EL SEPARATISMO EN LA COSTA
CARIBE DE NICARAGUA
Por Freddy Quezada
I. INTRODUCCIÓN
“Cuerpos sin vida flotando en las turbias aguas del río, confundidos con canastos de alimentos, tanques de gas butano y animales. Decenas de personas alrededor del muelle, en pangas y botes de canalete, tratando de auxiliar a los pasajeros que nunca llegaron a su destino previsto. Esa fue la imagen de la tragedia del Promar 59 en El Rama (…)
Recordar tantas de esas imágenes no es nada grato pero perduran en lo más profundo de nuestras mentes. Los cuerpos de miembros de la Policía Nacional asesinados en su propio cuartel, crimen que aún hoy día no se esclarece; el asesinato de Francisco García Valle en su propia casa de habitación por supuestos sicarios; miles de casas desbaratadas y dispersas después del paso de huracán Juana por Bluefields: el éxodo de miles de familias miskitas hacia Honduras huyendo de su tierra por temor a perder la vida ante el conflicto armado que azotó y casi extermina a uno de los principales grupos étnicos del país; hambruna en las riberas del río Coco por ataque de ratas a los cultivos; jóvenes flacos y amarillos que deambulan por las calles como zombis realizando actos delincuenciales motivados por el consumo de cocaína o piedras de crack; pescadores de cultura milenaria convertidos en pescadores de la droga que los narcotraficantes abandonan en alta mar; carreteras en pésimo estado con promesas anuales de ser reparadas y las que al ser transitadas, por el viajero frecuente entre Managua y Bilwi, el tiempo le parece interminable; matanza entre hermanos por el derecho a la tierra; bosques preciosos arrasados por mafias bien organizadas de madereros; miles de buzos que mueren producto del síndrome de la descompresión; gobiernos regionales electos por la voluntad popular que traicionan los principios de la autonomía y a su sufrido pueblo con actos de corrupción e ineficiencia en la administración pública...”.
Le faltó agregar a Ronald Hill Alvarez (autor de esta cita de su artículo “La imagen de la Costa Caribe nicaragüense”, aparecido en La Prensa del 4 de Febrero del 2006) el Grisis Siknis, ese misterio colectivo que afecta de vez en cuando a algunas comunidades miskitas, y la reciente expulsión de policías y narcotraficantes por parte de algunas de ellas, como triunfo de la comunidad sobre la sociedad, para coronar la colección de imaginarios que resume lo más reciente que cualquier ciudadano del Pacífico y Centro del país se hace de ellos.
Contando con esta imagen del Caribe nicaragüense, o la otra, que explota el etnoturismo de postales, ni falsas ni ciertas, presentes para romperlas o complejizarlas, presentamos al lector universitario, los resultados modestos de una exploración secundaria (desgraciadamente sin respaldo de campo) efectuado en la sala de estudio del Centro de Documentación del Centro de Investigación y Documentación de la Costa Atlántica (CIDCA) de Nicaragua, sobre esa otra realidad subterránea y latente, el separatismo, un fenómeno del que pocos, incluyendo dentro del Caribe mismo, hablan. O lo hacen, pero bajo eufemismos cubiertos por el vocabulario autonomista, como se puede advertir en el último estudio del PNUD (2005) donde se le rebaja el perfil al separatismo.
II. GRUPOS ETNICOS DE NICARAGUA
Los caribeños nicaragüenses nunca han sido considerados ciudadanos de primera (en puridad no hay ciudadanos de primera porque sino hubiesen de segunda) de la República de Nicaragua. Los ramas están desapareciendo literalmente del mapa étnico. Los mayangnas, antiguamente conocidos como “sumus”, la comunidad viva más antigua del país, de alguna manera los
verdaderos nicaragüenses, se les ignoran totalmente por los demás grupos. Los misquitos en general no se sienten nicaragüenses completamente, ni hondureños, donde viven otra parte de ellos, soñando con la nación Moskitia, como la que les permitió el imperialismo inglés, en esa área. Los afrocaribeños, un sector tan ilustrado como los mestizos, tienen consideraciones identitarias muy propias que los ha llevado en muchas ocasiones a criticar severamente la
prejuiciada administración mestiza del gobierno central. Los mestizos que viven o son originarios de la Costa Caribe, han desarrollado también sensibilidades muy especiales sobre el multiculturalismo y el interculturalismo, escuelas de moda entre los estudiosos de la cultura.
Todos estos fenómenos, del conocimiento del habitante caribeño, y de los especialistas, del etnólogo o el antropólogo, se fue convirtiendo, al amparo de la crisis de los Estados Nacionales, en un problema que trató de resolverse en Nicaragua con un Estatuto de Autonomía (Ley No. 28) primero, después con su respectivo reglamento y, hasta donde vamos, por una Ley del Régimen de Propiedad Comunal de los Pueblos Indígenas y Comunidades Étnicas (Ley 445), pero que hoy están circulando de modo molecular, algunas iniciativas emparentadas con ideas de autonomías radicales o francos separatismos. Rodolfo Stavenhagen (1991:1), un estudioso mexicano, decía en un estudio no tan nuevo que “1988 se señala que de un total de 111 conflictos en el mundo, 63 eran internos y se describe a 36 de ellos como ‘guerras de formación de Estados’, es decir, conflictos en que intervienen un gobierno y un grupo de oposición que exige la autonomía o la secesión para una etnia o región particular”.
Además, se ha sumado el fenómeno de la identidad y las formas que tienen ahora los grupos humanos para autodefinirse en función de nuevos marcadores, incluyendo las subjetividades definitorias y autoadjudicantes, como el caso que se puede apreciar en el cuadro anterior, donde hay grupos étnicos teóricamente invisibilizados o “desaparecidos”, como los chorotegas, nahuas y nicarao, en el Pacífico e Interior de Nicaragua.
En el cuadro anterior se puede apreciar con facilidad el dominio de los hispanos parlantes en las religiones mayoritarias del país (católica y evangélica), pero ya en la morava y en la episcopal, disminuye sensiblemente su presencia, pasando el dominio a manos de miskitos y anglo parlantes, respectivamente.
De hecho, hay un imaginario piramidal que cruza todas las etnias y que no es verdad ni mentira, sino un dispositivo que todos comparten y usan, para negociar lugares o romper prejuicios y avanzar posiciones. En la cúspide, están los “cheles”, seguidos de mestizos, creoles, miskitos, mayangnas y demás.
El estudio del PNUD sobre el Caribe nicaragüense, reconoce este imaginario, pero a través de las lenguas. “Algunos grupos lingüísticos han sufrido históricamente presiones para asimilar la lengua oficial del Estado nicaragüense, español, y usarla en reemplazo de la suya. Otras lenguas vecinas también minoritarias, por ejemplo el mayangna ha sido presionada por plegarse al miskito, el miskito a su vez al inglés kriol, el inglés kriol al inglés standard, el rama al inglés kriol. Uno de los instrumentos más importantes de estas políticas han sido la imposición de una lengua dominante y la supresión o eliminación de las lenguas autóctonas.” (PNUD, 2005: 109)
No somos ciegos, también, a reconocer que ha habido varios tipos de rivalidades intra e inter étnicas, que son al fin y al cabo de poder. Entre ellas, la de mayangnas vs. miskitos; miskitos vs. mestizos; mayangnas vs. mestizos; afrocaribeños vs. mayangnas; afrocaribeños vs. mestizos; mestizos costeños vs. mestizos del Pacífico; mestizos en general vs.”cheles”; etc. Y la todos los caribeños contra el Estado central que, a veces, encuentra, sin buscarlos, aliados entre ellos mismos.
CUADRO No. 3
El estudio del separatismo es para preparar escenarios ante eventualidades políticas y pistas, no para embriagarnos con publicidades seguras venidas de la agenda pública, impuestas por los poderosos o las mayorías y las certezas sobre nuestros imaginarios de identidad, que nos pueden hacer creer que estamos facultados para imponérselos a los demás. El separatismo, bien entendido, no es bueno ni malo en sí mismo. Si logra resolver problemas es una decisión útil pero, si no, pues, es negativo. Pero ¿cómo saberlo?, es parte de lo que despertó nuestra curiosidad, sobre todo a partir de esa beligerancia que empiezan a exhibir sin temor muchos grupos étnicos subalternos frente a los grupos dominantes.
Uno de los últimos estudios del que apenas nos hemos enterado es “Estados Desunidos de América” de Juan Enríquez, donde el autor, después de analizar el peligro que los EEUU se desintegren, dice que el mapa en América Latina no se ha alterado durante mucho tiempo pero, pronostica, dentro de unos 15 años asistiremos a un separatismo en cadena. De hecho América Latina sufrió su balcanización inmediatamente después de su independencia. Las dos más
grandes fueron en Sudamérica, el desmembramiento del sueño de Bolívar y la balcanización de Centroamérica en países débiles y pobres. Tuvimos, pues, aunque no tanto como Europa, que cambia cada veinte años su mapa geopolítico, cambios profundos.
III. TIPOS DE SEPARATISMOS
El ya citado Rodolfo Stavenhagen (1991: 3-6) tipifica siete situaciones de conflictividad étnica. Son: 1) Grupos étnicos dentro de Estados multiétnicos; 2) Grupos étnicos no reconocidos por Estados “monoétnicos”; 3) Minorías nacionales que se identifican con su etnia en un Estado vecino; 4) Múltiples grupos étnicos en un Estado en que ninguno de ellos goza de una posición dominante particular; 5) Minorías étnicas asentadas a ambos lados de la frontera entre Estados distintos y que se encuentran en situación minoritaria en ambos Estados; 6) Emigrantes y refugiados étnicos, producto de migraciones importantes, particularmente de países del Tercer Mundo hacia otros países del Tercer Mundo o hacia naciones industrializadas y 7) Pueblos indígenas y tribales que constituyen un caso especial de grupos étnicos, y que se consideran en general como minorías.
Por varias razones, he simplificado, para el caso que nos interesa, esta tipología de Stavenhagen en dos:
Uno, el separatismo en la época de dominio de grandes Estados Nacionales con grupos diferentes fuertes, como en la Rusia soviética, en España con los vascos o Gran Bretaña con los irlandeses. Al respecto, es célebre la polémica entre Lenin y Rosa Luxemburgo sobre la autodeterminación y el separatismo. Lenin recordaba que establecer la libertad de las nacionalidades de separarse de un Estado central, jugaba un papel parecido al divorcio con relación a los matrimonios y no habría que verlos como el destructor de los mismos, sino como el conservador de ellos, permitiendo tal salida. Es como el escándalo con los matrimonios gays, en que la gran mayoría ve las uniones censurables, pero nadie advierte que la institución, el matrimonio, se fortalece, sacrificando una de sus piezas heterosexuales. Este separatismo, que se enmarca dentro del Estado Nación, es una discusión vieja y aparentemente superada (de hecho la desintegración de la URSS sólo aquí encuentra su explicación), pero que puede regresar.
Dos, el separatismo postmoderno o de la diferencia que va en contra del Estado Nación pero que, paradójicamente, algunos lo reproducen. A veces, incluso, algunos movimientos sociales radicales ignoran al Estado. Durante mucho tiempo tal indiferencia llevó a creer que los movimientos sociales no estaban interesados en el poder clásico que ha tomado su asiento principal siempre en el Estado. Los movimientos separatistas han desmentido esta suposición.
Es cierto lo que dicen algunos teóricos, nunca ha habido tantos Estados como hoy. Ahí están las cifras de las Naciones Unidas. Muchos de ellos vienen de separaciones violentas o pacificas de otros estados. Pero este separatismo, es más vulnerable porque habla de una diferencia más débil, múltiple y abierta que el separatismo moderno. Tal vez a ello deba su doble filo. Se puede usar a favor de los que están en contra del diferente cuando dicen como coartada, al migrante por ejemplo, “sí, es diferente y tiene derecho a serlo, pero por eso mismo es mejor que regrese a casa, donde estará más cómodo”, así como también aquellos que recogen el guante y, en contra de los políticamente correctos, se enorgullecen de decirse negros, gays, tercermundistas, machos, etc.
IV. SITUACION EN EL CARIBE NICARAGUENSE
A propósito de las elecciones autonómicas en la Costa Caribe de Nicaragua que ya se están efectuando, en las que de nuevo se sospecha una fuerte abstención (ver Cuadro No. 4) se espera que, a su amparo, se levanten con justicia o no, reivindicaciones separatistas en nombre de una diferencia irreconciliable entre las comunidades caribeñas y el mestizaje central, o unas demandas vinculadas a un pasado tenido por pleno y maravilloso que se asume humillado y pervertido.
La diferencia para bien o para mal, en nuestros tiempos, ya es parte del paisaje de los analistas, políticos y medios de comunicación. La diferencia, a su vez, está muy emparentada con la identidad y la alteridad, es decir, el ego y el alter, el yo y el otro. Hay cuatro familias de diferencias muy claras, cada una con su respectiva racionalidad y cosmos: las étnicas, las lingüísticas, las sexuales y las culturales. A veces se cruzan o se ignoran o se derivan corrientes más específicas unas de otras, que más adelante se confunden como la de género, las ambientales y las de los movimientos sociales.
Para el caso que nos ocupa, la diferencia entre el Caribe, el Pacífico y la Región Central de Nicaragua, más que espacial y geográfica (que tiene también su peso particular) son las diferencias étnicas y culturales que pasan por la magnificación de los medios de comunicación para imponerse como imaginarios de uso (esos depósitos de lugares comunes), tal como nos lo presentó Ronald Hill en la introducción de este trabajo.
Los proyectos integracionistas desde la época de Zelaya, con el que se obligó, como se ve, a llamarse así a la Costa entera y a uno de sus puertos más representativos (Bilwi) con el nombre de un general de la región del Pacífico (Rigoberto Cabezas) dentro de la más pura tradición del colonialismo interno, agotó su papel.
El Estado Nación está en juego, al grado que ya hay autores que apuestan a su reconfiguración en los nuevos contextos regionalizantes o a un relanzamiento con nuevos atributos. Bolivia y Francia, en el “primer” y el “tercer” mundo, demuestran el carácter defensivo que ya tienen en relación a esta (con el No a la Unión Europea) y a la amenaza de desmoronamiento en aquella (con la amenaza de su desintegración antes del triunfo de Evo Morales.
En el estudio del PNUD (2005) sobre las Regiones Autónomas, ejecutado por autores nicaragüenses, acerca de la diversidad en el país, se muestra un cuadro (Ver Cuadro No. 5) que se puede leer, según si uno mira el vaso medio lleno o medio vacío. Los autores han preferido verlo medio lleno. A mi juicio, creo que es mejor verlo medio vacío.
Según los datos, la costeñidad ha subido desde 1997 hasta el 2001 y, hasta la fecha (2006), presumo que la curva siguió ascendiendo. “Más costeño que nicaragüense”, puede significar, entre otras cosas, una latencia separatista. Casi el 40%, por ejemplo, si somos modestos en la especulación del ascenso, de una población pensando así, es suficiente para generar giros radicales dentro de una nación. Con menos que eso, minorías ilustradas y activas, han hecho revoluciones espectaculares. La revolución rusa de 1917, se hizo con apenas el 25% de losobreros de Moscú y San Petersburgo.
En la Costa Caribe de Nicaragua, hay varios grupos étnicos, pero son dos los dominantes por su peso, su ubicación y su poder: los mestizos y los afrocaribeños.
Ambos con escolaridad parecida, aunque el primero más grande en tamaño, una ventaja en las condiciones costeñas y más todavía en procesos electorales, donde el poder del número es decisivo.
Los otros grupos, en especial, el mískito, tiene que negociar con cualquiera de los dos más poderosos, protagonismo, presencia y lugares en la agenda pública. Pero su presencia no es despreciable en términos numéricos, porque dota al mapa de un acento propio y diferente.
Tienen en su universo un conjunto de comunidades que son las que constituyen la base del Consejo de Ancianos, una organización muy beligerante que es la única que se ha atrevido a llamar a la constitución de una “Nación Comunitaria Moskitia”, firmada en el 2001 en una Asamblea General, compuesta por más de 280 comunidades.
Cuenta en su repertorio con una Ley Orgánica y unos Preceptos (ver Anexos) constitutivos que se abren a todos los grupos étnicos de la Costa Caribe (Arto. 1 y 2), como el que sueña Mario Roberto Morales para Guatemala, sólo que aquí dominado por los pueblos originarios.
En la Ley Orgánica, equivalente a una Constitución (Arto. 40) para la llamada Nación Comunitaria Moskitia, hay disposiciones de gran envergadura que van desde el ordenamiento territorial y étnico (Arto. 7, 8, 9, 10) hasta diligencias para solicitar reconocimiento internacional a la ONU y OEA (Arto. 18 inciso f) y 38), pasando por facultarse la autorización de fundar empresas indígenas (Preceptos, Arto. 36), declarar soberanías territoriales (Preceptos, Arto. 12, 13, y 14) y negociar proyectos con organismos internacionales (Arto. 39 y Preceptos, Arto. 21).
Nada de especial tuviera esta información sino se temiera o anhelara, según el punto de vista, que la curva abstencionista se encontrase con los llamados a separar la Nación Comunitaria Moskitia, de la República de Nicaragua. Y ya sabemos que los Estados son celosos de sus territorios. Stavenhagen (1991:12) nos lo recuerda: “De hecho, no hay nada que un Estado establecido tema más que la amenaza de una secesión territorial. Los Estados mejor prefieren perder poblaciones que territorios. Desde el Tratado de Westfalia, las fronteras territoriales de los Estados han sido consideradas como los límites sagrados del sistema internacional”.
Las comunidades miskitas (pero también las mayangnas, garífonas y ramas) votan en las elecciones de modo colectivo, no hay voto individual, el “whita” o jefe, orienta a la comunidad entera hacia el voto.
En un estudio efectuado por el CIDCA (1998: 19) se concluye sobre las votaciones en las comunidades: “…un representante miskito de una comunidad de Waspán, manifestó que en las elecciones regionales de 1994 toda la comunidad se reunió para decidir por quién votar. Pero en ese mismo seminario, otro miembro de la misma comunidad dijo que el voto era individual y secreto. Y logramos investigar que efectuaron votos comunitarios, también, en las elecciones de 1998. Estos últimos para negociar con los candidatos su apoyo… Esa es una de las grandes contradicciones. Un voto que se movió entre la concepción de individuo y la de
comunidad. Entre la racionalidad moderna y la tradición propia”.
Entre la Gemeinschaft (comunidad) y la Gesellschaft (sociedad). Dualismo clásico que puede ayudar a comprender la expulsión que dirigentes miskitos efectuaron a narcotraficantes, forasteros y policías en una de sus comunidades para devolver la tranquilidad a los habitantes, originando el recelo del Estado que se reserva el monopolio de la violencia legítima y no puede verse desafiado.
Es muy probable que las energías liberadas por la abstención y el rechazo explícito a la invasión de los partidos del Pacifico, se vean invertidas en proyectos francamente separatistas, si logran a convencer a las otros grupos, o al menos a un par de ellos, para integrarse a la Nación Comunitaria Moskitia (N. C. M).
De hecho, sólo hay tres maneras de ver la relación entre el Estado y las etnias, vinculadas a las identidades como unidades cerradas en sí mismas. Dos negativas y una neutral.
Uno puede enfocar las cosas desde el punto de vista étnico y decir que el grupo dominante del Estado es un grupo étnico mayor y proponer un escenario donde todos sean grupos étnicos. Los análisis políticos en estos escenarios estarían muy vinculados a identidades e imaginarios culturales.
Si enfocáramos, entonces, así las cosas, tendríamos un cuadro como el que se encuentra arriba de estas frases. Y encontraríamos más o menos una polarización donde los extremos serían parecidos y el punto medio entre ambos, el recomendable. Nada del otro mundo. Sin embargo, el punto medio precisamente es el problema y no la solución. No hay negociación entre iguales. Sólo puede haberlas entre fuerzas asimétricas y los diálogos se llevan a cabo como una conquista que ya uno de ellos impuso al otro o la otra.
Todo diálogo ya es el triunfo de una de las partes. Todavía más cuando se hace creer que es neutro y acordado de manera paritaria por las partes. Hasta autores tan radicales como Morales, se dejan llevar por esta ilusión óptica, cuando nos dice “ … no se trata de poner al día y a la moda los viejos problemas, sino más bien de superarlos para enfrentar otros. Por eso es hora de pasar ya a un mestizaje democrático, asumido por unos y por otros, y comprometidos con la garantía de la práctica igualitaria de todas sus variantes y también, ahora sí, con el respeto igualitario a las diferencias existentes entre esas variantes de esta cultura nuestra, compartida y, hasta ahora, escindida.” (Morales, 2002: 418-419). O el propio PNUD, en su estudio último sobre el Caribe, tan diplomático en sus discursos, lo reconoce en este exabrupto de realismo político. “...el tema de la autonomía de los sujetos individuales y colectivos en las regiones autónomas no puede pensarse sin la existencia de un Estado fortalecido y funcional. Por otra parte, la vigencia de la autonomía regional depende de un aparato de Estado que garantice la existencia del régimen autonómico, porque las autonomías de hecho resultan de alcance limitado. Su existencia es válida hasta el momento en que sus intereses, real o ficticiamente, contradicen los intereses del Estado Nacional.” (PNUD, 2005: 28)
Digamos que los diálogos son modos pírricos de no reconocer una victoria y antifaces oportunos para enmascarar derrotas. El verdadero juego del poder, sean quienes sean las partes, está en romperlo y avanzar los objetivos propios. No se pueden detener las aguas, más de lo que hizo Bruto.
Todas las modalidades del Cuadro No. 7, incluyendo el separatismo, son o han sido escenarios de la Costa Caribe de Nicaragua. En el primer escenario del señalado Cuadro, cuando el Estado propone políticas integracionistas, los grupos étnicos corren el riesgo de desaparecer, pero los marcadores de identidad son altos y las resistencias fuertes. Del mismo modo, cuando hay peligros de separatismo, los marcadores de identidad suben junto a la posibilidad de divorcio y la fundación de otro Estado que repita el ciclo.
Cuando se admiten flexibilidades en las identidades, el deseado juego de equilibrio, se abren varios modos de comprenderlas. El más aceptado es aquel creyente en identidades que guardan su núcleo duro, pero negocian, dando y recibiendo, lugares, posiciones y poder, “identidades negociables” las llama Morales (2002: 374). El otro modo, es aquel que reconoce en todo, un juego que se vuelve serio cuando es por poder y por imponer verdades, y que sólo divierte cuando se asume que no hay identidades, sino puro placer de jugar, sin importar el éxito o la derrota.
Permítaseme una digresión. Reconocer las cosas como son significa también incluir sus sueños. Es decir, las cosas en su “ser” real incluyen al ser y al deber ser, pero, si se elige cualquiera de ellos terminamos buscando a la otra pareja y la ilusión nace cada vez que lo hacemos. El ser (sin comillas) no se puede conocer, porque si creemos que es el otro polo del deber ser, sólo hemos mutilado los sueños, pero nos hemos quedado con el soñador. Lo mismo si la operación la invertimos, y esto es lo que ha pasado en la cultura occidental, si creemos que todo es más fecundo verlo desde la esperanza, el futuro y el deber, cuya persecución es precisamente la que ocasiona que las cosas sean como son.
Hay un escritor uruguayo, Fernando Ainsa (1993: 192) que, explorando la identidad de América Latina, descubre todo esto, y lo dice mejor que yo, pero dejándose una red (que le llama “tensión”) para no caer en el vacío:
“Hay que pensar en una América Latina posible y abandonar el discurso excesivo de la América Latina ideal que pregonan declaraciones de todo tipo cuyo voluntarismo, por no decir irrealismo, ha sido la principal causa de tantas frustraciones y, en buena parte, de que la situación siga siendo como está. Pero esa América posible no debe prescindir en ningún momento de la necesaria tensión entre lo que la América es y lo que debería ser”. (El rojo es énfasis mío).
V. APRECIACIONES FINALES
Viendo dos fenómenos, aparentemente sin mucha relación entre sí, podemos sospechar que el separatismo se puede convertir en una avalancha en los próximos años en el mundo. Uno, el triunfo del dirigente indígena en Bolivia, Evo Morales, ha levantado el perfil de las reivindicaciones indígenas, reales o inventadas, en todo el subcontinente y dos, el levantamiento de los jóvenes franceses de padres africanos en Francia que está ligando cada vez más, el problema étnico al migratorio (el sexto en la tipología de Stavenhagen). Veamos uno por uno.
a) No interesa saber para los efectos prácticos de este trabajo si Evo Morales es o no indígena puro, cruzado, mestizado, descafeinado, hibridizado o intersticiado. Nadie es puro en estos tiempos. Lo que importa es el imaginario que se está formando en las cabezas multiplicadoras de opinión, desencadenadoras de acciones y liderazgos que se hacen obedecer, sobre las reivindicaciones étnicas. Es un hecho que veremos subir las cotizaciones indígenas en todos los órdenes, en las calles y en las modas, hasta que la sangre llegue al río. Será de provecho para proyectos étnicos bien delimitados y definidos, como la N.C.M. montarse sobre una ola etnizante y avanzar con inteligencia y firmeza su modelo. Es un problema de asesoría de sus secretarios internacionales. Si pudieron izar una bandera propia en el aeropuerto regional de la RAAN desafiando a la Administración del Presidente Alemán, no hay garantías de que no puedan aprovecharse hoy de ser más audaces.
b) Las protestas étnicas dentro de los países huéspedes inmediatamente repercuten en los países expulsores, obteniéndose, para el caso de Nicaragua, un curioso caso de conciencia. Los “nicas” son considerados, en Costa Rica, como los costeños en su propio país: ciudadanos de segunda. Sin embargo, nadie repara en el asunto porque no se logra admitir que en lo “uno” está lo “otro” y viceversa. Nadie dice que nosotros, por ejemplo, con los costeños, somos los “ticos” que odiamos. Es la devolución del reflejo de una llama doble. Por un lado, es una lección que le debemos agradecer a quien creemos un “enemigo” y, por otro, hay que decirle a ese “enemigo” que nosotros también estamos dentro, con una conducta que efectuada por ellos, sólo es pensable en “nosotros”. Todo es un juego; una lúdica. Una danza de Shiva.
REFERENCIAS BIBLIOGRAFICAS
Ainsa, Fernando (1993) “Alegato a favor de una nueva retórica para el viejo discurso sobre ‘nuestra utopía’ ” en América Latina: el desafío del Tercer Mileno. Columbres, A (coordinador). Ediciones del Sol. Buenos Aires; págs: 181-193
CIDCA (1998) Wani No. 23. “Elecciones en la Costa 1998”. Octubre-Diciembre. Managua.
INEC (1995) Resultados del Censo de Población y Viviendas de Nicaragua. Managua.
Morales, Mario R. (2002) La articulación de las diferencias o el síndrome de Maximón. Edit. Palo de Hormigo. Guatemala.
PNUD (2005) Informe del Desarrollo Humano 2005 ¿Las Regiones Autónomas de la Costa Caribe ¿Nicaragua asume su diversidad? . INPASA. Managua.
Stavenhagen, Rodolfo (1991) “Los conflictos étnicos y sus repercusiones en la sociedad internacional”. RICS, Vol.XLIII, No.1, 1991. El Colegio de México. México DF.