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Tuesday, February 10, 2009

Escuelas "post" del Sur

ESCUELAS "POST" DEL SUR

Por Freddy Quezada

Presento estas notas sintéticas sobre las escuelas con más futuro en América Latina en los próximos lustros: los subalternistas, los postcoloniales y los descoloniales. Tendrán un impacto de profundidad en los estudios de comunicación y cultura que desde hace rato se vienen conjugando en los llamados Estudios Culturales y cuyos estudios más originales no son reconocidos por los mismos latinoamericanistas que dicen defenderlos.


Todas las corrientes “post”, por ser descendientes y tributarias del postmodernismo europeo, pero aclimatadas en el “sur”, son enemigas en grados diferente del eurocentrismo, cuya historia -- como dice Walter Mignolo -- gira alrededor de 8 lenguas imperiales, dos muertas (griego y latín) y seis vivas (tres renacentistas: italiano, castellano y portugués y tres ilustradas: alemán, francés e inglés) y cuya historia siempre viaja de Grecia a Francia y Alemania; y de Roma a Inglaterra y EEUU).

Tal eurocentrismo ve en América Latina y otros continentes, un área de “carencias” (herencia de criollos y mestizos castigados por haber nacido aquí) como dicen los postcoloniales, donde siempre nos hace falta algo, un “algo” (cultura, cristianismo, civilización, modernización, desarrollo, democracia, globalización y conexión) que sólo “ellos” tienen, estableciéndose una diferencia colonial epistémica, como bien dicen los descoloniales.

Los estudios sobre estos fenómenos, para el caso de América Latina, todavía no cuentan con el espesor debido. Ya traté de hablar de sus semejanzas y distinciones entre postcoloniales y descoloniales. La gran diferencia entre los tres, si sumamos a los subalternistas, es que estos y los descoloniales, se mueven en el terreno de las luchas sociales y, los postcoloniales, en los bordes entre esas luchas y la filosofía del lenguaje. Quizás a ello se deba que el primero y el tercero, no rompan la acción y los llamados liberadores que encierra todo proyecto emancipador y que, los postcoloniales, jueguen con ese lenguaje abstruso y juzguen las liberaciones de los oprimidos como estrategias textuales de intelectuales. Aquí trato de resumir sus características de más relieve, en menos palabras aún.

1. Los subalternistas anclan sus aspiraciones prometeicas en el número y las estrategias múltiples de los vencidos. En América latina, se les ha visto formar grupos, sobre todo en EEUU, a partir de la influencia que ejerció la escuela india de los Subaltern Studies, en especial la rama gramsciana que encabezó Guha y Chaterjee y, ahora, Aijaz Ahmad y Arif Dirlik. Están claros que hay que liberar a alguien, a los que ellos creen que han sufrido más que el resto del mundo. Se le pueden sumar, en la empresa, fragmentos y diferencias, sin importar tamaños y calidad, siempre y cuando sea contra el imperialismo o el Imperio, como lo hacen las nuevas corrientes (como la de Negri y Hardt), en lo que llaman multitudes o multitudes queers. Por la lógica de su esquema, lleno de acción liberadora, su campo son las luchas sociales y su especialidad las estrategias para desestabilizar al hegemónico. Son los que mejor han estudiado los paradigmas de la comunicación vinculados al poder y a la cultura, y en ello se han dado la mano con los viejos estudiosos del tema en el área como J. M Barbero, N. García Canclini y R. Ortiz.

2. A los postcoloniales no les interesa el número, ni la verdad, ni el sentido emancipatorio de los actores, sino el efecto de poder que producen los imaginarios de los colonizadores sobre los colonizados. También no caen en la trampa del dualismo colonizador/colonizado que hace morder de nuevo el horizonte de los eurocéntricos, que no rompen los subalternistas, tanto de la India como latinoamericanos, y descoloniales. Los postcoloniales hablan más bien de “terceros espacios”, de inbetween, de hibrideces, de como si, de mímicas. Desconocen el papel de intelectuales, expertos y salvadores. Su campo es una intersección fronteriza (como la llamó Bhabha) entre estrategias textuales y sociales, siendo sobre esta última, escépticos de horizontes prometeicos. Ellos, como el Ángel Exterminador, sólo ven la montaña de destrucción que los colonizadores han levantado frente a sus ojos, mezclándose todo, porque están de espaldas a un futuro que nadie puede ver.

3. Los decoloniales, antiguamente llamados por ellos mismos “postoccidentales” (especie de copia de los postcoloniales), volvieron a separar el esquema colonizador/colonizado que habían cerrado los postcoloniales. En cierto modo se separaron por un lado de los subalternistas, al rechazar a autores eurocéntricos (como Althusser, Gramsci, Foucault) pero volvieron a ellos (esta vez desde el campo epistémico) al mantener la separación, que ya habían efectuado los anticolonialistas clásicos (como Fanon y Cesaire), de colonizador/colonizado, recayendo en la emancipación de la que buscaban escapar. En la operación es inevitable, para que funcione el esquema en términos políticos, que se elijan actores cargados (por lo común minoritarios) de virtudes transmitidas por un sentido redentor de su sufrimiento. Contradictoriamente, emplean el pensamiento de frontera, aplicado por autoras “chicanas” de inspiración bahbiana, reconociendo las impurezas que, por otro lado, no están dispuestos a admitir cuando hablan de originarios y afroamericanos. La asimetría los hace desconocer a los “mestizos” dentro de los países latinoamericanos y a exagerar las purezas, en las que basan una inocencia a redimir epistémicamente, de grupos minoritarios. Muchas veces hacen hablar a los espacios (como si tuviera vida propia) por encima de los grupos que los componen. En esto le llevan ventaja los subalternistas, tanto indios como latinoamericanos que, sin dejar de reconocer el espacio, brindan más seriedad, sin admitir, por otro lado, su carácter de juego, a las estrategias de los subalternos. Como están en la fase publicitaria de su proyecto decolonizador, están abiertos a explorar nuevos campos y en ello la comunicación, espera su turno.


Contra cuatro polemistas

NO SE TRATA DE DISCURSOS, SINO DE CONTROLES

Por Freddy Quezada
(Contra cuatro polemistas)

Molotera”, es un viejo juego infantil donde los niños, primero lenta e individual y después colectiva y desordenadamente, se lanzaban encima unos de otros hasta terminar haciendo una pirámide humana, sufriendo el primero el peso de todos y gozando, el último, que los sabía debajo de él.

Ver la polémica que inició Andrés Pérez Baltodano (APB) contra Jorge Eduardo Arellano (JEA), me abrió los recuerdos sobre tal pasatiempo y ahora me encuentro en la alegría de no haber sido el primero y la incertidumbre de preguntarme si seré el último.

Al principio de la polémica, creí que era una rivalidad, no entre dos intelectuales nicaragüenses, sino entre dos disciplinas rencorosas y envidiosas entre sí: la historia y la sociología; el cronos y el logos europeos. Pensé que Andrés Pérez llevaba razón contra Jorge Eduardo, quizás por la misma profesión que compartimos y además, que no se dejó provocar por Carlos Midence, ya que esa polémica cae fuera de los cánones eurocentrados; que se preparaba a conciencia para responder con apoyo bibliográfico de primera mano y actualizado. O bien, decidió ignorar a Midence y centrarse sólo en un antagonista. Vaya uno a saber las estrategias de un polemista en marcha.

A uno de ellos, que pidió mi opinión, pues los conozco a todos, le dije que sólo intervendría si alguien más se integraba. Mientras, giraba en mi cabeza la idea de quién sería la última pieza que faltaba del rompecabezas para decidirme, cuando en eso, escribió Fernando Bárcenas, el marxista irredento que llegó a la fiesta de Andrés Pérez. Y es hasta ese momento, que me animé a decir lo que pienso. Mi punto de vista sobre este asunto, procuraré simplificarlo para ganarme el agradecimiento de los que lo ven confuso:


ANDRÉS PÉREZ BALTODANO: Es un seguidor de Max Weber que se rige por normas y consensos perfectos y abstractos, como un metro con el que se anda por el mundo, para ver si nuestras sociedades postcoloniales, al ser medidas por él, se ajustan o no a la norma euro-norteamericana. Es una promesa desde arriba: normas universales.


JORGE EDUARDO ARELLANO: Es un conservador que, con el mismo metro que usa su adversario, busca la perfección del primus inter pares, sólo que en el pasado y en cadáveres concretos, como el de Vicente Cuadra. Es una promesa hacia atrás: modelos del pasado.



CARLOS MIDENCE: Es un decolonial, que cree en las virtudes de la diferencia y que sólo por ser “otras” se asignan a sí mismas el derecho de redimir a los demás en función de la cantidad de sufrimiento infligido por los colonizadores. Es una promesa al de al lado: modelos etnográficos.



FERNANDO BÁRCENAS: Es un marxista que promete el aburrido cielo que todos esperan en un futuro proletario que, al parecer, sólo él conoce y cada cierto tiempo corre a la página de opinión de END para traernos noticias de ese reino. Es una promesa hacia adelante: modelo proletario.


FREDDY QUEZADA: Es un anarquista al que no le interesa lo que separa a todos los polemistas entre sí (véase un buen resumen de Castro Jo para los interesados). Le da lo mismo que terminen matándose a pañuelazos con bibliografías ajenas o terminen desnudos haciendo el “trencito” en las playas de Cancún, indiferente si desean o no convertirlo en círculo, para igualar placeres. Le interesa lo que les une a todos: unas normas, una nostalgia, un discurso alternativo y unos actores prometeicos. Desea continuar lo que ya hicieron en su momento para regularse entre ellos en sus pequeños círculos, los conservadores con el sistema primus inter pares; contra sus propios iguales dentro de los estados burgueses, Montesquieu, separando los poderes; los anarquistas, protegiéndose con medidas sencillas de sus propios dirigentes en la Comuna de París en 1870; y los iroqueses, con procedimientos que plagiaron incluso los fundadores de los EEUU para su propia constitución, desconfiando de sus jefes.

No se trata de promesas, distinguidos polemistas, sino de garantías; no de tipos de discursos, amigos, sino de sistemas de controles; no de creer, carajo, sino de asegurarse el culo; no de utopías, jodido, sino de sistemas de defensa; no de contratos entre las partes, sino de penalizaciones a los dirigentes que nos traicionen; no se trata de esperanzas, sino de desconfianzas sanas; no de sueños, sino de precauciones. Ninguna promesa: sólo controles.