Heidegger y Krishnamurti:
Pensamiento Contemplativo
Por Jeremy P. Tarcher
Imagine que está deambulando por una
vasta catedral. Los incontables vitrales, radiantes en la oscuridad,
representan los modos de oración y las formas de entendimiento que la humanidad
ha desarrollado a través de su historia. Algunas ventanas describen la Presencia
Divina a través de formas o atributos personales, y los buscadores rezan
delante de estas ventanas con devoción. Otros buscadores, prefiriendo la forma
de la sabiduría, contemplan los vitrales que presentan la nada personal,
simplemente patrones esotéricos evocando armonía y unidad primitivas. La
devoción y la sabiduría son caminos alternativos a la Iluminación. Algunas
tradiciones sagradas entretejen ambos caminos.
¿Qué ocurre mientras contemplamos éstas
ventanas de catedral? Estamos experimentando realmente Luz, difusa a través de
contextos complicados que han sido creados individualmente y en comunidad, por
artesanos visionarios. Y no podemos salir de ésta catedral, la cual es el
pensamiento humano, porque debemos depender de algún medio personal y cultural.
No podemos articular ninguna experiencia, aún ante nosotros mismos, sin algún
proceso de pensamiento. Esto no es un encarcelamiento sino simplemente la
naturaleza de la Luz o Realidad, la cual se expresa a sí misma como experiencia
sólo a través de algún medio particular. [2]
Podemos sentirnos desilusionados.
¿Nunca podremos encontrar directamente lo que sea que esté ahí afuera, más allá
de las ventanas opacas de interpretación personal y cultural? ¿Podemos
experimentar la Realidad sólo indirectamente? ¿Qué es y donde está la fuente de
ésta Luz? Tal pregunta nos lleva más profundo en el pensamiento contemplativo y
mientras nuestra contemplación se intensifica, ocurre un sorprendente giro de
perspectiva. Esta es la experiencia de la Iluminación, a través de la cual
dejamos de imaginarnos a nosotros mismos simplemente dentro de ésta catedral de
la mente humana. Tomamos conciencia que la esencia de nuestro consciente es la
esencia de la Luz que ilumina las incontables ventanas. Nos damos cuenta que el
Consciente es la Luz que constituye todos los fenómenos. Siempre estamos brillando
por fuera de la catedral, pero no hay nada afuera que ver, sólo ser. Nuestra
Verdadera Naturaleza sola está ahí: Divino Resplandor, o Consciente Máximo. Las
experiencias particulares pueden ocurrir sólo a través de ventanas particulares,
pero somos la Luz Clara que la mente humana ha creado a través de esta vasta
catedral y que refracta por medio de sus
idiomas e imágenes.
Cada ventana de devoción o sabiduría
transmite el mismo brillo del Máximo Consciente por medio de figuras personales
o patrones simbólicos únicos a sí mismo. A través de la contemplación
dedicada a una sola ventana, podemos armonizar a la Luz, o Realidad, y
eventualmente darnos cuenta que nuestra naturaleza intrínseca es la Luz. Una
vez que se da cuenta de que la catedral universal está inundada de la
conciencia de Luz de nuestra Verdadera Naturaleza, una vez que el Conocimiento
se ha iluminado, estamos en casa donde sea. Hemos sido liberados de la
competencia entre visiones del mundo, al entender la calidad esencial de todas
las ventanas de contemplación y la armonía entre las formas de sabiduría y
devoción. Donde quiera que sea en esta catedral, a través de todos los
idiomas e imágenes posibles, ahora reconocemos la Luz, o Consciente, lo cual
somos, lo cual todo los seres son, lo cual el Ser es.
Esta imagen de la catedral ilustra la
naturaleza del pensamiento contemplativo, un proceso natural para la mente por
el cual [3] el pensamiento es dirigido a su propio centro, o base. Ya que el pensamiento
contemplativo no es externo al funcionamiento ordinario de la mente, puede
experimentarse sin entrar en ningún estado especial de trance o éxtasis. Ni tal
pensamiento profundo depende de entrenamiento formal. Aún durante el pensamiento
ordinario, la corriente de contemplación armónica y unificante, está siempre
presente. Cada uno de nosotros tiene acceso inmediato al modo contemplativo,
en el momento que exploramos la base de
nuestra propia conciencia. Aún nuestro acceso al pensamiento profundo puede
estar oculto por desconocimiento. El estado contemplativo natural a menudo se
queda dormido hasta que se despierta por el toque de una persona despierta.
El pensamiento contemplativo no está limitado a ciertos campos tales como religión, arte, o filosofía sino que florece sutilmente a lo largo de cada cultura con frecuencia de forma poco clara entre pequeños círculos o secretamente dentro de la vida interna de individuos que pueden no estar conscientes de ninguna tradición mística.
Este
profundo modo de contemplación, que es fuente de devoción y sabiduría, es
quizás la posibilidad humana más preciosa. La persona santa, o chaman, en cada cultura- poeta, músico,
santo, guerrero- es venerado por el poderoso toque que despierta y sostiene el
pensamiento profundo y su sentido de descubrimiento, libertad y armonía. La
figura del chaman es un sacramento
por el cual todos los miembros de la cultura sin excepción pueden entrar al
modo de contemplación.
Presentamos dos de tales individuos del
mundo contemporáneo. Heidegger, el filósofo alemán, surge de las tradiciones
filosóficas griegas y místicas cristianas. Krishnamurti, el sabio hindú,
expresa una estrategia asiática incisiva. Aunque de contrastar los ambientes
culturales, el pensamiento contemplativo de ambos tiene una relevancia similar.
Ambos pensadores crean vitrales de sabiduría más que de devoción. Su rechazo a
identificarse con algún contexto religioso convencional nos ayuda a empezar su
estudio de vida contemplativa relativamente libre de nuestras presuposiciones
sobre imaginación religiosa. Aún la experiencia de Heidegger de Ser [4] la
experiencia de Krishnamurti de la Verdad constituye el cumplimiento de la
sagrada búsqueda en cualquier forma cultural que esta búsqueda esté revestida. Heidegger
describe la calidad más peligrosa de nuestra era secular como la obsesión con
lo superficial del pensamiento que nos distrae del pensamiento profundo.
Heidegger clasifica esta superficie como
pensamiento calculador, sin
menospreciar su habilidad para organizar nuestro mundo sino previniendo contra
su poder de absorber completamente nuestra energía y atención.
El pensamiento calculador no es
meramente un eufemismo para la estrategia de ciencia empírica sino que
caracteriza cualquier proceso de pensamiento que planee dominar y manipular
situaciones. Los pensamientos religiosos y artísticos en sus superficies son también
calculadores. Aun el empobrecimiento del pensamiento cuando está limitado a su
propia superficie no puede privar a la conciencia humana de su naturaleza
esencialmente contemplativa. Como Heidegger afirma: Podemos crecer con pensamiento pobre o aún menos pensamiento sólo
porque el hombre, en el centro de su ser, tiene la capacidad de pensar... está
destinado a pensar... es un pensamiento que es un ser meditador.
Más
que organizar energía, Heidegger sugiere que el pensamiento profundo, contempla
el significado que reina en todo lo que es. El estado contemplativo está
aliviando, calmando, fortaleciendo. Se
abre al sujeto primitivo de toda contemplación, el cual Heidegger califica Ser, el brillo, o significado el cual reina
donde sea. El pensamiento profundo no excluye al pensamiento superficial
sino que permite que el superficial se vuelva transparente hasta su máxima
base, o Ser. El botánico que desarrolla nuevas cepas de trigo no necesita
reconocer sus cálculos científicos cuando se despierta al pensamiento profundo
y contempla el brillo penetrante del Ser.
Aunque
el pensamiento contemplativo no va más allá del alcance de cualquier persona,
se necesita práctica, tal como para el domino del pensamiento calculador.
Heidegger comenta: El pensamiento meditativo no sólo pasa por sí mismo algo más que el
pensamiento calculador de sí. A
veces requiere un esfuerzo mayor. Exige más práctica. Necesita de un cuido
delicado aún más que cualquier otro arte genuino. Debemos desarrollar el
arte de esperar, liberar [5] nuestra espera y confianza en un proceso espiritual
que es natural y espontáneo. Como sugiere Heidegger, el pensamiento profundo
debe ser capaz de esperar su tiempo, aguardar como hace el granjero si la
semilla brotará y madurará.
Enfatizando
en la simplicidad, terrenalidad y
accesibilidad inmediata del pensamiento profundo, Heidegger continúa: El pensamiento meditativo no necesita por
ningún medio ser rimbombante. Es suficiente si nos preocupamos por lo que se
sitúa cerca y meditamos en lo que está más cerca… aquí y ahora, en esta parte
de terreno conocido. El terreno
conocido que está más cerca es el conocimiento primitivo cuando se difunde en nuestras actividades diarias. En la actual era
de tecnología, no podemos convertirnos en un planeta de aldeanos rurales, pero
la simplicidad y armonía de la vida de aldea está disponible, donde sea que nos
hallemos a nosotros mismos por medio del pensamiento contemplativo. La
contemplación es nuestro arraigamiento espiritual.
Cuando
el pensamiento contemplativo se separa del calculador, con toda su aparente
funcionalidad, se convierte en una abstracción. Desarrolla tecnología que
poseen poderes manipuladores y ofrecen un sentido iluso de tangibilidad pero
que no puede nutrir a la humanidad. El pensamiento calculador nunca puede
aliviar genuinamente los problemas humanos a menos que éste se integre con el
pensamiento profundo. El pensamiento
limitado a su propia superficie empieza a vivir solamente para organizar,
manipular, dominar. Tal pensamiento esconde nuestra armonía intrínseca. Aun el
hecho que a veces notemos una fuerza pacifica
en esos que han dominado algunos aspectos del pensamiento calculador-
músico, mecánico, alfarero, matemático- indica que no hay dos dimensiones de
pensamiento separadas, contemplativas y calculadoras, sino una sola corriente
de conocimiento.La separación es un síntoma de falta de armonía espiritual al
cual han estado sujetos los seres humanos, pero quizás más intensamente en esta
era tecnológica y secular. El alivio de esta inarmonía entre cálculo y
contemplación es el proceso de Iluminación que revela la esencia del todo
pensamiento para ser contemplación. Este proceso no es solo para unos pocos
santos o yoguis sino para todo el
mundo.
El
pensamiento profundo emerge orgánicamente de nuestra parcela de terreno, de
nuestro jardín, de semillas simples. Nunca es abstracto sino permanece
intensamente práctico porque es una práctica personal, una forma de
auto-confianza tal como cultivar nuestros propios vegetales. Aun su naturaleza
alentadora se oculta por su misma simplicidad. Como Heidegger sugiere: Quizás la respuesta que estamos buscando
está a la mano, tan cerca que todos la ignoramos fácilmente. Porque el camino a
lo que está cerca siempre es el más largo por consiguiente el más difícil para
nosotros los humanos. Este es el camino del pensamiento meditativo.Durante
nuestro peregrinaje a través de la catedral, la Luz que ilumina los vitrales de
contemplación se reconoce eventualmente como nuestra propia Luz. Esto es lo que
está cerca; conocimiento primitivo. Aun el proceso de llegar a casa está en
esta cercanía es sutil y exigente.
Cuando
comenzamos a leer Conversaciones acerca del Pensamiento en un Camino de Campo de
Heidegger, un intercambio dramático entre tres pensadores contemplativos,
podemos hallarnos con un lenguaje difícil de comprender. Heidegger crea nuevas
palabras y nuevas maneras de formular pensamientos los cuales pueden aparecer
complicados pero que son realmente valientes intentos de ver más simple y
directamente. Este diálogo condensado es una ilustración de la naturaleza del
pensamiento contemplativo, una caminata transformadora por un camino de campo
al conocimiento primitivo de la base del Ser.
Empezando
con una paradoja básica del camino místico, expresada por el arquero Zen que aparta la mirada del objetivo mientras
libera la flecha, uno de los personajes de Heidegger comenta sobre la cercanía
a la contemplación: la naturaleza del
pensamiento puede ser vista solo al apartar la mirada del pensamiento. Por
consiguiente debemos cuidarnos de
nuestros impulsos al calcular, apartando la mirada al cielo o a través de las
colinas de nuestro ser, para volvernos receptivos a la profunda naturaleza del
pensamiento bajo su función superficial cuando estamos dispuestos. Mientras
responde el segundo participante del diálogo: En respuesta a tu pregunta como quería realmente nuestra meditación en
la naturaleza del pensamiento…. Quiero no estar dispuesto. Esta indisposición
entra en juego cuando apartamos nuestra mirada del objetivo. Uno no puede obstinadamente
tomar indisposición sino debe soltarse hacia ella. Como el tercer participante
en ésta [7] conversación comenta, quieres
una indisposición (o involuntad) en el sentido de renuncia a la disposición
o voluntad para que a través de
esto podamos liberarnos… nosotros mismos a lo deseado por esencia de un
pensamiento que no es una voluntad/disposición.
El pensador contemplativo no toma la
esencia del pensamiento sino es más bien suelto/ liberado a la esencia del pensamiento. Esta
distinción no es juego de palabras simplemente. Si esperamos tomar un
significado particular, extrayendo la esencia del sujeto forzadamente, entonces
nos quedaremos en el nivel de pensamiento calculador. Aun el uso de sintaxis
ordinaria, un verbo y su objeto, tal como Sé
la esencia del pensamiento, representa un involucramiento sutil con el
modo de control obstinado. El
pensamiento contemplativo, por el contrario, es renuncia perfecta, que es
fundamentalmente liberarse de la disposición/
voluntad. El contemplativo no afirma más, Sé la esencia, sino que reflexiona, No deseo saber, pero espero la esencia en perpetua ignorancia.
Significativos avances culturales y científicos se han desarrollado de la
disposición/voluntad de los seres humanos para tomar esencias y así controlar energía, pero nunca nos liberara a
la naturaleza de la contemplación.
La
conversación de tres formas continua, cada pensador respondiendo al otro como
instrumentos en una composición musical.
n Si sólo poseyera
la liberación correcta/ el derecho a la libertad, entonces pronto sería
liberado de ese deber de destetar/separar/
desintoxicar de la voluntad/decisión.
n Hasta ahora como podemos desintoxicarnos de la voluntad,
contribuimos al despertar de nuestra liberación.
n Decir, más bien, a mantenerse despierto para
la liberación.
Con respecto a nuestros esfuerzos personales como
contribuir al despertar de la liberación es involucrarse en un cálculo sutil.
La frase mantenerse despierto para la
liberación expresa más asertivamente este inicio del estado contemplativo.
Debemos reconocer que ya poseemos la liberación correcta porque el deber de destetar/ separar/ desintoxicar de la voluntad/decisión es interpenetrado por
la voluntad misma. La voluntad nunca puede trascender la voluntad. La única
manera de ser libres de la voluntad es experimentando la verdad que la
liberación perfecta ya existe.
Mientras continúa la conversación;
-
Por nuestro lado nosotros no despertamos
liberación en nosotros mismos.
-
Así la liberación es afectada desde algún
otro lugar.
-
No afectada pero con permiso para entrar. La
liberación despierta cuando nuestra naturaleza está adentro tanto como para
tener tratos con lo que no es una voluntad.
Heidegger
muestra el cuido continuo para reorientar desde la voz activa hasta la voz
pasiva, desde el sentido obstinado de afectar la liberación hasta el sentido
contemplativo de dejar entrar. Sin embargo, esta parcialidad del pensamiento profundo
al modo pasivo en el ámbito del lenguaje no significa pasividad en el campo de
la acción. Esto se hace claro a través de las conversaciones de los tres amigos
pasean sin rumbo por el camino del campo:
— Hablas de
un dejarse ser y das la impresión de que significa que es un tipo de pasividad…
Creo que entiendo que no es de ninguna manera un asunto de permitir que las
cosas se deslicen o vayan a la deriva.
— Quizás se
oculta un acto más alto en la liberación que el que se encuentra en todas las
acciones dentro del mundo.
— Aquel acto
más alto aun no es actividad.
Aunque proveniente directamente de tradición filosófica occidental, el
pensamiento profundo de Heidegger evoca la acción sin ego de contemplativos Zen
y Taoístas cuya relajación perfecta en medio de la acción deja entrar la
corriente del Tao, o involuntario lo deja ser de una manera que deja margen de
calma al centro de la actividad intensa. A esto es a lo que Heidegger llama Liberación.
Uno de los tres amigos pregunta. ¿Qué tiene que ver la liberación
con el pensamiento? Y el otro responde, nada, si concebimos el
pensamiento de la forma tradicional con que se representa. Esta es la
paradoja con la cual empezamos: la esencia del pensamiento no tiene
literalmente nada que ver con el pensamiento calculador o el representativo,
porque el pensamiento profundo no está haciendo sino siendo. El
pensamiento calculador es re-presentado, usualmente reconstruido de bancos de
memoria de ambas convenciones, personal y cultural. Por el contrario, la
contemplación, o la esencia del pensamiento, es simplemente presencia.
El pensamiento representativo cataloga patrones útiles de pensamiento y
los muestra una y otra vez para organizar energía. El pensamiento no
representativo, o contemplativo, despierta un sentido de nuestra liberación
intrínseca de todos los patrones de organización que son indispensables en la
superficie del pensamiento pero ausentes en sus profundidades.
A este punto, podemos preguntarnos cómo reconocer y practicar el
pensamiento contemplativo ya que no puede
ser ni descrito ni representado. El diálogo se mueve en la misma
dirección.
- Con lo
mejor de la voluntad no puedo representarme esta naturaleza de pensamiento.
- Precisamente
porque esta voluntad tuya y tu modo de pensar como representante lo previene
- Entonces,
¿Con qué tengo que ver en el mundo?
- No tenemos
que hacer más que esperar.
La espera
meditativa genuina se descubre solo a través de la ruptura de la voluntad/disposiciónla cual comienza
con el modo expresado en el dialogo como ¿qué tengo que hacer en el mundo?
Este modo
puede ser uno de desesperación o templanza, renuncia o éxtasis, pero el
movimiento del pensamiento voluntario a la espera meditativa requiere una
revolución autentica en nuestros patrones de conocimiento habituales. EL
pensamiento profundo ni implica hacer ni ocurre en el mundo porque el mundo y
hacer son aspectos del pensamiento calculador.
Por lo
consiguiente, la contemplación no provee ninguna respuesta directa al acertijo
¿Qué debo hacer en el mundo? La contemplación no puede ser nunca un proceso de
satisfacer el deseo.
El
ambiente apropiado para la práctica de la espera meditativa es a lo que
Heidegger llama amplitud y lo describe a través de la siguiente metáfora: El campo de la visión es algo abierto pero su amplitud no se debe a nuestro mirar. La amplitud no se debe a
ningún punto de vista específico sino es más bien la ausencia de la percepción
y pensamiento de una sola perspectiva. La amplitud, no creada por ningún
esfuerzo de nuestra parte, siempre está presente como conocimiento primario. En cuanto a esta amplitud,
superponemos diferentes mundos los cuales son, en las palabras de Heidegger, el lado frente a nosotros de una amplitud que nos rodea, una
amplitud que se llena de apariencias que, para nuestra representación, son
objetivos.
Estos
lados frontales de amplitud son los mundos que organizamos por medio del
pensamiento superficial. Para el pensamiento representativo, nuestro mundo
parece contener objetivos pero se revela a la contemplación como la extensión
abierta de conocimiento primario. Los místicos afirman con frecuencia en sus
distintos idiomas que no hay objetivos, que todo es una corriente, que lo que
en realidad percibimos son facetas o texturas de una realidad armoniosa. Los
personajes dramáticos de Heidegger ahora empiezan a explorar esta Realidad la
cual se revela a si misma por medio de amplitud.
-
Me parece
como algo como una región encantada donde todo lo que pertenece ahí regresa a
eso en lo que descansa.
-
Hablando
absolutamente, una región para todo no es una región entre muchas sino la
región de todas las regiones.
-
El encanto
de esta región bien puede ser… su regionamiento
El
sustantivo región puede ser tomado como un espacio definible y así se convierte
en el sujeto del pensamiento calculador. La forma verbal de regionamiento sugiere la calidad
incalculable de amplitud, su encanto. La continua erradicación de cálculos
sutiles mientras surgen es pensamiento contemplativo. Aunque haya una dimensión
de contemplación en la cual aún esta actividad mental este calma, el
pensamiento significativo se puede hacer de contemplación por medio de la
misma. Este es el proceso con el que Heidegger se involucra aquí: guiar a otros
hacia el centro del pensamiento y
proveerlos de algún sentido de cuido y alerta que se requieren para sostener el
pensamiento contemplativo.
Heidegger
usa las voces de este diálogo para describir su propia experiencia mística de
venir de nuestro mundo organizado al centro radiante e impenetrable del Ser. El
poder de sus palabras quizá se aprecia mejor al leerlas en voz alta. Describen
el regionamiento como el presente primordial ofrecido a los seres humanos:
refugio en el corazón sagrado del Ser. La región une uno a uno y uno a todos en
algo permanente mientras descansa en sí misma, tal como si nada estuviera
pasando. El regionamiento es una reunión y un refugio para un descanso
extendido a una continuidad… Que tales regiones son una continua extensión la
cual, reuniendo a todos, se abre a sí misma, para que en su amplitud sea
detenida y retenida, dejando todo mezclarse en su propio descanso. Cada una de
estas frases repite expresiones en literaturas místicas tradicionales que
describen experiencias eufóricas de dejar objetivos atrás mientras uno es alcanzado
en lo Divino o mientras uno se expande en lo Absoluto.
Carlos Castañeda,
un antropólogo contemporáneo, fue guiado por su guía Indio Yaqui, el hechicero Don
Juan, en [11] tal regionamiento
encantador. Cuando se ve empujado o engañado fuera de los límites del
pensamiento calculador por su maestro shamánico, Castañeda entraría en una
dimensión de conciencia en la cual los objetivos desaparecerían o aparecerían
extrañamente en negación de su propia objetividad.
Como
Heidegger remarca, las cosas que aparecen
en tales regiones no tienen más el carácter de objetivos. Esto no niega la
existencia de objetivos dentro de nuestros distintos mundos organizados. Sería
tonto rehusarse a considerar por ejemplo un reloj como un instrumento con el
cual se dice la hora. Sin embargo, completamente conscientes de ser liberados
en tales regiones, un reloj no podría aparecer más que como un objeto separado
sino como un lado frontal de amplitud, útil aunque totalmente transparente
cuando regresa y se queda en la extensión del Ser. ¿Pero qué significa esto en
realidad?
Uno de los
tres participantes comparte una frustración que puede que sintamos nosotros
mismos.
-
Debo
confesar que no puedo representar mucho en mi mente todo lo que dices acerca de
la región, extensión y continuidad, y acerca del regreso y el descanso.
-
Probablemente
no pueda ser representado del todo.
Si
mientras leemos intentamos desarrollar una figura clara de las tales regiones o
su relación a nuestro mundo objetivo y convencional entonces estamos alejándonos
del pensamiento contemplativo. Se requiere fuerza para quedarse con el
pensamiento profundo, no la fuerza del poder del deseo sino la fuerza del
descanso, de la apertura, de la espera. Nuestra tendencia es surgir de nuevo en
la actividad calculadora para empezar a representar vagamente o precisamente de
nuevo. El lenguaje de Heidegger intenta desafiar esta necesidad representativa,
mientras permanece involucrado en el nombramiento auténtico. El permite que se
revelen varios nombres del Ser en una manera no representativa sin describirlo
realmente. Como los tres participantes del diálogo reflexionan:
—Ninguna descripción lo cosificaría.
—Sin embargo, se permite a si mismo ser
nombrado y siendo nombrado puede ser pensado.
—Sólo si el pensamiento no puede
representarse más.
Pero ¿cómo
debemos involucrarnos en este proceso del pensamiento [12] contemplativo en
realidad? ¿Debemos mantenernos esperando perpetuamente por la respuesta a la
simple pregunta de cómo empezar? Heidegger responde en la afirmativa sugiriendo
que el modo contemplativo es simplemente uno de espera:
Quizá ahora estamos más cerca de ser
liberados en la naturaleza del pensamiento… por esperar su naturaleza… La espera
deja a la representación completamente sola. Realmente no tiene objeto. La
contemplación está esperando sin prospecto, esperando el beneficio de la
espera. Esta espera es el acceso al pensamiento profundo, el cual no borra el
pensamiento superficial- simplemente lo deja solo. Sin embargo, no podemos
afirmar, estoy esperando el pensamiento contemplativo
para empezar porque eso es pensamiento calculador: la espera por algo más
que la pura espera. El pensamiento profundo nunca comienza porque está siempre
ahí, latiendo al centro de todo pensamiento- espera. A través de esta espera,
ocurre una transformación sutil de conciencia ordinaria y la distancia se
vuelve cercanía, la espera se vuelve permanente. En palabras de Heidegger, la espera se libera a si misma a amplitud,
en la distancia expansiva… en cuya cercanía se encuentra la continuidad en que
se queda.
A este
punto los participantes en el dialogo surgen inesperadamente con una definición
no representativa de la esencia del pensamiento. Esta definición es sugerida
por la transformación de la conciencia en la cual la distancia se convierte en
cercanía.
—Entonces, pensar seria entrar a la cercanía
de la distancia.
—Esa es una osada definición de su naturaleza
sobre la que nos hemos arriesgado.
—Solamente reconcilie lo que hemos nombrado
pero sin representación, nada para mí mismo.
Llegando a Casa:
La Experiencia de Iluminación en Tradiciones Sagradas
(Los Ángeles: Jeremy P. Tarcher, 1989), 1-24
Capítulo Uno
1 comment:
Este es un documento muy revelador. Me gustaría saber de donde lo obtuvo.. Muy bueno...
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