Por Freddy Quezada
ciencias y a los discursos de poder que se nos imponen como sentido común.
Todo punto de vista tiene un por qué, para qué, dónde, desde, cómo y quién. Debemos a los modernos europeos las explicaciones causales del por qué, a los postmodernos haber descontruido el para qué y el cómo. Y a los postcoloniales, el dónde. A los nihilistas, el quién.
Los intelectuales son los que siempre han hablado desde la eternidad o desde la esencia de las cosas, no es casual, en consecuencia, que sean los sucedáneos de los sacerdotes (clerc, como se les conoce en francés a los intelectuales, es la raíz latina también de clérigo). El verdadero “punto cero” como le llama un autor nómada (Castro Gómez, 2006) que busca como anclarse en certezas que cree más firmes, no es Descartes ni la modernidad europea como él dice, sino los intelectuales de cualquier parte. Los intelectuales son lo que se borran a sí mismos cuando explican su afuera (erklaren) o comprenden su adentro (verstehen).
Los no intelectuales tienen otras percepciones de la vida, otros intereses y muchas veces unos sub objetivos que, es cierto, se amparan en los más grandes que los intelectuales se dedican a profundizar, pero que son asimilados de mil maneras diferentes de cómo se conciben por los tenedores del poder de diseñarlos y hacerlos circular en los circuitos formadores de habitus e imaginarios.
Hoy los sectores sociales contemporáneos pueden ser divididos entre ilustrados, semiilustrados (personas que saben leer y escribir formalmente pero cuyo consumo audiovisual es alto) o desilustrados totalmente.
Los discursos de poder hasta ahora siempre han hablado como Deus abscondito o desde una subespecie aeternitatis. Desde lo más profundo del adentro y desde lo más lejos del afuera; desde de la lógica y desde los fines; desde el hypokeimenon y la Ousía; desde Aristóteles y Platón (o sus sustitutos locales); desde los medios y los fines; la crítica y la utopía; desde el arché y el telos. En cualquiera de los casos de un tiempo fuera del tiempo, es decir, el no ahora, la eternidad. Por eso desde la religión o la lógica parece que hablaran no sólo fuera del tiempo, sino del espacio. Hablan no en las cosas, no entre los seres. Para hacerlo, paradójicamente, tendrían que callar. Tendrían que cortar ese plus que le agregan a las cosas y a los seres. Cuando el tiempo y el espacio entran en la lógica (como hicieron los marxistas con
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