ULITEO LA PAGINA DE "NADIE" (ULISES) Y DE "TODOS" (PROTEO)

Friday, April 28, 2006

La Hydra de Lerna

5 preguntas a la Hydra de Lerna
Por Freddy Quezada

La Hydra de Lerna era un animal de varias cabezas que mataba a sus enemigos con el aliento. Al cortar una de sus cabezas, renacía siempre de nuevo, hasta parecer invencible. Según cuenta la leyenda, sólo Hércules la eliminó, cortándolas todas al mismo tiempo.

Ninguna metáfora es mejor para representar a nuestra clase política que este monstruo de la mitología griega que, a pesar de las diferencias entre sus cabezas, comparten el mismo tronco y tallo. Temblando de miedo y corriendo el riesgo de verme envuelto por su aliento y discurso, le hago a este monstruo con dos cabezas socialistas y dos liberales, moderadas y radicales, varias preguntas:

A las cabezas socialistas

1. Tanto que hablan, escriben y vociferan. Por qué no llaman a movilizar a la gente contra el embajador Paul Trivelli y, en frente de su embajada, se hacen sacrificar con el signo de dinero sirviendo de poste, como señal de protesta, sus militantes (para que hagan algo), sus escritores (para que dejen de escribir pajas) y sus ideólogos (para que imaginen nuevos métodos de lucha que llame la atención de los medios de comunicación internacionales). Hubo hace poco tiempo, alguien que en solitario hizo lo mismo, amordazándose y colgándose de una cruz. Frente a la embajada hay varias cantinitas con venta de mariscos frescos para los revolucionarios que no quieran ensuciarse y disfrutar el show.

2. Por qué no orientan a sus diputados, lo han hecho por cosas menores, para que declaren non grato a este embajador y ponerlo de patitas en el aeropuerto Sandino o Darío, lo mismo es.

A las cabezas liberales


3. Tanto que hablan, escriben y vociferan. Por qué no llaman a movilizar a la gente contra el embajador de Venezuela, Miguel Gómez y, en frente de su embajada se hacen sacrificar con el signo de petróleo de soporte, como señal de protesta, sus militantes (para que hagan algo), sus escritores (para que dejen de escribir pajas) y sus ideólogos (para que imaginen nuevos métodos de lucha que llame la atención de los medios de comunicación internacionales). En Las Colinas, donde está la embajada, pueden llevar sus casas de campañas en sus camionetonas para disfrutar el espectáculo como si fuera una hípica.

4. Por qué no orientan a sus diputados, lo han hecho por cosas menores, para que declaren non grato a este embajador y ponerlo de patitas en el aeropuerto Darío o Sandino, lo mismo es.


A todas las víctimas de la Hydra de Lerna

5. Por qué, bola de cobardes, como nos dice el Che Laínez, no tomamos un hacha y cortamos simultáneamente todas las cabezas el 4 de noviembre de este año, votando todos en blanco como imaginó José Saramago en su Ensayo sobre la Lucidez y hacer de una vez por todas de este país de mierda lo que ha sido siempre: una nación salida de una novela.

Thursday, April 20, 2006

El Regreso del Marxismo (II parte)

LA REVANCHA DEL MARXISMO
Por Freddy Quezada
Hoy me siento mejor que Juan El Bautista anunciando la venida no de un señor, sino de dos. Hace diez años escribí que el marxismo de regresar, como retornó su gemelo enemigo, el neoliberalismo, tendría que hacerlo incorporando los atributos de los nuevos actores que desconoció en su primera hora, y a los cuales tuvo que soportar haciendo de la necesidad una virtud. No sé si con la nueva ola que parece bañar a América Latina y donde tres centros se perfilan como corrientes de la nueva izquierda con Cuba como el ala dura clásica, Venezuela como el ala radical pero legal, y Chile como el ala moderada y legítima (si uno fuera mal pensado creería en un reparto de papeles con una guerrilla, un sindicato y unos diputados articulados por un mismo discurso) terminará por hundir y yuxtaponer a los paradigmas culturales, subalternos y postcoloniales que apenas están despuntando en algunos países latinoamericanos, en unos más profundos que en otros.
Digo esto porque al enterarme que el Ministerio de Cultura de Venezuela premió a Franz Hinkelammert por su obra "Sujeto y la ley. El Retorno del sujeto reprimido" se prepara para estimular el pensamiento marxista de los que sobrevivieron al holocausto teórico neoliberal.
Franz Hinkelammert, teólogo de la liberación latinoamericana, a quien siempre le ha preocupado más lo que piensan los europeos, al parecer no evolucionó como sus compañeros (Hopenhayn apostó al postmodernismo y Dussel al postoccidentalismo), pues la obra premiada, donde calumnia a Wittgenstein y a Lyotard, a quienes cita pero al parecer no comprende, regresa a sus archienemigos Locke y Hume, con ese odio anti-inglés propio de ciertos alemanes, descubriendo la inversión del discurso de aquel (con el peligro que se le devuelva a Hinkelammert mismo y poner en duda todo lo que dice, tomándolo al revés, exactamente como a los que acusa al “aserrar la rama sobre la que están sentados”) y el escepticismo a este, al ver las cosas en su necesidad, porque, para Hinkelammert, lo mejor es verlas cómo deben ser dentro de cómo son. Pero lo peor es que, al no poder invertir el discurso de Nietzsche, como lo hizo con Locke, prefiere hablar de su vida privada al declararlo loco antes de serlo, autorizándonos a preguntar, en consecuencia, quién es el Hinkelammert personal y sospechar que puede ser el Marx tomista, renovado, “invertido” y de tacones, como él mismo sueña presentarse, en su segunda venida.
Eduardo Grüner, otro de los reconocidos, emplea el término y lógica de sus adversarios (en la que ellos son los especialistas) y, sin saberlo, les da la razón, cuando llama “Fin de las pequeñas historias” a su obra, colocándose como un reaccionario que, para defenderse, tiene que repetir más de lo mismo de Wallerstein, Amín y Gunder Frank, sin saber que para el tema de la globalización crítica, ya se le adelantó Castells con las sociedades redes; en la mediática, Matellard con la Comunicación -- Mundo y, contra la ideología neoliberal, Ramonet con el Pensamiento Único. ¿Qué produce y qué es lo nuevo de Grüner?
"Golpe bajo", digo, en el entendido que descontruyen al postmodernismo (ese escepticismo en relatos liberadores, sano y bien articulado, a mi juicio) que siempre estos autores derrotados, regresivos y reaccionarios, en su hora amarga, amalgamaron con el neoliberalismo sin distinguir a Lyotard de Fukuyama, a Derrida de Huntington y Baudrillard y Vattimo de Brezinsky y Bell. Creen que estudiar a fondo el postmodernismo significa identificarse con él. Cuando les conviene, al citar a críticos de él como Habermas y Jameson, saben que no es así, pero a la hora de atacar no le conceden el beneficio de la duda a Virilio (que se cree más allá del postmodernismo) y a Baudrillard (que lo ironiza), por ejemplo.
Capitanes, sin duda, y es de saludar, que decidieron hundirse con su barco emancipador (lo que habla bien de su ética de guerrero del camino, pero no de su lógica) como los Saramagos, Galeanos, Petras y Borón que miraron, con desprecio merecido, a las ratas que se les alejaban de sus bergantines y las que pronto regresarán a adularlos cuando la ola los vuelva a elevar, teniendo que recibirlos pues los necesitan para justificarse.
Al postmodernismo hay que agradecerle que nos enseñó a desconfiar de cualquier relato emancipador incluso de él mismo. Suficiente para tener siempre la guardia en alto cuando regresen de nuevo estos discursos. Pero también hay que estar claros que este movimiento ya agotó su papel y su tiempo. Pelear contra él, es como remar en seco y la obra de Himkelammert y otras con mención honorífica, reconocidas por un jurado de socialistas ortodoxos, consagrado por Hugo Chávez a través del Ministerio de Cultura de su país, centran sus ataques en el posmodernismo, algo que lo concibieron como posible aliado otros autores que se le acercaron (como Said, Bahba, Spivak) haciéndolo avanzar a otros niveles, en vez de emparentarlo, como hacen nuestros izquierdistas, con el neoliberalismo por pura ignorancia y terquedad ideológica de capitán de barco a pique, confundiendo su ira con productividad y su rabia con imaginación, del mismo modo que los teólogos sólo son creativos cuando persiguen al mal e inventan cómo destruirlo.
Los paradigmas actuales ya son otros (como el postcolonialismo y el postcoccidentalismo) que aún no llegan con fuerza a nuestro país que, como toda provincia, discute sobre cosas viejas y en vez de beneficiarse de sus versiones más actualizadas, decide por medio de sus pensadores de campanario, retroceder cada vez más hacia atrás. Esto explica ese "marxismo mágico", necio e irredento, que añora la Editorial Progreso y defiende aún la editorial de Ciencias Sociales de La Habana, que usan nuestros autores de izquierda y la eliminación de pensadores verdaderamente contemporáneos del catálogo que algunos hacen.
Por su parte, desde las escuelas culturales y subalternas que apenas están llegando con paciencia y profundidad (casos de Erick Aguirre, Erick Blandón, Carlos Midence, Leonel Delgado, Nicasio Urbina et al) corren el riesgo de ser sepultadas por el alud que veo avecinarse. Aunque algunos de ellos siguen bajo la ilusión de poder combinar esta escuelas con una suerte de marxismo abierto. A mí mismo me gustaría hacerlo. Dificil si se cae en la cuenta que la diferencia de estos esquemas está en creer o no en emancipaciones de los demás y buscar cómo salvarlos aún en contra de ellos mismos, terminando en el viejo callejón sin salida de la libertad: ¿tenemos el derecho, aunque creamos tener el deber, de salvar a los esclavos, aunque no estén de acuerdo ni consciente de unas cadenas que muchas veces nosotros se las inventamos, para justificar nuestro papel redentor, mesiánico y prometeico? ¿De dónde rayos nos viene esa maldita enfermedad de estar salvando a alguien, en especial, a quiénes no lo piden?
La tesis doctoral de Leonel Delgado, por ejemplo, es una lectura de autobiografías de escritores artísticos centroamericanos en las que me parece que él busca encontrar cómo sus discursos producen un efecto de nacionalidad y de sentido de nuestras historias, con ellos ya canonizados por otros y por sí mismos con sus autobiografías, fortaleciendo sus cartografías subjetivas, pero que no logra aterrizar en el terreno del Estado nación, donde deberían expresarse, asumiéndolo en Centroamérica sin problematizarlo. Hay autores que creen que jamás América Central ha tenido Estados naciones o son muy débiles y, no sólo inventados como todos, sino impuesto a unas masas desilustradas como un aparato letrado, legal y escriturario.
Carlos Midence hace lo mismo pero con más perspectiva sociológica. Son como dos mitades, un billete de cien partido por la mitad, en las que Delgado lleva la mejor parte "literaria" (profundo y fluido en el tratamiento de esta temática y el uso de autores) pero débil en el aspecto de su efecto en la conformación de nuestras nacionalidades y de la formación del Estado nación (donde Midence lo supera en perspectiva). Presento a los dos señores anunciados en la introducción.
No sé, pero tengo la impresión que estoy ante los dos autores que van a cambiar el modo de ver Nicaragua, que siempre han separado los historiadores tradicionales y los artistas: el de la política y el de los creadores, sin que tengan que ver los unos con los otros. Julio Icaza desde un punto de vista más clásico, platónico, intenta hacer lo mismo.

Es difícil saber qué busca Leonel con las autobiografías. Parece que él sí sabe lo que los autobiografiados no saben de sí mismos, ni sienten ni pueden trascender lo que presentan como lo más profundo de sí. Y reproduce lo que critica en ellas, bajo la idea que detrás de todas hay una estrategia narrativa que busca una “razón periférica del yo y la cultura (modernismo), como impulso del dominio discursivo de los otros para constituir la historia de sí (las vanguardias), y como intervención desde ámbitos no autorizados, ofreciendo la versión de una modernidad alternativa, abyecta o subalterna (el testimonio).” ¿Cómo hace un ilustrado para criticar a otros? Conozco dos modos (a lo mejor hay más): como juego (y hacer del placer de hacerlo un poder) o como silencio infinito que declara imposible conocer a los demás por medio de la representación. Hasta donde sé, los notables escriben su propia vida porque los demás (en realidad una parte de ellos) ya los han declarado importantes como canon (y por tanto las autobiografías nacen viciadas con el gesto hacia la inmortalidad según Kundera) y, por otro lado, sirven a alguno autores (como creía Cioran) para demostrar que la vida misma de los creadores de teorías nada tiene que ver con sus discursos y sólo por ello son más interesantes y reveladores. También sirven para denunciar sus vicios frente a otros biógrafos que los presentan con sus virtudes, como hace Paul Johnson y como trata de hacer de mala fe Hinkemlamert con Nietzsche.
En cualquiera de los casos, se está claro que las subjetividades no pueden objetivarse (como biógrafo de autobiografias !!!!!) en el sentido que parece hacer Leonel, es decir, explicarse desde discursos psiconalíticos (sin usar a Lacan ni una sola vez en el caso de los nombres propios !!!!) que no llegan a parar al lado que promete: el Estado nación. Tema sociológico, político, histórico, además de cultural como ahora sabemos, por excelencia.
En algún momento esta escuela tendrá que polemizar fuerte contra los neomarxistas para imponer sus agendas en el imaginario intelectual del país. Será una lucha de paradigmas a muerte, o tal vez no, y será pactada con los jóvenes, o los viejos incorporarán sus discursos como si desde siempre lo hubiesen dicho o sabido.
Creo que Nicaragua volverá a repetir su vieja historia y tragedia de palimpsesto que no termina de redondear una cosa cuando ya está con otra encima. La diferencia será ahora que esa otra capa que tendremos encima ya la conocimos en su peor momento y queremos dejarnos engañar ahora creyendo que será mejor. ¿Lo será Dr. Malito? ¿Lo será Minimí?


Thursday, April 06, 2006

La Guerra de los lenguajes

LA BATALLA DE LOS LENGUAJES


Por Freddy Quezada


Mierda, fue una palabra que, al final de una de las novelas de García Márquez, provocó asombro y escándalo. Asombro por la calidad de la obra y escándalo por la incorporación de palabras de uso popular y masivo que empezaban a circular con carta de ciudadanía en el mundo culto. Aunque sabemos que el colombiano no fue el primero ni será el último. Aún hoy, la palabra no la reconoce el diccionario en castellano que el programa de Word para Windows trae de oficio, subrayándola en rojo, como si estuviera mal escrita o no existiera. Pasa que soldados exploradores de un lenguaje invaden desvergonzadamente el campo de los otros.

Zayda García publicó en El Nuevo Diario, un artículo que desencadenó una cascada de reacciones sobre un trabajo suyo llamado Y vos, ¿me entendés? Contra lo esperado, las reacciones en la pestaña interactiva de la edición electrónica superó en número a la de los más connotados escritores de esa sección del citado diario. En él se advierte el rechazo de Zayda, al tuteo en vez del voseo por parte de sectores nicaragüenses de todas la clases sociales. Invoca una manera de hablar nacional contra la diferenciación que quieren hacer las clases medias (más expuesta a los tuteos del Miami hispano, de mexicanos, venezolanos, traducciones de novelas brasileñas, subtítulos de películas de circulación universal y el mundo escriturario mayor) de las clases populares. Empleo que cuando lo ejercen estas últimas se oyen superficiales, falsos y grotescos, al menos en Nicaragua.

Es la aspiración de una parte de la población nicaragüense (la clase media) de querer emparentarse con sus iguales latinoamericanas y españolas y de miembros de clases populares, nacionales para el caso del voseo nica, de imitarlas. Todo gira alrededor de distinguirse del otro, para remarcar las superioridades y subalternidades.

Zayda habla de mantener la homogeneidad cultural e identitaria por medio de la defensa del regionalismo en el habla, pero de lo que se trata es de la guerra que se hacen entre las clases (el habla es sólo un aspecto) para distinguirse y mejorar la calidad de la subordinación de unas con otras. La guerra que los lenguajes se han efectuado entre sí, pasa por asaltos súbitos y en masa o por agrado y seducción paciente que, incluso, ignoran los que la reciben.

De los últimos tenemos, por ejemplo, la música clásica que conocemos pero ignoramos sus fuentes (música de muñequitos le decimos), porque la aprendimos viendo las caricaturas, como el Barbero de Sevilla (de Rossini) en aquélla memorable escena donde Bugs Bunny, después de un tratamiento capilar, hace crecer flores, en vez del cabello prometido, en la calva de Elmer Gruñón; o los nombres de personajes en las mangas japonesas (Ulises y Telémaco son los héroes de Ulises en el Siglo 32; el Mum-Ra de los Thundercats, es el dios egipcio Amon-Ra, etc.) que responden a celebridades cultas. Del mismo modo, películas épicas recientes nos hacen conocer dentro del formato audiovisual, episodios magnos como en El Gladiador, Alejandro, Troya, Anibal, 300 espartanos, etc .

En sentido contrario, por ejemplo, la misma música de la que hablamos, se puede asociar a fuentes populares que después se masificaron por parte de los medios de comunicación. Así, las barberías presentaron al cliente culto, el mundo de las grandes orquestas (Glenn Miller, Ray Coniff, Bill Halley y sus Cometas) que mantenían en sus receptores radiales; en sus esparcimientos, podemos llamar al blues y al jazz: música de bar; al bossa nova y las baladas: música de ascensores, aeropuertos, supermercados y Malls; música de iglesias: el godspell y las gregorianas; música de piñatas: merengues y salsas; música de cantinas: rancheras y bachatas; música de casas limpias de clase media: semiclásicas y nostálgicas; música para meditar: melodías “orientales”; música de discotecas, las cuatro "R" de MTV: Rock, Rap, Reggae y Reggaeton.

El mundo escriturario mayor, grave, profundo y reflexivo, empezó a verse afectado por la invasión de los otros formatos, en especial por el audio visual, que dividió literalmente en dos a ese mundo. Así, los periódicos más severos empezaron a darle lugar cada vez más amplio a las imágenes, las prosas de las novelas más artísticas, empezaron a girar más y más alrededor de cómo imaginarnos las cosas (como películas) y no cómo reflexionar con ellas (como Harold Bloom dice que nos debe provocar Shakespeare) y así cada cosa culta empezó a rendirse ante el poder del número y la imagen.

Es lo que pasa con El Péndulo de Foucault y El Código de Da Vinci dentro, aún, de la escritura misma.

Desde que la cultura de masas (a través de los medios de comunicación) prometieron en su primer momento llevar a todos los ciudadanos la cultura de élite, para refinarnos el gusto estético deformado por las tradiciones orales, despertarnos el gozo interior con las artes nobles y elevar nuestro espíritu a las más elevadas cumbres, en el camino se enteraron que producían en grandes volúmenes y con facilidad asombrosa subproductos (periódicos, literatura basura, radio y telenovelas, películas, música popular, spots, etc) que terminaron con el tiempo y el mercado siendo los dominantes. Así, por mucho que nos impresionen los mejores anuncios de Shampoo, no nos importa saber que las "Cuatro Estaciones" de Vivaldi están detrás de casi todos ellos o las deliciosas piezas de Mozart, en la mejor publicidad de autos.

La batalla, en consecuencia, se desencadenó entre la cultura de élite y la de masas. La popular (agraria, oral, étnica y premoderna) despreciada y humillada por la culta, fue absorbida por los mass media. La cultura de masas reaccionó a través del mercado, poniendo a elegir, previa influencia de la publicidad, a los consumidores, en número y peso provenientes de la cultura popular.

La superficie le gana en volumen y demanda a la profundidad, que jamás pudo despegar de sus reductos elitistas y refinados, pese a la promesa de los mismos medios de comunicación que hoy la traicionan (recordemos la desconfianza visionaria que la Escuela de Frankfurt, menos Walter Benjamín, le tuvo) los cuales en honor a la verdad, se esforzaron por servirse de los medios para formar a las masas en su primera hora.

Sin embargo, esas primeras intenciones fueron superadas por el entretenimiento, la brevedad, ligereza y banalidad que ellos mismos iban produciendo como recursos de segunda mano en el acompañamiento formativo. El caso de la televisión fue paradigmático. Hubo un tiempo que se creyó que sería el vehículo más potente de formación al servicio de las formalidades de la educación clásica. Terminó siendo su peor enemigo.

Los lenguajes crean mundos y con ello imaginarios. Las representaciones recíprocas que se hacen los unos de los otros les sirve para subyugarse. El lenguaje popular, entre otras cosas, crea ghettos, calles, solidaridades, que se mueven entre la legalidad y el delito, etc y pueden usar el desprecio del que son víctimas en armas de protesta, que se toma en serio por su peso y magnitud.

El lenguaje culto, por su parte, crea sueños y también solidaridades en las utopías sesudas y profundas que produce y ese magnetismo es su fuerza ante los demás que se hace seguir. Pero para todos hay una escala de poder y crédito que sólo una de ellas disfruta. En un tiempo fue la alta cultura, hoy la rapidez y efemeridad de la moda del momento soportada por el poder del número y los medios.

Las subordinaciones no se hacen esperar, pero no son pasivas y las reacciones del subalterno cuenta con sus estrategias, venganzas, astucias, simulaciones, servilismos, cortesanías y dispositivos, donde se hace sentir a su manera y en su oportunidad. El caso típico es Discovery Channel, ese Caballo de Troya en las entrañas de la televisión, que los estudiantes de hoy suelen presentar como si fuera lo más ilustrado que uno puede citar.

Es una tentación otra vez, dentro de esta lógica, decir que todo está relacionado con todo. ¿Hegel regresa o sólo son ecos suyos en el holismo contemporáneo? Aquel creyó conocer con ello el futuro (que no es más que la proyección hacia delante del pasado para cerrar el círculo de su espiral) y este abolió el tiempo lineal.

Pero si es que el todo domina a las partes, tal como decía Durkheim, entonces dónde ha estado la diferencia todo este tiempo. Un día de estos descubrí un artículo profundo, serio y sabio, que ya había leído en formato independiente, en un suplemento de ocultismo y supercherías y no pude reconocerlo, pese a que era exacto al leído. No lo ví ni profundo, ni serio, sino como los demás que componían la edición de esa revista frívola. Algo parecido me sucede con la página educativa de la sección de opinión dominical de El Nuevo Diario, en la que creo adivinar lo que dirán sus autores antes de leerlos, pese al gran respeto que me merecen el Dr. Arríen, De Castilla y Lucio Gil. El todo, el marco, el contexto habla por ellos. Hay algo en lo que dicen que no puede romper ese marco, que no lo trasciende y llegar hasta uno con la fuerza de una lección real y no formal como en verdad se siente. Es el todo que en este caso no deja ver la riqueza de las partes y en el de Mundo Oculto, el suplemento de esoterismo, algo inserto de afuera se pierde, se diluye. Entiendo entonces ese principio estructuralista viejo y aparentemente superado.

El asunto me recuerda ese descubrimiento tan espectacular como sencillo de Boris Groys y su idea que las obras de arte no pueden ser reproducidas porque lo prohíbe el museo; así, el museo tiene el poder de designar que es lo nuevo en arte.

Del mismo modo, el evento no puede ser nuevo porque lo prohíbe la memoria, ella es la que designa el suceso y luego lo encaja en un relato lleno de sentido, casi siempre salvífico. Por eso lo nuevo, lo emergente nos desconcierta a todos, porque siempre miramos con la memoria, como decía Krishnamurti.

¿Cuál será la diferencia? El todo ahora está en las partes, en efecto, y las partes son autónomas. Pero visto así, la diferencia puede ser una vulgar cantidad, tamaño y claridad de líneas entre ellas, es decir, un poder.

Hablar nunca es igual a escribir. Este hiato es el mismo que se replica entre el pensamiento y la acción, el ser y el deber ser, donde a su vez dentro de cada uno se replican otra vez hasta el infinito. En ambos campos funciona la memoria. La diferencia, en cuanto a la escritura y al habla, es la técnica de segundo grado para aquella y la ausencia/presencia de la que habla Derrida. Pero dentro del habla hay diferencias como dentro de la escritura.


De nuevo, si la diferencia está en ambos lado, cuál es la diferencia. Los lenguajes son ciudades, decía Wittgenstein (subdivididas en barrios y zonas residenciales, agrego yo). Y a lo mejor, ese acoso que sienten las clases cultas en sus residencias, palacetes y mansiones con verjas y portones electrónicos de parte de los pobladores de asentamientos y barrios pobres, no sólo sea físico, sino un también un asalto verbal, culinario, curativo, danzario y sensorial.

¿Estaremos asistiendo a aquel día que temieron griegos y romanos, cuando predijeron que sus ciudades terminarían, en su decadencia, balbuceando el dialecto de los bárbaros o cada uno de nosotros ya somos, y ni siquiera nos hemos enterados, un Rafael, un Leonardo, un Miguel Ángel y un Donatello, es decir, unas Tortugas Ninjas, dirigidas por una rata sabia?