(Cuatro casos)
Por Freddy Quezada
Viendo jugar "chibolas" a niños y niñas, felices y alegres, en un patio frente a mi casa, observé que aprenden riendo, más de lo que ellos mismos se enteran. Preguntarles en ese momento por qué tanta felicidad hubiese sido el modo científicamente estúpido de echárselas a perder, y con su propia contribución si se detuvieran, en un remoto caso, a responder. Supongo que observando cosas así es que se inspiran los artistas, se conmueven personas de buena voluntad, nacen las utopías, suspiran los enamorados, echan al mundo su lagrimita las almas sensibles frente a los atardeceres, se largan su lote sonoro y sin testigos los flatulentos y, de vez en cuando, se le ocurren bromas macabras a canallas como yo.
Las bromas usualmente efectuadas entre intelectuales, al menos las que yo conozco, se han realizado más bien con fines educativos. Es cierto que, a veces una de las partes, generalmente las víctimas de estas, no lo olvidan con facilidad.
Caso 1: Paul Feyerabend contra los tribunales académicos. Son célebres las bromas que Paul Feyerabend les gastó a un alto tribunal académico inglés, si mal no recuerdo presidido por Bertrand Russell. Les demostró a sus alumnos cómo un discurso pronunciado por una autoridad ante otras iguales a ella, era tomado más en consideración, que si fuera pronunciado por alguien sin peso ni prestigio. Los estudiantes (que sabían de antemano la broma por boca del propio Feyerabend) se rieron a mandíbula batiente ante la actuación de su profesor, cuya tesis doctoral sobre física de partículas totalmente inventada, pero “actuada” con excelencia, fue honrada con un “Cum Laude”. Los miembros del magno tribunal, jamás le perdonaron esta broma a Feyerabend.
Demostración: la prueba también es un recurso de poder narrativo y dramático.
Caso 2: Alan Sokal contra los postmodernos. El “Caso Sokal” sacudió los cimientos entre los postmodernos, puestos en evidencia como charlatanes a través de un escrito ininteligible (fragmentos de física cuántica con filosofía del lenguaje y deconstrucción, puestos unos junto a otros de manera incoherente) enviado por Alan Sokal, a una revista de especialistas postmodernos. Los directores de la revista de marras, que dejaron pasar la broma, fueron el hazmerreír del mundo entero y jamás perdonaron al joven físico norteamericano.
Demostración: la jerga incomprensible y arrogante está por encima de la sencillez y el rigor de la prueba.
Demostración: los lugares de enunciación no son definibles ni localizables en el espacio virtual, cada vez más dominante.
Caso 4: Freddy Quezada contra Fernando Mires. Para el caso de Latinoamérica, Quezada empleó lo que denominó “bastonazos zen” contra diez tesis sobre la democracia, una de las cuales recomendaba tolerancia a los intelectuales en América Latina, que escribió un sociólogo chileno, radicado en Alemania. Los “bastonazos” consistieron en frases rápidas y provocadoras para poner a prueba la tolerancia misma que recomendaba Mires a los demás. Algo parecido a lo que intentó hacer con Ramón Grossfoguel y que terminó en un fracaso acreedor de unas disculpas, por parte de Quezada. El episodio con Mires, al contrario, terminó con una gran amistad de los autores, después de aclararse el recurso polémico, a través de una copa de vino ofrecida desde Alemania de parte de Mires (quien tomó la broma con el humor debido) y una taza de café desde Nicaragua de parte de Quezada.
Demostración: la aplicación a uno mismo de lo que se recomienda a los demás.
Concluyo, pues, dos cosas que son las que más sirven para aprender en general: jugar y reír. Los niños y los jóvenes dicen disfrutar mucho con los juegos electrónicos, todos a base de lucha (perder y ganar como juego). Por otro lado, la risa a base de bromas pedagógicas como recurso demostrativo, puede servir a lo Patch Adams con los enfermos, ya no para curar, sino para educar y, de paso, divertirse.
5 comments:
Te consideras un intelectual?
Qué es un intelectual?
Muy buen blog.
Salu2
F.C.
Sí soy un intelectual, pero suicida. O un comerciante que conoce todos los trucos de los intelectuales y le fascina, como esos ninos desencantados de los magos, descubrirlos ante el gran público al que pertenezco.
Eso te convierte en alguien superior a un intelectual, puesto, que conoce sus trucos y sus maniobras. Creo que no me has respondido la pregunta(la segunda, sobretodo).
NO sos un intelectual suicida. Sos, como bien dice Saramago, "un optimista informado."
Burda consecuencia de esa categoría que no existe y hacen llamar posmodernismo.
Muy interesante la entrada, saludos
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