ULITEO LA PAGINA DE "NADIE" (ULISES) Y DE "TODOS" (PROTEO)

Wednesday, October 31, 2007

Doce tesis taoistas

EL PARADIGMA WU WEI(12 tesis)

Por Freddy Quezada






Como no encontré portones en las iglesias, partidos y universidades donde clavarlas, las dejo aquí.

1. Wu wei literalmente significa no acción, pero no es pasividad, es abandono de sí mismo, acaso sea, desde occidente, a lo que se refiere Heidegger con su expresión “cada uno es el otro y nadie sí mismo”. Este paradigma es nadie y puede decir como el mismo Tao: “El mundo se arregla solo”.

2. Todos los paradigmas “occidentales” (incluyendo los de su periferia anti, post y des coloniales) han pasado de un destino sagrado a una acción que lo absorbió después, convirtiéndose en liberación aquel, y en crítica, esta.

3. Desde los paradigmas griegos hasta los postmodernos, el eje ha sido esperar una verdad trágica o revelada o partir a buscarla por medio de una acción calculada o no. De tal lección, ni siquiera las ex -- colonias han escapado. Estas siguen también persiguiendo una presencia plena por medio de cadenas de representaciones para llenar las ausencias de unos otros/as que no podemos conocer.

4. Los paradigmas modernos desde el funcionalismo, el estructuralismo, el marxismo y el postmodernismo contaban con grandes y pequeñas narraciones emancipadoras. Se trata ahora de no contar con ninguna. Nadie necesita ser salvado más de lo que quiera serlo.

5. O es la utopía o es la crítica, por separado, o ambas unidas por el eje performativo de la acción, el que ha sido el esqueleto de todas las aspiraciones occidentales y sus periferias. Los mil modos alternativos, paradójicos y subalternos de lucha, en realidad un único modo Tao, aún subsisten y todos los días responden a lo wu wei, como el agua que cae agradecida si se la deja libre, se nivela si nadie la acosa, se congela o hierve si lo permite la temperatura, se desvía si se la obstaculiza, se deja apresar si se la retiene, se hunde bajo tierra si desaparece de la superficie, se evapora si se la sofoca para luego descargarse con generosidad sobre la tierra, castiga con furia si se desencadena como tsunami, se serena si reposa.

6. Ser y deber ser, al fundirse entre ellos, no sólo disuelven la dualidad, sino que se suprimen, dando paso a todas las aperturas y posibilidades que ya están aquí, sin oposición ni resistencias. Cuando nuestra cultura empieza a actuar con una sola de todas las posibilidades, al colocarle la zanahoria al burro, como en los molinos, en nombre de mejorar sus condiciones, el burro no sabe que jamás la morderá. Perseguir lo imposible genera lo posible, decían los modernos. Y nunca hubo necesidad, porque lo posible se hace a sí mismo, le replican los post de todo tipo. El pensamiento es una reacción de la memoria (Krishnamurti) y no es la solución de los problemas sino el creador de ellos, al introducir en lo que es lo que debería ser; así, el pensamiento introduce el tiempo, al querer cambiar lo que es por medio de la acción. Lo cierto es que, basta que el burro tenga la lucidez de no alcanzar la zanahoria para desengancharse. Entonces atenderá lo nuevo sin comparar. Nada debe ser porque todo siempre es.


7. El “ocho gordo”, esa curiosa figurita iterativa, que aparece en todos los tamaños en los “fractales” dinámicos no lineales, es el buda del dolor. Su repetición crea lo mismo en todos lados, según han demostrado los teóricos del caos. La diferencia de un “budita” con otro, es sólo de tamaño, cantidad y magnitud, es decir ninguna, pero suficiente, en el campo social, como para dividirnos por ellas.




















8. Como en el yin yan, la crítica ya está en la utopía, como ésta en aquella. La diferencia, también, es sólo de tamaño. Ambas, al “saberse” en lugares opuestos aunque asimétricos, se anulan. ¿Qué queda? El poder. Krishna le dice a Arjuna, al solicitarle consejo para elegir bando: “lucha tan sólo por luchar /Y no te ensuciará la acción pecaminosa”.



9. Ahora lo sabemos. La sabiduría es estrategia pura. Los orientales han sabido esto durante siglos. Por eso fueron guerreros y luchadores, al mismo tiempo que sabios. A veces lo combinaban con el humor (Zen) a veces con el placer (Shiva) a veces con la paradoja (Tao). No hay contenidos de sabidurías, sólo estrategia pura (derrotas convertidas en triunfos, éxitos en base a debilidades nuestras, vencedores sin victorias, triunfos sin luchas, batallas sin ejércitos, enemigos colaborando con el adversario sin saberlo, etc). Así Sun Tzu, Sun Bin, Lao Tse, Chuan Tse, las 36 estrategias chinas, el ju jit su, el kung fu, los samurais, el zen, etc.

10. Viendo así las cosas, la lucha por la lucha misma, sabidos del espejismo de los fines, sólo puede ser tomada como juego ilusorio, y así deben verse las imposiciones que se hacen entre sí los juegos de lenguaje (Wittgenstein), los paradigmas (Feyerabend), los sentidos (Cioran) y los dualismos que impone el pensamiento (Krishnamurti).

11. Los que estuvieron más cerca de tales juegos, como Maquiavelo, Clausewitz, Savanarola, Fuché, Talleyrand, Gracián, Marx, Gramsci, Foucault y otros, comprendieron esto con demasiada seriedad, transmitida por sus horizontes de sentido. Cuando se cree que en el mundo hay una parte radiante y otra oscura, es porque “alguien” cree observar la oscuridad desde la luz y cree que hay que llevarla al otro lado para alumbrarla. Aún cuando todo quedase iluminado, permanecerá siempre la oscuridad que anida en el observador separado de lo observado.

12. El placer cumplido es el dolor de empezar a luchar contra los demás para no echarlo a perder. Huyendo del dolor para buscar el placer, es que conseguimos el primero y, cuando en las pocas ocasiones obtenemos el segundo, empezamos a sufrir al defenderlo. Rafael Pombo, un poeta colombiano (combinando los conceptos claves de estas 12 tesis como placer, dolor, memoria, pérdida, ausencia y presencia ), nos dice de un sólo golpe:



“el recuerdo del placer
es el dolor de su ausencia
y nos duele en su presencia
el tenerlo que perder”.

Wednesday, October 10, 2007

Apostillas a "De Mesías a Cirineos"

Apostillas a un "mesorrelato"

Por Freddy Quezada

Debo agradecer, desde mi nueva identidad de Tin Tan asignada, las aclaraciones sobre la decolonialidad que mi ex – carnal Marcelo (identidad que, en reciprocidad, devuelvo) ha efectuado. Una verdad se pone a prueba según el número de bromas que soporte.

Cuando un creyente va a las cruzadas, si me permite el consejo, mi estimado carnal, lo primero que solicita es la bendición de unos señores, como los que se cuentan entre los suyos y luego desenvainar con furia la espada contra unos infieles, como los que se cuentan entre los míos. Sin embargo, no veo a sus superiores por ningún lado, a menos que, como aquellos seres cabezones del Planeta de los Simios, nos estén observando a través de su pirámide de cristal.

En mi casillero electrónico muchas personas me expresaron que no han entendido nada de la polémica. Algunos groseros, incluso, dicen vernos a Midence y a mí, como dos payasos riéndose, no el uno del otro, sino los dos de los demás. Cierro, por mi parte, esta polémica y presentaré mis ideas principales ante las dos objeciones que me parecieron básicas de la contracrítica de Carlos Midence:

a) El método que empleo de “atacar sin proponer” que yo celebro y, él censura y;

b) La insistencia por “la genealogías de las ideas” (en verdad más que el origen, lo que me importa es el destino, el sentido).

Me parece que la descolonialidad son 4/5 copias del postmodernismo y del postcolonialismo (sin citarlos) y 1/5 regreso a la emancipación, que se presenta como alternativas "otras", diferenciándose de lo "nuevo" para superar a una modernidad/colonialidad, donde los EEUU están disueltos. Sería bueno que se dieran una vuelta por el texto de Boris Groys (algo visto desde siempre por los budistas y más cercanamente por Krishnamurti) para ver la diferencia entre lo "nuevo" y lo "diferente" que lo hace a ambos, el museo en el caso de aquel y la memoria en el caso de este. A propósito de Krishnamurti, Mignolo dice que en una entrevista reciente que "El pensamiento es más grande y amplio que la filosofía occidental", esta huida hacia adelante le hace creer que obtiene un refugio en una certeza que es precisamente el problema de todo ya señalado por Krishnamurti: el pensamiento. Este fundamento es el que todavía les hace falta a los postcoloniales seguir presentando. Ellos están más de cerca del asunto que cualquiera de nosotros.

La modernidad, no importa si colonial o no, de segunda o primera generación, enseñó dos cosas (ellas mismas dentro de su dualismo platónico inherente) por encima de cualesquiera otras: a) A soñar y b) A rebelarnos. La utopía y la crítica. Una no se puede entender sin la otra. Jamás pueden ir separadas. A excepción del postcolonialismo y de algunas filosofías orientales, todas las críticas, enseñadas por el mismo sistema bajo cuestión, hacia un paradigma, es para superarlo, retarlo, sustituirlo, competir o simplemente destruirlo.

Los "descos" proponen y critican, como hacen todos los paradigmas nuevos, al mismo tiempo. Crítica, tic, utopía, tac. Tic, tac. Cuando dicen colonialidad del poder, tienen que criticarla y proponer la descolonialidad como superación; del mismo modo, con la del saber, tienen que repudiar a los autores canónicos que la representan y proponer los propios, incluyéndose ellos mismos; o, por último la del ser, inventándose como centro (el del odiado Aristóteles) entre un conquiro y un sub alter. O entre un nazi feroz (Heidegger) y un judío indefenso (Levinas)

La utopía pura es religión. La crítica sin alternativa, es decir criticar por criticar, produce solo placer si se hace desde el humor y el arte. Pero la crítica mantiene intacto los sueños, al cambiarlos, cada vez que ella se renueva. Este es el gran secreto de la modernidad. Vive y se mantiene del uso de un instrumento que ella misma prepara: la crítica. Esta apertura (en el sentido de Heidegger) la hace aparentemente invencible. La mayor parte de los críticos, por muy sofisticados que sean, al no desconocer los sueños, las utopías y las emancipaciones, de hecho, las continúan en distintas versiones, haciendo correr el carro del sistema sin enterarse y terminando asombrados cuando sus críticas y modelos han sido absorbidos (¿será esto lo inconcluso de la modernidad habermasiana?).


El escepticismo (algunas variedades de nihilismo también) son las únicas propuestas que se enfocan más en los fines utópicos que en los medios críticos. Tal vez pues tengamos que hablar de un ego utopicus, en vez del conquiro, esa chifladura de Dussel que sólo los descoloniales le paran pelota, y del ego cogito, esa sutil extensión tomista de Descartes.


Soñar, se convirtió por medio de la colonización (América era el sueño y “Oriente” el terror) y del racionalismo, en la capacidad de construir utopías, emancipar a los indefensos y víctimas del sistema, construir paraísos para ellos, deshacerse de los enemigos. Para ello, la modernidad nos educó a todos metropolitanos y colonizados (como les gusta dividir el mundo ahora a los descos), en criticarla y uncir sus resultados al carro de las alternativas utópicas (liberalismo, marxismo, neoliberalismo, anticolonialismo, postmodernismo, decolonialidad, etc).


Cada vez que creíamos derribarla, la fortalecíamos. Incluso el neoliberalismo, que cree que la utopía se ha consumado en nuestro presente, tiene que impedir (con una crítica sin cabeza en las nubes pero con los pies en la tierra) que los otros consigan la suya y el sueño cumplido se les está convirtiendo en una pesadilla. He excluido deliberadamente a los postcoloniales porque son los únicos que no prometen nada alternativo. Pero todavía funcionan como los escépticos clásicos al suspender su juicio o como los dialécticos negativos al negarse a definir sus alternativas. Y me parecen muy simples. Empero, estoy a la espera que los postcoloniales empiecen a incluir en sus lecturas la filosofías y enseñanzas de los grandes maestros de sus propias culturas, como Lao Tse, Buda, el Zen y algunas ramas del hinduismo, cuyas paradojas y lecturas han sido más aprovechadas, a su manera, por científicos occidentales de la última generación (Bohm, Capra, Morin, Bateson, Wilber, Caólogos, etc).

Imagino que la critica no es la única ni la mejor manera de superar un obstáculo. Hay miles de maneras más y muchas las usan los débiles para sobrevivir y los subalternos para manejarse con los hegemónicos. Por ejemplo, hacerse el muerto, el idiota, el payaso, el ignorante, adular, colocar trampas, invisibilizarse, callar, burlarse, calumniar, dar la razón al ilustrado sin entender ni papa, hacerse el admirado, etc, etc.

El eje central de todo paradigma moderno (y creo que también antiguo) es asignarle sentido al dolor humano. De ahí que, el propósito de todos ellos para reducirlo o superarlo sea: a) liberar del sufrimiento a los más débiles, vulnerables e inocentes, concebibles como muy unidos entre sí; b) castigar a los responsables, concebibles como muy crueles e insensibles y c) ofrecerles una salida feliz a los dolientes, que sólo quienes la han descubierto, pueden ofrecerla. Esta espina dorsal constituye el núcleo de toda historia contada, como narración, en especial las emancipadoras. Paul Ricoeur (apoyado en Aristóteles, a quienes cito no por europeos sino por honradez) señala bien este parentesco de las leyes del arte y de la Historia (con la mayúscula que le gusta seguir usando a sus creyentes) y demuestra que las “leyes” de toda historia responden a las reglas de las composiciones narrativas (Lyotard lo único que hizo fue denunciar la ilusión, Derrida descontruirla, Baudrillard burlarse de ellas y los postcoloniales usarlos a todos, para tomar distancia de sus propios héroes anticolonialistas y luego suspender su juicio o abstenerse sobre cualquier otra alternativa que repitiera lo criticado).

Camus, desde otro punto de vista, también lo supo ver cuando dice que el sentido (material de todo horizonte y tejidos ficcionales) de la vida (no la vida misma, obsérvese bien) es la más importante de las preguntas. Heidegger mismo pasa más de la primera mitad de su obra monumental hablando del sentido (herencia de su maestro Husserl) del ser y sólo más adelante del ser mismo.

Pero si por un instante uno desconoce que el sufrimiento tenga sentido (no digo que el dolor no exista, obsérvese bien, sino que tenga sentido), cualquier paradigma liberador se derrumba. El sentido en sí mismo une el texto y la realidad. Fuera de él, a riesgo de repetir paradójicamente, para demostrarlo, el dualismo que se denuncia, sólo está la locura, el sinsentido, el vacío. "Cada uno es el otro y nadie sí mismo", decía Heidegger. Separar el dolor de un placer sólo encontrable al final de un camino es propio de nuestra cultura. Y no obstante, hoy todos tememos y deseamos, al mismo tiempo, ser el otro. Tememos, por una parte, que los otros/as en su infinita subdivisión desparezcan y deseamos, por otra, encontrar en ellos el poder que suponemos desaparecido en nosotros. Algunas sabidurías “orientales”, han sabido ver esto durante milenios y muy pocos la consideran importante. Incluso, la borradura del "yo" en la escritura y el uso del "Se" reflexivo heideggeriano, que los descoloniales creen que empezó con Descartes, tiene relación directa con el pensamiento, algo intocable para los occidentales. El pensamiento siempre ha sido el problema y en ningún caso la solución. El techo y límite de todo pensamiento, occidental o no, así como del lenguaje, es la paradoja. Y además, entre otras cosas, y para lo que interesa en estas apostillas, echa por la borda cualquier narrativa. Cualquiera !!!!

Jorge Luis Borges, en El Jardín de los Senderos que se bifurcan, habla del libro incoherente de Ts' ui Pên, donde aparece un personaje vivo en un capítulo y muerto en otro. Y los herederos lo declaran, por eso, inservible. Pero es el "fundamento escrito" de su sabiduría que sus sucesores no pudieron ver. Es en efecto el fundamento de todo escéptico que lo lleva, para decir la verdad, a traicionarse e interrumpirse a sí mismo a cada instante cuando habla (un poco como el elogio de la inconsecuencia al que se refiere Kolakowski), o a callar para decirnos de ese modo la verdad y que el observador externo puede confundir con un ignorante, pero jamás con un sabio. Ya lo intentaron y a su modo lo obtuvieron Bohm/Krishnamurti; Capra/El Tao; El Wittgenstein de El Tractatus/Mística; Morin /Budismo; Teorías del Caos/Zen, Wilber/holismo y otros.

Los “descos” han invertido la vieja idea que somos “enanos a hombros de titanes” y se creen ellos, ahora, los gigantes a hombros de aquellos. Empiezan a entusiasmarse (a veces a enceguecerse) con sus propias ideas, pero no se saben repitentes del ritual. Y el burro, otra vez, empieza a perseguir la zanahoria.

Los descoloniales han desplazado (a lo mejor porque empiezan a valorar hasta ahora la magnitud profunda de la derrota del paradigma emancipador liberal, marxista y neoliberal en América Latina) a EEUU del eje de las reflexiones (es como sino existiera y sus efectos de poder visibles en la industria cultural y las nuevas tecnologías no pesaran) y han regresado a Europa (pero a la vieja y vigorosa de ayer y no a la decadente y débil de hoy) dejando la impresión que la contradicción gira alrededor de metrópolis y colonias como en la época, tal vez por eso han regresado a ellos, de Fanon y Cesaire. Operan un giro hacia atrás, como buscando raíces, antes incluso de la aparición de EEUU, que en el viejo esquema de Quijano y Wallerstein, todavía es importante y que los "descos" descabezan a conveniencia.

Conscientes que un esquema metrópolis/colonias tiene que dar cuenta de las libertades reales y formales obtenidas a través del tiempo (independencia, abolición de la esclavitud, libertad de prensa, empresa y pensamiento, derecho al voto de las mujeres, revoluciones, democracias, etc), sea fruto de la lucha de los colonizados o concesiones de los hegemónicos, además de unas migraciones salvajes, corren el riesgo de flexibilizar todo el esquema y eventualmente echarlo por tierra. O presentar como falsas las conquistas. Porque ya no somos colonias europeas, somos países deudores de las IFIS controlados por EEUU. Y no somos aborígenes sufridos, ni afrodescendientes encerrados en ghettos, sino una mezcla inextricable de todo. Pero mezclados están también los dominantes y lo estarán más por las migraciones sucesivas. Estamos claros, sí, que las mezclas no son las mismas y el poder que ejercen no es igual. El poder construye diferencias e igualdades a conveniencia. Y el contrapoder es su arma secreta (y la acción el eje que los une). No es casual que Mignolo diga que ya superaron la etapa de "Estudios" y están en la de "proyecto", es decir, preparándose para la acción tras un objetivo, que es lo que significa "proyecto" (arrojado "yecto" hacia adelante, hacia el futuro) en los términos más modernos que uno puede imaginar. ¿Repiten o no la historia? Venga la maldita pregunta occidental que ocasiona todo y que no se advierte a sí misma: ¿Entonces, qué hacemos? Respuesta : nada.

Los descoloniales, esa especie de mesorelato que descree en los grandes (recogiendo con ello lo mejor de la tradición postmoderna y postcolonial), pero al mismo tiempo no le satisfacen los pequeños (en particular los movimientos sociales de los que creen ser sus Cirineos epistemológicos), bien pueden representarse a través de varios elementos que, por razones pedagógicas, ofreceré de manera individual y aparentemente suelta (como un guión cinematográfico), pero que en su tejido y composición narrativa cuenta con todo el sentido de los paradigmas que le han precedido. Tejido (mérito de ellos que nadie discute) que saludamos como un esfuerzo académico más pero que no sabemos a dónde irá a parar. Si los jesuitas intervienen desde sus Universidades con más fuerza, puede que reediten discursivamente una suerte de republica Guaraní descolonizada en segundas nupcias. O a lo mejor van a parar al socialismo del siglo XXI, conviviendo con Heinz Stefan Dietrich o a la CLACSO con Emir Sader y Eduardo Grüner. Les deseo suerte, profesores, pero no los acompaño.

1. Villanos: modernos/coloniales. El grosor del enemigo comunica la magnitud a un relato emancipador. El tamaño desmesurado de los enemigos (debe presentársele sin fisuras internas o, de haberlas, tienen que ser secundarias) es casi siempre inversamente proporcional al de sus adversarios. Entre más pequeños son los unos, más grandes se imaginan a sus enemigos. Entiendo que se hace para impresionar (¿a quiénes, no sé?) con la magnitud de sus tareas hercúleas y prometeicas.

2. Héroes: en el relato descolonial son los profesores mismos, con un grado sustantivamente menos que los líderes redentores clásicos. Buscan la segunda descolonización para completar la primera de los Fanon, Cesaire y Cabral pero desde locus universitarios. Estos héroes y heroínas pasan así de Mesías a Cirineos.







3. Lugares
: nada hay más parecido a una Universidad que otra, esté donde esté. Alguien decía que pasa lo mismo con hospitales, hoteles, restaurantes, aeropuertos, avenidas, Shoppings. Es la arquitectura de Le Corbusier hecho para el ciudadano del mundo. La única diferencia entre Universidades (pese a la INTERNET) son los recursos y el poder de agenda. Fue desde una universidad rica que se fabricó la descolonialidad; es desde otra (pobre), donde le respondemos. Los verdaderos lugares de los descoloniales son las Universidades ricas, para descolonizar desde ahí a las pobres a donde migrarán en la que medida que las vayan “concientizando”; discursivamente, son los espacios de los países colonizados, los locus como le encanta decir en ese latín que odia, a Mignolo.

4. Teorías: postcolonialismo en reversa. Prohibición autoritaria del uso de autores eurocéntricos (permiso sólo el de ellos para criticarlos, en algunos casos para plagiarlos y terminar siendo como los amos blancos que desprecian a sus esclavos negros, pero les encanta violar a sus mujeres) en vez de sumar más y más autores no eurocentristas (budistas, taoistas, hinduistas, zen) y desaparecer a los villanos por ahogamiento masivo.

5. Aliados: marxistas abiertos, teólogos de la liberación reciclados, eurocéntricas arrepentidas, ex -- subalternistas latinoamericanos, desertores del postcolonialismo, desencantados del postmodernismo.

6. Sujetos privilegiados: pueblos originarios, afrodescendientes y colonizados.

7. Precursores: Aníbal Quijano en exclusiva, pero por qué no Darcy Ribeiro, más radical que todos ellos juntos (¿porque puede descentrar el foco escriturario, incluyendo a Poma y Cugoano, hacia las culturas ágrafas?); o Raúl Fornet Betancourt (¿porque puede disputar el centro del Tawantinsuyu descolonizado o sería, ya con él, intercultural?) u Orlando Fals Borda (¿porque sus métodos son totalmente antiuniversitarios?) que apenas uno de ellos lo cita.

8. Horizonte: emancipación horizontal y a medio alcance (meso), acompañada de héroes, sujetos privilegiados y aliados contra los villanos. Núcleo de la trama La Misión II parte. Propongo, si es épica, de nuevo a Robert de Niro en el papel de Mignolo; pero si es comedia a Jim Carrey.

9. Métodos: demostrativos, racionales y académicos. A veces cinematográficos alternativos. Todos con el propósito de descolonizar almas, cuerpos y mentes.

10. Corrientes internas: a) teóricos (Mignolo que las equilibra a todas) ; b) mujeres (Schywi, Walsh), curiosamente de origen europeo y norteamericano, militantes de movimientos sociales étnicos sudamericanos, claramente emancipadoras; c) liberacionistas cristianos y seculares, recién llegados (Dussel, Maldonado Torres, Castro Gómez, ahora Midence;); d) semi escépticos (Coronil, Lander, Grosfoguel).

11. Escritores canónicos que no se usan: Poma de Ayala y Cugoano.

PD: Para los interesados en el libro "El Giro decolonial" (Copyright 2007) aquí se los obsequio de forma gratuita.

Friday, October 05, 2007

De Mesías a Cirineos

DE MESIAS A CIRINEOS

Por Freddy Quezada


Tomaré con el mismo humor que recomiendo a los demás, la última chanza de Carlos Midence. No sé porqué me lo imagino saliendo veloz detrás de las bambalinas en un monociclo y repartiendo bofetadas a otro en el centro de la carpa, mientras este último le dispara salvas de pedos a base de talcos y polvoraciones, para visibilizar el efecto, con trombones de fondo musical y contando chistes en voz alta.


Giré invitación a Ramón Grosfoguel, proporcionándole el correo electrónico de Erick Aguirre, para que enviara sus reacciones formales a mis consideraciones sobre la decolonialidad.

Esperé el tiempo reglamentario, después de un intercambio epistolar ligero, y debo entender, ahora, que el amigo Grosfoguel, uno de los dueños de “Deco’ s & Cia Lmtd” ha enviado a un emisario para responderme. Visto que es imposible hablar con los empleadores de la firma circense, devolveré en clave de humor, a uno de sus animadores que ha salido al paso para responderme, cinco chistes:


Chiste 1: Es cómico ver cómo un investigador de NITLAPAN, en un artículo, como parte de un texto poco conocido de Investigación y Cambio Social (Bebbington, 2007: 58-102), responde a una pregunta ofensiva de un holandés y le llena un cuestionario, con bibliografía que antes ha distribuido el interrogador para escuchar lo que pide, a un inglés. Y tiene que responder, el pobre joven, porque aquel lo financia y este lo evalúa, al mismo tiempo que relata, ocultando el giro de los jesuitas en el asunto, sus nostalgias del metarrelato perdido en Nicaragua. La lectura del trabajo de José Luis Rocha, me permitió confirmar la sospecha que hay, en la América Latina pensante, un espíritu de regreso, de nostalgia, de arrepentimiento y enmienda (por el amancebamiento con el neoliberalismo) visible a su manera en los decoloniales, pero que ya están dando albergues las universidades jesuitas de América del Sur como la Javeriana de Colombia y las indígenas de Ecuador y Bolivia. Supongo que no tardarán en llegar a las universidades jesuitas centroamericanas. Decolonizar es el equivalente de “conscientizar” o “desalienar” (viejos fracasos marxistas) pero el chiste es ¿Para qué? ¿Para parecernos a las metrópolis desde “despegues ceros”? ¿O para coexistir pacíficamente con ellas, ignorando su poder, desde nuestras modernidades “otras”?

Chiste 2: Es para morirse de la risa que el paradigma de E. Grüner (2002), un marxista ortodoxo quien en su obra sobre el Fin de los microrrelatos, promete oponerse a ellos con furia y termina besándole los pies a Spivak y Bahba, sea el mismo que ocupen los decoloniales. Eduardo Grüner (pastiche argentino de Slavoj Zizek y Fredrick Jameson) presenta su marxismo ortodoxo como la bisagra que puede unir al postcolonialismo (como superestructura) aún con sus excesos culturalistas y al sistema - mundo aún con sus defectos economicistas (como base) (Grüner, 2002: 199). Los decoloniales solo han sustituido “marxismo” por “decolonialidad”, y lo han presentado como propio. Lo que para Grüner es una bisagra vertical que une lo de abajo con lo de arriba, para los “descos” es una bisagra horizontal que une la cultura con la economía. O sea, los grandes enemigos de los eurocentristas (por cierto primitivo, cerrado y vulgar que los llevará, innecesariamente, a perder aliados dentro de las metrópolis dando un paso atrás del propio Fanon, quien supo encontrar grandes aliados como Sartre en el corazón de sus enemigos) marxistas, viven de robar (Grüner mismo -- 2002: 333 --, a su vez, plagia las ideas de Baudrillard sobre la transparencia obscena de los mass media, robando, matando, yendo al entierro y todavía escupiendo a su víctima) hasta los disparates que producen estos reaccionarios que desean el regreso al viejo esquema industrial donde la burguesía y el proletariado eran nítidos y cierran los ojos para creer que nada ha ocurrido después de Marx.

Chiste 3: Jocosamente, los decoloniales han pasado de Mesías a Cirineos. Nadie de ellos quiere redimir a nadie, como bien dijo Grosfoguel, porque obviamente no es lo mismo probar con la vida propia la validez de unos argumentos que con discursos lógicos, racionales y demostrativos y no en un sótano o en casa ajena, sino en un auditorio confortable y bien equipado. Pero tampoco quieren dejar de ayudar a los subalternos desde sus cátedras y becas de universidades ricas. Y, por supuesto, no es lo mismo terminar sacrificado por presentarse como redentor que ayudar al sufriente durante un momento (equivalente a dar limosnas) y, después continuar en los mismos lugares que creemos habernos ganado a pulso. Esperamos que si sus discursos de Cirineos triunfan, no esté detrás la mezquina ambición de ser los Rectores de esas universidades (deliciosos locus emancipatorios) que decolonizarán.

Chiste 4: “Quezada quien se presenta como un anarquista y provocador en sus artículos no sabe leer la heterarquía…”. Acuso recibo del cumplido y le recuerdo a Midence, que nadie ha estudiado más la diferencia y el poder que los postmodernos y los postcoloniales, y me parece arrogante, oportunista y bajo no reconocerles esos méritos. A los postmodernos se les puede acusar de otras cosas, como por ejemplo su cobardía ante el abismo del escéptico, reculando hasta los microrrelatos (esa repetición del error en pequeña escala que venían de denunciar); de los postcoloniales, los que en particular celebro y me adhiero a su dialéctica negativa (mezcla de la escuela de Frankfurt con Foucault y puente hacia un escepticismo sano), renunciando a todo tipo de emancipaciones (verdadera diferencia entre ellos y todos los demás paradigmas), negándose a definir salidas y sujetos. Siguiéndolos (con la epojé, suspensión del juicio), a esta altura no me interesa ofrecer prometeos nuevos y emancipaciones “light” y académicas, lo único que sé es, como el ángel exterminador de Klee que comenta Walter Benjamín, quién es el diablo que con sus promesas ha generado todas las ruinas que tenemos frente a nosotros. No sé qué hay detrás de mi espalda, pero sí sé quién elabora, sofistica, encanta, seduce y dora las promesas. ¿Adivina adivinador cuántos pelos tiene alrededor?

Chiste 5: A ver Carlitos, visto que nos ha enseñado a reír a todos, sin necesidad de una narizota y esas pelucas anaranjadas y verdes que necesitan los profesionales para hacerlo, permítame aconsejarle un numerito, como entremés, mientras se animan a escribir los más representativos de la corriente que Usted empieza a admirar y, es que en la próxima piñata, le cante a mi sobrinita: el payasito plin, plin, se pinchó la nariz y con un estornudo, hizo fuerte achííí...

REFERENCIAS

Bebbington, A. (2007) Investigación y Cambio Social. Edit. Ciencias Sociales. Guatemala.

Gruner, E. (2002) El Fin de las pequeñas historias. Paidós. Bs. As.

Monday, October 01, 2007

Mattieu Ricard, el más feliz del mundo

EL HOMBRE MÁS FELIZ DEL MUNDO

Nota de Freddy Quezada: contra mi costumbre, presento un texto que me envió un exalumno mío, Fernando Velarde, sobre el ser humano más feliz del mundo. Lo agradezco. Con agrado, descubrí que se trata de un monje tibetano que conocí en un texto al que aludí en un viejo ensayo que hice hace años sobre la mejor ética (la que no puede decirse, decía en aquel entonces). Ahí divulgo "El monje y el filósofo", así llamado el libro donde el monje es precisamente Mattieu. Además presento un video de una hora de él que gentilemnete lo patrocinó Google. Saludos cordiales a todos.

¡De plano nos rompieron los paradigmas! Acostumbrados a creer que la felicidad es una competencia olímpica para tener más, ser más exitoso, sentir más placer y hacer más cosas, ahora los científicos del Laboratorio de Neurociencia Afectiva de la Universidad de Wisconsin nos salen con que el hombre más feliz del planeta es un tipo que vive en una celda de dos por dos, no es dueño ni ejecutivo de ninguna de las compañías del Fortune 500, no tiene relaciones sexuales desde hace más de 30 años, no vive pendiente del celular ni tiene Blackberry, no va al gym ni maneja un BMW, no viste Armani ni Boss, desconoce tanto el Prozac como el Viagra o el éxtasis, y ni siquiera toma Coca-Cola.

En suma: el tipo más feliz del planeta es un pobre diablo sin dinero, éxito profesional, vida sexual, ni popularidad.

Su nombre es Matthieu Ricard, occidental por nacimiento, budista por convicción y

el único de cientos de voluntarios cuyo cerebro no sólo alcanzó la máxima calificación de felicidad prevista por los científicos (-0.3), sino que se salió del felizómetro por completo (-0.45). Los 256 sensores y decenas de resonancias magnéticas a las que Ricard se sometió a lo largo de varios años para validar el experimento no mienten: ahí donde los niveles de estrés, coraje y frustración en los meros mortales es muy alto, en la mente de Ricard estas sensaciones negativas no existen. Por el contrario, ahí donde la mayoría de voluntarios mostró bajísimos niveles de satisfacción y plenitud existencial, Ricard se voló la barda en todas y cada una de las sensaciones positivas, dando origen al título de "el hombre más feliz del planeta".

Lo paradójico del caso no es que haya un hombre tan feliz, sino que llegó a serlo desprendiéndose de todo aquello en lo que los occidentales suponemos radica la felicidad: éxito profesional, pericia científica, dinero, posesiones, fama, placeres, relaciones humanas y consumo, consumo, consumo. Y es que Matthieu Ricard no es ajeno a nada de esto: hijo del miembro emérito de la academia francesa Jean François Revel, Ricard no se dejó deslumbrar por el ateísmo ilustrado de su padre, ni por su fe de nacimiento; tampoco sus estudios de genética celular en el Instituto Pasteur le trajeron la satisfacción deseada. Con el mundo a sus pies y a punto de convertirse en una eminencia científica decidió que por ahí no iba la cosa. Se fue al Himalaya, adoptó el celibato y la pobreza de los monjes, aprendió a leer el tibetano clásico e inició una nueva vida desde cero. Hoy es la mano derecha del Dalai Lama y ha donado millones de euros producto de la venta de sus libros a monasterios y obras de caridad.

Pero eso no es la causa, sino la consecuencia de su felicidad. La causa hay que buscarla en otro lado, dice el jefe del estudio, Richard J. Davidson, y no es ningún misterio ni gracia divina: se llama plasticidad de la mente o, dicho en términos menos fufurufos, es la capacidad humana de modificar físicamente el cerebro por medio de los pensamientos que elegimos entretener.

Resulta que al igual que los músculos del cuerpo, el cerebro desarrolla y fortalece las neuronas que más utilizamos. A más pensamientos negativos mayor actividad en el córtex derecho del cerebro y en consecuencia, mayor ansiedad, depresión, envidia y hostilidad hacia los demás. O, como quien dice, más infelicidad autogenerada. Por el contrario, quien trabaja por pensar bien de los demás y ver el lado amable de la vida ejercita el córtex izquierdo elevando las emociones placenteras y la felicidad.

Pero nadie se vaya con la finta de tanta "felizología" barata que circula por ahí: Ricard advierte que no se trata de decidir ver la vida en rosa de un día para otro, si no de trabajar sistemáticamente en debilitar esos músculos de infelicidad que tanto hemos fortalecido creyéndonos víctimas del pasado, de los padres o del entorno y, en paralelo, comenzar a ejercitar los músculos mentales que nos hacen absolutamente responsables de nuestra propia felicidad (M. Ricard, “En defensa de la felicidad”, Ed. Urano).

Al final, los resultados del estudio vienen a cimbrar los pilares de nuestra civilización consumista —donde el Prozac se vende cuatro veces más que el Viagra— porque confirman, ahora sí con pruebas científicas en mano, lo que humanistas y profetas de todas las épocas han venido diciendo sin que los científicos materialistas les dieran ni poquito crédito.

A saber:

1 Que la felicidad es un asunto del espíritu que no depende de nada ni de nadie externo a la persona (Buda)

2 Que la clave para ser feliz mora en el interior de cada quien (Cristo) y

3 Que la felicidad o es un hábito o es el resultado de varios de ellos (Aristóteles).

Y si bien Ricard admite que su camino no es más que uno de muchos, advierte que ser feliz necesariamente pasa por dejar de culpar a los demás de nuestra infelicidad y buscar la causa en nuestra propia mente.

O, como dice un adagio: "envejecer es obligatorio, madurar es opcional".