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Monday, February 27, 2006

La Sonrisa de Kevin

LA SONRISA DE KEVIN (apostillas a Entre Sade y Buda)

Por Freddy Quezada


Frank Miller tiene el poder de regresarlo a uno de un puñetazo (como el que abundan en sus historietas) a los “paquines” que los niños intercambiaban en los matinés de los viejos cines de Managua. Los menos codiciados eran aquellos de colores oscuros, café o sepia, que en sí mismos ya inspiraban temor, igual que el contenido, excesivo en violencia y sexo, hasta el ridículo, como “Hermelinda Linda y Aniceto”, o escalofriantes, como aquellas procesiones de monjes con velas en las manos que terminaban siendo esqueletos debajo de sus capuchas en “Tradiciones y Leyendas de la Colonia”.

Alguien me ha dicho, con justicia, que he sufrido una recaída epistemológica en el dualismo con mis últimos trabajos. Creo que es cierto. Tal vez no tengan remedio esos ensayos recientes, basura pura y dura, para impresionar a viudas piadosas en sus hogares y a señoras libertinas en sus lechos, a excepción, quizás, de “Entre Sade y Buda” que, por estar estúpidamente buscando una salida aristotélica barata, predecible y aburrida, perdí de vista que hay alguien que puede representar una unión del deseo extremo (Sade) con la carencia absoluta de él (Buda). ¿Será reparable?

No leo historietas desde hace muchos años, aunque fui un gran aficionado a ellas desde niño. Irónicamente, con los tartamudeos de Porky, corregí los míos, al aprender a leer de “corrido”, fluidamente, en los “paquines”, como les llamaban en Nicaragua, este país seudónimo de Sin City.

Como Blade Runner en los noventa, que originó las más variadas reacciones académicas, intelectuales y reflexivas (incluso David Harvey, el teórico del postmodernismo norteamericano, le dedicó todo un capítulo en una de sus obras The Condition of Postmodernity), Matrix, en la década del dos mil, hizo también de las suyas entre los filósofos, impresionando al más agresivo de ellos, Peter Sloterdijk, quien acaba de publicar Esferas (en tres volúmenes), una reflexión
sobre el ser como diseñador de interiores !!!, donde nos dice que “estamos condenados a habitar”, y a Slavoj Zizek, ese lacaniano irredento, pero agudo, que anda por el mundo tratando de reavivar un marxismo inteligente y de nuevo cuño. Ambos, usan sus potentes lentes, para bombardear partículas miserables como Matrix, sin averiguar nada de sus creadores: los hermanos Wachowski.


Chicos que, para divertirse, parece, combinaron sin orden ni concierto desde los propios “paquines” gringos que leían desde niños, hasta frases sueltas de budismo de diccionario, conversaciones de “orientalistas” en Discovery Channel, dibujos animados japoneses, video juegos de moda, libros de Chopra, Osho y Ramakrishna, lanzados a la carretilla de los supermercados junto a condones, jamón y rasuradoras y pensamientos editados a guionistas ocultos bien pagados. Como Tarantino, que también emplea los mismos recursos, o la nota de lavandería en El Péndulo de Foucault, de Eco, cayeron en la trampa dos hermosos ejemplares de leva. Aquí las reflexiones de cada uno sobre Matrix.

“El mundo-Matrix sigue discutiendo el problema anunciado desde «El nacimiento de la tragedia en el espíritu de la música», de si la liberación (Erlösung) filosófica de las apariencias no tendrá que ser relevada (abgelöst) por una liberación por medio de las apariencias; ahora sabemos que esta alternativa es incompleta, pues a ella se agrega afortunadamente una tercera opción a la salida del cine: la liberación de la liberación.”. (Peter Sloterdijk)

“Es ésta la mejor manera de entender Matrix: en esta yuxtaposición entre dos aspectos de la perversión: por un lado la reducción de la realidad al mundo virtual regulado por reglas arbitrarias que se pueden suspender; por otro, la verdad oculta de esta libertad, la reducción del sujeto a una pasividad absoluta e instrumentalizada”. (Slavoj Zizek)

Si este par de tiburones mordieron el anzuelo, este viejo salmón de regreso a casa, servidor de ustedes, se dispone también a morder el suyo con Sin City.



Sin City, para los que no la han visto, es una historieta de Frank Miller (llevada a la pantalla por Robert Rodríguez con el apoyo de Quentin Tarantino), donde el cine noir redivivo y la redención de personajes brutales y con complejos de culpa, está envuelta en esa atmósfera de “paquín” donde en los primeros planos, los autos, modelo de los cincuenta, aceleran en las curvas y vuelan bajito en las cuestas; las luces de la ciudad son perennemente el fondo de los monólogos menos simples y maniqueos; los bosques que recorren los personajes son siempre oscuros; los sobretodos en semi vuelo y los perfiles de delincuentes y policías son eternamente grises; las nalgas cachetonas de las mujeres ocupan continuamente el centro de las viñetas y pocos colores significativos, manejados a discreción, estetizan la violencia, todo ello, pasaría desapercibido, para mi gusto, si no hubiese un detalle que me llamó la atención y que, en ese sentido, puede ser mi carnada, a la que me entrego con pasión e hipnosis.

Marv, (Mickey Rourke) uno de los personajes centrales de la historieta, una especie de Boggie El Aceitoso, delincuente rudo, grotesco y en busca de redención por medio de ridículas matanzas, decide castigar al asesino de Goldie, la prostituta que él amó. Al encontrarse con el homicida, se entera impasiblemente que es un psicópata que descuartiza placenteramente a las meretrices y las devora, respetando únicamente sus cabezas que coloca, como trofeo, al igual que los cazadores, en la sala principal de su mansión.

Su venganza simétrica consistirá en vencerlo a puñetazos, cortarle las dos piernas con una sierra y cebarle las entrañas para que su propio perro lo devore. Al final, le cortará la cabeza. El rudo, al narrar la operación en primera persona, se sorprende que su víctima jamás se queje y, muy al contrario, mantenga su sonrisa (cruce de Mona Lisa y Buda).

Kevin (Elijah Wood) , así llamado el maldito, mantendrá siempre la sonrisa que le producía comerse a sus víctimas y que emplea frente a Marv, superando al vengador, cuando lo corta en pedazos. Indiferente al placer y al dolor, sereno en sus crímenes como en su castigo, inalterable en el exceso del deseo como en la falta de él, impresionado yo mismo por el encuentro, y joya, que todavía no ha visto ningún filósofo de leva, como Umberto Eco o Fernando Savater, aficionados al comic, termino por decir que entre Buda y Sade, pues, estará siempre Kevin, sonriéndonos.

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