Tendría el honor, que no merezco, señora, de bailar conmigo estas cuatro piezas en el orden que usted considere más soñador?
Monday, April 30, 2007
Bailamos?
Tendría el honor, que no merezco, señora, de bailar conmigo estas cuatro piezas en el orden que usted considere más soñador?
Sunday, April 29, 2007
Apostillas a la sobre ofertas de sentidos
Por Freddy Quezada
Hay tres maneras de enfrentar el sentido de nuestra presencia en el mundo.
Abrazarlo, desde sus fuentes originarias (la religión, los nacionalismos y las ideologías), esperándolo como destino o partiendo a buscarlo o a luchar por él como horizonte. El sentido trascendental de una cultura, a veces dos o tres, cuyas fuentes son las religiones, los nacionalismo y las ideologías, están hoy en crisis pero, pese a estallar en mil pedazos la copa de sus árboles, sus raíces permanecen intactas.
Sustituirlo, cuando estallan los sentidos mayores, por otros nuevos, no importando el tamaño, el peso y el número, en un proceso de encabalgamiento infinito. Los fragmentos, esquirlas del espejo roto, son las identidades nuevas, viejas y alternativas, que se construyen y combinan con las identidades mayores, produciendo un enjambre híbrido e impresionante. A veces algunas de ellas desafían a sus nodrizas mayores, estableciendo una relación de poder con sus viejas fuentes de sentido. El caso de las sectas electrónicas y mediáticas ilustra el asunto contra las iglesias mayores; o el de los movimientos sociales con respecto a los partidos políticos y el las comunidades publicitarias (fans de artistas, hinchas deportivos, fraternidades en INTERNET, etc.) con respecto a la comunidades clásicas. Las nuevas identidades se combinan a su vez con tres dimensiones renovadas (espacio abolido y reterritoralizado simultáneamente; tiempo rápido y vacío operativo para descargar en memorias externas; ensayos una y otra vez de nuevos sujetos redentores, mujeres, campesinos, etnias, naturaleza, etc.) y tres misiones (educar, informar, entretener), dominadas ahora por la última, que cuenta con mayor número de audiencias, y que ha generado la subalternidad de la cultura de élite frente a la de masas. ¿Alguien puede reconocerse en este relajo, en esta mata de hilos?
Desconocerlo y declarar el absurdo, abriéndose al suicidio o al serenamiento. Porfa, no me hagan citar la expresión ajada de Camus: la única pregunta que vale la pena en filosofía es interrogarse si vale la pena vivir o no, o la no menos arrugada de Krishnamurti: la única respuesta que vale la pena decir es “no sé”. Suéltala, de nuevo, DJ. Managua, mayo 2007
Saturday, April 28, 2007
La Sobreoferta de Sentidos
LA SOBREOFERTA DE SENTIDOS
(caso “Jesús Hombre”)
Por Freddy Quezada
Sólo conozco en la cultura occidental a un hombre que despreció el sentido de todo, con una valentía y dignidad admirables. Pero aún a Cioran, lo sostenía un sentido oculto y dulce: su amor por Bach, por la música clásica. Me pasa lo mismo con mi melodía favorita. Es difícil sino imposible, vivir sin al menos un sentido.
Uno de las tentaciones de abordar temas religiosos desde el punto de vista sociológico, es el clásico riesgo epistemológico: ¿cómo puede un científico social neutral o comprehensivo, saber lo que piensan y quieren creyentes de cualquier signo? ¿Cómo puede alguien comprender sin creer y, explicar sin compartir una fe? El desgarramiento ya fue advertido por Weber. Y es el mismo del sentido que trabajaron a su modo Brentano y Husserl. Incluso, Heidegger, con sus dos primeras preguntas sobre el ser (el ser mismo y su sentido), advertidas por Adorno, sigue las líneas maestras de la metafísica occidental, como él mismo la bautizó, para superarla
Frei Betto, defensor de un sentido profundo de fe, decía: Doy gracias al Señor por la fe que me arrebata y me quema, que calcina mi espíritu y me hace atravesar las noches de oscuridad, y me ilumina de relámpagos, y dobla mis rodillas ante el Misterio, y arranca de mis secos labios susurros orantes.
Si hay alguna expresión comprensiva alrededor del sentido de nuestra cultura es aquel que considera que todas las cosas tienden al bien y, lo importante es el fin de ellas. Los medios serían subordinados violentamente, en el peor de los casos, o adecuados en el mejor y más ético. Tal principio, con todo, ha imperado en Occidente desde los tiempos de Aristóteles. Y sólo hay verdaderas crisis en nuestra cultura (hablo como mestizo heredero de ella, pero no por las otras que igualmente nos componen: precolombina, afroamericana y asiáticas) cuando este fin se ve amenazado por otros, o por ninguno, y nos horrorizamos ante el vacío (horrror vacui).
Las tradiciones “orientales”, por el contrario, abrazan el vacío, el absurdo, la nada, y no corren a abrazar el suicidio cuando se privan del sentido, más bien se calman y encuentran en ello la serenidad. En nuestra cultura, incluso, los místicos nuestros lo saben (Eckart y los místicos españoles). En definitiva, el sentido de la vida es la vida misma y cuando se trata de trascenderla con el reflejo de ella misma, estamos preparados para vivir fuera de nosotros, del ser.
El telos, la finalidad, considerada generalmente virtuosa en sí misma, buscará lo que ha perdido: los orígenes. Es un círculo perfecto, aún en los casos asintóticos en que somos prisioneros de la ilusión óptica moderna del horizonte kantiano. El futuro pues no es más que memoria y deseos. Buscamos hacia delante, sólo lo que hemos perdido: el paraíso.
Hay tres fuentes mayúsculas del sentido de onda larga y de núcleo muy duro en el pensamiento: la religión, el nacionalismo y las ideologías. Cada una al triunfar, o ganar la hegemonía de amplios sectores sociales, se constituyen en instituciones como las iglesias, los estados naciones y los partidos, desde donde despliegan estrategias para consolidar el sentido invocado y excluir a quienes se les oponen. Muchas veces sectores salidos de su seno mismo, hasta desembocar desde las religiones, en búsquedas de espiritualidades; desde los estados nacionales, en fragmentaciones; y desde las ideologías, en la globalización, como hoy la conocemos.
La cadena se ha sucedido, absorbiendo, el último de los goznes, las funciones de los eslabones inferiores: de las iglesias, a los partidos, a los medios de comunicación, al medio de medios, INTERNET. Educar, informar y entretener, las funciones originales con las que nacieron los medios, en ese orden, terminaron mezclándose y siendo dominadas por la diversión. Quizás a eso debamos esa ligera sospecha que tenemos hoy que todas las cosas parecen reírse de nosotros.
El sentido de la religión occidental, desde Séneca, que servirá de bisagra entre las decadentes tradiciones grecorromanas y las nacientes judeo-cristianas, será trascendente, fuera de la polis, donde hasta entonces se venían ejerciendo todas las virtudes. El Estado nación hará de la religión un asunto privado y del poder laico y secular un asunto público. Desde ellos mismos nacerán al mismo tiempo las ideologías universales, imitando el ecumenismo de sus antecesoras religiosas, tanto de la aspiración de una democracia y un mercado planetario o, desde un socialismo fraterno e internacionalista.
El sentido cuando se quiebra o se abre, replantea de nuevo su legitimidad y su fundamentación. Por eso cuando suceden derrumbes espectaculares se abren períodos nihilistas y profundamente creyentes al mismo tiempo, así sucedió con el epicureismo, la reforma, el renacimiento, el existencialismo, el postmodernismo. En este último, incluso, que no llegó a saltar el abismo, pese a reconocerlo, se detuvo en microrrelatos, como ya últimamente concedió Lyotard, o a no exterminar del todo el pensamiento, como todavía considera Vattimo.
El sentido hoy se abrió a un reemplazo, en especial con el género (redención mundial de las unas por los otros, perversos y abusadores), a los ecologistas (defensa planetaria) simultánea de la abolición del espacio por la mediática, y a la velocidad del tiempo contra la memoria. Reedición sin buscarlo, de las tres dimensiones de onda larga: tiempo, espacio, sujeto.
Fue necesario un rodeo, para explicar un poco de donde viene este exceso de sentidos que hoy tenemos, fruto del estallido de los antiguos (escasos y simples), y donde no podemos ya distinguir un sentido duro de uno light, uno fuerte de uno blando, porque todos nos parecen lo mismo. La situación me recuerda esa solicitud que hago siempre a la señora que sirve diez vasos de refrescos en
Somos, en efecto, lo que elegimos, como unos Sartres de terracota, pero todos elegimos siempre lo mismo (como elegir algo en el cable que pasa las mismas películas en distintos canales, las mismas noticias a horas diferentes, y los mismos espectáculos deportivos y musicales en diferentes idiomas) bajo la bandera de distinguirnos unos de otros. Así, podemos recorrer el arco desde el tarot hasta el budismo zen; desde la astrología hasta el taoísmo más genuino; desde las religiones clásicas hasta las sectas electrónicas y mediáticas. El sentido ya no sirve de consuelo, sino de consumo. Su espacio no existe, o está en todos lados, mientras el real está destruyéndose con su complicidad e indiferencia; su tiempo es la muda y el descarte; sus redenciones están paralizadas por la diferencia.
Ahora que está ocasionando un escándalo fácil, un provocador de la teología neoliberal, como José Luis de Jesús Miranda, hay que recordar el antecedente inmediato de su antítesis liberacionista en Nicaragua, con el Jesús de los Pobres, Marco Antonio Aráuz, hace mas de diez años. Kierkegaard es el único que se ha hecho una pregunta digna de estos fenómenos: ¿Cómo distinguimos a un Cristo vivo entre nosotros? ¿Cómo distinguieron a Cristo sus contemporáneos? ¿Y si de verdad fuera El?
Boris Groys tiene una interpretación muy sugerente de este asunto: “para Kierkegaard lo nuevo es una diferencia sin diferencia, o una diferencia más allá de la diferencia –una diferencia que no somos capaces de reconocer porque no está relacionada con ningún código estructural previamente dado.
Kierkegaard utiliza la figura de Jesucristo como ejemplo de esta diferencia. En efecto, Kierkegaard declara que la figura de Cristo inicialmente se parecía a la de cualquier ser humano corriente en aquel momento histórico. En otras palabras, un espectador objetivo de aquel momento, confrontado con la figura de Cristo, no hubiera sido capaz de encontrar ninguna diferencia visible y concreta entre Cristo y un ser humano ordinario –una diferencia visible que pudiera sugerir que Cristo no era simplemente un hombre, sino también Dios. Por tanto, para Kierkegaard
He aquí, pues, que para reconocer a alguien divino entre nosotros debe ser nuevo, no diferente. Y esa novedad no puede provenir de la comparación, ni de la memoria, sino del silencio, de lo no otro.
Una vez me definí, dentro de una lógica procesual, como una persona “cada vez menos atea”. Signifique lo que signifique esta expresión, confieso que me sorprendió en medio de un hecho que me he negado a explicármelo. Sucede que todas la veces que tomo un Nuevo Testamento de Salmos y Proverbios que se encuentra en mi escritorio y lo abro por cualquier página, mientras espero que cargue mi vieja computadora, siempre me encuentro con Romanos 1, 2 que dice “Por lo cual eres inexcusable, Oh hombre, quienquiera que seas tú que juzgas; pues en lo que juzgas a otro, te condenas a ti mismo; porque tú que juzgas haces lo mismo”. Entonces me regocijo por un instante, pero retrocedo y huyo ante la luz, para terminar de rodillas ante una elección más profana. Suéltala DJ.
Managua, mayo 2007
Tuesday, April 17, 2007
Caballeros Outsiders
Por Freddy Quezada
A mi señora Del Toboso
Al día de hoy, se están perfilando lenta, pero seguramente, dos ejes mayores de enfrentamiento en América Latina, que serán los más visibles del tablero geopolítico, y dos ejes menores que, de seguro, se presentarán simpáticamente a mediar, situándose por encima y en medio, de los dos polos más agresivos. Ya no es posible valorar la situación nacional de los países latinoamericanos sino se hace con una perspectiva regional. Menos que menos para Nicaragua que es parte beligerante del juego.
A) EJES MAYORES
Eje Bush/Lula. El primer eje mayor como se sabe, se está expresando a través de la alianza inédita y rápida que se generó a través de la gira que el presidente George Bush efectuó al área, hace menos de un mes, empezando por Brasil, donde negoció con el presidente Lula acuerdos económicos a través del etanol. El efecto inmediato del acuerdo, involucró a El Salvador como una pequeña vitrina de las bondades del proyecto, frente a sus recipientes rivales del petróleo venezolano, como Nicaragua. La elección busca hechizar por la vía del efecto publicitario a algunos países vacilantes del área, influenciables por México (Honduras, Guatemala, Panamá) o neutralizar la ayuda que generosamente promoverá la administración chavista. Al mismo tiempo, Colombia es lanzada, probablemente por consejo de EEUU, en una actividad de presencia y seguimiento de las intenciones de un México independiente, a través del Plan Puebla Panamá. Muchos países latinoamericanos que hoy están callados y a la expectativa, incluyendo países no iberoparlantes (franco y angloparlantes, desde Canadá hasta Haití, pasando por Jamaica y las Antillas menores), podrían verse arrastrados en una nueva estrategia continental de la administración estadounidense, como ya lo están desde hace mucho Puerto Rico y República Dominicana. Brasil jugará en todas las aguas (Banco del Sur, gas, petroquímicos, etc.), pero su alianza económica con EEUU, generará desconfianzas en sus hermanas y primas socialistas.
Eje Castro /Chávez. Con el triunfo de la Constituyente en el Ecuador, clima favorable a Correa, y la mejoría notable de Fidel, se consolida el eje Castro/Chávez. Sus principales armas son, como se sabe, el petróleo y un sobrediscurso populista, reiterativo y poco profundo. La amenaza del etanol, como arma política para aglutinar a una serie de países bajo el paraguas de EEUU, consolidará, por oposición, la unidad entre sus adversarios, que ya cuenta con Ortega en Nicaragua, Morales en Bolivia, Correa en Ecuador, Kirchner en Argentina, pero ante el cual vacilan Perú, Paraguay y Uruguay.
B) EJES MENORES
Eje Calderón. México, tenía que presentarse como alternativa. Y lo hace viniendo de una crisis de legitimidad, donde un presidente de centro derecha, como Felipe Calderón, quiere recuperar las viejas tradiciones de la política exterior del PRI: hegemonismo en el área latinoamericana e independencia en la elección de su política exterior y con la única arma a la mano: el petróleo también. El Plan Puebla Panamá, es la reactivación de una plataforma, hasta hace poco abandonada, que busca recuperar los espacios y el tiempo perdido para la “potencia media” que se considera México, pero con un petróleo en merma y un líder discreto en diplomacia latinoamericana.
Eje Bachelet/Tabaré Vásquez. Este es el típico proyecto moderado, de clase media (al que probablemente se una Costa Rica) pero de una izquierda amable y gentil. Su moderación, discreción y a veces silencio, puede hipnotizar a algunos otros países para unirse en fórmulas dialógicas que tengan resonancia y sean bienvenidas en foros internacionales (OEA), académicos (Universidades e Instituciones de Investigación latinoamericana) e institucionales. Su truco principal consiste en hacerse los imprescindibles, cuando los ejes mayores lleven las cosas demasiado lejos y ellos, bajo el viejo principio aristotélico, se crean por encima y en medio de unos polos que no crearon y de los que no se sienten responsables, pero para los cuales imaginan tener la solución.
En todo ajedrez, no existe una pieza (al fin y al cabo, ya existen obispos/alfiles, castillos/torres, caballos/nobles y, por supuesto, Reyes), que represente a los excluidos, que no son los peones, soldados sacrificables a los intereses de los bandos en pugna, sino a los desempoderados latinoamericanos, que pudieran expresarse en una figura tan noble como la del caballo, pero castigado, para devolverle dignidad a esas multitudes, que siempre se ha supuesto colectiva, homogénea, plebeya y arrabalera: los caballeros outsiders. Esos hidalgos que, como Lancelot, expulsados de sus reinos, siguieron siendo fieles a sus señores hasta la muerte o, como Don Quijote, leal a su señora, como yo a la mía, lo fue en medio de sus extravíos.
Desde que aprendí a jugarlo, siempre me pregunté porqué no le agregaban al ajedrez, en los extremos de la segunda fila, dos caballeros, rebajando a seis el número de peones, con la facultad de retroceder un cuadro y de avanzar dos, para dotar de mayor defensa a los peones, pero no con tanto poder como el de los caballos. Un poco como el papel de los volantes en el fútbol.
Estos caballeros proscritos, serían defensores de las banderas de su señor, y señora, en efecto, adalides de las virtudes del reino y paladines de las promesas al lado de los peones y frente a los adversarios, pero, como Moisés, condenados a no entrar a la tierra prometida, jamás.