ULITEO LA PAGINA DE "NADIE" (ULISES) Y DE "TODOS" (PROTEO)

Friday, June 11, 2010

Las tres "H" vs. Krishnamurti


LAS TRES “H”

VS.

KRISHNAMURTI


Por Freddy Quezada

(Vea otra versión en El Nuevo Diario)


Las tres “H” se refieren a Hegel, Husserl y Heidegger y es una expresión muy popular, entre filósofos, para hacer creer que los tres resumen la mejor tradición de todo el pensamiento occidental. Cada uno ha hecho suya una expresión que los caracteriza. En Hegel es el Geist, el espíritu que, siendo único al inicio, se escinde generando, en su curso, la historia, cuyo fin es reconciliarse consigo mismo por medio de superaciones dialécticas. En Husserl es el Bedeutung, el sentido de los actos humanos que domina todos los fenómenos y constituyen la base de cualquier reflexión. En Heidegger, es el Dasein, vulgarmente conocido como “ser ahí”, para determinar ese “algo” que escapa a la metafísica de la presencia, nos llama y exige una escucha.


El discurso, el pensamiento (el logos siempre ha sido al mismo tiempo, pensar y decir), ha ascendido hasta la cima, haciéndonos creer que ha resuelto todos los problemas, y revelándose a nuestros ojos, al precio de despojarse de sus capas (religión, filosofía, política, economía, inconsciente, lenguaje, cultura, poder, etc.).


En este sentido es Alemania, esa potencia sin colonias, y su filosofía moderna, la que impuso en el mundo, con la colaboración de la misma Europa a la que después quiso colonizar, la idea que el pensamiento está por encima de todo. Mientras sus rivales, como Francia, se dedicaban a administrar sus sediciones internas y la de sus colonias, o Inglaterra que, por medio del empuje de la economía industrial, mantenía y ampliaba el dominio en las suyas. Nunca, con todo, pusieron a la política y a la economía, por encima del principio que el pensamiento es amo y señor de toda la existencia, pese a ser una idea posterior y no primera. Porque es en Francia con Descartes, y luego Rousseau, donde se inaugura la idea que el pensamiento, como el sucedáneo de Dios, es el que gobierna todos los regímenes de verdad. Y su desembocadura siempre será la acción y la expresión máxima de ella: la revolución. Marx, como Robespierre, repetirá la operación, sólo que en vez de Rousseau, figurará Hegel. Y el centro del penssmiento se desplazará de Francia (ya atareada con sus revoluciones internas y la de sus colonias) a Alemania que no parará de profundizar la separación con los cuerpos, hasta que intentará efectuar hacia "dentro" lo que sus rivales europeas (Holanda, España, Portugal, Francia e Inglaterra) hacían "afuera" con las colonias.


Eso es lo que significa que todos seguimos siendo alemanes, incluso y sobre todo, oponiéndonos a ellos. Astucia hegeliana que le cerraba el paso a cualquier crítica de un “afuera” que sólo ellos se permitirían fundar. En la célebre polémica entre Sartre (ese gran amigo de las causas anticoloniales) y Camus, en algún momento, aquel insinuó que las debilidades del pensamiento de éste, se debían a sus estudios de filosofía en Argelia. Foucault, el filósofo del siglo XXI, para casi todas las corrientes del Norte y del Sur del pensamiento, en la misma línea, a la luz de lo que decimos aquí, podríamos considerarlo como un cruce entre Nietzsche (ser) y Kant (deber ser), a quien abrazó al final de su vida. Un francés entre dos alemanes.


Pensar siempre ha sido recordar. Denkwürdig, que significa memorable en alemán corriente, significa también la dignidad de ser pensado, en términos heideggeriano. Algo que los colonizados jamás tuvimos la oportunidad de serlo.


Incluso, los decoloniales, quienes aparentemente se oponen a la episteme que creen occidental, la prolongan: La corpopolítica es una epistemología que se desprende del “pienso, luego existo” y afirma que “se es donde uno piensa.” -- nos dice Walter Mignolo, aludiendo a su amigo Ramón Grossfoguel. Sin embargo, el locus se subordina a la episteme, siendo lo verdaderamente importante no el “dónde” ni el “es”, sino el pensar como especialidad, “otra”, separada, base de los intelectuales de todo tipo, incluyéndome, con todos los riesgos y tentaciones que tal cosa supone. ¿Unirme a la conga me llama a silencio?


El pensamiento en términos generales tiene tres principios básicos: está en la cabeza, está antes de la acción y sólo puede ser derrotado, cuando ya no puede resolver problemas, por otro igual a él. Su espina dorsal es el dualismo. Nada debe ni puede estar por encima del pensamiento. Nada. Los cuerpos, o sus equivalentes, han sido afectados por este principio. Los cuerpos no deben y no pueden pensar para que puedan ser separados por quienes si lo hacen por ellos: los intelectuales.


La idea que el pensamiento, aunque sea “otro”, es el valor fundamental de nuestra era, le llega de la creencia que el espíritu, la conciencia, el genio o sus equivalentes, pesan mucho más en la balanza de los sistemas sociales (beneficiarios de tal presupuesto alrededor del cual giran a favor o en contra, los intelectuales como consejeros o adversarios), que la doxa, la cultura popular, los cuerpos abyectos, mutilados, destruidos, en proceso de descarte, o cuerpos sin más, que solo servirían para ejecutar los derivados del pensamiento: la acción y el peso de su número para derrotar al rival.


La estrategia intelectual está en separar al mensaje del mensajero; a separar la demostración del imperativo categórico; a separar el hecho (pese a ser una interpretación) del valor kantiano. Lo que siempre mantuvo unida la sabiduría de todas las culturas, que el mensajero es el mensaje, incluyendo la griega presocrática, la filosofía logocéntrica la separó. Tal reunión de elementos es la que ahora llama Krishnamurti no a buscar, sino a “atender”. A destruir la base del pensamiento occidental que es el dualismo que lo alimenta al oponerse a sí mismo. El pensamiento, nos dice Krishnamurti, es memoria, archivo, pasado y lo único que le interesa es prolongarse por medio de convertir lo “nuevo” en “diferente”, como hacen los museos.


El pensamiento nunca ha estado separado de los cuerpos y verlo así, es disolver a los intelectuales y aceptar lo que “es”, sin críticas ni emancipaciones, sin escapar de lo “a la mano”, como gustaba de burlarse Heidegger.


Lo creador, no lo revolucionario, ahora, es mezclar y remezclar lo mezclado. Es combinar, violándolos, cánones, formatos y normas de respetabilidad kantiana. Fue así como los postmodernos vieron a sus sociedades, desde la estética vanguardista europea; los postcoloniales combinaron la apofática frankfurtiana con cierto aire de la “maya” hindú, al autocontenerse dentro del lenguaje declarando que no hay nada afuera y que dentro todo es una ilusión del poder; los decoloniales, combinando sus fórmulas de afuera con un invento de ellos mismos de purezas étnicas; la filosofía del lenguaje dominando lo “políticamente correcto”; la cosmología religiosa invadiendo el terreno de la astrofísica; la ciencia, con las dinámicas no lineales, convirtiéndose casi en un juego; la medicina, conjugando la tecnología de punta con la herbolaria indígena y la acupuntura oriental; el pensamiento de fronteras de las pensadoras chicanas; la cultura de masas humillando a la alta cultura en audiencias, y esta vengándose con sus productos, ya como subalterna, hasta en los dibujos animados y la publicidad; el entretenimiento combinándose con la educación (ahora sabemos que las telenovelas canónicas también enseñaron a leer, escribir y a coser a muchas latinoamericanas) y ésta con la información, el humor husmeando en la epistemología, las migraciones produciendo “cardúmenes de mezclas” tanto en países expulsores como en los huéspedes, etc.


La mezcla es la que está desquiciando ya a los que han hecho negocio de separar las cosas en categorías puras, dualismos estúpidos, sentidos únicos, generalizaciones abusivas, representaciones violadoras, acciones por acciones mismas y críticas para servir a emancipaciones traicioneras. No podemos llamar a unir, pues, lo que nunca estuvo separado. Y no podemos abolir un dualismo, desde cuerpos que piensan, que sólo ha estado en la cabeza de los intelectuales.

Monday, June 07, 2010

Neoemancipadores vs autocontenidos

AUTOCONTENIDOS VS.

NEOEMANCIPADORES


Por Freddy Quezada


Hay dos modos de ver las cosas en nuestra época. Uno, circular y alucinante, que se enrosca dentro del lenguaje declarando su poder de crear "realidades". El otro, anclado en la realidad social, que se mueve en cualquiera de los sentidos, entre grupos sociales subalternos y hegemónicos. Todos los paradigmas presentados aquí son tributarios de la filosofía del lenguaje. Sólo uno, el postcolonial, se ha mantenido dentro. Los otros dos: el queer y el decolonial, no lograron soportar lo que eso significa y han abierto grietas de ditistnos tamaños para articularse con lo social (que para ellos es lo real). Pero tal "realidad", los ha arrastrado, en distintos grados, otra vez, hacia la emancipación de los sufrientes. La asfixia ha llevado a declarar a Judith Butler, por ejemplo, que sí hay un sujeto "medio afuera y medio dentro" del discurso productivo, que tiene ciertos márgenes de acción, "rasguño" que ya aprovecharon los teóricos de Imperio (Hardt y Negri) para declarar un nuevo sujeto mesiánico "las multitudes queer".


Del mismo modo, los decoloniales, que empezaron copiando el escepticismo a los postcoloniales, no soportaron la presión y terminaron rindiéndose a las viejas veleidades de la filosofía de la liberación de Enrique Dussel, al grado que ya hablan de "liberación decolonial".


Tanto la circularidad "agrietada" de Judith Butler, como la decolonialidad "neoemancipadora" de Walter Mignolo, son estrategias discursivas para proporcionar "salidas emancipadoras" a sus sufrientes, tanto por su diversidad sexual para aquella, como por su diversidad étnica para éste. Pero en ambos, lo que se advierte, no es más que una vuelta de tuerca más de la lógica hegeliana para Butler (donde el Geist, esta vez como discurso, sigue reinando) y de un mestizaje vergonzante para Mignolo (donde llama "puros" a mestizos epistémicos, cristianos y liberales, como Guamán Poma de Ayala y Ottobah Cougoano, y se contradice al apoyarse en las "pensadoras de fionteras" como las "chicanas" (Pérez, Alarcón, Sandoval, et al) discípulas de Homi Bhabha.


Asistimos, pues, a la emergencia de dos paradigmas que proceden de la misma fuente (Foucault para el Norte y Foucault para el Sur) pero que tienen diferencias significativas, a partir si hay un “adentro” o un “afuera” de sus esquemas y las consecuencias que se le derivan. Si afirman que hay una “exterioridad” por muy pequeña que sea, terminan brindando salidas utópicas rebajadas; si, al contrario, suspenden su juicio sobre un “afuera”, se autocontienen dentro del lenguaje.


A unos le llamaremos “Neoemancipación” y al otro de “Autocontención”. En el primero hay una subdivisión con dos variedades, donde nos encontramos con un nuevo dualismo que podemos resumir así: para los “queers”, “casi” nada hay fuera del poder del discurso; ese “casi” le sirve de coartada a sus autoras postfeministas para justificar a un sujeto (no heterosexual) semiproducido y ambiguo que, si embargo, aprovecha para formular una utopía débil.


Para los “decoloniales”, la otra subvariedad, hay “algo” fuera del sistema moderno colonial, ese “algo” son los damnés colonizados, que mantienen una especia de pureza, garantía de una nueva liberación, a la Fanon, no eurocentrada.


Los postcoloniales (autocontenidos) tienen un método apofático (lo que “no son” las cosas, sin decir “cómo son”) y son escépticos con respecto a un “afuera”, lo que les impide pensar en términos utópicos. No dicen quiénes somos, y tal cosa nos protege de los archivos (sobre todo tecnológicos), sino cómo nos ven vencedores y hegemónicos. Parecieran decir que todo es una ilusión, como la “maya” hindú. Edward Said es la fuente seminal de este paradigma tan tributario de Foucault como los otros.


Fuentes: Cuerpos que importan (Butler, 2001); Desobediencia Epistémica (Mignolo, 2010); ¿Pueden hablar los subalternos? (Spivak, 1997).


No quiero ser mal interpretado: no se trata de eliminar al eurocentrismo desde purezas imaginarias otras, como si nada en el mundo se hubiese mezclado, como intentan hacer los decoloniales, sino de provincializarlo, por la vía de sumar más y más tradiciones culturales, aunque no sean “nuestras”. De hecho es lo que hacemos todos los días, sin que los intelectuales nos lo digan, al separarlo ante nuestros ojos, para que veamos lo que en la práctica hacemos, sin ellos.

Como los gringos con Somoza, los mestizos podemos decir: los eurocentristas son, en efecto, unos hijos de perra, pero son nuestros hijos de perra… aunque sus besos sean venenosos, venenosos, venenosos!!!