Said dice como "son" los colonizados para los colonizadores, cosntruidos desde su poder; Spivak, dice que no pueden ser conocidos por nadie, menos por los intelectuales y Bahba, dice que "son y no son" al mismo tiempo, por la ambigüedad y la mímica que los constituye. No dicen, casi todos, como son los colonizados, sino como no son. Esto lleva a desprender de esta actitud epistémica, un silencio escéptico y defensivo a la vez, para no entregar a sus enemigos, una vez más, por la vía de la investigación y de la ciencia, a los “subalternos”, en nombre de defenderlos.

DECOLONIALIDAD


Los decoloniales se basan en al menos cinco cosas:

1. Dicen que la colonialidad es constitutiva de la modernidad. Y que nació con la conquista y colonización de América. Del mismo modo, se generó una racialización del poder en medio de una heterogeneidad estructural, hegemonizada por un eurocentrismo (que se borra a sí mismo a través de un “punto cero”) no sólo económico o político, sino geoepistémico.

2. Critica, y cree complementar a los postcoloniales, a quienes reconoce como sus predecesores, con una especie de segunda descolonización, pero esta vez mental, basándose en un conocimiento “otro” indoamericano, afrodescendiente y de fronteras (como los “latinos” en EEUU) luchando por acompañarlos “desde” y “con” ellos.

3. Los colonizados, al parecer sólo los aborígenes y afroamericanos, pocamente los mestizos, tienen derecho a recuperar la dignidad de “dar” (donner), arrebatada por los colonizadores al condenarlos (damné) a creer que sólo reciben de sus expoliadores. Esa dignidad del ser decolonizado, se mueve al parecer entre un ego conquiro filosófico, que va desde Descartes hasta Heidegger, y más allá de un subalter, que va desde Las Casas hasta Lévinas, todavía muy eurocéntricos.

4. Alegan su separación amistosa de los postcoloniales, de quienes dicen que se basaron mucho en Foucault, Lacan y Derrida, y que ellos empezarán a basarse en la experiencia y pensamiento de Waman Poma de Ayala, un mestizo peruano de la primera hora, y de Ottobah Cugoano, un esclavo africano, liberto en tierras americanas. Ambos letrados e intelectuales. También retoman, sin sentido crítico, al revés de los postcoloniales, a Fanon y Cesaire.

5. Regresan a abrazar, de nuevo, una especie de redención blanda, a través de una decolonialidad emancipadora y del respeto y coexistencia de unas diferencias, tenida todavía por “puras”, al parecer, de parte de ellos.

Adendum: Una de las grandes diferencias entre estas dos escuelas, está en los prefijos que eligieron para sí mismos. El “De” de los decoloniales supone que algo anda mal en algunos sectores destinatarios de sus discursos (casi todos pensamos en colonial) y debe limpiarse lo malo que tenemos en nuestras cabezas con la asimilación de su discurso decolonial lúcido que, por otra parte, está a salvo de lo que condena y que, de un modo misterioso, sólo un pequeño grupo lo obtuvo, esta vez, por la vía académica. Es algo parecido a la desalienación de cuño marxista que nos prohibía ver telenovelas, películas mexicanas (como “Santo ‘El Enmascarado de Plata’ contra las Momias de Guanajato”) o dibujos animados bajo el riesgo de enajenarnos con la basura del sistema.

El otro, el “Post”, no solamente es “algo” después del sustantivo, que sus detractores dicen que más bien repiten y continúan (a la modernidad y al colonialismo que condenan), sino que consiste en “no definir lo que sigue”, como bien lo interpretó hace poco Slavoj Zizek en su última obra “Visión de Paralaje”. La diferencia entre las dos escuelas es, pues, que uno está por liberar a alguien y el otro por no definir a nadie.

Los decoloniales creen revelar cómo son las cosas (descubriendo un mecanismo opresor oculto e invisible), al revés de los postcoloniales que revelan lo que los colonizadores creen que son los colonizados. Los decoloniales continúan la tradición de los "maestros de la sospecha" y los postcoloniales la epojé del escéptico y la diálectica negativa.

Debo agregar, por otro lado, el vínculo de tres argentinos (que supongo deben verse a sí mismos como tres mosqueteros al servicio de un nuevo orden, o tres cerditos contra un lobo feroz, vaya uno a saber) en un nuevo paradigma, que está por cerrarse entre ellos para dar paso, sospecho, a otro esquema, emancipadoramente más duro, que el decolonial y del que no me imagino cómo bautizarán.

Uno es Walter Mignolo, el más representativo de los decoloniales, una especie de cruce paradójico entre antropología crítica (defensora de diferencias puras) y pensamiento híbrido de frontera de algunas intelectuales "chicanas", discípulas de Bahba; el otro Enrique Dussel, viejo cuadro de la filosofía de la liberación (que, junto a Aníbal Quijano son sobrevivientes de la teoría de la dependencia y sus brújulas emancipatorias) y el tercero, Eduardo Grüner, apasionado de un marxismo que él supone todavía rescatable para abrirlo y hacerlo creador.

De ellos, los últimos dos son más prometeicos que el primero quien, después de intentar crear algo propio, a partir del postcolonialismo (llamándole “postcoccidentalismo” a su copia), lo único que encontró fue a Dussel y sus viejas respuestas emancipacionistas, regresando hacia atrás toda la rueda y recayendo dramáticamente mediante dos operaciones: a) definir por diferencia “pura” a sectores dolientes afros y aborígenes y que lo obligará tarde o temprano a adjudicarles características prometeicas; y b) recomendar al final de todo, una coexistencia pacífica con el sistema eurocéntrico.

Enrique Dussel (del que recuerdo puso a prueba, hace poco, sus germanismos eurocéntricos inútiles en un texto sencillo de Rigoberto Menchú) del mismo modo ya venía de morder la manzana, otra vez, con Heinz Dietrich Stefan (el teórico del Socialismo del Siglo XXI) y el libro de ambos "El Fin del Capitalismo Global" y Eduardo Grüner no descansará, por lo visto (junto a Atilio Borón, familia CLACSO y Roberto Follari), hasta no volar de nuevo desfaciendo entuertos, defendiendo viudas, adoptando huérfanos y liberando de todo tipo de dolor a la mayor parte del género humano. En la sala de espera, observando el parto, supongo que deben rondar García Canclini (a quien mencionan de “larguito”, pero no lo invitan) y Ernesto Laclau, a quien consideran el menos argentino de todos ellos. A como sea, se les agradece, Che, pero por estos lados, muchos de nosotros ya no fumamos, menos habanos como el que pienso emplearán, para celebrar el nacimiento. Muchas Gracias.