DE LO REAL
Por Freddy Quezada
“Una cosa sólo es real hasta que se divide”, decía Hegel. Tal fue la columna vertebral del siglo XX, cuyo principio de contradicción nos distribuyó en un universo de amigos y enemigos de ella, con un tribunal superior de la razón que nos condenaría o nos absolvería a todos, según estuviéramos a un lado u otro: la historia europea.
En su variante perversa, todas las contradicciones de nuestros discursos se alimentarían de la realidad, que era igual de contradictoria, justificando crímenes, al situarse del lado de los beneficiados de la historia (desde Stalin hasta Castro); o en su versión más noble, la contradicción era una necesidad cuya libertad descansaba al final del camino en la destrucción del enemigo y en la reconciliación del espíritu consigo mismo, justificando sueños (desde Lenin hasta el Che Guevara), para mantenernos sólo en el lado izquierdo del cuadrante. Es simétrico en el derecho.
Kolakowski (1970: 105), dijo que “Con la palabra ‘contradicción’ uno puede sortear un gran número de situaciones difíciles, pues se puede fácilmente salvar una teoría en sí contradictoria diciendo que la realidad es en sí contradictoria. De este modo el principio de las contradicciones inmanentes existentes en el mundo sirve para proteger a la doctrina de la acusación de inconsecuencia”.
El esquema tenía el encanto de las religiones: hiciese uno lo que hiciese, estaba determinado, positiva o éticamente, por las leyes emancipadoras de la historia. Por eso el fragmento, la diferencia, la contradicción, la lucha, era una necesidad inevitable, pero con un sentido fuerte por la punta de lanza ideológica que empuñaban sus creyentes que, para el primer caso, apostaban a ganadores por unas leyes “positivas” y, en el segundo, menos seguros, arriesgaban sus vidas en la empresa.
La dialéctica hegeliana genera una diferencia que, cuando fracasa, se convierte en una contradicción sin síntesis. La postmodernidad es la continuación de la moderna, pero sin fines. La diferencia ya no encuentra desembocaduras de ningún tipo, pero no se resigna y su acción perpetua (la misma de la modernidad) será su condena.
Fragmentando, articulando y combinando diferencias, tales divisiones e hibrideces, se pierden por el encuentro con las siguientes capas que las bañarán, como palimpsestos. O renuncia desde el inicio (que ya es de suyo una combinación) a buscar nada, partiendo que todo es todo y que en la primera cosa están las restantes, llegando a concluir, como un círculo perfecto, que el final es igual al comienzo. O se calla: “el ser mismo es el acallamiento de sí mismo; y este es verdaderamente el solo fundamento de la posibilidad del callar y el origen del silencio. En esta región se gesta por vez primera, en cada caso, la palabra” (Heidegger, 2006: 117).
Toda nuestra ilusión descansa en creer que “vemos” las cosas, pero en realidad lo que advertimos, como cuando miramos el cielo estrellado (un cementerio de astros encima de nosotros), es algo sucedido hace mucho tiempo (un cementerio de huellas). Estamos siempre de espaldas a todo. No vemos el presente. No lo podemos hacer. Tendríamos que olvidar a cada instante (esta es la coincidencia de uno con uno). Nuestra época, se encarga de recordarnos todos los días el deseo (para sufrir con las informaciones y gozar con las publicidades), la fuente principal de la memoria. Pero también su descarga todos los días, con los ordenadores, para llenarla otra vez. Sísifos postmodernos, a punto de coronar la presencia plena, volvemos una y otra vez a ocuparnos, desde abajo, sin reconocerlo en su ubicuidad, del presente que creemos falso y a vencer. Creamos, así, dos presentes.
Es como ver a una persona desconocida. Y sólo se puede de tres maneras: con la memoria, con la inocencia y con la ignorancia. Del primer modo, la suponemos con colonias de imaginarios venidos de todas las fuentes sociales (familias, medios, educación, la calle, etc), la construimos por medio de comparaciones, tejidos sociales, y le damos vida, como un dibujo animado. Con inocencia, la vemos tal como es, sin juicios, sin esencia, sin intereses, sin dirección ni sentido. Con ignorancia, ni nos preguntamos tonterías, sólo la observamos y la incluimos en nuestro radar existencial activo. Sólo en los dos últimos hay la diferencia que existe entre (Zwischen) el sabio y las personas despreocupadas por estas cosas. Pero están muy cerca...
El primer caso es la típica sobrerrepresentacion del mundo y los seres. Hay un plus que lo marca el sentido y sus excesos, siendo que el sentido ya es un exceso del ser. Las otras dos son variantes de representación uno a uno. Pero uno lo “comprende” y el otro no. El sabio es casi igual al ignorante.
El ser es dos. Se divide cuando uno piensa. Pensar es quién se pregunta (el ser del ente) y quién se responde (generalmente la cultura, que ya tenemos dentro como memoria). Uno nunca es uno. Si coincidiéramos con nosotros mismos no lo podríamos saber, decir o escribir. Porque en el instante que lo hagamos, volveríamos a dividirnos. De contradicción en contradicción, luego de diferencia en diferencia, llegamos al otro lado de lo real, topándonos con su contrario y preparándonos para disolvernos en el instante en que se cierre el círculo.
Spencer-Brown (1979: 50), uno de los teóricos del caos, al respecto, decía que "…el mundo es indudablemente sí mismo (esto es, indistinto de sí mismo) pero, en cualquier intento de verse a sí mismo como objeto, debe, igual de indudablemente, actuar de modo que se haga a sí mismo distinto de, y por lo tanto falso a, sí mismo. En esta condición siempre se eludirá parcialmente a sí mismo (…) Esto es llamado a veces el misterio original. Quizás, en vista de la forma en que nosotros nos apegamos brevemente a la existencia, el misterio surge de nuestra insistencia en formular una pregunta donde no hay, en realidad, nada que cuestionar".
¿Será posible que, a través del desmenuzamiento fascinante de uno en el vacío, podamos ser, todos, una sola persona?
Si es así, permítaseme, pues, al revés de cómo empezamos, decir con Krishnamurti: “Una cosa sólo es real hasta que se une”.
REFERENCIAS
Heidegger, M. (2006) Conceptos Fundamentales. Alianza Editorial. Madrid.
Kolakowski, L. (1970) El Hombre sin alternativa. Alianza Editorial. Madrid.
Spencer-Brown, G. (1979) Laws of form. Edit. Dutton. London.
1 comment:
Con estupor veo que la mayoría de tus artículos no presentan comentarios y prefiero asumir que es por la brecha digital que aún existe en la modernidad latinoamericana antes que pensar que esto es producto del desinterés popular.
Mi nombre es Juan Pablo Ramírez y hace 9 meses que trabajo en Nicaragua en el área de Gestión Cultural.
Justamente acerca de la falta de medios alternativos es la carta que le estoy enviando al director del Nuevo Diario y que te adjunto en este mismo mensaje.
Te invito a chequear el blog de mi fundación donde podrás ver parte del trabajo que estamos intentando desarrollar en esta bella nación de lagos y montañas, donde bien puede ser este comentario el primer pie de una futura reunión.
Te dejo mi correo de todas formas:
juanpabloramirezg@gmail.com y las felicitaciones del caso por tu sitio.
Aguante, buena caza y hasta la próxima.
San Rafael del Sur, 16 de noviembre de 2006
Estimado Director:
Llevo más de nueve meses viviendo en Nicaragua en compañía de 5 compatriotas chilenos, todos los cuales formamos parte de Fundación América Solidaria, una organización no gubernamental que desde hace más de 4 años selecciona y envía profesionales a diversas regiones del continente que tienen en común algún tipo de carencia o necesidad.
Actualmente y divididos en dos grupos, nuestra brigada trabaja en este país tanto en Managua como en San Rafael del Sur en las áreas de trabajo social, psicología clínica, rehabilitación física y mental, desarrollo deportivo y gestión cultural.
Mi labor a lo largo de todo el 2006, inserto en el departamento municipal de cultura de San Rafael del Sur, ha sido la de generar proyectos sustentables que permitan que el pueblo descubra nuevas alternativas en el marco de las humanidades al mismo tiempo que se capacitan en ramas como literatura, teatro o periodismo. Es así como he fraguado contra la indiferencia municipal, la nula inversión empresarial y las calumnias de muchos, todas circunstancias conocidas en este continente, pero que no me impidieron generar un espacio televisivo local, talleres para artesanas y una serie de labores más.
Hace bastante tiempo que vengo dirigiéndole cartas a este y otros medios, con el único fin de difundir precisamente estas actividades culturales, sin embargo, hasta ahora no he encontrado respuesta. Y me gustaría de alguna forma aprovechar esta carta para reflexionar en voz alta, desde la percepción de un latinoamericano que, seguramente como todos, quisiera que las cosas marcharan más eficazmente de cara al nuevo proceso presidencial. Y creo que es válido preguntarnos desde el espectro de la cultura, de qué manera esperamos que esto suceda, si la sociedad y el periodismo no le otorgan al arte el valor que le corresponde en la modernidad, o peor aún, qué sentido tiene pelearnos por uno u otro color político, mientras los gobiernos y el pueblo no mutilan el centralismo de los flujos de información del cual somos víctimas en la mayoría de las naciones del continente. Si hasta hace poco escuchaba a un medio televisivo que se vanagloriaba de que su señal llegara a la Costa Atlántica, como si esta zona no fuera parte de Nicaragua.
Se habla mucho en nuestra América acerca de si Estados Unidos tiene intervención o no, o si en el Consejo de Seguridad los gobiernos deben apoyar a uno u otro estadista o hasta si nos debemos cercenar con vecinos países por unas cuantas hectáreas de mar o tierra, pero poco se habla acerca de la enorme deuda del pueblo y los medios de comunicación para con la difusión y desarrollo cultural, un deber que sigue pendiente en Nicaragua y que a todas luces solo llevan a cabo los países desarrollados.
A solo un par de meses de emprender el regreso a Chile, hago un llamado a los medios de comunicación, a la sociedad civil, al gobierno y al empresariado, a comprometerse y al mismo tiempo a exigir la valorización del folclore y el patrocinio de proyectos que nos permitan recuperar tradiciones y patentar la real identidad latinoamericana. No es posible que Nicaragua, por ejemplo, si sumamos diariamente todos los artículos escritos en torno a artes escénicas, literatura, música y baile no sumen más de 10 páginas en un país que posee diarios competentes y que tiene la presión de ser la Nicaragua, en palabras de Neruda, donde se elevó el más alto canto de la lengua. Dónde están los jóvenes, las universidades, me pregunto, inculcando a crear medios especializados, desafiándose para competir contra los monopolios informativos.
Asimismo, observar que se le debe exigir más a todos y cada uno de los agentes extranjeros que llegamos al país con intención de colaborar en el área de cultura, pues es muy fácil caer en el asistencialismo, en el mesianismo o en regalar el pescado sin enseñar realmente a pescar, sin mencionar siquiera a quienes colaboran diplomáticamente bajo dobles intenciones. Dentro de lo mismo, no está de más observar que el voluntariado es otro de los principios que la sociedad nicaragüense debe inculcar con dedicación y urgencia en las generaciones venideras.
En definitiva, quisiera contarle que en San Rafael del Sur estamos trabajando actualmente en una antología literaria con el fin de publicar los cuentos y poesías de más de cuarenta personas por primera vez en más de 175 años de historia municipal. Lamentablemente, no hemos recibido todo el apoyo económico que quisiéramos, considerando que en esta zona se encuentran empresas de alto calibre productivo, no obstante, es la gente la ha permitido que el proyecto sobreviva y actualmente nos encontramos a un paso de difundir una obra que, incipiente o no, en su mayoría es fiel reflejo de toda una vida de esfuerzos rurales, de esos que bien supo captar García Márquez en sus Cien Años de Soledad.
Espero que de una vez por todas los medios de comunicación entiendan que iniciativas como estas no son hechos aislados y que encargarse de realizar un periodismo investigativo profesional, darle cobertura a la verdadera “actividad cultural”, que es más que repartición de canastas básicas y adoquinado de calles, es un deber imperativo de los medios. Solo de esta manera al público podrá exigírsele tener una lectura discriminadora y participar ciudadanamente en lo que realmente está pasando que, sorpresa para muchos, es más que macheteos, violaciones y altercados políticos.
No podemos seguir esperando que pasen otros cien años para recuperar tradiciones que quienes las ungieron, fue con la esperanza de que alguien en el mañana se encargaría de retomarlas.
Finalmente, invito a todos quienes quieran conocer las actividades que hemos venido realizando este año o a quienes se sientan motivados por realizar una experiencia social voluntaria en el extranjero a acercarse tanto a la Alcaldía Municipal o al Centro de Rehabilitación Los Pipitos en San Rafael del Sur, a través de las Comunidades Eclesiales de Base en Managua o directamente a través del ciberespacio en la página www.americasolidaria.org.
Le agradezco de antemano por su tiempo y espero contar con la publicación de esta carta y en lo posible con su opinión personal frente a estas problemáticas que aquejan a todo el continente.
Le saluda atentamente a usted,
Juan Pablo Ramírez
Licenciado en Periodismo y Comunicación Social
Fundación América Solidaria
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