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Wednesday, December 13, 2006

Cómo controlar a los que nos controlan

PLEGARIA ANARQUISTA

Por Freddy Quezada

Una de las estafas más grandes de la historia (los emancipadores todavía la escriben con mayúscula) que escribieron los vencedores, fue hacernos creer el cuento que los marxistas eran los científicos y los anarquistas los utópicos. Si de verdad los socialistas, como los liberales, fueron los creadores y sepultureros a un tiempo de sus propios sueños racionales y modernos, lo contrario no fue menos cierto, que los anarquistas, esos terceros incómodos y silenciados por sus continuas derrotas, fueron los verdaderos “científicos”, si le acordamos la acepción que una de sus variedades más radicales, le ha atribuido siempre a una ciencia en la que, por lo demás, no creen: el poder de controlar a quienes nos controlan. Fourier, con su manojo de reglas, en este sentido, nunca tuvo nada de ingenuo. Así, pues, los marxistas fueron los verdaderos utópicos y los anarquistas los verdaderos previsores. Los unos creyeron en leyes históricas risibles; los otros, en la ubicuidad de un poder tan creador como peligroso.

El neoliberalismo regresó como copia, kitsch vulgar del liberalismo clásico, hablando sandeces alrededor del fin de la Historia con un discurso prestado a Kójeve, y con formulitas monetarias obtenidas con éxito en condiciones dictatoriales. Hoy el marxismo amenaza con regresar, con sus viejas promesas incumplidas, pero también como pastiche de sus propios clásicos. La época de las copias sin originales, el postmodernismo y la época del poder de los imaginarios estratégicos, el postcolonialismo, nos reciben muy bien a todos. ¡Que bien se está entre una copia y otra; entre un discurso y otro! La licencia ya también la están tomando los anarquistas y me atrevo a imaginarlos a través del uso que harán de la paradoja, esa hija también de nuestra era.




Hace un buen rato escribí un trabajo sobre estos cuatro hombres que llamé “Los cuatro jinetes del porvenir”, pronosticando un papel de primer orden de la herencia de estos maestros en los paradigmas del siglo XXI.

Una de las cosas más cautivante es el empleo de las paradojas por parte de los cuatro.

Cioran: la idea del suicidio es la única que puede detenerlo.La mayoría de nosotros no nos matamos, precisamente porque podemos hacerlo.

Feyerabend: Para conocer la verdad hay que disponer de todos los métodos, incluyendo ninguno.

Krishnamurti: no hay que creer en ninguna autoridad, ni siquiera en mí.

Wittgenstein: para encontrar el sentido de las cosas, hay que recorrer una escalera donde, sólo al final, descubrimos su inutilidad.

Todas estas paradojas siguen el sencillo método de incluir a su opuesto. Y el asombro, la parálisis y la confusión, estallan. Sucede que le siguen la anulación (para parecer místico), la suspensión del juicio (epojé) para parecer escéptico y la polisemia para parecer anarquista. Aquí algunas recomendaciones derivadas de los maestros para controlar a los zánganos. Empezamos con el viejo truco taoista.

1. El mejor modo de controlar a los controladores es no hacerlo, porque de lo contrario seremos uno de ellos.

2. Controlar a los que dicen los controladores que los controlan a ellos: Dios, la Justicia, la Historia, el Bien, la Democracia, el Derecho, la Libertad, etc, por medio de un desconocimiento olímpico y alegre de todos esos conceptos.

3. Penalizar a los controladores. Estos pillos, buenos o malos, que importa, sino cumplen sus promesas políticas, hay que arrestarlos en nombre de la violación del Contrato Político (Contrato anarquista a diferencia de ese concepto inútil de Contrato Social o de ese peor llamado Constitución) o que paguen sus fiadores políticos. El chiste es pasar toda la lógica contractual del mercado a la política. En los contratos mercantiles quien no cumple se expone a penalizaciones. Igual debe ser en la política. Como en la compra y venta de mercancías, que importa si es de derecha, izquierda, centro, rico, ateo o no, gay o travesti, ideólogo, anarquista, etc. Sino cumple, va preso. Es sencillo.

4. Aplicar sin piedad las normas sencillas de la Comuna de París en 1870: rotabilidad, temporalidad, destituibilidad y salario de trabajador calificado. Hay que recordarles a las nuevas generaciones que los dirigentes de esta revuelta fueron los anarquistas y no los marxistas. Hay que agregar la realización de primarias dentro de los partidos políticos.

5. La Democracia y el Estado de Derecho se ven a sí mismos como los que controlan a los controladores públicos, pero son más bien estrategias para que los iguales en poder o riqueza no se impongan unos a otros de manera tan fácil y respeten más o menos ciertas reglas pero entre ellos (que a veces sus regímenes jurídicos logran anular unas con otras, como demostró Joly, al imaginar dialogando a Maquiavelo con Montesquieu). Estas propuestas anarquistas, totalmente distintas, no son entre iguales, sino de abajo hacia arriba y no a favor de caudillos o líderes nuestros, sino en contra de ellos, al mismo tiempo que en contra de los de arriba en general. Temblad, miserables, que ya sabrán lo que es tener la bota en el culo, todos los días. Así controlaremos a los que nos controlan.

Y no nos dejes caer en tentación...

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