EL PRINCIPIO DIFERENCIA EN CUATRO AUTORES
Por Freddy Quezada
Si la diferencia se la concibe como un conjunto de reglas que producen efectos de “realidad”, regímenes de discursos y esencialismos estratégicos ¿se puede decir que hoy esas reglas se están relajando por las combinaciones que la afectan, en una época en que las purezas han dado paso a las creaciones desde supermestizajes poieticos? ¿Las migraciones no son esa fuente, de relaciones de poder desiguales y combinadas, parafraseando a Trotsky, que disuelve dualismos? Y no se trata de criticar y proponer otra salida emancipatoria más, sino de ironizar (crítica sin emancipación) o de reírse, a punta de confundir al lector, por puro gusto (criticar por criticar).
La diferencia es un principio reciente en las ciencias sociales. Antes del boom de la diferencia con la postmodernidad, esta solía ser empleada para distinguir las sociedades comunitarias de las orgánicas y, para diferenciar los modos modernos de resolver los conflictos, a través del derecho restitutivo. Los antropólogos, y luego los lingüistas, también la emplearon, para separar, por medio del tiempo, lo que constataban en el espacio con los “otros” no europeos, y los semiólogos, a su vez, por medio de un estructuralismo dual y operativo.
Quizás sea Foucault, como en tantas otras cosas, quien haya sido más fecundo con el concepto de “diferencia” que sus seguidores, Lyotard primero, y Derrida después, convirtieron en “differend” y “differance”, respectivamente.
La diferencia, retomó un segundo aire con los postcoloniales, subalternistas y decoloniales, pero vinculada al poder, en relación a hegemónicos y subalternos, y metrópolis y colonias. Relaciones que ya no pudieron ver los postmodernos.
Los decoloniales, sin saberlo, volviendo afirmativa la apofática postcolonial, a través de un regreso a la emancipación, son los que colocaron en la agenda, el pensamiento no eurocéntrico, como el eje central de cualquier tipo de reflexión y, sin darse cuenta, ni conocerlo, ofrecieron la oportunidad de invitar a Krishnamurti, quien pasó décadas de su vida insistiendo que el pensamiento es el problema y no la solución de las cosas. Los decoloniales son todavía prisioneros de un pensamiento “otro”, alternativo, no eurocéntrico y aún son ciegos a toda la magnitud que reveló Krishnamurti en sus diálogos, sobre el asunto.
Ahora quiero presentar cuatro rutas de la diferencia vinculada al pensamiento. Se pueden advertir afinidades por parejas de autores (ver cuadro sinóptico): Krishnamurti con Groys; y Foucault con Borges, autor argentino inspirador de muchas ideas del francés.
Krishnamurti y Groys, consideran que lo nuevo no puede ser aprehendido por la memoria y/o por el museo. Groys dice que lo nuevo (categoría de tiempo), el museo lo convierte en diferencia (categoría espacial y ontológica). Aunque la reflexión de Groys sea sobre el arte, vale para la epistemología. Los decoloniales dicen algo parecido cuando niegan que ellos propongan paradigmas “nuevos” (típicos de la modernidad eurocentrada), ellos los que proponen son paradigmas “otros”, basados en lugares de enunciación. Krishnamurti, por su parte, considera que la diferencia es una ilusión producida por el pasado, que separa y divide y que, cuando reconoce que el observador es lo observado, se disuelve.
La otra pareja, Foucault/Borges, tiene una afinidad compleja. Mientras para Borges la diferencia que gobierna el espacio es el no pensamiento, siendo que el pensar pasa por olvidarlas, como dice en Funes el memorioso, Foucault la convierte en constitutivo del pensamiento, pasando así de fundamentos unitarios y coherentes, a discontinuos e interrumpidos. Considerada, la diferencia, vicio en Funes, Foucault la convierte en virtud, y más en el tiempo que en el espacio, donde muchas veces las anula, ocasionando su ceguera con respecto a las excolonias, y aplicando una vuelta más a la cadena cartesiana.
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