Por Freddy Quezada
Presento estas notas sintéticas sobre las escuelas con más futuro en América Latina en los próximos lustros: los subalternistas, los postcoloniales y los descoloniales. Tendrán un impacto de profundidad en los estudios de comunicación y cultura que desde hace rato se vienen conjugando en los llamados Estudios Culturales y cuyos estudios más originales no son reconocidos por los mismos latinoamericanistas que dicen defenderlos.
Todas las corrientes “post”, por ser descendientes y tributarias del postmodernismo europeo, pero aclimatadas en el “sur”, son enemigas en grados diferente del eurocentrismo, cuya historia -- como dice Walter Mignolo -- gira alrededor de 8 lenguas imperiales, dos muertas (griego y latín) y seis vivas (tres renacentistas: italiano, castellano y portugués y tres ilustradas: alemán, francés e inglés) y cuya historia siempre viaja de Grecia a Francia y Alemania; y de Roma a Inglaterra y EEUU).
Tal eurocentrismo ve en América Latina y otros continentes, un área de “carencias” (herencia de criollos y mestizos castigados por haber nacido aquí) como dicen los postcoloniales, donde siempre nos hace falta algo, un “algo” (cultura, cristianismo, civilización, modernización, desarrollo, democracia, globalización y conexión) que sólo “ellos” tienen, estableciéndose una diferencia colonial epistémica, como bien dicen los descoloniales.
Los estudios sobre estos fenómenos, para el caso de América Latina, todavía no cuentan con el espesor debido. Ya traté de hablar de sus semejanzas y distinciones entre postcoloniales y descoloniales. La gran diferencia entre los tres, si sumamos a los subalternistas, es que estos y los descoloniales, se mueven en el terreno de las luchas sociales y, los postcoloniales, en los bordes entre esas luchas y la filosofía del lenguaje. Quizás a ello se deba que el primero y el tercero, no rompan la acción y los llamados liberadores que encierra todo proyecto emancipador y que, los postcoloniales, jueguen con ese lenguaje abstruso y juzguen las liberaciones de los oprimidos como estrategias textuales de intelectuales. Aquí trato de resumir sus características de más relieve, en menos palabras aún.
1. Los subalternistas anclan sus aspiraciones prometeicas en el número y las estrategias múltiples de los vencidos. En América latina, se les ha visto formar grupos, sobre todo en EEUU, a partir de la influencia que ejerció la escuela india de los Subaltern Studies, en especial la rama gramsciana que encabezó Guha y Chaterjee y, ahora, Aijaz Ahmad y Arif Dirlik. Están claros que hay que liberar a alguien, a los que ellos creen que han sufrido más que el resto del mundo. Se le pueden sumar, en la empresa, fragmentos y diferencias, sin importar tamaños y calidad, siempre y cuando sea contra el imperialismo o el Imperio, como lo hacen las nuevas corrientes (como la de Negri y Hardt), en lo que llaman multitudes o multitudes queers. Por la lógica de su esquema, lleno de acción liberadora, su campo son las luchas sociales y su especialidad las estrategias para desestabilizar al hegemónico. Son los que mejor han estudiado los paradigmas de la comunicación vinculados al poder y a la cultura, y en ello se han dado la mano con los viejos estudiosos del tema en el área como J. M Barbero, N. García Canclini y R. Ortiz.
2. A los postcoloniales no les interesa el número, ni la verdad, ni el sentido emancipatorio de los actores, sino el efecto de poder que producen los imaginarios de los colonizadores sobre los colonizados. También no caen en la trampa del dualismo colonizador/colonizado que hace morder de nuevo el horizonte de los eurocéntricos, que no rompen los subalternistas, tanto de la India como latinoamericanos, y descoloniales. Los postcoloniales hablan más bien de “terceros espacios”, de inbetween, de hibrideces, de como si, de mímicas. Desconocen el papel de intelectuales, expertos y salvadores. Su campo es una intersección fronteriza (como la llamó Bhabha) entre estrategias textuales y sociales, siendo sobre esta última, escépticos de horizontes prometeicos. Ellos, como el Ángel Exterminador, sólo ven la montaña de destrucción que los colonizadores han levantado frente a sus ojos, mezclándose todo, porque están de espaldas a un futuro que nadie puede ver.
3. Los decoloniales, antiguamente llamados por ellos mismos “postoccidentales” (especie de copia de los postcoloniales), volvieron a separar el esquema colonizador/colonizado que habían cerrado los postcoloniales. En cierto modo se separaron por un lado de los subalternistas, al rechazar a autores eurocéntricos (como Althusser, Gramsci, Foucault) pero volvieron a ellos (esta vez desde el campo epistémico) al mantener la separación, que ya habían efectuado los anticolonialistas clásicos (como Fanon y Cesaire), de colonizador/colonizado, recayendo en la emancipación de la que buscaban escapar. En la operación es inevitable, para que funcione el esquema en términos políticos, que se elijan actores cargados (por lo común minoritarios) de virtudes transmitidas por un sentido redentor de su sufrimiento. Contradictoriamente, emplean el pensamiento de frontera, aplicado por autoras “chicanas” de inspiración bahbiana, reconociendo las impurezas que, por otro lado, no están dispuestos a admitir cuando hablan de originarios y afroamericanos. La asimetría los hace desconocer a los “mestizos” dentro de los países latinoamericanos y a exagerar las purezas, en las que basan una inocencia a redimir epistémicamente, de grupos minoritarios. Muchas veces hacen hablar a los espacios (como si tuviera vida propia) por encima de los grupos que los componen. En esto le llevan ventaja los subalternistas, tanto indios como latinoamericanos que, sin dejar de reconocer el espacio, brindan más seriedad, sin admitir, por otro lado, su carácter de juego, a las estrategias de los subalternos. Como están en la fase publicitaria de su proyecto decolonizador, están abiertos a explorar nuevos campos y en ello la comunicación, espera su turno.
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