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Wednesday, April 02, 2014

Tres nudos tensivos de la Decolonialidad

Nudos tensivos de la decolonialidad
(con los decoloniales contra ellos)

Freddy Quezada

Digo, en el subtítulo, "con ellos contra ellos", como Derrida decía de Heidegger, para justifcarse por su empleo: "con Heidegger contra Heidegger". Antes que nada, quiero saludar a la decolonialidad, un movimiento descentrador del pensamiento eurocéntrico en  Nuestra América, que ha encontrado en los representantes decoloniales, y su nuevo (u “otro”, como ellos prefieren llamarlo) programa emancipador,  a sus más grandes deconstructores. Animo, y que se cuente conmigo en cualquier momento y lugar para publicitar este paradigma "otro", sobre la realidad de las excolonias.

Pero, como en las fórmulas rituales de los tribunales académicos examinadores  de tesis, después de los elogios protocolarios, es de recibo presentar, a mi juicio, lo que considero tres nudos tensivos de esta nueva propuesta emancipadora en tierras americanas. “Nudos”, en el buen término. Como un encuentro y desencuentro, a la vez, de los múltiples hilos que cruzan un enjambre hasta alzarlo para abrirse en distintos sentidos, incluso opuestos, en contra de la voluntad e intención, muchas veces,  de sus emisores.



1      1. El papel del pensamiento.  Sin duda, la crítica al eurocentrismo por parte de los decoloniales, es del todo pertinente, haciéndonos ver que toda la historia europea se presenta como modelo para sociedades que no son ellas, de donde derivan un poder epistémico que sigue colonizando nuestras cabezas, aunque ya no nuestras naciones,  a partir de seis lenguas --tres renancentistas (italiano, castellano y portugués) y tres modernas (francés, alemán e inglés) y una ruta que va de Atenas hasta Alemania, pasando por Francia e Inglaterra, en un tejido complejo de rivalidades y colaboraciones alternas entre ellas. Fuera y debajo de tal tejido, todo es inferior, hasta el grado que la denuncia por parte de los decoloniales, los autoriza a presentar un programa que emancipe a los "otros" (en especial originarios y afrodescendientes), cuya diferencia se emplea para jerarquizarlos. Hasta aquí, todo bien.  Pero la solución desde la que los decoloniales brindan sus recomendaciones, el pensamiento “otro”  es, precisamente, el problema. Y aquí, si vamos a romper el candado eurocéntrico, que sea por todo lo alto,  incluyendo el salto por los aires del cerrojo, del pensamiento mismo, sin apellidos.  No se trata de dividir al pensamiento en dos: uno bueno (”Besinnliche Denken”) y otro malo (Rechnende Denken), como hizo en su momento Heidegger, (guardando para sí, la reflexión y, para los demás, la metafísica, la tecnología y el cálculo) probablemente el mejor explorador del pensamiento en occidente. Se trata de verlo en su unidad y de cuestionarlo con la colaboración de otras tradiciones, “orientales” por más señas, que desde siglos lo han examinado. “¿Puede el pensamiento que crea los problemas, resolverlos? “.  Krishnamurti.
   

      2. El papel de la esencialización de los sufrientes No resolvemos nada, si de resolver cosas trata la tradición occidental, si sustituimos unos sufrientes por otros en el recibimiento, por parte de intelectuales, de un programa que los emancipe del Mal. Hay una crítica de Javier Franzé a la teoría decolonial que le recomienda dar un paso atrás para no desembocar en un llamado salvífico, lo que termina haciendo todo programa emancipador; les aconseja también, mantener así una suerte de pureza teórica que no la envenene. Es como aquellos pequeñoburgueses que censuraba Marx al proponer regresar a la comunidad agraria frente a la destrucción ocasionada por la revolución industrial, cuando de lo que se trataba, según Marx, era de empujar con más fuerza hacia delante. Y empujar hacia adelante, para el caso que nos ocupa, significaría arrastrar al empujador y deshacerse en las mezclas que lo reciben. Puede reconocerse que haya cierto avance (en el campo de las preposiciones) de cómo la representacionalidad de lo sufrientes ha pasado de “hablar por” o “para” a hablar “con” los sufrientes. Se admite ya, en este último escenario, el bajo peso de las vanguardias y sus arquitectos, los intelectuales, pero aún se hacen necesitar de un papel coadyuvante (como Simón Cirineo que ayuda al Señor en su calvario) que más bien pareciera resistencia ante la voluntad soberana de los propios sufrientes a decidir por sí mismos, como siempre lo recomendaron los anarquistas clásicos. La liberación aunque sea epistémica, creída como la más alta, puede ser una ilusión óptica que nos deslice una vez más por la pendiente de las utopías, tal como parece demostrar la alianza entre la decolonialidad y el socialismo del siglo XXI. Siempre, como decía Octavio Paz, tendemos a confundir el resplandor de la aurora con los destellos de una pira sangrienta.





3      3. El papel de los mestizajes epistémicos  Vivimos un mundo de impurezas, (algunos autores dicen que siempre ha sido así), cuya base es combinar más impurezas aún, sobre todo por la aceleración de las nuevas tecnologías, hasta el grado de adquirir una autopropulsión creadora, a base de dejarse interrumpir por otras tradiciones que se le imbrican, cuyos resultados ya no se pueden prever ni calcular. Los decoloniales no han sabido ver esto, pese a incorporar a su oferta, a las pensadoras de fronteras, que hacen mezclas no sólo culturales, sino epistémicas, sin desgarramientos intelectuales, agentes estos, a quienes les interesa mantener unas purezas conceptuales (tentaciones de las que no se libran los decoloniales mismos) de las que viven para justificar su oficio e impedir una segura sepultura por las mezclas que efectúa la gente común y corriente todos los días. Pero, los supermestizajes no son más que dejar entrar en uno, o hacer explícito, el todo mismo que ya portamos. Es una concepción hologramática, viejamente explorada por las tradiciones hinduistas del pensamiento y recuperada incluso por algunas corrientes científicas desde las dinámicas no lineales. Si en las partes ya está el todo, hay que reconocer, como daba a entender Nagarjuna, en consecuencia, que no hay partes ni hay todo.