Tragi-comedia en un acto
Un diálogo interceptado
Douglas Salamanca
Interior, día. El escenario se ha dividido para mostrar dos oficinas contiguas, conectadas por el hilotelefónico. Luis y Rosario están sentados ante sus respectivos escritorios. Ella, mientras habla, se ocupa también de algunos papeles, pasando alternativamente de un legajo a otro. El, en cambio, toma febrilmente apuntes de lo que ella le dice. La escena transcurre en un país muy remoto, y en tiempos inmemoriales.
Rosario: --Aló. ¿Luis?
Luis: --Sí.
Rosario:-- Luis, te llamo para refrescarte algunas orientaciones.
Luis (tartamudeando): -- S-soy todo oídos, mi co-co-comandán… quiero decir, co-co-compañera Rosario.
--Acordáte de lo que te dije: hay que fomentar sobre todo la superstición, el tabú y todo lo que sea alienante. Hay que darles prioridad a las fiestas patronales, de ser posible con mucha chicha bruja y rosada.
-- Sí, compañera.
--Hay que apoyar antes que nada a la cultura de masas. La cultura popular anónima. ¿Entendés?
-- Sí, compañera. Yo he estado promoviendo algunas exposiciones de pintura, pero eso lo he hecho porque…
-- Eso está bien. La pintura es inocua. ¡Pero no quiero otro caso como el de ese bendito prólogo!
-- No, compañera… quiero decir, sí, compañera.
-- Respondés con tu cargo. Hay algo más.
-- Dígame.
-- No fomentés nada que tenga que ver con la organización de los artistas. Es mejor que estén dispersos.
-- Pero en la década de los ochenta…
-- ¡Esos eran otros tiempos! En los ochenta se les apoyó con las uniones y para nada. Hasta casa se les dio a los tales Praxis y todos pagaron mal. Igual los intelectuales. Fueron los primeros en desertar, cuando el barco empezó a hacer agua. ¡Por eso no quiero tener alacranes en mi camisa!
-- Sí, compañera.
-- Respaldá todo aquello que los atomice.
-- Sí, compañera.
-- Cuidado financiás algún tipo de obra que nos critique. Hay que fortalecer la censura. Mantené los ojos abiertos, sobre todo en el área del teatro. Ahí te metieron un gol.
-- ¿Un gol?
-- Pues sí. Me dijeron que en la obra que la Socorro Bonilla adaptó del libro de Alejandro Serrano Caldera se coló una chifleta contra el gobierno. Creo que la dice un tal Mencio.
-- No lo sabía, pero le prometo que de inmediato voy a proceder a investigar y si descubro que ese tal Mencio está implicado…¡voy a despedirlo de inmediato!
En ese momento, entra una secretaria con unas cartas, pero Luis le hace un gesto indicando drásticamente que no es el momento apropiado y que debe irse.
-- Mencio es un personaje histórico, tarugo. Además… ¡Tu trabajo es anticiparte a los hechos! No puedo ocuparme de esas minucias. Ahorita estoy resolviendo el caso del “Hacker de lujo”. Tengo que monitorear a todos los ministerios y casi no me queda tiempo. Yo sola no puedo hacerme cargo de todo. Por eso delego, pero ustedes se me duermen. ¡Así no vamos a salir adelante, ni podremos construir el socialismo del siglo XXI!
-- Sí, compañera Rosario. Pero creo que lo he hecho bien. Con lo de Sergio Ramírez, logré organizar un coro de poetas menores, con los cuales se organizó un evento en el cual ellos que despotricaron contra él y… estuvo todo bastante bonito.
-- Ya sé.
-- Sí, pero ahora…
--¿Qué?
-- ¡Pues que esos benditos corifeos están pidiendo que, como recompensa a su trabajo de difamación, el Instituto de Cultura les retribuya de alguna forma!
-- Bueno, pues buscá que darles. Para eso disponés de una caja chica, que podés manejar a tu discreción. Si es posible, montáles un recital, editáles sus poemarios, o mandálos a algún congreso. O, ya por último, ponelés a dar clases en la Escuela de Bellas Artes. ¡Podés hacer maravillas con el presupuesto, siempre que empleés un poco de creatividad! Con eso quedan ellos más que satisfechos.
-- Sí, compañera. Lo voy a hacer sin falta.
-- A esos plumíferos hay que tenerlos contentos y disponibles, pues son muy serviciales. ¡Los podemos volver a necesitar en cualquier momento! La cosa se está poniendo color de hormiga. Pero no hay que desesperar. La lucha contra la oligarquía es así. ¡El camino es largo y sinuoso!
-- Sí, compañera. La comunidad intelectual internacional nos es adversa.
-- ¡Al Diablo con todos ellos! No quiero ni que me los mencionen.
-- Perdón, compañera.
-- Está bien. Vos sos mi centinela en la trinchera cultural.
-- Seré un soldado fiel.
-- Eso ya lo dijo la Emilia.
-- Entonces seré un buen comisario de la cultura.
-- ¡No uses esa palabra!
-- ¿Cuál?
-- Comisario. ¡Eso recuerda a Lunacharsky!
-- ¿Luna-qué?
-- No importa. Toma nota de esto.
-- ¿Sí, compañera?
-- ¡Por ningún motivo tiene que aparecer el nombre de Sergio Ramírez o el de Ernesto Cardenal mencionado en alguna actividad del Instituto! No los quiero ver ni en folletos, ni brochures, ni invitaciones. Mucho menos en foto. Esas son tus prioridades, y ya sabés que tengo quien te supervise y quien te fiscalice.
--Se hará como usted ordena, compañera.
-- Más te vale. Se viene una madre crisis y no te conviene volver a tu galería, porque los cuadros no se están vendiendo. ¿Tenés el memorándum confidencial que te mandé?
-- ¡Claro que sí!
-- ¿Lo has leído?
Luis toma un papel del escritorio y lo contempla.
-- Leerlo es lo que más hago. ¡Si ya casi me lo tengo aprendido de memoria! Siempre lo consulto, antes de dar cualquier paso importante.
-- Esa es la idea. Si tenés alguna duda, llamáme y me dejás razón con mi secretaria. Y si estoy fuera del país, Lenín siempre puede asesorarte. ¡La cultura está relacionada muy de cerca con la seguridad del Estado! Otra cosa.
--¿ Sí, compañera?
-- Nada de humorismo. Ni de sátiras, ni parodias, ni cosas parecidas. ¿Estás anotando?
-- Claro que sí.
-- No se te ocurra permitir nada de Ionesco.
-- ¿Yo-qué? ¿Cómo se escribe? Díctemelo, tengo el lápiz en la mano.
-- No hace falta. Es un dramaturgo. Preguntále a Salomón; él tiene que saber.
-- Como usted diga, compañera Rosario.
-- Pasando a otra cosa. En ese tal instituto hay muchas malas vibras.
-- No sé, compañera. En realidad, yo…
-- Debe ser porque tenés ahí refugiada mucha sabandija, que me criticaron en el pasado y por debajera lo deben seguir haciendo.
-- Y…¿cuál sería el curso indicado a seguir?
-- Por el momento, mantenélos a mecate corto y bien vigilados –en el memo se explican los métodos--. Y luego, al primer aleteo, hay que aprovechar para expulsarlos. ¡Qué vayan a echar pulgas a otra parte!
-- Sí, compañera.
-- Por cualquier cosa, andá desde ahora elaborándoles un expediente. Prepará bien las cosas, para cuando llegue el momento de ponerlos de patitas en la calle. Procurá que sea algo sólido, para que después no vengan con quejas, ni vayan ante los medios. ¡De protestas estoy hasta la coronilla!
-- Sí, compañera.
-- Eso es todo. Adiós.
--Adiós, compañera.
Los dos cuelgan el teléfono. Luis se queda cabizbajo, perplejo, y rascándose la cabeza, preocupado. Observa una y otra vez el memorando confidencial que recibi, y subraya en el mismo las partes más esenciales. La secretaria se asoma de nuevo y él le indica que entre y se siente. Ella obedece, y le empieza a pasar documentos para que los firme.
Rosario, por su parte, tras colgar el teléfono, se queda meditando un momento, y luego pulsa un timbre en una central que está sobre su escritorio. Se aparece una Asistente, con un lapicero en una mano y un bloc de notas en la otra.
Asistente: A sus órdenes, compañera Rosario.
Rosario: Acabo de hablar con Luis Morales, y creo que no está a la altura de las circunstancias al frente de Cultura.
-- Si, compañera. ¿Y qué ha pensado hacer al respecto?
-- Luis es un buen muchacho, pero es pescado de agua dulce. Necesitamos ahí un zorro viejo y jugado, que tenga más colmillo y más garra, pero sobre todo que sepa interpretar mis orientaciones al centavo.
--Sí, compañera. ¿Piensa despedir a Luis?
--No, porque no quiero armar escándalos de balde, y además, él me ha sido siempre incondicional. No quiero defenestrarlo, sino más bien reforzarlo. Llamáte a Clemente Guido y decíle que lo quiero aquí mañana, a las nueve de la mañana, para una entrevista ejecutiva. El va a ser quien se encargue de chaperonear al otro. ¡Es mejor que hagamos eso, antes de que, con su inocencia, Luis nos meta en un encabe mayúsculo!
-- ¿Y usted piensa que esa medida es la más indicada?
-- Sí, Maribel. ¡Acordáte de que el rancho está ardiendo, y la Magdalena no está para tafetanes!
TELON.
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