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Tuesday, August 22, 2006

Iba un pollito para la escuela...

SEGUNDA PRESENTACION

Por Freddy Quezada

Agradezco a la Biblioteca del Banco Central de Nicaragua, en especial a Don Róger Fisher, al Foro Nicaraguense de Cultura y a COSUDE.

Del mismo modo agradezco la oportunidad que me brinda el Dr. Leonel Delgado para responder sus comentarios tan gentiles, delicados y encantadores, como serán los míos, aunque con el mismo histrionismo que parece ser al único en fastidiar.

En la primera presentación que hice de El Pensamiento Contemporáneo, tuve la oportunidad de aprovechar la tribuna para agradecer a María de la Aurora Suárez, su gran contribución en la preparación en todas sus fases, incluyendo el bello cuadro de la portada, de este libro. Le reitero una vez más el gran amor que le tengo y mi más profundo agradecimiento.

Recuerdo que esa presentación empezaba con la valoración que hacían del libro, amigos y críticos. No las repetiré hoy, pero sí debo agregar al menos una, la del Dr. Leonel Delgado, uno de esos chicos divertidos que las universidades nuestras, ilusionadas, envían a formarse sobre las nuevas corrientes al extranjero y, de vuelta, no las reconocen, antes bien, las patean, regresando peor de lo que se fueron.

Delgado, al parecer, no conoce frases clásicas, ignorancia que me halaga al atribuírmelas, y que cualquier estudiante de los primeros años de carreras humanísticas reconocería de inmediato. Por ejemplo, la de Nietszche “no hay hechos sólo interpretaciones”; o la de las feministas de los noventa de inspiración foucaultianas “no hay derechas ni izquierdas sólo empoderados y desempoderados” o la idea central por la que se partieron la vida Lyotard, Baudrillard y Derrida, contra los metarrelatos emancipatorios y su lógica en contra de “hablar por”.

Pero esta ignorancia, de la que me aprovecharía si de verdad fuera cínico, ofende cuando coloca a Krishnamurti (se ve que no lo ha leído y debe creer que es uno de esos gurús charlatanes que abundan en las librerías de los supermercados) como New Age; llama a Althusser postestructuralista (debe seguir en su cabeza ese manualito de su discípula estructuralista Martha Harnecker, donde seguro aprendió ese marxismo que él cree que yo suprimo); desconoce la famosa entrevista de Edward Said donde invita a los subalternos a no dejarse interrogar por los científicos sociales y callar; llama delirante y pone en duda esa clasificación escolar, de Larousse para niños, como nihilistas clásicos a Heidegger, Nietzsche y Schopenhauer y me hace descender, por último, del “Manual del Perfecto idiota latinoamericano” desconociendo que los libreros de España, aún usan mi recensión crítica contra él, para prevenir a lectores incautos.

No sé, además, de donde tomó la idea que me interesa el nacionalismo en Nicaragua, no recuerdo haberlo dicho en ninguna parte. Y en cuanto a la falta de alusión a los contextos, déjenme decir una cosa sencilla. Un paradigma es un esquema sistémico que debe guardar una lógica impecable y una gran coherencia entre las partes; su sentido es la lógica no el tiempo. Cuando se habla de contextos, se habla más bien de un sentido diacrónico y por lo común se usan (como Paul Feyerabend y Alexander Koyré con las ciencias, Nietzsche con la moral y Foucault con el saber) para desenmascarar con los recursos de la historia, la genealogía y la arqueología, algunas certezas científicas y éticas, que se han convertido en sagradas. Pero de lo que se trata en este trabajo es de presentar los esquemas sincrónicos del pensamiento en la modalidad de Karl Popper y Thomas Kuhn. Como se ve, Delgado no logra distinguir la sociología del conocimiento de la historia científica. ¿Como hará para amarrarse los zapatos?

¿Y cuando lo logra, como la mamá de Eddy Murphy en el Profesor Chiflado, se lo celebrarán con grititos de Leo, Leo, Leo?


Pero el colmo es que este biógrafo de autobiografías (jardín de embriones, como en Matrix, para alimentar un sistema), si cabe ese absurdo oficio que le creó su tesis doctoral, al creer que reduzco todo al “hablar por”, confiesa no conocer las teorías dinámicas no lineales y las holísticas y, sin embargo, se permite “hablar por ellas”, pero ya no en el sentido de representación que tiene la acepción en debate, sino por pura cantinflería, para devolverle una expresión muy apreciada por él.

Castiga el lado fuerte del texto que son los postmodernismos y el postcolonialismo y respeta, porque no las conoce, las teorías del caos y la holística que es donde, de verdad, me siento débil, y sinceramente lo invito a ayudarme para que Alan Sokal y sus amigos no nos sorprendan otra vez.

Vaya chico que, al parecer, cree que soy yo el que evito la realidad y no el que la calumnia con sueños, utopías aburridas y de segunda mano, generalmente construidas por intelectuales ambiciosos o ingenuos; vaya chico, que merece una segunda oportunidad de formación, pero esta vez donde las Osoritos, maestras severas que recibían a los párvulos en medio de cánticos infantiles ( “Iba un pollito para la escuela, con sus calzones muy remendados...” ) con esa expresión conmovedora de las madres: tome, fórmelo, porque lo único que sabe, hasta ahora, es respirar”.

Paso, en otro orden de cosas, a centrarme en tres aspectos que deseo presentar de esta obra:

a) No sé si ustedes han disfrutado de los pequeños artículos de sabiduría “oriental” de José Carlos García Fajardo, en la página de opinión de END; yo no lo conozco, parece ser profesor de una universidad prestigiosa de España. Lo que me llama la atención de este autor es que, cuando aborda temas contemporáneos (y lo ha hecho un par de veces), lo hace desde una perspectiva tradicional, clásica y emancipatoria. No logro distinguirlo de otros sociólogos, digamos clásicos, que hacen lo mismo. Me pregunto, entonces, por qué no aplica a la situación contemporánea que comenta, toda la sabiduría, metodología y cosmovisión que emplea en sus deliciosos cuentecitos de Serguei y su maestro. Son como dos José Carlos, uno rico y fecundo en enseñanzas y otro que no ha aprendido nada de las propias lecciones que recomienda cuando juzga realidades actuales.

b) En la última obra de Raúl Fornet Betancourt, que termina en una polémica amistosa con Enrique Dussel, Juan Carlos Scannone y Luis Villoro, me llamó la atención que propusiera el empleo de “Nuestra América” (de clara inspiración martiana) en vez de “América Latina” la cual sugiere Fornet como impropia, por la exclusión que los criollos “latinoamericanos” ilustrados siempre han hecho de las comunidades originarias y de los afroamericanos (que también los hay en Canadá y EEUU). Me asombra que haya autores que todavía piensen que con nombrar a los excluidos (sin asimilar sus cosmovisiones), ya están incorporados, si es precisamente lo que siempre se ha hecho desde los discursos de representación. Me pregunto en este caso, como en el anterior, por qué, entonces, detener la interculturalidad universal de la que habla Fornet Betancourt en un continente. Por qué no incluir las tradiciones mal llamadas “orientales” como el hinduismo, el zen, el budismo y el taoismo.

c) Un autor, pues, no combina una cosa con la otra; el otro, cree que con nombrar, sin aplicar el método de los nombrados, es suficiente. Los dos puntos anteriores me sirven para ilustrar qué perseguí en esta obra. Algo que todavía no sé si logré. Entonces, hice lo que no hace José Carlos García Fajardo, aplicar metodologías “orientales” (basadas en la paradoja, el relativismo, la mística, el silencio, la disolución del yo y el deseo, etc) a las realidades cotidianas y a los paradigmas del pensamiento que, de suyo, tratan de recentrar, a su manera, algunas tradiciones occidentales que hasta hace poco eran marginales y que, por la vía de algunos científicos no lineales, sabios holísticos y filósofos del lenguaje, han luchado por rescatar, asombrándose en el camino, de lo parecido con las tradiciones tenidas por “orientales”, como el caso de Fitoj Kapra, con la física de partículas y la danza de Shiva. Y dos, ir más allá de Fornet Betancourt al no paralizarme por determinismos geográficos y culturales en épocas de globalización, no sólo nombrando tradiciones no americanas del pensamiento, sino incorporando sus metodologías más profundas y rompiendo camisas de fuerza que impidan el uso y la aplicación de otras formas de ver el mundo.

d) Los cuatro paradigmas pueden resumirse así: los postmodernismos en todas sus variedades, basados en la diferencia y la deconstrucción; el postcolonialismo basados en el poder de imponer imaginarios y las nuevas formas de resistirlo, silencios, como recomendaba Edward Said, incluidos; las teorías dinámicas no lineales centradas en la impredecibilidad de los fenómenos y el desencadenamiento de situaciones inéditas por el “efecto mariposa” y las teorías holísticas, preocupadas por articulación de todos los niveles de la vida en uno sólo, sea por medio de una integración fecunda (Wilber) o una disolución sin opuestos (Krishnamurti).

Muchas Gracias, María de la Aurora, familiares, alumnos, amigos y amigas.

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