LAS MASCARAS DEL TEXTO
(COMENTARIO CRITICO)
Por Freddy Quezada
No sé por qué, ahora, todo lo veo a través de aquella vieja división que hay en
El Planeta de los Simios, donde existen cuatro tipo de personajes (los sabios que adoran una bomba atómica como su nuevo Dios; los simios, con tres variedades entre ellos, los gorilas-guerreros, orangutanes-justos y chimpacés-científicos y los humanos, con dos subconjuntos, los que no hablan y los que pueden hacerlo).
El asunto es que, el modo en que los sabios lograban detener a los simios, a través de ilusiones que creaban para atemorizarlos y no rompieran así la cortina detrás de la que se encontraban, ya no funciona. Los gorilas empezaron a derrotar las ilusiones sucesivas que les anteponían los sabios (que usaban la telepatía) retomadas por los orangutanes y chimpacés para alimentar el miedo entre todos ellos. A veces siento que el nuevo grupo de escritores, al que pertenezco junto a vos y otros, como Delgado, Midence, Blandón, Urbina, estamos haciendo lo mismo.
Me llamaron la atención siete grandes aspectos en tu obra:
I. LA REPRESENTACIONTe decía personalmente que junto a la salvación (o emancipación) son los dos grandes conceptos claves alrededor de los cuales gira toda la nueva crítica postmoderna y postcolonial. Unos hablan en nombre de otros sólo para salvarnos. Cioran, una vez, definió a las sociedades modernas como infierno de salvadores. Pero hoy, qué hacen los ilustrados con los que no quieren ser salvados (porque piensan más en el placer que en el deber, en el derecho que en la redención propia y de los demás) y que ya son más en número y peso que los emancipadores. ¿Violentan los pocos a los muchos, imponiéndoles sus modos de ver el mundo o se adaptan ellos, desde su cultura elitista, al poder de la popular y de masas? Visto desde aquí debemos hablar de luchas (y no de diálogos amenos como el pragmatismo de Rorty o la acción comunicativa de Habermas que desembocan en el multiculturalismo, aquél, y en el interculturalismo éste) entre culturas y estrategias recíprocas para adaptarse a los vencedores y estos, a su vez, ser penetrados en sordina por los vencidos. El yin yan me ha enseñado que las diferencias en un dualismo, sólo son de cantidad, es decir, de poder, porque están en ambos lados. Como en el caso de los celulares y de las plantas telefónicas digitales, que cuentan en sus repertorios de tonos con la música clásica (que no la pongan los usuarios es la ilusión de soberanía del consumidor) o, en sentido contrario, los bailes callejeros y regionales (rap, reggaeton, vallenatos, bachatas) que bailan las clases cultas e ilustradas. Lo que García Márquez empezó haciendo como arte en sus novelas, con su técnica cinematográfica narrativa, ahora se está imponiendo como un canon, pero no por él, sino por la imagen y su seducción filosófica. Galich dice que arma sus novelas pensando en el cine, como hacen Rowling, Tolkien y Brown, de seguro. ¿Qué buscan? ¿Público numeroso o agrado selecto? No se pueden tener ambas; hay que sacrificar a alguien y ese es el precio.
En cuanto a la representación criticada en
strictu sensu, hay cuatro modos de abordarla.
1.1 EL RECONOCIMIENTO POSITIVO. La clásica, aquella que cree que con sólo nombrar a los excluidos ya se cree conocerlos y así se les hace justicia y se les incorpora. La que critica las exclusiones y propone las propias. Como hace Fornet-Betancourt, cuando dice, por ejemplo, que nadie de los latinoamericanistas, a excepción de él y los interculturales, ha dado su lugar a los afroamericanos y las comunidades originarias. Los nombra y el tipo no profundiza para nada en ellas por estar haciéndose el incluyente frente a sus colegas en su polémica contra ellos (Dussel, Scannone y Villoro).
1.2 LA DIALÉCTICA NEGATIVA. Si se critica que nadie puede hablar por los "indígenas nicaragüenses" (no solo por ellos sino por todo objeto o sujeto cualquiera bajo la mirada de un obsevador) porque no se puede hablar por los subalternos (Spivak deduce esto de la "metafísica de la presencia" que tanto criticó Heidegger y deconstruyó Derrida) significa que sólo podemos definirlos por lo que "no son" (en el entendido que nadie puede hablar por ellos), como sugiere Said y decía la
Escuela de Frankfurt y declararlos innombrables o
1.3 NO EXISTEN Y POR ESO CALLAN. En este sentido son una construcción de los ilustrados que descubren de pronto cómo aparecen, como en Bengoa, el campesinista chileno, que constató que los campesinos latinoamericanos estaban "descubriéndose" como indígenas. ¿Caso de Jeffrey Gould? Los que hablan son como ventríloquos y su silencio es el de sus creadores en crisis. Marcos Membreño, en otro sentido, antropólogo nica, y creo que lo sigue en esto Mario Rizo, en un estudio sobre Monimbó y Subtiava, dice que las identidades de hoy se construyen de acuerdo a lo que dicen y se sienten a sí mismos los interpelados, es decir, si yo me siento indio navajo, como de verdad me sentía cuando de niño miraba las películas de Burt Reynolds, yo soy navajo, o
1.4 EXISTEN, CALLAN Y NO LOS CONOCEREMOS NUNCA. En este caso, el ilustrado lo sabe pero no lo quiere decir (lo que lo disuelve en los no letrados) y el silencio lo convierte en un arma para desorientar a los letrados y atacarlos. También puede ser leído como los dioses de Epicuro, si existen sólo ellos lo saben y sólo ellos son los concernidos. Pero los mortales no lo sabremos nunca.
2. MEDIOS DE COMUNICACION. Me parece que aún espera (no lo vi en la obra) ser rescatado el aspecto de cómo los canon e imaginarios ilustrados (en países agrarios, orales y ágrafos) vencen y se imponen con el concurso de los medios de comunicación (en especial la prensa escrita para la clase media pequeña, la radio para los actores agrarios y suburbanos y más tarde, para todos, la televisión). Son números pequeños de letrados (que se derrotan unos a otros) en medio de una masa de desilustrados. Y si les imponemos nuestros imaginarios a los demás, debe ser a través de algo muy fuerte, extensivo y cubridor (
mass media). La imprenta, los libros y los discursos no son suficientes en sí mismos. Esos números pequeños han sido nuestro verdadero país (el de los intelectuales), toda la vida. Desde ahí nos matamos, nos ofendemos, nos envidiamos, nos criticamos y nos admiramos, amigos y enemigos. No podemos saber qué hay más allá.
3. ESTADO NACIÓN. En Centroamérica el territorio (campo de actores pluriculturales) nada tenía que ver con los Estados (nido de disciplinamientos escriturarios y poder de registro), como en el caso clásico jacobino que los hizo coincidir. Nuestros Estados naciones siempre han sido frágiles y caracterizados por una identidad disgregada. Sigo creyendo que obras como "Las máscaras del texto" tienen que vincularse a la aparición de nuestros Estados nacionales como complemento de análisis sociológicos de nuevo tipo. Creo que lo intentás al reflexionar sobre
Doña Damiana y
Amor y Constancia, pero todavía lo hacés con los cánones (también ahí se cuecen habas) de la sociología centroamericana. La cultura popular apareció al revés, entre nosotros, y no como Grasmci la imaginó para Europa. Primero hicimos un Estado nación, chiquito, con reglas europeas y en un mar de indiferencia étnica e ignorancia que pesaba mucho y, hasta después, se construyó la cultura popular (con las tradiciones orales no muy confiables en su traducción escrita, cobertura de la radio, el béisbol, la música regional, el habla callejera, los "paquines", las telenovelas, el cine, “dialectos” étnicos vivos, etc). "Nicaragua, nicaragüita", el segundo himno de Nicaragua, es reciente y su compositor aún sigue vivo y en política.
4. ESQUEMAS IMPORTADOS. Los esquemas importados son autorreferentes. Creo que no podemos criticar desde aparatos prestados (venidos de las universidades gringas a lomos de Delgado, Blandón, Urbina, Midence, vos, yo mismo) para decir que lo demás no ha servido. Confieso que yo antes era de esa postura, pero cada vez me convenzo de la escalera de Wittgenstein (¿obsesión?). ¿Hemos llegado al último paradigma que nos permitirá "ver" que lo que siempre buscamos no existía, pero para saberlo teníamos que recorrerlo? ¿Y que todo lo que nos precedió ciertamente tuvo su justificación en ello?
5. RUBEN DARIO. Sigo creyendo que hay que dejarlo en barbecho. Aguirre pasa en toda la obra descontruyendo cómo los vanguardistas representan a los indígenas y se canonizan ellos al mismo tiempo con el mestizaje que crean, pero cuando habla de Darío en la última parte, hace exactamente lo mismo. Sólo sube un peldaño más. Lo que me lleva a pensar que es Darío, junto con Sandino, el único que merece que lo desconstruyan, por su relación fundante con la identidad del Estado nación y no que le refuerzen su canonidad. Hay demasiados Daríos ya como para agregar uno más.
6. EL ABISMO DEL DASEIN. Rubén Darío son muchos. El poeta, el prosista, el liberal, el antiimperialista, el preciosista, el escapista, el amante, el alcohólico, el provinciano, el niño, el que no conocemos, el que no conoceremos jamás, el real, el hombre, el otro, el padre, el hijo, el mismo, el vínculo con los demás vivos, el vínculo con los demás muertos, el de Arellano, el de Coloma, el de Midence, el tuyo, etc. Es, como todos nosotros, movimiento puro, nada, todo. Que una de sus perspectivas se imponga a las otras y, de paso, se nos convenza a todos durante algún tiempo de su validez es sólo una cuestión de poder. Cubrir todo el movimiento de una persona con los conceptos es lo que Heidegger llamó “la metafísica de la presencia”. Pero eso que es ahí, que estamos siendo, ese movimiento en el tiempo que es inaprensible, es lo que somos, dasein. ¿Se puede hablar de él en marcha? Tal vez esa sea la fascinación que hoy ejercen la televisión y el cine, al simular con “efectos de realidad” ese movimiento del ser en el tiempo que, sigue siendo, con todo, simulado pero que con dos técnicas narrativas nos ha presentado el abismo: a) con aquellos
films, tipo
Matrix, donde la realidad es coproducida por nosotros, pero alguien la está soñando, al estilo Brahman y b) la representación de una representación a su vez representación de otras, como
La Amante del Teniente francés,
La Rosa Púrpura de El Cairo,
Piso 13, etc, donde no sabemos en qué nivel estamos. En ambos casos, como pensó Heidegger, estamos desfondados (
Ab-grund).
7. Como yo lo miro, no se trata de derrotar unos imaginarios
ilustrados con otros. Por eso hablaba al comienzo de
El Planeta de los Simios. Son los gorilas estúpidos, muertos de miedo (los
“bárbaros”, pues) los que vencen las ilusiones.