PARA PROBAR LAS CARENCIAS DE YOUTUBE
Por Freddy Quezada
Jamás sabremos si los terroristas del 11 / S, tenían planeado atacar la Estatua de la Libertad. Supongo que de haberlo contemplado, la Estatua de marras hubiese terminado como en el Planeta de los Simios, con la cabeza y su corona semienterrada entre los rieles de un subway de Nueva York. Atroz homenaje de la realidad a la ficción. Pero no fue así. Y sin embargo, la publicidad de ese afiche, todos lo hubiésemos recordado. Del mismo modo que unas aspas de helicóptero, emergiendo lentamente de unos farallones en medio de los acordes de “Suicide Painless”, y con docenas de chicas rubias y robustas corriendo y enfundándose sus chamarras sobre la marcha, nos recuerdan a M.A.S.H.
Lo que me impedía odiar por completo a la Chispa de la muerte, como le decíamos a ese refresco con sabor a pelotitas de mierda, en mis tiempos ingenuos de estudiante antiimperialista, era su publicidad tan sensible y llegadora. “Voy a cantar aquí de la chispa de la vida/ y de todo lo que nuestro mundo puede dar/, cosas como el mar, la risa y el amor...”, decía aquel chico enfundado en vaqueros, dominando con sus acordes desde el Gran Cañón del Colorado, adelantándose a ese grito de Di Caprio en la proa del Titanic, a toda la audiencia universal.O aquella cabecita rubia, joven, de clase media, como un John Voigt con audífonos por las calles de New York, oyendo “Everybody talking happy...”, moviéndose rítmicamente de un lado a otro con los primeros walkman que miraba en mi vida. Y que yo tarareaba en voz baja, sin sentir ninguna contradicción, remordimiento o alienación, en medio de las manifestaciones contra la embajada norteamericana exigiendo el retiro de las tropas gringas en Vietnam. Sería sencillo decir cualquier cosa contra la Coca Cola. Es un conductor de odio demasiado fácil para trasmitir lo que hoy deseo. Prefiero hacerlo a través de otros tres, mientras se me permita suspender lo que busco.
Una vez calumnié en unos aforismos, la bella construcción de un comercial diciendo con aplomo que los malditos publicistas nos habían engañado con un enano en zancos y un travestí, y que el colmo del efecto, era el beso más suave y dulce que había visto. Pero en verdad eran dos jóvenes “heteros”, occidentales, en una pradera soleada, donde la muchacha se deja caer para enseñar en una de sus muñecas, durante su ligero desmayo, su reloj Citizen. Y con una música de fondo, Dios, a base de arpas y un corito suave y susurrante, en medio de un rayo de sol, como al que canta John Denver. ¿Dónde está ese video que no lo encontré en youtube.com y he tenido que consolar a los lectores con otro, ya con actores japoneses?
Pero la música de Citizen siempre la confundí con la de Plumas Parker que, tarareándola al comenzar, terminaba con la de los relojes. Tal vez lo divino que me parece toda la pieza musical, le venga de esa mezcla personal que siempre hice. De nuevo, un corito angelical sostenido suavemente que acompaña la presentación del producto. Con el tiempo, empecé a odiarlo en los mejores tiempos del feminismo, por las teorías que sospechaban un pene agresivo, en corbatas y lapiceros. Hasta el nombre en ingles (Parker Pens) del spot le ayudaba. Pero la música nunca fue derrotada y, tampoco, la encontré en el banco de imágenes de Internet. Así que otro clip de consuelo.
Y el de Sony, tenía algo muy especial, aunque sólo sea porque hoy mi memoria lo confunda con los signos de libertad, al ser el primer comercial que observé después que fui liberado de las cárceles somocistas. Se trataba de dos jóvenes y una muchacha, todos con audífonos en sus orejas, alrededor de un micrófono de techo en un estudio, cantando una bella melodía con un estribillo pegajoso “Sony sound better”. El cantante principal era, al parecer, un afroamericano con barba cerrada, pero con una voz tan dulce, como la de Johnny Mathis cantándole a uno al oído, mientras se acaricia el escroto. Igual que los otros dos, vean un video alterno.
Fin del permiso de suspensión: no he querido decir nada sobre estos viejos anuncios publicitarios de los setentas, no vale la pena ensuciarlos con sandeces, en verdad, sólo deseo verlos, youtube, otra vez.
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