Por Freddy Quezada
Era una época curiosa, donde los progresistas luchaban para que no se confundiera al rebelde con el revolucionario. Albert Camus se hizo famoso porque escribió lo mejor sobre el tema: Un revolucionario decía, terminará siendo al final de su sistema vencedor, con tristeza, rebelde o policía. O termina reprimiendo a los que se opongan a él, o será triturado por sus ruedas dentadas.
Como balance postelectoral, los números y preferencias políticas no cambiaron mucho con respecto a las anteriores (38% contra 62%) y fue la división liberal la que brindó el triunfo al FSLN. Pero no creo, como dicen otros analistas, que en verdad no hubo cambios. El cambio es nada más y nada menos, el triunfo del FSLN. Primer dato con el que dormiremos todas las noches durante cinco años. Y que la unión de los liberales, siempre posible, segundo dato, no dejará gobernar al FSLN por esos mismos cinco años. A probar una cucharadita de su propio veneno.
En cuanto a la publicidad y la eficacia de los medios de comunicación, podemos decir que el FSLN sólo ganó apenas un 2.3% de electorado nuevo con respecto a la elección del 2001, o sea que los 6 millones de dólares gastados en la campaña por el FSLN, según E y T, fueron básicamente para mantener su voto duro. Algo carísimo que define y obliga al FSLN a ser un partido multimillonario para mantenerse en la línea de flotación. En cambio, lo invertido por el ALN, un poco más de 4 millones, siempre según E y T, fue muy favorable para construirle su tienda. Se pagó un partido nuevo con esa cantidad. Y vale la pena, sobre todo, si Arnoldo Alemán es expulsado formalmente del PLC y sus diputados corren a unirse bajo el liderazgo de Eduardo Montealegre, como al parecer ocurrirá. Una ganga!!!
Fuente: Edwin Sánchez
Nadie de los entrevistados, por otro lado, en programas televisivos (como los de Carlos Fernando Chamorro que llevó siempre con buen tino a publicistas) y en los medios escritos, le dedicó energía y concentración a las canciones pegajosas en contextos de culturas populares y de masas. Carlos Mejía Godoy, y sus publicistas, los llamados a explotar este filete, no lo hicieron a fondo. Y si las canciones repetidas mil veces, las ocupan hasta los torturadores para atontar a sus víctimas, cómo obviar el empleo de esta técnica de ablandamiento. Pertenezco, lo confieso, a ese gremio de idiotas, que dicen, sólo hasta después que han sucedido las cosas: cómo no lo vimos.
Con el presidente electo Ortega, no resisto la tentación de decir, como una parodia camusiana, ahora, que tenemos a la vista un revolucionario que pasó de consorte hippie a yuppie, en un abrir y cerrar de ojos. Me explico.Es extraño, y llama la atención, el comportamiento del FSLN en el nuevo contexto. Si uno fuera malpensado diría que lo mejor que le pudo pasar a la administración norteamericana (que pasó intrigando toda la campaña) es lo que realmente pasó. Un FSLN domesticado y prometedor frente a empresarios hostiles; amenazador con sus dirigentes de base si quiebran los mandatos de reconciliación; obediente con los lineamientos de gobiernos neutrales y democráticos; cariñoso con sus viejos subordinados del ejército y la policía; aplicado con los organismos financieros internacionales y con sus ideólogos trabajando sudorosamente para inventarse primero, y defenderla después, a una burguesía “nacional”. ¿Qué más quieren los norteamericanos? ¿No es su gobierno soñado? No más huelgas; no más luchas por el 6, 4 y 10 % de universidades, cortes y municipalidades. No más protestas en los barrios e instituciones públicas; no más rebeldías en las universidades. Lo único que los distingue es lo que menos importa hoy en política: el pasado. Y lo único que los une es lo que más les interesa a ambos: defender el sistema. ¿Qué más quieren gobernantes estadounidenses y sandinistas?
Para ser consecuentes con este escenario, los sandinistas tienen que nombrar a un gabinete moderado, con una segunda fila de militantes leales a toda prueba que mantengan a “mecate corto” a los señoritos de adelante. Estas serán las cartas que jugará a quemar el presidente Ortega, si se portan mal los peones.
Por el lado de la libertad de prensa e información, al presidente Daniel Ortega le pasará lo que al presidente Hugo Chávez en Venezuela. Como carecerá de un amplio espectro de intelectuales orgánicos que estén intelectualizando el imaginario utópico y profundizando las promesas, y antes bien, la mayoría de ellos esté en todos los medios (prensa escrita, televisión y radio) criticando y censurado fuertemente a su gobierno, dará la impresión que acosará a los medios, cuando en realidad lo que buscará, como dice Ibsen Martínez y Alfredo Ramos para Venezuela, es cooptar o amenazar discretamente a esos intelectuales rebeldes. La imagen que se presentará en consecuencia será la de un populismo autoritario con liderazgos carismáticos en medio de una masas de plebeyos, que no cuentan con el numero suficiente de ilustrados que les ilusionen hasta el grado de dar la vida o quitarla, por un proyecto emancipador.
Marta Lagos, analista chilena, fundadora de Latinobarómetro, nos expresa que: “Respecto de Chávez, 36% de la población de América Latina no lo conoce. Del 64% que sí lo conoce, 41% lo evalúa positivamente. Es decir, del total de los ciudadanos de la región, solo 26% lo evalúa de modo positivo. Esto significa que, para el público en general, el de Chávez es un liderazgo débil, ya que menos de tres de cada diez personas lo evalúan positivamente, cuatro de cada diez no lo conocen y tres de cada diez lo evalúan negativamente”.
Estos conflictos estarán directamente vinculados a la problemática de los servicios públicos (educación, salud y carreteras) y básicos (agua y luz). Tales son los eslabones débiles de la cadena donde está concentrada toda la carga tensiva del sistema. Falta guiñar la espoleta. Y los últimos en tirar de ella, serán las burocracias sindicales, gremiales, estudiantiles y populares que controla el FSLN. Al contrario, serán excelentes aliadas de los sectores adversos a políticas públicas en beneficio de sectores vulnerables.
Me pregunto si todo esto no será un signo de decadencia, que un partido revolucionario tenga que echar mano de un peludo, marihuanero, de anteojitos redondos, y una japonesa liberada, tirados en una cama para desafiar desde el placer de sus cuerpos a toda una sociedad, sin que ellos ya no puedan hacerlo con sus propios medios y discursos que, dicho sea de paso, prestaron a la misma señora que los derrotó en el 90 y a una iglesia católica que ya la tienen recelosa con el abuso de su propio mensaje milenario.
Para cuando los primeros conflictos callejeros estallen, será divertido ver al Presidente Ortega, regañando a sus propios dirigentes, llamándolos al orden y a la asunción de la disciplina y la responsabilidad con el sistema. Lo imagino, para entonces, con una chamarra verde olivo con los galones amarillos de sargento y con una guitarra, acercándose al micrófono, casi escupiéndolo y cantando: “Come Together Right Now, over me”.
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