AUTOR | OBRAS | PALABRA CLAVE | CITA |
Jiddu Krishnamurti | Advaitá | “¿Puede el pensamiento que crea los problemas resolverlos?” | |
Wu nien | “La mente no está en la cabeza” | ||
U.G. Krishnamurti | Deha | “El cuerpo es inmortal” |
PARADIGMA “82”
Por Freddy Quezada
El título de este ensayo suena a vieja película de guerra sobre el Pacífico Sur. Nada que ver. El paradigma “82” me llega de una asociación que no sé si será feliz. Es un número compuesto de un “8” por su paronimia con Osho, un sabio de origen oriental, que ocasionó un gran revuelo espiritual y político en EEUU en la década de los ochenta y el “2”, de dos sabios de la India con el mismo apellido. Uno llamado Jiddu y el otro U.G.; ambos Krishnamurti.
Estos últimos dos, con mucho impacto en Europa, pero también en EEUU, al menos Jiddu, que fue considerado como maestro por no pocos hippies y entre ellos algunos que llegaron a ser verdaderos científicos (como David Bhom y Fitoj Kapra) y sabios (como Alan Watts y Ken Wilber).
La idea de presentar a estos tres autores, nació de la decepción que sufrí al observar el regreso a la emancipación (¿o nunca renunció a ella y fui yo quien creyó verlo?) de la escuela decolonial, última carta latinoamericana que, siguiendo algunos principios postcoloniales y subalternistas, no logró romper con lo más de profundo que ha transmitido Europa a todo el mundo: la representación, la crítica, la acción y la emancipación.
Hasta ahora empiezan a reflexionar algunos escritores, como E. Krauze con su Tierra de redentores, por qué sólo en América Latina es advertible el fenómeno donde los demás van, sino en dirección contraria, al menos en otra.
Ahora mismo, los decoloniales ya están hablando de “liberación decolonial”, como una especie de próceres de la independencia, esta vez mental, epistémica (todos los paradigmas mesiánicos, este más bien cirineico, siempre prometen liberar desde la conciencia). Supongo que ellos mismo sueñan ser visto por la posteridad, como unos personajes patilludos, de botas lustrosas a lomos de caballos de mármol y empuñando, en vez de una espada, un Ipad4.
Le debo, eso sí lo reconozco, a los decoloniales, el mérito, tal vez sin buscarlo, de haber situado en la agenda mundial de la discusión contemporánea, el pensamiento como un problema que, hasta ellos incluso, todos han sabido ver como solución. En creer que el pensamiento crea al pensador hay un acto separador que hace irrelevante averiguar si es lo contrario, lo cierto.
Uno de los vasos comunicantes que me llevó a invitar a la reflexión a autores, como los del “82”, que nos pueden parecer a primera vista extraños y con lecciones como fácilmente encontrables en supermercados, o en las secciones de sabiduría para todos en las librerías comerciales, fue precisamente la idea que la episteme, en los lugares coloniales de pronunciación, seguía por encima de todo. La vieja misión de estar claros de una conciencia de injusticia, obliga a su portador a poder colaborar “con” y “desde” los sufridos, no importando si él mismo no lo es, o a quienes deseando ayudar, apoyan más bien a sus opresores. Es lo mismo de siempre, a lo que nos tiene acostumbarado la modernidad, colonial o no, lo que importa es la lucidez, la conciencia, de ese vicio emancipatorio de buscar a quien defender y hacer que valga la pena la empresa por medio de su fórmula repetida de teoría-proyecto-acción.
Teoría/paradigma que, desde la lógica de la sospecha, ha encontrado una evidencia más de las injusticias que han sufrido ciertos sectores que pasan a ser lo sujetos, dignos de ser acompañados por los cirineos académicos decoloniales, centrales en el nuevo esquema. Tales revelaciones, fruto de una crítica a un orden tenido por monstruoso, tendrán por la fuerza de las cosas que expresarse en un proyecto que no tendría sentido si se viera privado de un horizonte emancipador que se abriera a otras organizaciones que compartieran algunas de sus reivindicaciones y lograran desplazarse con fluidez por medio de reglas políticas. La acción sería un sucedáneo de los dos eslabones anteriores y no se sabría ver en ella, la cuna híbrida de toda la cadena, al considerarla su sierva ejecutiva.
El otro vaso comunicante, me lo facilitó una de las representantes postcoloniales, Gayatri Spivak, quien en su obra célebre “¿Pueden hablar los subalternos?”, pone en duda que lo hagan, porque llega casi a decir que son los intelectuales quienes los construyen a su medida emancipatoria. La cosa misma no puede reconciliarse consigo porque separarla de si es un efecto intelectual exterior a ella. Los intelectuales son el plus de la “tò prâgma autó”, la cosa misma, que juega a separar donde sus otros adversarios e guales, unen. Más adelante lo veremos con nuestros autores y los más representativos de Occidente.
Un último, Homi Bahbha, rompió con el dualismo colonizador/colonizado, señalando las virtudes creadoras de las hibrideces. El hibridismo es el nuevo Todo. Prescindirá de observadores, anulando su oficio de separar. Hará visible por un instante, para disolverlo al siguiente, su borradura epistémica, detrás de la cual se instala para narrar el sentido de la aventura humana y avanzar a cubierto, debajo de ella. No habrá, como nunca lo hubo, un “afuera”.
Así, pues, por el lado del pensamiento (Jiddu), problemas, y, por el lado de los pensadores (Spivak), problemas. La fórmula pensamiento/pensadores, a salvo de cualquier cuestionamiento, empezó a dar vueltas en mi cabeza, asistido de fuentes de algunos sabios y de la corriente postcolonial que han terminado por convencerme de presentar este paradigma que no me importa cómo se le llame y que, en tributo a sus inspiradores, he decidido bautizar con un número: “82”. Incluso he puesto a prueba tal atrevimiento en un reciente Foro de Ciencias Políticas en la UNAN-Managua, donde leí 6 de sus tesis y, al parecer, en este país donde uno se impresiona hasta con la sopa de frijoles, nadie se conmovió con ellas.
Jiddu Krishnamurti habla a su manera del advaitá (cosa sin opuesto), como Hegel lo hizo con el Geist (espíritu); Osho, con el satyam-shivam-sundaram (verdad, divinidad, belleza) como Kant con la Vernunft (razón); y UG, con el deha (cuerpo) como Heidegger con la Ereignis (apropiación).
Hegel ha separado el Geist de sí mismo, reclamando pista histórica para reunirlo; J. Krishnamurti, habla de una reunión ya, en este instante, anulando al tiempo, dentro de la mejor tradición búdica del advaitá, de todo. Osho, presenta las continuidades de la trilogía védica Satyam, Shivam, Sundaram, donde Kant quiebra las suyas y las hace asintóticas a través de la Razón pura, la práctica y el juicio estético. Heidegger, que instala al Ereignis, en la soldadura del ser y el tiempo, UG traslada el movimiento al deha, al cuerpo, sin transcendencia ni pensamiento separado, librado a sí.
Como se ve, donde los “82” unen, los otros separan e instalan en su seno la asíntota de la Razón (Kant), la contradicción (Hegel) y la diferencia (Heidegger). No es comparación, de un “Oriente” que no existe, con un “Occidente” inventado por él mismo en virtud de sus solas fuerzas, sino regreso de un mensaje a sus mensajeros para su integración; crítica a la emancipación y su disolución; el origen a la profecía y su desaparición; el pasado al futuro y su fusión, todos dejando de huir del presente. Y empezar a soportarlo sin juicios, sin creer que es demasiado para todos.
Advaitá, wu nien y deha, son conceptos centrales, como puede apreciarse en la tabla que he construido para el caso. Los tres autores dicen lo mismo y no lo dicen. Tal paradoja no impide que entre ellos se critiquen, también a su modo, a veces extraño, grosero, simple y hostil. Por ejemplo, UG, al reunir en sí mismo al mensaje con el mensajero, se refiere a los otros dos, como unos charlatanes sin ética, porque el uno (Jiddu) siempre vivió de su empresa educativa en nombre de censurar la educación como memoria y pasado; y al otro, le encantaban los relojes de oro y tenía colección de Rolls Roys, a pesar de estar llamando a desconocer la materialidad del consumo y la búsqueda del verdadero Yo.
Jiddu, por su parte, aunque no los nombró de un modo directo (los otros dos fueron, en tiempos distintos, sus discípulos y seguidores), en algunas de sus alusiones, parece amonestarlos por la impertinencia de estar preguntando siempre lo mismo, sin atender la profundidad de su mensaje sin centro.
Por último, Osho, reconoce el carisma de Jiddu como un gran racionalista (pareciera en efecto que Jiddu es, con respecto al budismo, lo que Descartes en Occidente fue frente al cristianismo), mientras al otro lo ignora y jamás lo nombra.
De los tres, el más profundo es, sin duda, Jiddu, mientras Osho, menos denso, cuenta con un humor a través del cual se hace preferir. Pero es UG, el más radical, una suerte de Cioran entre ellos, que hace girar todo su mensaje alrededor del cuerpo sin más.
Características del Paradigma “82”.
1. El pensamiento es el problema de todo, y no, hasta como ahora lo hemos pensado, la solución. No hay cosa con opuesto. Sólo hay ser sin deber ser; no hay, por tanto, crítica ni emancipación (Krishnamurti)2. El pensamiento no está en la cabeza. La sabiduría, al revés de la filosofía, une mensaje con mensajero. Verdad, Divinidad y Belleza están indisolublemente unidas (Osho).
3. No hay mente ni pensamiento separado del cuerpo que es lo único que existe. La glándula pituitaria y el cerebro sirven sólo para afinar las sensaciones. El pensamiento lo genera la memoria y nada tiene que ver con el cerebro y los cuerpos (U.G. Krishnamurti).