De todas las películas que he visto recientemente, varias nominadas al "Oscar", tengo la impresión que asistimos al regreso, a excepción de Blue Valentine, de la tendencia del paradigma del éxito (el verdadero paradigma moderno, como dice Sloterdijk) no importa si son caballos (Secretariat), monarcas (el Discurso del Rey), parejas normales (Rabbit Hole) o anormales (Hereafter, Black Swan y True Grit), profesionales mediocres (Conviction), fracasados (The Fighter), fantásticos (Tron) o de culto (Inception y Mr. Nobody), casi todos, al final, triunfan o se reconcilian. Atrás van quedando los films con finales abiertos, inexpresivos, horizontales, trágicos o absurdos. Pocas personas soportan ya no engañarse con aceptar como regla, lo que siempre ha sido una excepción: el éxito.
La paradoja de este paradigma es que hasta los que se le oponen, caen en la trampa al desear derrotarlo, confirmando así la aporía.
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